martes, 12 de abril de 2011

LIBROS :LENIN ?Que hacer? Biblioteca Bolivariana

QUE HACER ?

Problemas candentes
de nuestro movimiento1
Vladimir Ilich Lenin
Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información
Vladimir Ilich Lenin
Colección Claves para el Socialiamo
Ministerio del Poder Poder Popular para la Comunicación y la Información;
Av. Universidad, esq. El Chorro, Torre Ministerial, pisos 9 y 10.
Caracas-Venezuela
www.minci.gob.ve / publicaciones@minci.gob.ve


Impreso en la República Bolivariana de Venezuela.
Depósito Legal: lfi8712010320756
ISBN: 978-980-227-105-4
Rif: G-20003090-9
Marzo, 2010.
“…La lucha interna da al partido fuerzas y
vitalidad; la prueba más grande de la debilidad
de un partido es la amorfía y la ausencia de fronteras
bien delimitadas; el partido se fortalece
depurándose…”.
Carta de Lasalle a Marx, 24 de junio de 1852
NOTA DE LOS EDITORES
Se ha tomado como base de la presente edición la publicada en español
por Editorial Progreso, Moscú, 1981.
Prólogo
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Según el plan inicial del autor, el presente folleto debía
consagrarse a desarrollar minuciosamente las ideas
expuestas en el artículo “¿Por dónde empezar?”2 (Iskra3,
Núm. 4, mayo de 1901).4 En primer lugar, debemos disculparnos
ante el lector por haber cumplido con retraso la
promesa que hicimos en dicho artículo (y que repetimos
en respuesta a numerosos requerimientos y cartas particulares).
Una de las causas de dicha tardanza ha sido la
tentativa, hecha en junio del año pasado (1901), de unificar
todas las organizaciones socialdemócratas rusas en
el extranjero.5 Era natural que esperase los resultados de
esta tentativa que, de haber tenido éxito, tal vez se hubiese
requerido exponer las concepciones de Iskra en materia
de organización desde un punto de vista algo distinto; en
todo caso, este éxito prometía acabar muy pronto con la
existencia de dos corrientes en la socialdemocracia rusa.
El lector sabe que el intento fracasó y que, como procuramos
demostrar a continuación, no podía terminar de otro
modo después del nuevo viraje de Rabócheie Dielo6, en su
número 10, hacia el “economismo”. Ha sido absolutamente
necesario emprender una enérgica lucha contra esta tendencia
imprecisa y poco definida, pero, en cambio, tanto
más persistente y capaz de resurgir en formas diversas. De
acuerdo con ello, ha cambiado y se ha ampliado en grado
muy considerable el plan inicial del folleto.
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intentar “explicarnos” sistemáticamente con todos los “economistas”
en la forma más popular posible y basándonos
en el mayor número posible de ejemplos concretos sobre
todos los puntos cardinales de nuestras discrepancias. Y
me he decidido a hacer esta tentativa de “explicarnos” con
plena conciencia de que ello va a aumentar muchísimo el
volumen del folleto y a retardar su aparición; pero no he visto
ninguna otra posibilidad de cumplir la promesa hecha en
el artículo “¿Por dónde empezar?”. Así pues, a las disculpas
por la tardanza he de añadir las excusas por los inmensos
defectos del folleto en lo que a su forma literaria se refiere:
he tenido que trabajar con una precipitación extrema y,
además, prestar atención a otras muchas ocupaciones.
El examen de los tres problemas indicados sigue constituyendo
el tema principal del folleto. Pero he tenido que
comenzar por dos problemas de carácter más general: ¿por
qué la consigna de “libertad de crítica”, tan “inocente” y “natural”,
es para nosotros una verdadera llamada al combate?;
¿por qué no podemos llegar a un acuerdo ni siquiera en el
problema fundamental del papel de la socialdemocracia en
relación al movimiento espontáneo de masas?
Luego expongo las opiniones acerca del carácter y el
contenido de la agitación política, exposición que se ha
convertido en un esclarecimiento de la diferencia entre
la política tradeunionista y la socialdemócrata, en tanto
que la exposición de los puntos de vista sobre las tareas
de organización se ha transformado en un esclarecimiento
de la diferencia entre los métodos primitivos de trabajo,
Debían haber sido su tema principal los tres problemas
planteados en el artículo “¿Por dónde empezar?”, a saber:
el carácter y el contenido principal de nuestra agitación
política, nuestras tareas de organización y el plan de crear,
simultáneamente y en distintas partes, una organización
combativa de toda Rusia. Estos problemas interesan desde
hace mucho al autor, quien trató ya de plantarlos en Rabóchaya
Gazeta7 durante una de las tentativas infructuosas de
reanudar su publicación.8 Dos razones han hecho irrealizable
por completo nuestro primer propósito de circunscribirnos
en este folleto al examen de los tres problemas
mencionados y de exponer nuestras ideas, en la medida
de lo posible de manera afirmativa, sin recurrir o casi sin
recurrir a la polémica. Por una parte, el “economismo” ha
resultado más vivaz de lo que suponíamos (empleamos
la palabra “economismo” en su sentido amplio, como se
explicó en el número 12 de Iskra (diciembre de 1901), en
el artículo “Conversación con los defensores del economismo”,
que trazó, por decirlo así, un esbozo del folleto9
que ofrecemos a la atención del lector).
Ha llegado a ser indudable que las distintas opiniones
sobre el modo de resolver estos tres problemas se explican
mucho más por una oposición radical entre las dos tendencias
de la socialdemocracia rusa que por divergencias de
detalle. Por otra parte, la perplejidad de los “economistas”
al ver que Iskra sostenía de hecho nuestras concepciones
ha evidenciado que hablamos a menudo en lenguajes literalmente
distintos; que, debido a ello, no podemos llegar
a ningún acuerdo sin comenzar ab ovo;10 que es necesario
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Capítulo I
Dogmatismo
y “libertad de crítica”
que satisfacen a los “economistas”, y la organización de
revolucionarios, que consideramos indispensable. Después
insisto en el “plan” de un periódico político para toda Rusia,
tanto más que las objeciones hechas contra él carecen de
fundamento y que no se ha dado una respuesta a fondo
a la pregunta hecha en “¿Por dónde empezar?” de cómo
podríamos emprender simultáneamente en todas partes la
formación de la organización que necesitamos.
Por último, en la parte final del folleto espero demostrar
que hemos hecho cuanto dependía de nosotros para prevenir
una ruptura decisiva con los “economistas”, ruptura
que, sin embargo, ha resultado inevitable; que Rabócheie
Dielo ha adquirido una significación particular, y si se quiere
“histórica”, por haber expresado de la manera más completa
y con el mayor relieve no el “economismo” consecuente,
sino más bien la dispersión y las vacilaciones que han constituido
el rasgo distintivo de todo un período de la historia
de la socialdemocracia rusa; que por eso adquiere también
importancia la polémica, demasiado detallada a primera
vista, con Rabócheie Dielo, pues no podemos avanzar sin
superar definitivamente este período.
Febrero de 1902
N. Lenin11
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1. ¿Qué significa la “libertad de crítica”?
La “libertad de crítica” es hoy, sin duda, la consigna
más en boga, la que más se emplea en las discusiones
entre socialistas y demócratas de todos los países. A primera
vista, es difícil imaginarse nada más extraño que
esas alusiones solemnes a la libertad de crítica, hechas por
una de las partes contendientes. ¿Es que en el seno de los
partidos avanzados se han levantado voces en contra de
la ley constitucional que garantiza la libertad de ciencia
y de investigación científica en la mayoría de los países
europeos? “¡Aquí pasa algo!”, se dirá toda persona ajena a
la cuestión que haya oído la consigna de moda, repetida
en todas partes, pero que no haya profundizado aún en
la esencia de las discrepancias. “Esta consigna es, por lo
visto, una de esas palabrejas convencionales que, como los
apodos, son legalizadas por el uso y se convierten casi en
nombres comunes”.
En efecto, para nadie es un secreto que en el seno de la
socialdemocracia internacional12 contemporánea se han
formado dos tendencias cuya lucha ora se reaviva y levanta
llamas ora se calma y consume bajo las cenizas de impresionantes
“resoluciones de armisticio”. En qué consiste la
“nueva” tendencia, que asume una actitud “crítica” frente
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sistemáticamente durante decenios en esta crítica, no es
de extrañar que la “nueva” tendencia “crítica” haya salido
de golpe con acabada perfección en el seno de la socialdemocracia,
como Minerva de la cabeza de Júpiter13. Por
su fondo, esta tendencia no ha tenido que desarrollarse ni
formarse: ha sido transplantada directamente de las publicaciones
burguesas a las publicaciones socialistas.
Prosigamos. Por si la crítica teórica de Bernstein y sus
anhelos políticos estaban aún poco claros para ciertas
personas, los franceses se han cuidado de demostrar palmariamente
lo que es el “nuevo método”. Francia se ha
hecho una vez más acreedora de su vieja reputación de
“país en el que las luchas históricas de clase se han llevado
siempre a su término decisivo más que en ningún otro sitio”
(Engels, fragmento del prólogo a la obra de Marx Der 18
Brumaire).14 En lugar de teorizar, los socialistas franceses
han puesto manos a la obra; las condiciones políticas de
Francia, más desarrolladas en el aspecto democrático, les
han permitido pasar sin demora al “bernsteinianismo práctico”
con todas sus consecuencias. Millerand ha dado un
brillante ejemplo de este bernsteinianismo práctico: ¡por
algo Bernstein y Vollmar se han apresurado a defender y
ensalzar con tanto celo a Millerand!
En efecto, si la socialdemocracia es, en esencia, ni más
ni menos que un partido de reformas y debe tener el valor
de reconocerlo con franqueza, un socialista no sólo tiene
derecho a entrar en un ministerio burgués sino que incluso
debe siempre aspirar a ello. Si la democracia implica,
al marxismo “viejo, dogmático”, lo ha dicho Bernstein y lo
ha mostrado Millerand con suficiente claridad.
La socialdemocracia debe dejar de ser el partido de la
revolución social para transformarse en un partido democrático
de reformas sociales. Bernstein ha apoyado esta
reclamación política con toda una batería de “nuevos”
argumentos y razonamientos concertados con bastante
armonía. Se ha negado la posibilidad de basar el socialismo
en argumentos científicos y demostrar que es necesario e
inevitable desde el punto de vista de la concepción materialista
de la historia; se ha refutado la miseria creciente,
la proletarización y la exacerbación de las contradicciones
capitalistas; se ha declarado carente de fundamento el concepto
mismo de “objetivo final” y rechazado de plano la idea
de la dictadura del proletariado; se ha denegado que haya
oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo,
se ha rebatido la teoría de la lucha de clases, afirmando que
es inaplicable a una sociedad estrictamente democrática,
gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.
Así pues, la exigencia de que la socialdemocracia revolucionaria
dé un viraje decisivo hacia el socialreformismo
burgués ha ido acompañada de un viraje no menos decisivo
hacia la crítica burguesa de todas las ideas fundamentales
del marxismo. Y como esta última crítica del marxismo
se venía haciendo ya mucho tiempo, utilizando para ello
la tribuna política, las cátedras universitarias, numerosos
folletos y gran cantidad de tratados científicos, como toda
la nueva generación de las clases instruidas ha sido educada
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La libertad es una gran palabra; pero bajo la bandera
de la libertad de industria se han hecho las guerras más
rapaces, y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha
expoliado a los trabajadores. La misma falsedad intrínseca
lleva implícito el empleo actual de la expresión “libertad
de crítica”. Personas verdaderamente convencidas de haber
impulsado la ciencia no reclamarían libertad para las nuevas
concepciones al lado de las viejas, sino la sustitución de estas
últimas por las primeras. En cambio, los gritos actuales
de “¡Viva la libertad de crítica!” recuerdan demasiado la
fábula del tonel vacío.
Marchamos en grupo compacto, asidos con fuerza de
las manos, por un camino abrupto e intrincado. Estamos
rodeados de enemigos por todas partes, y tenemos que
marchar casi siempre bajo su fuego. Nos hemos unido en
virtud de una decisión adoptada con toda libertad, precisamente
para luchar contra los enemigos y no caer, dando
un traspiés, en la contigua charca, cuyos moradores nos
reprochan desde el primer momento el habernos separado
en un grupo independiente y elegido el camino de la
lucha y no el de la conciliación. Y de pronto, algunos de
los nuestros empiezan a gritar: “¡Vamos a esa charca!”. Y
cuando se les pone en vergüenza, replican: ¡ah, sí, señores,
ustedes son libres no sólo de invitarnos, sino de ir adonde
mejor les plazca, incluso a la charca; hasta creemos que su
sitio de verdad se encuentra precisamente en ella, y estamos
dispuestos a ayudarles en lo que podamos para que se
trasladen ustedes allí! ¡Pero, en ese caso, suelten nuestras
manos, no se agarren a nosotros, ni envilezcan la gran palaen
el fondo, la supresión de la dominación de las clases,
¿por qué un ministro socialista no ha de cautivar a todo el
mundo burgués con discursos acerca de la colaboración de
las clases?, ¿por qué no ha de seguir en el ministerio, aún
después de que los asesinatos de obreros por gendarmes
hayan puesto de manifiesto por centésima y milésima vez
el verdadero carácter de la colaboración democrática de
las clases?, ¿por qué no ha de participar personalmente en
la felicitación al zar, al que los socialistas franceses no dan
ahora otro nombre que el de héroe de la horca, del látigo
y de la deportación (“knouteur, pendeur et déportateur”)?
¡Y a cambio de esta infinita humillación y este autoenvilecimiento
del socialismo ante el mundo entero, a cambio
de pervertir la conciencia socialista de las masas obreras
—única base que pueda asegurarnos el triunfo—, a cambio
de todo eso ofrecer unos rimbombantes proyectos de
reformas tan miserables que eran mayores las que se lograba
obtener de los gobiernos burgueses!
Quien no cierre deliberadamente los ojos debe ver por
fuerza que la nueva tendencia “crítica” surgida en el socialismo
no es sino una nueva variedad de oportunismo. Y si no
juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que se han
puesto ellos mismos, ni por el pomposo sobrenombre que a sí
mismos se dan, sino por sus actos y por las ideas que propagan
en realidad, veremos claramente que la “libertad de crítica”
es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la
socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia
un partido demócrata de reformas, la libertad de introducir
en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses.
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parecen una analogía histórica superficial y extraña
en la pluma de un marxista: la Montaña y la Gironda
no representaban dos temperamentos o corrientes
intelectuales diferentes, como puede parecerle a los
historiadores de la ideología, sino distintas clases
o sectores: por una parte, la burguesía media; y
por otra, la pequeña burguesía y el proletariado.
Pero en el movimiento socialista contemporáneo
no hay choques de interés de clase; sustenta en
su totalidad, en todas (subrayado por B. Kr.) sus
variedades, incluidos los más declarados bernsteinianos,
la posición de los intereses de clase del
proletariado, de su lucha de clase por la liberación
política y económica (pág. 32-33).
¡Atrevida afirmación! ¿No ha oído B. Krichevski hablar
del hecho, observado hace ya tiempo, de que precisamente
la amplia participación del sector de los “académicos” en el
movimiento socialista de los últimos años ha asegurado una
difusión tan rápida del bernsteinianismo? Y lo principal:
¿en qué funda nuestro autor su juicio de que incluso “los
más declarados bernsteinianos” sustentan la posición de la
lucha de clases por la emancipación política y económica
del proletariado? Nadie lo sabe. Esta enérgica defensa de
los más declarados bernsteinianos no se apoya en ningún
argumento, en ninguna razón. El autor cree, por lo visto,
que con repetir cuanto dicen de sí mismos los más declarados
bernsteinianos huelgan las pruebas de su afirmación.
Pero, ¿es posible imaginarse algo más “superficial” que este
juicio acerca de toda una tendencia fundado en lo que dicen
bra libertad, porque también nosotros somos “libres” para
ir adonde queramos, libres para luchar no sólo contra la
charca, sino incluso contra los que se desvían hacia ella!
2. Los nuevos defensores
de la “libertad de crítica”
Precisamente esta consigna “libertad de crítica” ha
sido lanzada de manera solemne en los últimos tiempos
por Rabócheie Dielo (número 19), órganos de la Unión de
Socialdemócratas Rusos en el Extranjero.15 Y no como un
postulado teórico, sino como una reivindicación política,
como respuesta a la pregunta de si “es posible la unión de
las organizaciones socialdemócratas rusas que actúan en
el extranjero”: “Para una unión sólida es indispensable la
libertad de crítica” (pág. 36).
De esta declaración se deducen dos conclusiones bien
claras: 1) Rabócheie Dielo asume la defensa de la tendencia
oportunista en la socialdemocracia internacional en general;
2) Rabócheie Dielo exige la libertad del oportunismo
en el seno de la socialdemocracia rusa. Examinemos estas
conclusiones.
A Rabócheie Dielo le disgusta, “sobre todo”, la “tendencia
de Iskra y Zariá16 a pronosticar la ruptura entre la Montaña
y la Gironda17 en la socialdemocracia internacional”.18
En general —escribe B. Krichevski, director de Rabócheie
Dielo—, las habladurías sobre la Montaña
y la Gironda en las filas de la socialdemocracia nos
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pleto la defensa de los bernsteinianos. Sólo la experiencia
histórica puede dar una respuesta definitiva e irrevocable
a la pregunta de si sustentan la posición de la lucha de
clase del proletariado. Por tanto, en este sentido, tiene la
máxima importancia, precisamente, el ejemplo de Francia,
por tratarse del único país donde los bernsteinianos
han intentado actuar de manera independiente, con la
aprobación calurosa de sus colegas alemanes y, en parte,
de los oportunistas rusos (véase Rabóchei Dielo, Núm. 2-3,
pág. 83-84). La alusión a la “intolerancia” de los franceses
—además de su significación “histórica” (en sentido “nozdrioviano”
23)— no es más que una tentativa de disimular
con palabras graves hechos muy desagradables.
Tampoco estamos dispuestos, en absoluto, a entregar
a los alemanes como regalo a B. Krichevski y demás
copiosos defensores de la “libertad de crítica”. Si se
tolera todavía en las filas del partido alemán “a los más
declarados bernsteinianos”, es sólo por cuanto acatan la
resolución de Hannóver,24 que rechazó de plano tanto
las “enmiendas” de Bernstein como la de Lübeck,25 contenedora
esta última (pese a toda su diplomacia) de una
clara advertencia a Bernstein. Se puede discutir, desde el
punto de vista de los intereses del partido alemán, si esta
diplomacia era oportuna o no, o si, en tal caso, no valía
más un mal ajuste que un buen pleito; se puede disentir,
en suma, de si conviene tal o cual procedimiento de rechazar
el bernsteinianismo; pero lo que no se puede hacer
es no ver que el partido alemán ha rechazo dos veces el
bernsteinianismo. Por tanto, creer que el ejemplo de los
de sí mismos los representantes de la tal tendencia? ¿Es
posible imaginarse algo más superficial que la “moraleja”
subsiguiente sobre los dos tipos o cauces distintos e incluso
diametralmente opuestos de desarrollo del partido (Rabócheie
Dielo, pág. 34-35)? Los socialdemócratas alemanes,
se dice, reconocen la completa libertad de crítica; pero los
franceses no, y precisamente su ejemplo demuestra todo
lo “nociva que es la intolerancia”.
Precisamente, el ejemplo de B. Krichevski —responderemos
a eso— demuestra que a veces se llaman marxistas
gentes que ven la historia sólo “a lo Ilovaiski”.19 Para explicar
la unidad del Partido Socialista Alemán y la desunión del
francés no hace falta en absoluto escarbar en las peculiaridades
de la historia de tal o cual país, comparar las condiciones
del semiabsolutismo militar y el parlamentarismo
republicano, analizar las consecuencias de la Comuna y las
de la Ley de excepción contra los socialistas,20 confrontar
la situación económica y el desarrollo económico, recordar
que “el crecimiento sin par de la socialdemocracia alemana”
fue acompañado de una lucha de energía sin igual en la
historia del socialismo, no sólo contra los extravíos teóricos
(Mülberger, Dühring),21 los socialistas de cátedra,22 sino
también contra las equivocaciones en el terreno de la táctica
(Lassalle), etc. ¡Todo esto está de más! Los franceses
riñen porque son intolerantes; los alemanes están unidos
porque son buenos chicos.
Y observen que, mediante esta sin par profundidad de
pensamiento, se “elimina” un hecho que rebate por comVladimir
Ilich Lenin
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mostraremos más adelante) desde que apareció. Además,
observen esta primera aplicación práctica de la
decantada “libertad de crítica”. De hecho, esta libertad
se ha reducido en el acto no sólo a la falta de toda crítica,
sino a la falta de todo juicio independiente en general.
Ese mismo Rábochei Dielo, que guarda silencio sobre el
bernsteinianismo ruso, como si fuera una enfermedad
secreta (según la feliz expresión de Starovier),27 ¡propone
para curarla copiar lisa y llanamente la última receta
alemana contra la variedad alemana de esta enfermedad!
¡En vez de libertad de crítica, imitación servil... o, peor
aún, simiesca! El idéntico contenido social y político del
oportunismo internacional contemporáneo se manifiesta
en una y otras variantes, según las peculiaridades
nacionales. En este país, un grupo de oportunistas viene
actuando desde hace tiempo bajo una bandera especial;
en ése, los oportunistas han desdeñado la teoría, siguiendo
en la práctica la política de los radicales socialistas;
en aquél, algunos miembros del partido revolucionario
han desertado al campo del oportunismo y pretender
alcanzar sus objetivos no con una lucha franca en defensa
de los principios y de la nueva táctica, sino mediante una
corrupción gradual, imperceptible y, valga la expresión,
no punible de su partido; en el de más allá, esos mismos
tránsfugas emplean iguales procedimientos a la sombra
de la esclavitud política, manteniendo una proporción de
lo más original entre la actividad “legal” y la “ilegal”, etc.,
pero decir que la libertad de crítica y el bernsteinianismo
son una condición para unir a los socialdemócratas rusos,
alemanes confirma la tesis de que “los más declarados
bernsteinianos sustentan la posición de la lucha de clase
del proletariado por su emancipación política y económica”
significa no comprender en absoluto lo que está
pasando delante de todos nosotros.26
Es más, como hemos dicho ya, Rabóchei Dielo presenta
a la socialdemocracia rusa la reivindicación de “libertad
de crítica” y defiende el bernsteinianismo. Por lo visto, ha
tenido que convencerse de que se ha agraviado injustamente
a nuestros “críticos” y bernsteinianos. ¿A cuáles en
concreto? ¿A quién, dónde y cuándo? ¿En qué consistió,
ni más ni menos, la injusticia? ¡Rabóchei Dielo guarda
silencio sobre este punto, no menciona ni una sola vez a
ningún crítico o bernsteiniano ruso! Sólo nos resta hacer
una de las dos hipótesis posibles. O bien la parte agraviada
injustamente no es otra que el mismo Rabóchei Dielo (así
lo confirma el que en ambos artículos de su número 10 se
trate sólo de agravios inferidos por Zariá e Iskra a Rabóchei
Dielo). En este caso, ¿cómo explicar el hecho tan extraño
de que Rabóchei Dielo, que siempre ha negado de manera
tan obstinada toda solidaridad con el bernsteinianismo,
no haya podido defenderse sin hablar en pro de los “más
declarados bernsteinianos” y de la libertad de crítica?
O bien han sido agraviadas injustamente unas terceras
personas. Entonces, ¿cuáles pueden ser los motivos que
impidan mencionarlas?
Vemos, pues, que Rabóchei Dielo sigue jugando al
escondite lo mismo que venía haciendo (y como deVladimir
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sin ver, como suele ocurrir, su evolución interna y regocijándose
de toda crítica que fuera contra ella. Pasó mucho
tiempo (mucho según contamos los rusos) hasta que el
gobierno se despertó y hasta que el aparatoso ejército de
censores y gendarmes pudo descubrir al nuevo enemigo
y caer sobre él. Mientras tanto, iba apareciendo un libro
marxista tras otro; empezaban a publicarse revistas y periódicos
marxistas; todo el mundo se hacía marxista; se
halagaba y lisonjeaba a los marxistas; los editores estaban
entusiasmados por la extraordinaria venta que tenían los
libros marxistas. Se comprende perfectamente que entre
los marxistas principiantes envueltos por esa humareda de
éxito hubiera algún que otro “escritor envanecido”...28
Hoy puede hablarse de ese periodo con calma, como
de algo ya pasado. Para nadie es un secreto que la efímera
prosperidad alcanzada por el marxismo en la superficie de
nuestras publicaciones fue debida a la alianza de elementos
extremistas con otros muy moderados. En el fondo,
estos últimos eran demócratas burgueses, y esa deducción
(confirmada con evidencia por el desarrollo “crítico” posterior
de dichos hombres) no podían menos que hacerla
ya ciertas personas en los tiempos de mantenimiento de
la “alianza”.29
Pero si eso es así, ¿no recae la mayor responsabilidad
por la “confusión” ulterior precisamente en los socialdemócratas
revolucionarios, que pactaron esa alianza con los
futuros “críticos”? Esta pregunta, seguida de una respuesta
afirmativa, se oye a veces en boca de gente que enfoca el
sin haber analizado en qué se manifiesta precisamente el
bernsteinianismo ruso, ni qué frutos singulares ha dado,
es hablar por hablar.
Intentemos, pues, decir nosotros, aunque sea en pocas
palabras, lo que no ha querido exteriorizar (o quizás ni
siquiera ha sabido comprender) Rabóchei Dielo.
3. La crítica en Rusia
La peculiaridad fundamental de Rusia en el aspecto
que examinamos consiste en que el comienzo mismo
del movimiento obrero espontáneo, por una parte, y del
viraje de la opinión pública avanzada al marxismo, por
otra, se distinguió por la unión de elementos a todas luces
heterogéneos bajo una bandera común para combatir a un
enemigo común (la concepción sociopolítica anticuada del
mundo). Nos referimos a la luna de miel del “marxismo
legal”. En general fue un fenómeno de extraordinaria originalidad
que nadie hubiera podido siquiera creer posible
en la década del 80 ó primeros años de la siguiente del
siglo pasado. En un país autocrático, donde la prensa estaba
sojuzgada por completo, en una época de terrible reacción
política, cuando eran perseguidos los mínimos brotes de
descontento político y protesta, se abrió de pronto camino
en las publicaciones visadas por la censura la teoría del
marxismo revolucionario expuesta en un lenguaje esópico,
pero comprensible para todos los “interesados”. El gobierno
se había acostumbrado a considerar peligrosa únicamente
la teoría del grupo (revolucionario) Libertad del Pueblo,
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el marxismo, predicando la teoría de la atenuación de las
contradicciones sociales, declarando absurda la idea de
la revolución social y de la dictadura del proletariado, reduciendo
el movimiento obrero y la lucha de clases a un
tradeunionismo estrecho y a la lucha “realista” por reformas
pequeñas y graduales. Era exactamente lo mismo que si la
democracia burguesa negara al socialismo el derecho a la
independencia, y, por tanto, su derecho a la existencia; en
la práctica, eso significaba tratar de convertir el incipiente
movimiento obrero en un apéndice de los liberales.
En tales condiciones, como es natural, la ruptura se hizo
imprescindible. Pero la particularidad “original” de Rusia
se manifestó en que esa ruptura sólo significaba que los
socialdemócratas se apartaban de las publicaciones “legales”,
más accesibles para todos y muy difundidas. Los “ex
marxistas” se hicieron fuetes en ellas, colocándose “bajo
el signo de la crítica” y obteniendo casi el monopolio de
“demoler el marxismo”. Los gritos: “¡Contra la ortodoxia!”
y “¡Viva la libertad de crítica!” (repetidos ahora por
Rabóchei Dielo) se pusieron en el acto muy en boga. Ni
siquiera los censores ni los gendarmes pudieron resistir a
esa moda, como lo prueba la aparición de tres ediciones
rusas del libro del famoso (famoso a lo Eróstrato) Bernstein31
o la recomendación por Zubátov32 de los libros de
Bernstein, del señor Prokopóvich y otros (Iskra, número
10). Los socialdemócratas tienen planteada ahora una tarea
difícil de por sí y, además, complicada en grado increíble
por obstáculos puramente externos: la tarea de combatir
la nueva corriente. Y esta corriente no se ha limitado al
problema de una manera demasiado simple. Pero esa gente
no tiene la menor razón. Puede temer alianzas temporales,
aunque sea con personas poco seguras, sólo quien desconfía
de sí mismo, y sin esas alianzas no podría existir ningún
partido político. Ahora bien, la unión con los marxistas
legales fue una especie de primera alianza verdaderamente
política concertada por la socialdemocracia rusa. Gracias a
esta alianza se ha logrado el triunfo, de asombrosa rapidez,
sobre el populismo, así como la grandiosa difusión de las
ideas del marxismo (si bien en forma vulgarizada). Además,
la alianza no fue pactada sin “condición” alguna, ni mucho
menos. Pruebas al canto: la recopilación marxista Datos
sobre el desarrollo económico de Rusia,30 quemada por la
censura de 1895. Si el acuerdo literario con los marxistas
legales puede ser comparado con una alianza política, este
libro puede compararse con un pacto político.
La ruptura no se debió, desde luego, al hecho de que
los “aliados” resultaran ser demócratas burgueses. Por el
contrario, los adeptos de semejantes tendencias son aliados
naturales y deseables de la socialdemocracia, siempre que
se trate de las tareas democráticas de esta última, planteadas
en primer plano por la situación actual de Rusia. Mas, para
esta alianza, es condición indispensable que los socialistas
tengan plena posibilidad de revelar a la clase obrera la
oposición antagónica existente entre sus intereses y los de
la burguesía. Ahora bien, el bernsteinianismo y la tendencia
“crítica”, hacia las cuales evolucionaron totalmente la
mayoría de los marxistas legales, descartaban esa posibilidad
y corrompían la conciencia socialista, envileciendo
Vladimir Ilich Lenin
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y ¡apareció incluso en la prensa junto con la protesta! Referimos
este episodio porque revela un rasgo muy curioso de
nuestro “economismo”: el miedo a la publicidad. Un rasgo
precisamente del “economismo” en general —y no sólo de
los autores del Credo— que se ha manifestado en Rabóchaya
Mysl,34 el adepto más franco y más honrado del “economismo”,
en Rabóchei Dielo (al indignarse contra la publicación
de documentos “economistas” en el Vademécum;35 en el
comité de Kiev, que hace cosa de dos años no quiso autorizar
la publicación de su Professión de foi36 junto con la
refutación37 escrita contra ella, y en muchos, muchísimos
partidarios del “economismo”.
Este miedo que tienen a la crítica los adeptos de la libertad
de crítica no puede explicarse sólo por astucia (si
bien algunas veces las cosas no ocurren, indudablemente,
sin astucia, ¡no es prudente dejar al descubierto ante el
embate del enemigo los brotes, débiles aún, de la nueva
tendencia!); no, la mayoría de los “economistas” desaprueba
con absoluta sinceridad (y, por la propia esencia
del “economismo”, tiene que desaprobar) toda clase de
controversias teóricas, disensiones fraccionales, grandes
problemas políticos, proyectos de organizar a revolucionarios,
etc. “¡Sería mejor dejar todo eso a la gente del extranjero!”,
me dijo en cierta ocasión un “economista”, bastante
consecuente, expresando con ello la siguiente idea, muy
difundida (y también puramente tradeunionista): lo que
a nosotros nos incumbe es el movimiento obrero, las organizaciones
obreras que tenemos aquí, en nuestra localidad,
y el resto no son más que invenciones de los doctrinarios,
terreno de las publicaciones. El viraje hacia la “crítica” ha
ido acompañado de un movimiento opuesto: la inclinación
hacia el “economismo” por parte de los socialdemócratas
dedicados a la labor práctica.
Podría servir de tema para un artículo especial esta
interesante cuestión: cómo han surgido y han aumentado
el nexo y la interdependencia entre la crítica legal y el “economismo”
ilegal. A nosotros nos basta con señalar aquí la
existencia incuestionable de este nexo. El famoso Credo ha
adquirido tan merecida celebridad precisamente por haber
formulado con toda franqueza ese nexo y haber revelado, sin
proponérselo, la tendencia política fundamental del “economismo”:
que los obreros se encarguen de la lucha económica
(más exacto sería decir: de la lucha tradeunionista, pues
esta última comprende también la política específicamente
obrera), y que la intelectualidad marxista se fusione con los
liberales para la “lucha” política. La labor tradeunionista
“entre el pueblo” resultó ser la realización de la primera
mitad de dicha tara, y la crítica legal, la realización de la
segunda mitad. Esta declaración fue un arma tan excelente
en contra del “economismo” que, si no hubiese aparecido
el Credo, valdría la pena hacerlo inventado.
El Credo no fue inventado, pero sí publicado sin el consentimiento
y hasta en contra, quizás, de la voluntad de sus
autores. Al menos, el autor de estas líneas, que participó en
sacar a la luz del día el nuevo “programa”,33 tuvo que escuchar
lamentos y reproches porque el resumen de las opiniones de
los oradores se difundió en copias, recibió el mote de Credo
Vladimir Ilich Lenin
34
QUE HACER?
35
?
En beneficio del ulterior desarrollo ideológico de
la socialdemocracia, consideramos absolutamente
necesaria la libertad de criticar la teoría socialdemócrata,
en las publicaciones del partido, es el
grado en que dicha crítica no esté en pugna con el
carácter clasista y revolucionario de esta teoría.38
Y se exponen los motivos: la resolución “coincide en su
primera parte con la resolución del Congreso de Lübeck
del partido acerca de Bernstein”... ¡En su simplicidad, los
“aliados” ni siquiera notan qué testimonium paupertais (certificado
de pobreza) se firma a sí mismo con esta manera
de copiar! “Pero... en su segunda parte, restringe más la
libertad de crítica que el Congreso de Lübeck”.
¿De modo que la resolución de la Unión está dirigida
contra los bernsteinianos rusos? ¡Porque, de otro modo
sería un absurdo completo referirse a Lübeck! Pero no
es cierto que “restrinja la libertad de crítica de un modo
estricto”. En su resolución de Hannóver, los alemanes
rechazaron punto por punto precisamente las enmiendas
que presentó Bernstein, y en la de Lübeck hicieron una
advertencia personal a Bernstein, mencionando su nombre
en el texto. En cambio, nuestros imitadores “libres” no
hacen la menor alusión a una sola de las manifestaciones
de la “crítica” y del “economismo”, especialmente rusos;
si se guarda silencio de esa forma, la mera alusión al carácter
clasista y revolucionario de la teoría deja mucha
más libertad para falsas interpretaciones, sobre todo si
la Unión se niega a calificar de oportunismo “el llamado
“sobrestimación de la ideología”, como decían los autores
de la carta publicada en el número 13 de Iskra, haciendo
coro al número 10 de Rabóchei Dielo.
Ahora cabe preguntar: en vista de estas peculiaridades
de la “crítica” rusa y del bernsteinianismo ruso, ¿en qué
debía consistir la tarea de los que de hecho, y no sólo
de palabra, querían ser adversarios del oportunismo?
Primero, era necesario preocuparse de reanudar la labor
teórica, apenas iniciada en la época del marxismo legal y
que había vuelto a recaer sobre los militantes clandestinos;
sin esta labor era imposible un incremento eficaz del
movimiento. Segundo, era preciso emprender una lucha
activa contra la “crítica” legal, que corrompía a fondo
los espíritus. Tercero, había que combatir con energía la
dispersión y las vacilaciones en el movimiento práctico,
denunciando y refutando toda tentativa de subestimar,
consciente o inconscientemente, nuestro programa y
nuestra táctica.
Es sabido que Rabóchei Dielo no hizo ni lo primero, ni
lo segundo, ni lo tercero; y más adelante tendremos que
aclarar detalladamente esta conocida verdad en sus más
diversos aspectos. Por ahora, sólo queremos mostrar la
flagrante contradicción en que se halla la reivindicación
de “libertad de crítica” con las peculiaridades de nuestra
crítica patria y del “economismo” ruso. En efecto, echen
un vistazo al texto de la resolución con que la Unión de
Socialdemócratas Rusos en el Extranjero ha confirmado
el punto de vista de Rabóchei Dielo:
Vladimir Ilich Lenin
36
QUE HACER?
37
?
deseable sostener la lucha “que es posible para los obreros
en las circunstancias presentes”, y se considere posible la
lucha “que mantienen realmente en el momento actual”
(Suplemento especial de Rabóchaya Mysl,41 pág. 14).
En cambio, a nosotros, los socialdemócratas revolucionarios,
nos disgusta ese culto a la espontaneidad, es decir,
a lo que existe “en el momento actual”; reclamamos que se
modifique la táctica que ha prevalecido durante los últimos
años, declaramos que “antes de unificarse y para unificarse
es necesario empezar por deslindar los campos de un modo
resuelto y definido”.42 En pocas palabras, los alemanes se
conforman con lo que existe, rechazando las modificaciones;
nosotros reclamamos que se modifique lo existente,
rechazando el culto a ello y la resignación con ello.
¡Precisamente esta “pequeña” diferencia es la que no
han advertido nuestros “libres” copiadores de resoluciones
alemanas!
4. Engels sobre la importancia de la lucha teórica
“Dogmatismo, doctrinarismo”, “anquilosamiento del
partido, castigo ineludible por las trabas impuestas al
pensamiento”, tales son los enemigos contra los cuales arremeten
caballerescamente en Rabóchei Dielo los paladines
de la “libertad de crítica”. Nos alegra mucho que se haya
suscitado esta cuestión, y sólo propondríamos completarla
con otra: ¿Y quiénes serán los árbitros?
Tenemos a la vista los anuncios de dos publicaciones.
Uno es el programa de Rabócheie Dielo, órgano de prensa
economismo”. Pero esto lo decimos de pasada. Lo principal
consiste en que la posición de los oportunistas frente
a los socialdemócratas revolucionarios es diametralmente
opuesta en Alemania y en Rusia.
En Alemania, los socialdemócratas revolucionarios,
como es sabido, están a favor de mantener lo que existe: el
viejo programa y la vieja táctica, que todo el mundo conoce
y que han sido explicados en todos sus detalles a través de la
experiencia de muchos decenios. Los “críticos”, en cambio,
quieren introducir modificaciones; y como estos “críticos”
representan una ínfima minoría, y sus aspiraciones revisionistas
son muy tímidas, es fácil comprender los motivos por
los cuales la mayoría se limita a rechazar lisa y llanamente
las “innovaciones”. En Rusia, en cambio, son los críticos y
los “economistas” quienes desean mantener lo que existe:
los “críticos” quieren que se siga considerándolos marxistas
y que se les asegure la “libertad de crítica” que disfrutaban
en todos los sentidos (pues, en el fondo, jamás han reconocido
ningún vínculo de partido;40 además, entre nosotros
no había un órgano de partido reconocido por todos que
pudiera “restringir” la libertad de crítica, aunque sólo fuera
por medio de un consejo). Los “economistas” quieren que
los revolucionarios reconozcan “la plenitud de derechos
del movimiento en el presente” (Rabóchei Dielo, número
10, pág. 25), es decir la “legitimidad” de la existencia de
lo que existe; que los “ideólogos” no traten de “desviar”
el movimiento del camino “determinado por la acción
recíproca entre los elementos materiales y el medio material”
(Carta, en el número 12 de Iskra); que se considere
Vladimir Ilich Lenin
38
QUE HACER?
39
?
teórico. El ejemplo de los socialdemócratas rusos ilustra
con particular evidencia un fenómeno europeo general
(señalado también hace ya mucho por los marxistas alemanes):
la famosa libertad de crítica no significa sustituir
una teoría con otra, sino liberarse de toda teoría íntegra
y meditada; significa eclecticismo y falta de principios.
Quien conozca, por poco que sea, el estado efectivo
de nuestro movimiento verá forzosamente que la vasta
difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto menosprecio
del nivel teórico. Son muchas las personas muy
poco preparadas, e incluso sin preparación teórica alguna,
que se han adherido al movimiento por su significación
práctica y sus éxitos prácticos. Este hecho permite juzgar
cuán grande es la falta de tacto de Rabóchei Dielo al lanzar
con aire triunfal la sentencia de Marx: “cada paso del
movimiento efectivo es más importante que una docena
de programas”. Repetir estas palabras en una época de
dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar
al paso de un entierro: “¡Ojalá tengáis siempre uno que
llevar!”. Además, estas palabras de Marx han sido tomadas
de su carta sobre el Programa de Gotha,45 en la cual
censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al
formular los principios: si hace falta unirse —escribía
Marx a los dirigentes del partido—, pactad acuerdos para
alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero
no trafiquéis con los principios, no hagáis “concesiones”
teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta
que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx
trata de aminorar la importancia de la teoría!
de la Unión de Socialdemócratas Rusos (separata del
Núm. 1, de Rabóchei Dielo.). El otro es el Anuncio sobre la
reanudación de las publicaciones del grupo Emancipación del
Trabajo.43 Ambos están fechados en 1899, cuando la “crisis
del marxismo” estaba planteada a la orden del día desde
hacía ya mucho tiempo. ¿Y bien? En vano buscaríamos en
el primero de dichos documentos una alusión a este fenómeno
y una exposición definida de la actitud que el nuevo
órgano piensa adoptar ante él. Ni en este programa ni en
los suplementos del mismo, aprobados por el III Congreso
de la Unión en 1901.
(Dos congresos, pág. 15-18), se dice una sola palabra
de la labor teórica ni de sus tareas inmediatas en el momento
actual. Durante todo este tiempo, la redacción de
Rabóchei Dielo ha dado de lado los problemas teóricos, a
pesar de que preocupaban a todos los socialdemócratas
del mundo entero.
Por el contrario, el otro anuncio señala, ante todo, que
en los últimos años ha decaído el interés por la teoría, reclama
con insistencia que se preste una “atención vigilante al
aspecto teórico del movimiento revolucionario del proletariado”
y llama a “criticar implacablemente las tendencias
bernsteinianas y otras tendencias antirrevolucionarias” en
nuestro movimiento. Los números aparecidos de Zariá
muestran cómo se ha cumplido este programa.
Vemos, pues, que las frases altisonantes contra el
anquilosamiento de la idea, etc., encubren la despreocupación
y la impotencia en el desarrollo del pensamiento
Vladimir Ilich Lenin
40
QUE HACER?
41
?
mas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber
enfocar de modo crítico esta experiencia y comprobarla
uno mismo. Quienes se imaginen cuán gigantescos son
el crecimiento y la ramificación del movimiento obrero
contemporáneo comprenderán cuántas fuerzas teóricas y
cuánta experiencia política (y revolucionaria) se necesitan
para cumplir esta tarea.
En tercer lugar, ningún otro partido socialista del mundo
ha tenido que afrontar tareas nacionales como las que tiene
planteadas la socialdemocracia rusa. Más adelante deberemos
hablar de los deberes de índole política y orgánica
que nos impone esta tarea de liberar a todo el pueblo del
yugo de la autocracia. Por el momento, queremos señalar
únicamente que sólo un partido dirigido por una teoría
de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de
vanguardia. Y para que el lector tenga una idea concreta,
por poco que sea, de lo que esto significa, que recuerde
a precursores de la socialdemocracia rusa como Herzen,
Belinski, Chernyshevski y a la brillante pléyade de revolucionarios
de los años 70; que piense en la importancia
universal que está alcanzando ahora la literatura rusa; que
... ¡pero basta con lo dicho!
Aduciremos las observaciones hechas por Engels en
1874 a la significación de la teoría en el movimiento
socialdemócrata. Engels reconoce tres formas de la gran
lucha de la socialdemocracia, y no dos (la política y la económica)
—como es usual entre nosotros—, colocando
también a su lado la lucha teórica. Sus recomendaciones
Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento
revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre
esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda
del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas
de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa,
la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias
que se olvidan con frecuencia. En primer lugar,
nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza
a formar su fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus
cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario
que amenazan con desviar el movimiento del
camino justo. Por el contrario, precisamente los últimos
tiempos se han distinguido (como predijo hace ya mucho
Axelrod a los “economistas”) por una reanimación de las
tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas
condiciones, un error “sin importancia” a primera vista
puede tener las más tristes consecuencias, y sólo gente
miope puede considerar inoportunas o superfluas las discusiones
fraccionales y la delimitación rigurosa de los
matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede
depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante
muchísimos años.
En segundo lugar, el movimiento socialdemócrata es
internacional por naturaleza. Esto no significa únicamente
que debamos combatir el chovinismo nacional. Significa
también que el movimiento incipiente en un país joven sólo
puede desarrollarse con éxito a condición de que aplique
la experiencia de otros países. Y para ello no basta conocer
simplemente esta experiencia o limitarse a copiar las últiVladimir
Ilich Lenin
42
QUE HACER?
43
?
La segunda ventaja consiste en que los alemanes han
sido casi los últimos en incorporarse al movimiento
obrero. Así como el socialismo teórico alemán
jamás olvidará que se sostiene sobre los hombros
de Saint-Simon, Fourier y Owen —tres pensadores
que, a pesar del carácter fantástico y de todo el
utopismo de sus doctrinas, pertenecen a las mentes
más grandes de todos los tiempos, habiéndose anticipado
genialmente a una infinidad de verdades
cuya exactitud estamos demostrando ahora de
un modo científico—, así también el movimiento
obrero práctico alemán nunca debe olvidar que se
ha desarrollado sobre los hombros del movimiento
inglés y francés, que ha tenido la posibilidad de sacar
simplemente partido de su experiencia costosa, de
evitar en el presento los errores que entonces no
había sido posible evitar en la mayoría de los casos.
¿Dónde estaríamos ahora sin el precedente de las
tradeuniones inglesas y de la lucha política de los
obreros franceses, sin ese impulso colosal que ha
dado particularmente la Comuna de París?
Hay que hacer justicia a los obreros alemanes por
haber aprovechado con rara inteligencia las ventajas
de su situación. Por primera vez desde que existe el
movimiento obrero, la lucha se desarrolla en forma
metódica en sus tres direcciones concertadas y
relacionadas entre sí: teórica, política y económicopráctica
(resistencia a los capitalistas). En este ataque
concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la
fuerza y la invencibilidad del movimiento alemán.
al movimiento obrero, alemán, ya robustecido en los aspectos
práctico y político, son tan instructivas desde el
punto de vista de los problemas y las discusiones actuales
que el lector no nos recriminará, así lo esperamos, por
reproducir un extenso fragmento del prefacio al folleto
Der deutsche Bauernkrieg,46 que desde hace ya mucho es
una rareza bibliográfica:
…los obreros alemanes tienen dos ventajas esenciales
sobre los obreros del resto de Europa. La
primera es que pertenecen al pueblo más teórico de
Europa y han conservado en sí ese sentido teórico,
casi completamente perdido por las clases llamadas
“cultas” de Alemania. Sin la filosofía alemana
que le ha precedido, sobre todo sin la filosofía de
Hegel, jamás se habría creado el socialismo científico
alemán, el único socialismo científico que ha
existido alguna vez. De haber carecido los obreros
de sentido teórico, este socialismo científico nunca
hubiera sido, en la medida que lo es hoy, carne de
su carne y sangre de su sangre. Y demuestra cuán
inmensa es dicha ventaja, de un lado, la indiferencia
por toda teoría, que es una de las causas principales
de que el movimiento obrero inglés avance con
tanta lentitud, a pesar de la excelente organización
de algunos oficios, y de otro, el desconcierto y la
confusión sembrados por el proudhonismo, en su
forma primitiva, entre los franceses y los belgas, y,
en la forma caricaturesca que le ha dado Bakunin,
entre los españoles y los italianos.
Vladimir Ilich Lenin
44
QUE HACER?
45
?
Estas palabras de Engels resultaron proféticas. Algunos
años más tarde, al dictarse la Ley de excepción contra los
socialistas, los obreros alemanes se vieron de improviso
sometidos a duras pruebas. Y, en efecto, estos les hicieron
frente bien pertrechados y supieron salir victoriosos de
esas pruebas.
Al proletariado ruso le esperan pruebas inconmensurablemente
más duras; tendrá que luchar contra un
monstruo, en comparación con el cual parece un verdadero
pigmeo la Ley de excepción en un país constitucional. La
historia nos ha impuesto ahora una tarea inmediata, que es
la más revolucionaria de todas las tareas inmediatas del proletariado
de cualquier otro país. El cumplimiento de esta
tarea, la demolición del más poderoso baluarte no sólo de
la reacción europea, sino también (podemos decirlo hoy)
de la reacción asiática, convertiría al proletariado ruso en la
vanguardia del proletariado revolucionario internacional. Y
tenemos derecho a esperar que conquistaremos este título
de honor, que se merecieron ya nuestros predecesores, los
revolucionarios de los años 70, si sabemos infundir a nuestro
movimiento, mil veces más vasto y profundo, la misma
decisión abnegada y la misma energía que entonces.
Esta situación ventajosa, por su parte, y, por otra,
las peculiaridades insulares del movimiento inglés
y la represión violenta del francés hacen que los
obreros alemanes se encuentren ahora a la cabeza
de la lucha proletaria. No es posible pronosticar
cuánto tiempo les permitirán los acontecimientos
ocupar este puesto de honor. Pero, mientras lo sigan
ocupando, es de esperar que cumplirán como es
debido las obligaciones que les impone. Para esto,
tendrán que redoblar sus esfuerzos en todos los
aspectos de la lucha y de la agitación. Sobre todo
los jefes deberán instruirse cada vez más en todas
las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez
más de la influencia de la fraseología tradicional,
propia de la vieja concepción del mundo, y tener
siempre presente que el socialismo, desde que se
ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es
decir, que se le estudie. La conciencia así lograda,
y cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las
masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe
cimentar cada vez más fuertemente la organización
del partido, así como la de los sindicatos...
Si los obreros alemanes siguen avanzando de este
modo, no es que marcharán al frente del movimiento
—y no le conviene al movimiento que
los obreros de una nación cualquiera marchen al
frente del mismo—, sino que ocuparán un puesto
de honor en la línea de combate; y estarán bien pertrechados
para ello si, de pronto duras pruebas o
grandes acontecimientos reclaman de ellos mayor
valor, mayor decisión y energía.47
Capítulo II
La espontaneidad
de las masas
y la conciencia
de la socialdemocracia
QUE HACER?
49
?
Hemos dicho que es preciso infundir a nuestro movimiento,
muchísimo más vasto y profundo que el
de los años 70, la misma decisión abnegada y la misma
energía que entonces. En efecto, parece que nadie ha
puesto en duda hasta ahora que la fuerza del movimiento
contemporáneo reside en el despertar de las masas (y,
principalmente, del proletariado industrial), y su debilidad,
en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los
dirigentes revolucionarios.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha hecho un
descubrimiento pasmoso que amenaza con trastrocar todas
las opiniones dominantes hasta ahora sobre el particular.
Este descubrimiento ha sido hecho por Rabóchei Dielo,
el cual, polemizando con Iskra y Zariá, no se ha limitado
a objeciones parciales, sino que ha intentado reducir “el
desacuerdo general” a su raíz más profunda: a “la distinta
apreciación de la importancia comparativa del elemento
espontáneo y del elemento ‘metódico’ consciente”. Rabóchei
Dielo nos acusa de “subestimar la importancia del
elemento objetivo o espontáneo del desarrollo”. Respondemos
a esto: si la polémica de Iskra y Zariá no hubiera dado
ningún otro resultado que el de llevar a Rabóchei Dielo a
descubrir ese “desacuerdo general”, ese solo resultado nos
proporcionaría una gran satisfacción: hasta tal punto es
Vladimir Ilich Lenin
50
QUE HACER?
51
?
perdían la fe tradicional en la inmutabilidad del orden de
cosas que los oprimía; empezaban… no diré que a comprender,
pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia
colectiva y rompían resueltamente con la sumisión servil a
las autoridades. Pero, sin embargo, eso era, más que lucha,
una manifestación de desesperación y de venganza. En las
huelgas de los años 90 vemos muchos más destellos de conciencia:
se presentan reivindicaciones concretas, se calcula
de antemano el momento más conveniente, se discuten los
casos y ejemplos conocidos de otros lugares, etc.; si bien
es verdad que los motines eran simples levantamientos de
gente oprimida, no lo es menos que las huelgas sistemáticas
representaban ya embriones de lucha de clases, pero
embriones nada más. Aquellas huelgas eran en el fondo
lucha tradeunionista, aún no eran lucha socialdemócrata;
señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y
los patronos; sin embargo, los obreros no tenían, ni podían
tener, conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses
y todo el régimen político y social contemporáneo,
es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este
sentido, las huelgas de los años 90, aunque significaban
un progreso gigantesco en comparación con los “motines”,
seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.
Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia
socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde
fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase
obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con
sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista,
es decir, la convicción de que es necesario agruparse en
significativa esta tesis, hasta tal punto ilustra claramente
el fondo de las actuales discrepancias teóricas y políticas
entre los socialdemócratas rusos.
Por eso mismo, la relación entre lo consciente y lo
espontáneo ofrece un magno interés general y debe ser
analizado con todo detalle.
1. Comienzo del ascenso espontáneo
En el capítulo anterior, hemos destacado el apasionamiento
general de la juventud instruida de Rusia por la
teoría del marxismo, a mediados de los años 90. Las huelgas
obreras adquirieron también por aquellos años, después de
la famosa guerra industrial de 1896 en San Petersburgo,48
un carácter general. Su extensión a toda Rusia patentizaba
cuán profundo era el movimiento popular que volvía a
renacer; y puestos a hablar del “elemento espontáneo”, es
natural que precisamente ese movimiento huelguístico
deba ser calificado, ante todo, de espontáneo. Pero hay
diferentes clases de espontaneidad. En Rusia hubo ya
huelgas en los años 70 y 60 (y hasta en la primera mitad del
siglo XIX), acompañadas de destrucción “espontánea” de
máquinas, etc., comparadas con esos “motines”, las huelgas
de los años 90 pueden incluso llamarse “conscientes”: tan
grande fue el paso adelante que dio el movimiento obrero
en aquel período. Eso nos demuestra que, en el fondo, el
“elemento espontáneo” no es sino la forma embrionaria de
lo consciente. Ahora bien, los motines primitivos reflejaban
ya un cierto despertar de la conciencia: los obreros
Vladimir Ilich Lenin
52
QUE HACER?
53
?
rea, señalaron también desde el primer momento las más
amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en
general, y la tarea de dar al traste con la autocracia, en particular.
Por ejemplo, el grupo de socialdemócratas de San
Petersburgo, que fundó la Unión de Lucha por la Emancipación
de la Clase Obrera.50 redactó ya a fines de 1895 el
primer número del periódico titulado Rabóchei Dielo.
Completamente preparado para la imprenta, fue recogido
por los gendarmes, al allanar estos el domicilio de
AA Vanéiev,51 uno de los miembros del grupo, en la noche
del 8 de diciembre de 1895. De modo que el Rabóchei
Dielo del primer período no tuvo la suerte de ver la luz.
El editorial de aquel número (que quizás alguna revista
como Rússkaya Starina52 exhume de los archivos del Departamento
de Policía dentro de unos 30 años) esbozaba
las tareas históricas de la clase obrera de Rusia, colocando
en primer plano la conquista de la libertad política. Luego
seguían el artículo “¿En qué piensan nuestros ministros?”,53
dedicado a la disolución de los comités de primera enseñanza
por la fuerza de la policía, y diversas informaciones y
comentarios de corresponsales no sólo de San Petersburgo,
sino de otras localidades de Rusia (por ejemplo, sobre la
matanza de obreros en la provincia de Yaroslavl).54 Así
pues, si no nos equivocamos, este “primer ensayo” de los
socialdemócratas rusos de los años 90 no era un periódico
de carácter estrechamente local, y mucho menos “económico”;
tendía a unir la lucha huelguística con el movimiento
revolucionario contra la autocracia y lograr que todos los
oprimidos por la política del oscurantismo reaccionario
sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno
la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para
los obreros, etc.49 En cambio, la doctrina del socialismo
ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas
elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de
las clases poseedoras. Por su posición social, los propios
fundadores del socialismo científico moderno, Marx y
Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa. De igual
modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido
en Rusia independiente por completo del crecimiento
espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado
natural e ineludible del desarrollo del pensamiento
entre los intelectuales revolucionarios socialistas. Hacia la
época que tratamos, es decir, a mediados de los años 90,
esta doctrina no sólo era ya el programa, cristalizado por
completo, del grupo Emancipación del Trabajo, sino que
incluso se había ganado a la mayoría de la juventud revolucionaria
de Rusia.
Así pues, existían tanto el despertar espontáneo de
las masas obreras, el despertar a la vida consciente y a la
lucha consciente, como una juventud revolucionaria que,
pertrechada con la teoría socialdemócrata, pugnaba por
acercarse a los obreros. Tiene singular importancia dejar
sentado el hecho, olvidado a menudo (y relativamente poco
conocido), de que los primeros socialdemócratas de aquel
período, al ocuparse con ardor de la agitación económica
(y teniendo bien presentes en este sentido las indicaciones
realmente útiles del folleto, Acerca de la agitación, entonces
todavía en manuscrito), lejos de considerarla su única taVladimir
Ilich Lenin
54
QUE HACER?
55
?
bilidad de organización son cosas que se adquieren con el
tiempo. ¡Lo que hace falta es querer formar en uno mismo
las cualidades necesarias! ¡Lo que hace falta es tener conciencia
de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria
equivale a más de la mitad de su corrección!
Pero la desgracia a medias se convirtió en una verdadera
desgracia cuando comenzó a ofuscarse esa conciencia
(que era muy viva entre los militantes de los susodichos
grupos), cuando aparecieron hombres, y hasta órganos
socialdemócratas, dispuestos a erigir los defectos en virtudes
y que incluso intentaron argumentar teóricamente
su servilismo y su culto a la espontaneidad. Es hora ya de
hacer el balance de esta tendencia, muy inexactamente
definida con la palabra “economismo”, término demasiado
estrecho para expresar su contenido.
2. El culto a la espontaneidad.
Rabóchaya Mysl
Antes de pasar a las manifestaciones literarias de este
culto, señalaremos el siguiente hecho típico (comunicado
en la fuente antes mencionada), que arroja cierta luz sobre la
forma en que surgió y se ahondó en el medio de camaradas
que actuaban en San Petersburgo la divergencia entre las
que serían después dos tendencias de la socialdemocracia
rusa. A principios de 1897, AA Vanéiev y algunos de sus
camaradas asistieron, antes de ser deportados, a una reunión
privada de “viejos” y “jóvenes” miembros de la Unión de
Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera. Se habló
apoyaran la socialdemocracia. Y cuantos conozcan, por
poco que sea, el estado del movimiento de aquella época,
no dudarán que semejante periódico habría sido acogido
con toda simpatía tanto por los obreros de la capital como
por los intelectuales revolucionarios y habría alcanzado la
mayor difusión. El fracaso de esta empresa demostró únicamente
que los socialdemócratas de entonces no estaban
en condiciones de satisfacer la demanda vital del momento
debido a la falta de experiencia revolucionaria y de preparación
práctica. Lo mismo cabe decir de Sankt-Petersburgski
rabochi Listok55 y, sobre todo, de Rabóchaya Gazeta y del
Manifiesto del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia,
fundado en la primavera de 1898. Se sobreentiende que no
se nos ocurre siquiera imputar esta falta de preparación a
los militares de entonces.
Mas, para aprovechar la experiencia del movimiento
y sacar de ella enseñanzas prácticas, hay que comprender
hasta el fin las causas y la significación de tal o cual defecto.
Por eso es de extrema importancia hacer constar que una
parte (incluso, quizá, la mayoría) de los socialdemócratas
que actuaron de 1895 a 1898 consideraba posible, con
sobrada razón ya entonces, en los albores del movimiento
“espontáneo”, defender el programa y la táctica de combate
más amplios.56 La falta de preparación de la mayoría de los
revolucionarios, fenómeno completamente natural, no podía
despertar grandes recelos. Dado que el planteamiento
de las tareas era justo y que había energías para repetir los
intentos de cumplirlas, los reveses temporales eran una
desgracia a medias. La experiencia revolucionaria y la haVladimir
Ilich Lenin
56
QUE HACER?
57
?
tener una idea concreta de las condiciones de trabajo y de
la vida efímera de numerosos círculos rusos (y sólo puede
tenerla quien la ha vivido) para comprender cuánto hubo
de casual en el éxito o fracaso de la nueva tendencia en
distintas ciudades, así como del largo período en que ni
los partidarios ni los adversarios de estas ideas “nuevas”
pudieron determinar, ni tuvieron literalmente la menor
posibilidad de hacerlo, si era, en efecto, una tendencia
especial o un simple reflejo de la falta de preparación de
algunas personas. Por ejemplo, los primeros números de
Rabóchaya Mysl, tirados en hectógrafo, no llegaron en absoluto
a la inmensa mayoría de los socialdemócratas. Y si
ahora podemos referirnos al editorial de su primer número
es sólo gracias a su reproducción en el artículo de VI59
(Listok Rabótnika, Núm. 9-10, pág. 47 y siguientes), que,
como es natural, no dejó de elogiar con fervor (un fervor
insensato) al nuevo periódico, el cual se distinguía tanto
de los periódicos y proyectos de periódicos que hemos
mencionado antes.60 Este editorial expresa con tanto relieve
todo el espíritu de Rabóchaya Mysl y del “economismo” en
general que merece la pena examinarlo.
Después de señalar que el brazo con bocamanga azul61
no podrá detener el desarrollo del movimiento obrero,
el artículo continúa: “El movimiento obrero debe esa
vitalidad a que el propio obrero toma, por fin, su destino
en sus propias manos, arrancándolo de las manos de los
dirigentes”, y más adelante se explana en detalle esta tesis
fundamental. En realidad, la policía arrancó a los dirigentes
(es decir, a los socialdemócratas, a los organizadores de
principalmente de la organización y, en particular, del Reglamento
de la Caja Obrera, cuyo texto definitivo fue publicado
en el número 9-10 de Listok Rabótnika58 (pág. 46). Entre
los “viejos” (“decembristas”, como los llamaban entonces
en broma los socialdemócratas petersburgueses) y algunos
de los “jóvenes” (que más tarde colaboraron activamente en
Rabóchaya Mysl), se manifestó en el acto una divergencia
acusada y se desencadenó una acalorada polémica.
Los “jóvenes” defendían las bases principales del
reglamento tal y como ha sido publicado. Los “viejos”
decían que lo más necesario no era eso, sino fortalecer la
Unión de Lucha transformándola en una organización de
revolucionarios a la que debían subordinarse las distintas
cajas obreras, los círculos de propaganda entre la juventud
estudiantil, etc. Por supuesto, los contrincantes estaban
lejos de ver en esta divergencia el comienzo de una disensión,
un desacuerdo; por el contrario, la consideraban
esporádica y casual. Pero este hecho prueba que, también
en Rusia, el “economismo” no surgió ni se difundió sin
lucha contra los “viejos” socialdemócratas (cosa que los
“economistas” de hoy olvidan con frecuencia). Y si esta
lucha no ha dejado, en su mayor parte, vestigios “documentales”,
se debe únicamente a que la composición de
los círculos en funcionamiento cambiaba con frecuencia,
por lo cual las divergencias tampoco ser registraban en
documento alguno.
La aparición de Rabóchaya Mysl sacó el “economismo”
a la luz del día, pero tampoco lo hizo de golpe. Hay que
Vladimir Ilich Lenin
58
QUE HACER?
59
?
hacían no para imprecisas generaciones futuras, sino para
ellos mismos y para sus hijos”64. Las frases de este tipo han
sido siempre el arma favorita de los burgueses de Europa
Occidental que, en su odio al socialismo, se esforzaban
(como el “socialpolítico” alemán Hirsch) por trasplantar
el tradeunionismo inglés a su suelo patrio, diciendo a los
obreros que la lucha exclusivamente sindical65 es una lucha
para ellos mismos y para sus hijos, y no para imprecisas
generaciones futuras con un impreciso socialismo futuro. Y
ahora, “los VV de la socialdemocracia rusa”66 repiten estas
frases burguesas. Importa señalar aquí tres circunstancias
que nos serán de gran utilidad para seguir examinando las
divergencias actuales.67
En primer lugar, el sometimiento de la conciencia a la
espontaneidad, antes mencionado, se produjo también
por vía espontánea. Parece un juego de palabras, pero,
¡ay!, es una amarga verdad. Este hecho no fue resultado de
una lucha abierta entre dos concepciones diametralmente
opuestas y del triunfo de una sobre otra; sino que se debió
a que los gendarmes “arrancaron” un número cada vez
mayor de revolucionarios “viejos” y además aparecieron
en escena, también en número cada vez mayor, los “jóvenes”,
“VV de la socialdemocracia rusa”. Todo el que haya,
no ya participado en el movimiento ruso contemporáneo,
sino simplemente respirado sus aires, sabe de sobra que la
situación es como acabamos de describir. Y si, no obstante,
insistimos de manera especial en que el lector se explique
del todo este hecho notorio; si, para mayor claridad, por
decirlo así, aducimos datos sobre Rabócheie Dielo del prila
Unión de Lucha), puede decirse, de las manos de los
obreros,62 ¡pero las cosas son presentadas como si los obreros
hubieran luchado contra esos dirigentes y se hubieran
emancipado de su yugo!
En vez de exhortar a marchar a volver atrás, a la lucha
tradeunionista exclusiva, se proclamó que “la base económica
del movimiento es velada por el deseo constante de
no olvidar el ideal político”, que el lema del movimiento
obrero debe ser: “lucha por la situación económica” (!); o
mejor aún: “los obreros, para los obreros”; se declaró que
las cajas de resistencia “valen más para el movimiento que
un centenar de otras organizaciones” (comparen esta afirmación,
hecha en octubre de 1897, con la discusión entre
los “decembristas” y los “jóvenes” a principios de 1897),
etc. Frasecitas como, por ejemplo, la de que no debe colocarse
en primer plano la “flor y nata” de los obreros, sino al
obrero “medio”, al obrero de la masa; que la “política sigue
siempre dócilmente a la economía”,63 etc., etc., se pusieron
de moda y adquirieron una influencia irresistible sobre la
masa de la juventud enrolada en el movimiento, la cual sólo
conocía, en la mayoría de los casos, retazos del marxismo
tal y como se exponían en las publicaciones legales.
Esto significaba someter por completo la conciencia
a la espontaneidad; a la espontaneidad de los “socialdemócratas”
que repetían las “ideas del señor VV”, a la
espontaneidad de los obreros que se dejaban llevar por el
argumento de que conseguir aumentos de un kopek por
rublo estaba más cerca y valía más que todo socialismo
y toda política; de que debían “luchar, sabiendo que lo
Vladimir Ilich Lenin
60
QUE HACER?
61
?
borar por sí solo, y elaborará, una ideología independiente
con tal de que los obreros “arranquen su destino de manos
de los dirigentes”. Pero eso es un craso error. Para completar
lo que acabamos de exponer, añadiremos las siguientes
palabras, profundamente justas e importantes, dichas por
C. Kautsky con motivo del proyecto de nuevo programa
del Partido Socialdemócrata Austríaco:70
Muchos de nuestros críticos revisionistas consideran
que Marx ha afirmado que el desarrollo
económico y la lucha de clases, además de crear
las condiciones necesarias para la producción
socialista, engendran directamente la conciencia
(subrayado por CK) de su necesidad. Y esos
críticos objetan que el país de mayor desarrollo
capitalista, Inglaterra, es el que más lejos está de esa
conciencia. A juzgar por el proyecto, podría creerse
que esta sedicente concepción marxista ortodoxa,
refutada de la manera indicada, es compartida por
la comisión que redactó el programa austríaco. El
proyecto dice: “Cuanto más crece el proletariado
con el desarrollo capitalista, tanto más obligado
se ve a emprender la lucha contra el capitalismo
y tanto más capacitado está para emprenderla. El
proletariado llega a adquirir conciencia” de que el
socialismo es posible y necesario. En este orden
de ideas, la conciencia socialista aparece como
el resultado necesario e inmediato de la lucha de
clase del proletariado. Eso es falso a todas luces. Por
supuesto, el socialismo, como doctrina, tiene sus
mer período y sobre las discusiones entre los “viejos” y los
“jóvenes” de principios de 1897 es porque hombres que
presumen de “demócratas” especulan con el hecho de que
el gran público (o los jóvenes) lo ignora. Aún insistiremos
sobre este punto más adelante.
En segundo lugar, ya en la primera manifestación literaria
del “economismo” podemos observar un fenómeno
sumamente original, y peculiar en extremo, que permite
comprender todas las discrepancias existentes entre los
socialdemócratas y contemporáneos. El fenómeno consistente
en que los partidarios del “movimiento puramente
obrero”, los admiradores del contacto más estrecho y más
“orgánico” (expresión de Rabóchei Dielo) con la lucha proletaria,
los adversarios de todos los intelectuales no obreros
(aunque sean intelectuales socialistas) se ven obligados a
recurrir, para defender su posición, a los argumentos de los
“exclusivamente tradeunionistas” burgueses. Esto nos prueba
que Rabóchaya Mysl comenzó a llevar a la práctica desde
su aparición —y sin darse cuenta de ello— el programa
del Credo. Esto prueba (cosa que Rabóchei Dielo en modo
alguno puede comprender) que todo lo que sea rendir culto
a la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea
aminorar el papel del elemento consciente, el papel de la
socialdemocracia, significa —de manera independiente
por completo de la voluntad de quien lo hace— acrecentar
la influencia de la ideología burguesa entre los obreros.
Cuantos hablan de “sobrestimación de la ideología”,68 de
exageración del papel del elemento consciente,69 etc., se
imaginan que el movimiento puramente obrero puede elaVladimir
Ilich Lenin
62
QUE HACER?
63
?
necesidad de hacerlo si esta conciencia derivara
automáticamente de la lucha de clases. El nuevo
proyecto, en cambio, ha transcrito esta tesis del
viejo programa y la ha prendido a la tesis arriba
citada. Pero esto ha interrumpido por completo
el curso del pensamiento…
Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente,
elaborada por las propias masas obreras en el
curso mismo de su movimiento,71 el problema se plantea
solamente así: ideología burguesa o ideología socialista.
No hay término medio (pues la humanidad no ha elaborado
ninguna “tercera” ideología, además, en general,
en la sociedad desgarrada por las contradicciones de
clase nunca puede existir una ideología al margen de las
clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que
sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea separarse
de ella significa fortalecer la ideología burguesa. Se
habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo
del movimiento obrero marcha precisamente hacia la
subordinación suya a la ideología burguesa, sigue precisamente
el camino trazado en el programa del Credo, pues
el movimiento obrero espontáneo es tradeunionismo,
es Nur-Gewerkschaftlerei, y el tradeunionismo no es otra
cosa que el sojuzgamiento ideológico de los obreros por
la burguesía. De ahí que nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia,
consista en combatir la espontaneidad,
en apartar el movimiento obrero de este afán espontáneo
del tradeunionismo, que tiende a cobijarse bajo el ala
raíces en las relaciones económicas actuales, exactamente
igual que la lucha de clase del proletariado;
y lo mismo que esta última, dimana de la lucha
contra la pobreza y la miseria de las masas, pobreza
y miseria que el capitalismo engendra. Pero el socialismo
y la lucha de clases surgen juntos, aunque
de premisas diferentes; no se derivan el uno de la
otra. La conciencia socialista moderna sólo puede
surgir de profundos conocimientos científicos. En
efecto, la ciencia económica contemporánea es
premisa de la producción socialista en el mismo
grado que, pongamos por caso, la técnica moderna;
y el proletariado, por mucho que lo desee, no
puede crear ni la una ni la otra; de la ciencia no
es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa
(subrayado por CK): es del cerebro de algunos
miembros de este sector de donde ha surgido el
socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo
han transmitido a los proletarios destacados por
su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen
luego en la lucha de clase del proletariado, allí
donde las condiciones lo permiten. De modo
que la conciencia socialista es algo introducido
desde fuera (von auβen Hineingetragenes) en la
lucha de clase del proletariado, y no algo que ha
surgido espontáneamente (urwüchsig) dentro de
ella. De acuerdo con esto, ya el viejo programa de
Heinfeld decía, con toda razón, que es tarea de la
socialdemocracia introducir en el proletariado la
conciencia (literalmente: llenar al proletariado de
ella) de su situación y de su misión. No habría
Vladimir Ilich Lenin
64
QUE HACER?
65
?
años, se ha logrado, por ejemplo, que la población obrera
de Berlín haya dejado de ser un puntal del Partido Progresista
para convertirse en uno de los mejores baluartes de
la socialdemocracia. Y esta lucha no ha terminado aún, ni
mucho menos (como podrían creer quienes estudian la
historia del movimiento alemán en los escritos de Prokopóvich,
y su filosofía, en los de Struve). También hoy está
fraccionada la clase obrera alemana, si es lícita la expresión,
en varias ideologías: una parte de los obreros está agrupada
en los sindicatos obreros católicos y monárquicos; otra,
en los sindicatos de Hirsch-Duncker,72 fundados por los
admiradores burgueses del tradeunionismo inglés, y una
tercera, en los sindicatos socialdemócratas. Esta última es
incomparablemente mayor que las demás, pero la ideología
socialdemócrata ha podido conquistar esta supremacía
y podrá mantenerla sólo en lucha tenaz contra todas las
demás ideologías.
Pero, preguntará el lector: ¿por qué el movimiento
espontáneo, el movimiento por la línea de la menor resistencia,
conduce precisamente al predominio de la ideología
burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología burguesa
es, por su origen, mucho más antigua que la ideología socialista,
porque su elaboración es más completa y porque
posee medios de difusión incomparablemente mayores.73
Y cuanto más joven sea el movimiento socialista en un país,
tanto más enérgica deberá ser, por ello, la lucha contra toda
tentativa de afianzar la ideología no socialista, con tanta
mayor decisión se habrá de prevenir a los obreros contra
los malos consejeros que protestan de “la exageración del
de la burguesía, y enrolarlo bajo el ala de la socialdemocracia
revolucionaria. La frase de los autores de la carta
“economista”, publicada en el Núm. 12 de Iskra, de que
ningún esfuerzo de los ideólogos más inspirados podrá
desviar el movimiento obrero del camino determinado
por la interacción de los elementos materiales y el medio
material equivale plenamente, por tanto, a renunciar al
socialismo. Y si esos autores fuesen capaces de pensar en
lo que dicen, de pensar hasta el fin con valentía y coherencia
—como debe meditar sus ideas toda persona que
actúa en la palestra literaria y social—, no les quedaría
más remedio que “cruzar sobre el pecho vacío los brazos
innecesarios” y… y ceder el terreno a los señores Struve
y Prokopóvich, que llevan el movimiento obrero “por la
línea de la menor resistencia”, es decir, por la línea del
tradeunionismo burgués, o a los señores Zubátov, que lo
llevan por la línea de la “ideología” clerical-policíaca.
Recuerden el ejemplo de Alemania. ¿En qué consistió
el mérito histórico de Lassalle ante el movimiento obrero
alemán? En haber apartado ese movimiento del camino
del tradeunionismo progresista y del cooperativismo, por
el cual se encauzaba espontáneamente (con la participación
benévola de los Schulze-Delitzsch y sus semejantes).
Para cumplir esta tarea fue necesario algo muy distinto
de la charlatanería sobre la subestimación del elemento
espontáneo, sobre la táctica-proceso, la interacción de
los elementos y del medio, etc.; para ello fue necesario
desplegar una lucha encarnizada contra la espontaneidad,
y sólo como resultado de esa lucha, que ha durado largos
Vladimir Ilich Lenin
66
QUE HACER?
67
?
Las tesis de Rabóchei Dielo son justas si entendemos por
política la política tradeunionista, es decir, la aspiración
común de todos los obreros de arrancar al Estado tales o
cuales medidas contra las calamidades propias de su situación,
pero que no acaban aún con esa situación, o sea, que
no suprimen el sometimiento del trabajo al capital. Esta
aspiración es en verdad común tanto a los tradeunionistas
ingleses, enemigos del socialismo, como a los obreros
católicos, a los obreros “zubatovistas”, etc. Hay diferentes
tipos de política. Vemos, pues, que Rabóchaya Mysl, también
en lo que respecta a la lucha política, lejos de negarla,
rinde culto a su espontaneidad, a su falta de conciencia. Al
reconocer plenamente la lucha política que surge en forma
espontánea del propio movimiento obrero (o dicho con
más exactitud: los anhelos y las reivindicaciones políticas
de los obreros), renuncia por completo a elaborar independientemente
una política socialdemócrata específica que
corresponda a los objetivos generales del socialismo y a las
condiciones actuales de Rusia. Más adelante, demostraremos
que Rabóchei Dielo incurre en el mismo error.
3. El Grupo de Autoemancipación74
y Rabóchei Dielo
Hemos examinado con tanto detalle el editorial, poco
conocido y casi olvidado hoy, del primer número de Rabóchaya
Mysl porque expresó antes y con mayor relieve
que nadie esa corriente general que saldría después a la
superficie por innumerables arroyuelos. VI tenía plena
elemento consciente”, etc. Los autores de la carta “economista”,
al unísono con Rabóchei Dielo, fulminan la intolerancia,
propia del período infantil del movimiento.
Respondemos a eso: sí, nuestro movimiento se encuentra,
en efecto, en la infancia; y para que llegue con mayor
rapidez a la edad viril debe contagiarse precisamente de intolerancia
con quienes frenan su desarrollo prosternándose
ante la espontaneidad. ¡Nada hay más ridículo y nocivo que
dárselas de viejos militantes que han pasado hace ya mucho
por todos los episodios decisivos de la lucha!
En tercer lugar, el primer número de Rabóchaya Mysl nos
muestra que la denominación de “economismo” (a la cual,
por supuesto, no pensamos renunciar, pues, de uno u otro
modo, es un sobrenombre que ha arraigado ya) no expresa
con suficiente exactitud la esencia de la nueva corriente.
Rabóchaya Mysl no niega por completo la lucha política: en
el Reglamento de las cajas, publicado en su primer número,
se habla de la lucha contra el gobierno. Rabóchaya Mysl
entiende sólo que “la política sigue siempre dócilmente a
la economía” (en tanto que Rabócheie Dielo varía esta tesis,
asegurando en su programa que “en Rusia, más que en
ningún otro país, la lucha económica está ligada de modo
inseparable a la lucha política”). Estas tesis de Rabóchaya
Mysl y de Rabócheie Dielo son falsas desde el comienzo hasta
el fin si entendemos por política la política socialdemócrata.
Como hemos visto ya, es muy frecuente que la lucha
económica de los obreros esté ligada (si bien no de modo
inseparable) a la política burguesa, clerical, etc.
Vladimir Ilich Lenin
68
QUE HACER?
69
?
mente!) que la política es una superestructura y que, por
ello, “la agitación política debe ser una superestructura de
la agitación en pro de la lucha económica, debe nacer de
ella y seguirla”.
En cuanto a Rabóchei Dielo, comenzó su actividad precisamente
por la “defensa” de los “economistas”. Después
de haber afirmado con evidente falsedad, ya en su primer
número (pág. 141-142), que “ignoraba a qué camaradas
jóvenes se había referido Axelrod” en su conocido folleto,75
al hacer una advertencia a los “economistas”, Rabóchei Dielo
tuvo que reconocer, en la polémica con Axelrod y Plejánov
a propósito de esa falsedad, que, “fingiendo no saber de
quién se trataba, quiso defender de esa acusación injusta a
todos los emigrados socialdemócratas más jóvenes” (Axelrod
acusaba de estrechez de miras a los “economistas”).76
En realidad, dicha acusación era completamente justa, y
Rabóchei Dielo sabía muy bien que se aludía, entre otros, a
VI, miembro de su redacción.
Señalaré de paso que en la polémica mencionada, Axelrod
tenía completa razón, y Rabóchei Dielo se equivocaba
de medio a medio en la interpretación de mi folleto Las
tareas de los socialdemócratas rusos.77 Este folleto fue escrito
en 1897, antes de que apareciera Rabóchaya Mysl, cuando
yo consideraba con todo fundamento que la tendencia
inicial de la Unión de Lucha de San Petersburgo, que he
definido más arriba, era la predominante. Y por lo menos
hasta mediados de 1898, esa tendencia predominó, en
efecto. Por eso, Rabóchei Dielo no tenía ningún derecho a
razón cuando, al elogiar el primer número y el editorial de
Rabóchaya Mysl, dijo que había sido escrito “con fogosidad
y vigor” (Listok “Rabótnika”, Núm. 9-10, pág. 49). Toda
persona de convicciones firmes y que cree decir algo nuevo
escribe “con vigor” y de manera que pone de relieve sus
puntos de vista. Sólo quienes están acostumbrados a nadar
entre dos aguas carecen de todo “vigor”; sólo esa gente
es capaz, después de haber elogiado ayer el vigor de Rab.
Mysl, de atacar hoy a sus adversarios porque den muestras
de “vigor polémico”.
Sin detenernos en el Suplemento especial de Rabóchaya
Mysl (distintos motivos nos obligarán más adelante a referirnos
a esta obra, que expresa con la mayor coherencia
las ideas de los “economistas”), comentaremos sólo brevemente
el Llamamiento del Grupo de Autoemancipación de
los Obreros (marzo de 1899, reproducido en Nakanunie74
de Londres, Núm. 7, julio del mismo año). Los autores
de este llamamiento dicen con toda razón que “la Rusia
obrera sólo empieza a despertar, a mirar en torno suyo y
se aferra instintivamente a los medios de lucha que tiene
a mano”. Pero deducen de ahí la misma conclusión falsa
de que Rabóchaya Mysl, olvidando que lo instintivo es
precisamente lo inconsciente (lo espontáneo), en cuya
ayuda deben acudir los socialistas; que los medios de lucha
“que se tienen a mano” serán siempre, en la sociedad
actual, medios tradeunionistas de lucha, y que la primera
ideología “que se tiene a mano” será la ideología burguesa
(tradeunionista). Esos autores tampoco “niegan” la política,
sino que, siguiendo al señor VV, dicen solamente (¡solaVladimir
Ilich Lenin
70
QUE HACER?
71
?
acerca de las nuevas tareas y ha razonado todo el tiempo
como si el “movimiento de masas” nos eximiera de la necesidad
de comprender con claridad y cumplir las tareas que
éste plantea. Será suficiente recordar que Rabóchei Dielo
consideraba imposible señalar al movimiento obrero de
masas como primera tarea el derrocamiento de la autocracia,
rebajando esta tarea (en nombre del movimiento de
masas) al nivel de la lucha por reivindicaciones políticas
inmediatas (Respuestas, pág. 25).
Dejemos a un lado el artículo “La lucha económica
y política en el movimiento ruso”, publicado por B.
Krichevski, director de Rabóchei Dielo, en el Núm. 7
—artículo en que se repiten esos mismos errores—,81 y
pasemos directamente al número 10 de dicho periódico.
Por supuesto, no nos detendremos a analizar objeciones
aisladas de B. Krichevski y Martínov contra Zariá e Iskra.
Lo único que nos interesa aquí es la posición de principios
que ha adoptado Rabócheie Dielo en su número 10. No
nos detendremos, por ejemplo, a examinar el caso curioso
de que Rabóchei Dielo vea una “contradicción flagrante”
entre la tesis:
La socialdemocracia no se ata las manos, no circunscribe
sus actividades a un plano o procedimiento
cualesquiera de lucha política concebidos
de antemano: admite todos los medios de lucha
con tal de que correspondan a las fuerzas efectivas
del partido, etc. (Núm. 1 de Iskra)82
remitirse, para refutar la existencia y el peligro del “economismo”,
a un folleto que exponía concepciones desplazadas
en San Petersburgo en 1897-1898 por las concepciones
“economistas”.78
Pero Rabóchei Dielo no sólo “defendía” a los “economistas”,
sino que él mismo caía continuamente en sus equivocaciones
principales. Esto se debía al modo ambiguo de
interpretar la siguiente tesis de su propio programa:
El movimiento obrero de masas79 surgido en los últimos
años es, a juicio nuestro, un fenómeno de la mayor importancia
de la vida rusa y está llamado principalmente
a determinar las tareas80 y el carácter de la actividad literaria
de la Unión”. Es indiscutible que el movimiento de
masas representa un fenómeno de la mayor importancia.
Pero la cuestión estriba en la manera de concebir “cómo
determina las tareas” este movimiento de masas. Puede
concebirse de dos maneras: o bien en el sentido del culto a
la espontaneidad de ese movimiento, es decir, reduciendo
el papel de la socialdemocracia al de simple servidor del
movimiento obrero como tal (así la conciben Rabóchaya
Mysl, el Grupo de Autoemancipación y los demás “economistas”);
o bien en el sentido de que el movimiento
de masas nos plantea nuevas tareas teóricas, políticas y
orgánicas, mucho más complejas que las tareas con que
podíamos contentarnos antes de que apareciera el movimiento
de masas.
Rabóchei Dielo tendía y tiende a concebirla precisamente
en el primer sentido, pues no ha dicho nada concreto
Vladimir Ilich Lenin
72
QUE HACER?
73
?
de “¿A dónde ir?”, este órgano dirigente responde: El movimiento
es un proceso de cambio de la distancia entre el
punto de partida y el punto subsiguiente del movimiento.
Esta incomparable profundidad de pensamiento no sólo es
curiosa (si sólo fuera curiosa no valdría la pena detenerse
especialmente en ella), sino que representa, además, el programa
de toda una tendencia, a saber: el mismo programa
que R. M. expuso (en el Suplemento especial suyo) con las
siguientes palabras: es deseable la lucha que es posible, y es
posible la lucha que se sostiene en un momento dado. Ésta
es precisamente la tendencia del oportunismo ilimitado,
que se adapta en forma pasiva a la espontaneidad.
“¡La táctica-plan está en contradicción con el espíritu
fundamental del marxismo!”. Eso es una calumnia contra
el marxismo, eso equivale a convertirlo en la caricatura que
nos oponían los populistas en su guerra contra nosotros.
¡Eso es precisamente aminorar la iniciativa y la energía
de los militantes conscientes, mientras que el marxismo,
por el contrario, da un impulso gigantesco a la iniciativa y
a la energía de los socialdemócratas, abriendo ante ellos
las perspectivas más vastas, poniendo a su disposición (si
podemos expresarnos así) las fuerzas poderosas de los
millones y millones que constituyen la clase obrera, la
cual se alza a la lucha “espontáneamente!”. Toda la historia
de la socialdemocracia internacional abunda en planes,
propuestos ora por uno, ora por otro líder político, que
demuestran la perspicacia y la justedad de las concepciones
que uno tiene de política y organización o revelan la
miopía y los errores políticos de otro. Cuando Alemania
y la tesis:
Sin no existe una organización fuerte con experiencia
de lucha política en cualquier situación y
en cualquier período no se puede ni hablar de un
plan sistemático de actividad, basado en principios
firmes y aplicado rigurosamente, del único
plan que merece el nombre de táctica (Núm. 4
de Iskra).83
Cuando se quiere hablar de táctica, confundir la admisión
en principio de todos los medios de lucha, de todos los
planes y procedimientos con tal de que sirvan para lograr el
fin propuesto, con la exigencia de guiarse en un momento
político concreto por un plan aplicado a rajatabla equivale
a confundir que la medicina admite todos los sistemas terapéuticos
con la exigencia de que en el tratamiento de una
enfermedad concreta se siga siempre un sistema determinado.
Pero de lo que se trata, precisamente, es de que Rabóchei
Dielo, que padece de una enfermedad que hemos llamado
culto a la espontaneidad, no quiere admitir ningún “sistema
terapéutico” para curar esta enfermedad. Por eso ha hecho
el notable descubrimiento de que “la táctica-plan está en
contradicción con el espíritu fundamental del marxismo”,84
de que la táctica es “un proceso de crecimiento de las tareas
del partido, las cuales crecen junto con éste”.85
Esta segunda máxima tiene todas las probabilidades de
hacerse célebre, de convertirse en un monumento imperecedero
a la “tendencia” de Rabóchei Dielo. A la pregunta
Vladimir Ilich Lenin
74
QUE HACER?
75
?
ción políticas”,88 de falta de “planes” para organizar a mayor
escala la labor revolucionaria, decir en un momento así, que
cuando “la táctica-plan está en contradicción con el espíritu
fundamental del marxismo” no sólo significa envilecer el
marxismo en el sentido teórico, sino, en la práctica, tirar
del partido hacia atrás.
El socialdemócrata revolucionario89 —nos alecciona
más adelante Rabóchei Dielo— se plantea la
única tarea de acelerar con su labor consciente el
desarrollo objetivo, y no suprimirlo o sustituirlo
con planes subjetivos. Iskra sabe todo esto en
teoría. Pero la magna importancia que el marxismo
atribuye justamente a la labor revolucionaria
consciente la lleva, en la práctica, debido a su
concepción doctrinaria de la táctica, a aminorar la
importancia del elemento objetivo o espontáneo
del desarrollo.90
Otra vez la mayor confusión teórica, digna del señor VV
y cofradía. Pero desearíamos preguntar a nuestro filósofo:
¿en qué puede manifestarse la “aminoración” del desarrollo
objetivo por parte de un autor de planes subjetivos?
Evidentemente, en perder de vista que este desarrollo
objetivo crea o afianza, hunde o debilita a estas o las otras
clases, sectores y grupos, a tales o cuales naciones, grupos
de naciones, etc., condicionando así una u otra agrupación
política internacional de fuerzas, una u otra posición de
los partidos revolucionarios, etc.; pero el pecado de tal
dio uno de los mayores virajes históricos —la formación
del Imperio, la apertura del Reichstag, la concesión del
sufragio universal—, Liebknecht tenía un plan de la política
y la acción en general de la socialdemocracia, y Schweitzer
tenía otro. Cuando sobre los socialistas alemanes cayó la
Ley de excepción, Most y Hasselman, dispuestos a exhortar
pura y simplemente a la violencia y al terrorismo, tenían un
plan; Höchberg, Schramm y (en parte) Bernstein tenían
otro plan, y empezaron a predicar a los socialdemócratas
que, con su insensata brusquedad y su revolucionarismo,
habían provocado esa ley y debían ganarse el perdón con
una conducta ejemplar; tenían un tercer plan quienes prepararon
y llevaron a la práctica la publicación de un órgano
de prensa clandestino.86
Al mirar al pasado, muchos años después de terminar
la lucha por la elección del camino y de haber pronunciado
la historia su veredicto sobre el acierto del camino
elegido, no es difícil, claro está, revelar profundidad de
pensamiento, proclamando la máxima de que las tareas
del partido crecen con éste. Pero limitarse en un momento
de confusión,87 cuando los “críticos” y los “economistas”
rusos hacen descender a la socialdemocracia al nivel del
tradeuninismo, y los terroristas propugnan con empeño
la adopción de una “táctica-plan” que repite los viejos
errores, a semejante profundidad de pensamiento significa
extenderse a sí mismo un “certificado de pobreza”. Decir
en un momento en que muchos socialdemócratas rusos
padecen precisamente de falta de iniciativa y energía, de
falta de “amplitud en la propaganda, agitación y organizaVladimir
Ilich Lenin
76
QUE HACER?
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?
Y más adelante, siguen ya cosas divertidísimas:
De la misma manera que los hombres, pese a
todos los éxitos de las ciencias naturales, seguirán
multiplicándose por el método antediluviano, el
nacimiento de un nuevo régimen, pese a todos
los éxitos de las ciencias sociales y el aumento del
número de luchadores conscientes, seguirá siendo
asimismo principalmente resultado de explosiones
espontáneas.93
De la misma manera que la sabiduría antediluviana
dice que no hace falta mucha inteligencia para tener hijos,
la sabiduría de los “socialistas modernos” (a lo Narciso
Tuporílov)94 proclama: cualquiera tendrá inteligencia
suficiente para participar en el nacimiento espontáneo de
un nuevo régimen social. Nosotros también creemos que
cualquiera tendrá inteligencia suficiente. Para participar
de ese modo, basta dejarse arrastrar por el “economismo”
cuando reina el “economismo”, y por el terrorismo, cuando
ha surgido el terrorismo. Así, en la primavera de este
año, cuando tanta importancia tenía prevenir contra la
inclinación al terrorismo, Rabócheie Dielo estaba perplejo
ante este problema “nuevo” para él. Y seis meses más tarde,
cuando el problema ha dejado de ser actual, nos ofrece a
un mismo tiempo la declaración de que “creemos que la
tarea de la socialdemocracia no puede ni debe consistir
en contrarrestar el auge del espíritu terrorista”95 y la resolución
del congreso: “El congreso considera inoportuno
autor no consistirá entonces en aminorar el elemento espontáneo,
sino en aminorar, por el contrario, el elemento
consciente, pues le faltará “conciencia” para comprender
con acierto el desarrollo objetivo.
Por eso, el mero hecho de hablar de “apreciación de la
importancia relativa”91 de lo espontáneo y lo consciente
revela una falta absoluta de “conciencia”. Si ciertos “elementos
espontáneos del desarrollo” son accesibles en general a
la conciencia humana, su apreciación errónea equivaldrá a
“aminorar el elemento consciente”. Y si son inaccesibles a la
conciencia, no los conocemos ni podemos hablar de ellos.
¿De qué habla, pues, B. Krichevski? Si considera erróneos los
“planes subjetivos” de Iskra (y él los declara erróneos), debería
probar qué hechos objetivos no son tenidos en cuenta en
esos planes y acusar a Iskra, por ello, de falta de conciencia, de
“aminoración del elemento consciente”, usando su lenguaje.
Pero si, descontento con los planes subjetivos, no tiene más
argumento que el de invocar la “aminoración del elemento
espontáneo”, lo único que demuestra es:
1) En teoría, comprende el marxismo a lo Karéiev y a lo
Mijailovski, suficientemente ridiculizados por Béltov;92
2) En la práctica, se da por satisfecho en absoluto con
los “elementos espontáneos del desarrollo”, que arrastraron
a nuestros marxistas legales al bernteinianismo, y a nuestros
socialdemócratas, al “economismo”, y muestra “gran
indignación” con quienes han decidido apartar contra
viento y marea a la socialdemocracia rusa del camino del
desarrollo “espontáneo”.
Vladimir Ilich Lenin
78
QUE HACER?
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?
vimiento espontáneo, sino que eleva a este último al nivel
de “su programa”? Porque no ha de consistir en seguir arrastrándose
a la zaga del movimiento, lo que, en el mejor de los
casos, sería inútil para el propio movimiento y, en el peor de
los casos, nocivo en extremo. Pero Rabócheie Dielo no sólo
sigue esta “táctica-proceso”, sino que la erige en principio, de
modo que sería más justo llamar a esta tendencia seguidismo
(de la palabra “seguir a la zaga”), en vez de oportunismo. Y es
obligado reconocer que quienes han decidido firmemente
seguir siempre a la zaga del movimiento están asegurados,
en absoluto y para siempre, contra la “aminoración del elemento
espontáneo del desarrollo”.
Así pues, hemos podido convencernos de que el error
fundamental de la “nueva tendencia” en la socialdemocracia
rusa consiste en rendir culto a la espontaneidad, en no
comprender que la espontaneidad de las masas exige de
nosotros, los socialdemócratas, una elevada conciencia.
Cuanto más crece la lucha espontánea de las masas, cuanto
más amplio se hace el movimiento, tanto mayor, incomparablemente
mayor, es el imperativo de elevar con rapidez
la conciencia en la labor teórica, política y orgánica de la
socialdemocracia.
La activación espontánea de las masas en Rusia ha sido
(y sigue siendo) tan rápida que la juventud socialdemócrata
ha resultado poco preparada para cumplir estas tareas
gigantescas. Esta falta de preparación es nuestra desgracia
común, una desgracia de todos los socialdemócratas rusos.
La activación de las masas se ha producido y aumentado de
el terrorismo ofensivo sistemático”.96 ¡Con qué magnífica
claridad e ilación está dicho! No nos oponemos, pero lo
declaramos inoportuno; y lo declaramos de tal manera,
que el terror no sistemático y defensivo no va incluido en
la “resolución”. ¡Es forzoso reconocer que semejante resolución
está a cubierto de todo peligro y queda garantizada
por completo contra los errores, como lo está un hombre
que habla por hablar!
Y para redactar semejante resolución sólo hacía falta una
cosa: saber mantenerse a la zaga del movimiento. Cuando
Iskra se burló de Rabóchei Dielo por haber declarado que el
programa del terrorismo era nuevo,97 Rabóchei Dielo, enfadado,
acusó a Iskra de tener “la pretensión verdaderamente increíble,
de imponer a la organización del partido la solución
que ha dado a los problemas de táctica hace más de 15 años
un grupo de escritores emigrados”.98 En efecto, ¡qué pretensión
y qué exageración del elemento consciente: resolver de
antemano los problemas en teoría, para luego convencer de
la justedad de esa solución tanto a la organización como al
partido y a las masas!99 ¡Otra cosa es repetir simplemente
cosas trilladas y, sin “imponer” nada a nadie, someterse a
cada “viraje”, ya sea hacia el “economismo”, ya sea hacia el
terrorismo! Rabóchei Dielo llega incluso a generalizar este
gran precepto de la sabiduría de la vida, acusando a Iskra
y Zariá de “oponer su programa al movimiento, como un
espíritu que se cierne sobre un caos amorfo”.100
Pero, ¿en qué consiste el papel de la socialdemocracia
sino en ser el “espíritu” que no sólo se cierne sobre el moVladimir
Ilich Lenin
80
Capítulo III
Política tradeunionista
y política social
demócrata
manera continua y sucesiva, y lejos de cesar donde había
comenzado, se ha extendido a nuevas localidades y nuevos
sectores de la población (bajo la influencia del movimiento
obrero se ha reanimado la efervescencia entre la juventud
estudiantil, entre los intelectuales en general e incluso entre
los campesinos). Pero los revolucionarios se han rezagado
de la creciente actividad de las masas, tanto en sus “teorías”
como en su labor, no han logrado crear una organización
permanente que funcione sin interrupciones y sea capaz
de dirigir todo el movimiento.
En el primer capítulo hemos consignado que Rabóchei
Dielo rebaja nuestras tareas teóricas y repite “espontáneamente”
el grito de moda: “libertad de crítica”; quienes lo
repiten no han tenido “conciencia” suficiente para comprender
que las posiciones de los “críticos” oportunistas
y las de los revolucionarios en Alemania y en Rusia son
diametralmente opuestas.
En los capítulos siguientes examinaremos cómo se ha
manifestado este culto a la espontaneidad en el terreno
de las tareas políticas y en la labor de organización de la
socialdemocracia.
QUE HACER?
83
?
Comenzaremos una vez más haciendo un elogio a
Rabócheie Dielo. En su número 10 publica un artículo
de Martínov sobre las discrepancias con Iskra, titulado
“Las publicaciones de denuncias y la lucha proletaria”. “No
podemos limitarnos a denunciar el estado de cosas que
entorpece su desarrollo (el del partido obrero). Debemos
también hacernos eco de los intereses inmediatos y cotidianos
del proletariado”.101 Así formula Martínov la esencia
de esas discrepancias.
Iskra… es de hecho el órgano de la oposición
revolucionaria, que denuncia el estado de cosas
reinante en nuestro país y, principalmente, el régimen
político… Nosotros, en cambio, trabajamos y
seguiremos trabajando por la causa obrera en estrecha
conexión orgánica con la lucha proletaria.102
Es forzoso agradecer a Martínov esta fórmula. Adquiere
un notable interés general, porque, en el fondo, no abarca
sólo, ni mucho menos, nuestras discrepancias con Rabóchei
Dielo: abarca también, en general, todas las discrepancias
existentes entre nosotros y los “economistas” respecto a la
lucha política. Hemos demostrado ya que los “economistas”
no niegan en absoluto la “política”, sino que únicamente se
Vladimir Ilich Lenin
84
QUE HACER?
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gaban como en todas las demás a las que llegaban noticias
de los hechos denunciados. Y puesto que las necesidades
y las desgracias de los obreros de distintas empresas y de
diferentes oficios tienen mucho de común, la “verdad sobre
la vida obrera” entusiasmaba a todos. Entre los obreros más
atrasados se propagó una verdadera pasión por “ser publicado”,
pasión noble por esta forma embrionaria de guerra
contra todo el sistema social moderno, basado en el pillaje
y la opresión. Y las “octavillas”, en la inmensa mayoría de
los casos, eran de hecho una declaración de guerra, pues
la denuncia producía un efecto terriblemente excitante,
movía a todos los obreros a reclamar que se pusiera fin a
los escándalos más flagrantes y los disponía a defender sus
reivindicaciones por medio de huelgas. Los propios fabricantes
tuvieron, en fin de cuentas, que reconocer hasta tal
punto la importancia de estas octavillas como declaración
de guerra, que, muy a menudo, ni siquiera querían esperar
a que empezase la guerra.
Las denuncias, como ocurre siempre, tenían fuerza
por el mero hecho de su aparición y adquirían el valor de
una poderosa presión moral. Más de una vez bastó con
que apareciera una octavilla para que las reivindicaciones
fuesen satisfechas total o parcialmente. En una palabra, las
denuncias económicas (fabriles) han sido y son un resorte
importante de la lucha económica. Y seguirán conservando
esta importancia mientras exista el capitalismo, que origina
necesariamente la autodefensa de los obreros. En los países
europeos más adelantados se puede observar, incluso hoy,
que las denuncias de escándalos en alguna “industria de
desvían a cada paso de la concepción socialdemócrata de
la política hacia la concepción tradeunionista. De la misma
manera se desvía Martínov, y por eso estaremos dispuestos
a tomarlo por modelo de las aberraciones economistas en
esta cuestión. Trataremos de demostrar que nadie podrá
ofenderse con nosotros por esta elección: ni los autores
del Suplemento especial de Rabóchaya Mysl, ni los autores
del Llamamiento del Grupo de Autoemancipación, ni los
autores de la carta economista” publicada en el Núm. 12
de Iskra.
1. La agitación política y su restricción
por los economistas
Todo el mundo sabe que la lucha económica103 de los
obreros rusos alcanzó gran extensión y se consolidó a
la par con la aparición de “publicaciones” de denuncias
económicas (concernientes a las fábricas y los oficios). El
contenido principal de las “octavillas” consistía en denunciar
la situación existente en las fábricas, y entre los obreros
se desencadenó pronto una verdadera pasión por estas
denuncias. En cuanto los obreros vieron que los círculos
socialdemócratas querían y podían proporcionarles hojas
de nuevo tipo —que les decían toda la verdad sobre su vida
miserable, su trabajo increíblemente penoso y su situación
de parias—, comenzaron a inundarlos, por decirlo así, de
cartas de las fábricas y los talleres.
Estas “publicaciones de denuncias” causaban inmensa
sensación tanto en las fábricas cuyo estado de cosas fustiVladimir
Ilich Lenin
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QUE HACER?
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La socialdemocracia representa a la clase obrera en sus
relaciones no sólo con un grupo determinado de patronos,
sino con todas las clases de la sociedad contemporánea,
con el Estado como fuerza política organizada. Se comprende,
por tanto, que, lejos de poder limitarse a la lucha
económica, los socialdemócratas no pueden ni admitir
que la organización de denuncias económicas constituya
su actividad predominante. Debemos emprender una
intensa labor de educación política de la clase obrera, de
desarrollo de su conciencia política. Ahora, después del
primer embate de Zariá e Iskra contra el “economismo”,
“todos están de acuerdo” con eso (aunque algunos lo están
sólo de palabra, como veremos enseguida).
Cabe preguntar: ¿en qué debe consistir la educación
política? ¿Podemos limitarnos a propagar la idea de que
la clase obrera es hostil a la autocracia? Está claro que no.
No basta con explicar la opresión política de que son objeto
los obreros (de la misma manera que era insuficiente
explicarles el antagonismo entre sus intereses y los de los
patronos). Hay que hacer agitación con motivo de cada
hecho concreto de esa opresión (como hemos empezado
a hacerla con motivo de las manifestaciones concretas de
opresión económica). Y puesto que las más diversas clases
de la sociedad son víctimas de esta opresión, puesto que
se manifiesta en los más diferentes ámbitos de la vida y de
la actividad sindical, cívica, personal, familiar, religiosa,
científica, etc., ¿no es evidente que incumpliríamos nuestra
misión de desarrollar la conciencia política de los obreros
si no asumiéramos la tarea de organizar una campaña de
oficio” de un rincón perdido o en alguna rama del trabajo
a domicilio, olvidada de todas, se convierten en punto de
partida para despertar la conciencia de clase, para iniciar
la lucha sindical y la difusión del socialismo.104
Durante los últimos tiempos, la inmensa mayoría de los
socialdemócratas rusos han estado absorbidos casi enteramente
por esta labor de organización de las denuncias de
los abusos cometidos en las fábricas. Basta con recordar
Rabóchaya Mysl para ver a qué extremo había llegado esa
absorción y cómo se olvidaba que semejante actividad,
por sí sola, no era aún, en el fondo, socialdemócrata, sino
sólo tradeunionista. En realidad, las denuncias no se referían
más que a las relaciones de los obreros de un oficio
determinado con sus patronos respectivos, y lo único que
lograban era que los vendedores de la fuerza de trabajo
aprendieran a vender a mejor precio esta “mercancía” y a
luchar contra los compradores en el terreno de las transacciones
puramente comerciales.
Estas denuncias podían convertirse (siempre que las
aprovechara en cierto grado la organización de los revolucionarios)
en punto de partida y elemento integrante de la
actividad socialdemócrata, pero podían conducir también
(y, con el culto a la espontaneidad, debían conducir) a la
lucha “exclusivamente sindical” y a un movimiento obrero
no socialdemócrata. La socialdemocracia dirige la lucha de
la clase obrera no sólo para conseguir ventajosas condiciones
de venta de la fuerza de trabajo, sino para destruir el régimen
social que obliga a los desposeídos a venderse a los ricos.
Vladimir Ilich Lenin
88
QUE HACER?
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que la agitación política debe seguir a la económica. ¿Será
cierto que la lucha económica es, en general,108 “el medio
que se puede aplicar con la mayor amplitud” para incorporar
a las masas a la lucha política? Es falso por completo.
Medios “que se pueden aplicar” con no menos “amplitud”
para tal “incorporación” son todas y cada una de las manifestaciones
de la opresión policíaca y de la arbitrariedad
autocrática, pero en modo alguno sólo las manifestaciones
ligadas a la lucha económica. ¿Por qué los jefes de los
zemstvos109 y los castigos corporales de los campesinos, las
concusiones de los funcionarios y el trato que da la policía
a la “plebe” de las ciudades, la lucha con los hambrientos y
la persecución de los deseos de instrucción y de saber qué
siente el pueblo, la exacción de tributos y la persecución
de las sectas religiosas, el adiestramiento de los soldados a
baquetazos y el trato cuartelero que se da a los estudiantes
y los intelectuales liberales?, ¿por qué todas estas manifestaciones
de opresión, y miles de otras análogas, que no
tienen relación directa con la lucha “económica”, han de
ser en general medios y motivos “que se pueden aplicar”
con menos “amplitud” para hacer agitación política, para
incorporar a las masas a la lucha política?
Todo lo contrario: es indudable que, en la suma total
de casos cotidianos en que el obrero (él mismo o sus allegados)
está falto de derechos o sufre de la arbitrariedad
y la violencia, sólo una pequeña minoría son casos de
opresión policíaca en la lucha sindical. ¿Para qué restringir
de antemano la envergadura de la agitación política
y declarar que se “puede aplicar con más amplitud” sólo
denuncias políticas de la autocracia en todos los aspectos?
Porque para hacer agitación con motivo de las manifestaciones
concretas de la opresión, es preciso denunciar
esas manifestaciones (lo mismo que para hacer agitación
económica era necesario denunciar los abusos cometidos
en las fábricas).
Podría creerse que esto está claro. Pero aquí precisamente
resulta que sólo de palabra están “todos” de acuerdo
con que es necesario desarrollar la conciencia política en
todos sus aspectos. Aquí precisamente resulta que Rabóchei
Dielo, por ejemplo, lejos de asumir la tarea de organizar
denuncias políticas en todos los aspectos (o comenzar su
organización), se ha puesto a arrastrar hacia atrás también
a Iskra, que había iniciado esa labor. Escuchen: “La lucha
política de la clase obrera es sólo” (precisamente no es
sólo) “la forma más desarrollada, amplia y eficaz de la
lucha económica”.105 “En la actualidad, los socialdemócratas
tienen planteada la tarea de dar a la lucha económica
misma, en la medida de lo posible, un carácter político”.106
“La lucha económica es el medio que se puede aplicar con
la mayor amplitud para incorporar a las masas a la lucha
política activa”:107 como ve el lector, Rabóchei Dielo está
impregnado de todas estas tesis desde su aparición hasta
las últimas “instrucciones a la redacción”, y todas ellas expresan,
evidentemente, un mismo parecer de la agitación
y la lucha políticas.
Analicen, pues, este parecer desde el punto de vista de
la opinión, dominante entre todos los “economistas”, de
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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la resolución correspondiente del IV Congreso de la Unión
Obrera Hebrea (Bund).112 Nos veríamos, efectivamente, en
un aprieto si tuviésemos que decir cuál de estas dos resoluciones
es mejor: a nuestro juicio, las dos son peores. Tanto la
Unión como el Bund se desvían en este caso (en parte, quizá,
hasta inconscientemente, bajo la influencia de la tradición)
hacia una interpretación economista, tradeunionista, de la
política. En el fondo, las cosas no cambian en nada con que
esta interpretación se haga empleando la palabreja “el mejor”
o la expresión “el que se puede aplicar con la mayor amplitud”.
Si la Unión dijera que “la agitación política sobre el terreno
económico” es el medio aplicado con la mayor amplitud (y
no “aplicable”), tendría razón respecto a cierto período de
desarrollo de nuestro movimiento socialdemócrata.
Tendría razón precisamente respecto a los “economistas”,
respecto a muchos militantes prácticos (si no a la mayoría
de ellos) de 1898 a 1901, pues esos prácticos-“economistas”
aplicaron, en efecto, la agitación política (¡en el grado en
que, en general, la aplicaban!) casi exclusivamente en el
terreno económico. ¡Semejante agitación política era aceptada
y hasta recomendada, como hemos visto, tanto por
Rabóchaya Mysl como por el Grupo de Autoemancipación!
Rabóchei Dielo debería haber condenado resueltamente el
hecho de que la obra útil de la agitación económica fuera
acompañada de una restricción nociva de la lucha política;
pero, en vez de hacer eso, declara que ¡el medio más aplicado
(por los “economistas”) es el medio más aplicable!
No es de extrañar que estos hombres, cuando los tildamos
de “economistas”, no encuentren otra salida que ponernos
uno de los medios, al lado del cual, deben hallarse, para un
socialdemócrata, otros que, hablando en general, “pueden
aplicarse” con no menos “amplitud”?
En tiempos muy, muy remotos (¡hace un año!…),
Rabóchei Dielo decía: “Las reivindicaciones políticas inmediatas
se hacen asequibles a las masas después de una
huelga o, a lo sumo, de varias huelgas”, “en cuanto el gobierno
emplea la policía y la gendarmería”.110 Ahora, esta
teoría oportunista de las fases ha sido ya rechazada por la
Unión, la cual nos hace una concesión al declarar que “no
hay ninguna necesidad de desarrollar desde el comienzo
mismo la agitación política exclusivamente sobre el terreno
económico”.111¡Por este solo hecho el futuro historiador
de la socialdemocracia rusa verá mejor que por los más
largos razonamientos hasta qué punto han envilecido el
socialismo nuestros “economistas”! Pero, ¡qué ingenuidad
la de la Unión imaginarse que, a cambio de esta renuncia a
una forma de restricción de la política, podía llevársenos
a aceptar otra forma de restricción! ¿No hubiera sido más
lógico decir, también en este caso, que se debe desarrollar
con la mayor amplitud posible la lucha económica, que es
preciso utilizarla siempre para la agitación política, pero
que “no hay ninguna necesidad” de ver en la lucha económica
el medio que se puede aplicar con más amplitud para
incorporar a las masas a la lucha política activa?
La Unión atribuye importancia al hecho de haber sustituido
con las palabras “el medio que se puede aplicar con la
mayor amplitud” la expresión “el mejor medio”, que figura en
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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Repasen la obra de los esposos Webb, serios eruditos (y
“serios” oportunistas), y verán que los sindicatos obreros
ingleses han comprendido y cumplen desde hace ya mucho
la tarea de “dar a la lucha económica misma un carácter
político”; luchan desde hace mucho por el derecho de
huelga, por la supresión de todos los obstáculos jurídicos
que se oponen al movimiento cooperativista y sindical, por
la promulgación de leyes de protección de la mujer y del
niño, por el mejoramiento de las condiciones de trabajo
mediante una legislación sanitaria y fabril, etc.
¡Así pues, tras la pomposa frase de “dar a la lucha económica
misma un carácter político”, que suena con “terribles”
hondura de pensamiento y espíritu revolucionario,
se oculta, en realidad, la tendencia tradicional a rebajar la
política socialdemócrata al nivel de política tradeunionista!
So pretexto de rectificar la unilateralidad de Iskra, que considera
más importante —fíjense en esto— “revolucionar el
dogma que revolucionar la vida”,115 nos ofrecen como algo
nuevo la lucha por reformas económicas. En efecto, el único
contenido, absolutamente el único, de la frase “dar a la lucha
económica misma un carácter político” es la lucha por reformas
económicas. Y el mismo Martínov habría podido llegar
a esta simple conclusión si hubiese profundizado como es
debido en la significación de sus propias palabras. “Nuestro
partido —dice, enfilando su artillería más pesada contra
Iskra— podría y debería presentar al gobierno reivindicaciones
concretas de medidas legislativas y administrativas
contra la explotación económica, contra el desempleo,
contra el hambre, etc.”.116 Reivindicar medidas concretas,
de vuelta y media, llamándonos “embaucadores”, “desorganizadores”,
“nuncios del papa” y “calumniadores”;113
no encuentren otra salida que llorar ante todo el mundo,
diciendo que les hemos inferido una atroz afrenta, y declarar
casi bajo juramento que “ni una sola organización
socialdemócrata peca hoy de economismo”.114 ¡Ah, esos
calumniadores, esos malignos políticos! ¿No habrán inventado
adrede todo el “economismo” para inferir a la gente,
por simple odio a la humanidad, atroces afrentas?
¿Qué sentido concreto, real, tiene en labios de Martínov
plantear ante la socialdemocracia la tarea de “dar a la
lucha económica misma un carácter político”? La lucha
económica es una lucha colectiva de los obreros contra los
patronos por conseguir ventajosas condiciones de venta de
la fuerza del trabajo, por mejorar las condiciones de trabajo
y de vida de los obreros. Esta lucha es, por necesidad,
una lucha sindical, porque las condiciones de trabajo son
muy diferentes en los distintos oficios y, en consecuencia,
la lucha orientada a mejorar estas condiciones tiene que
sostenerse forzosamente por oficios (por los sindicatos de
Occidente, por asociaciones sindicales de carácter provisional
y por medio de octavillas en Rusia, etc.). Dar a la
“lucha económica misma un carácter político” significa,
pues, conquistar esas reivindicaciones profesionales, ese
mejoramiento de las condiciones de trabajo en los oficios
con “medidas legislativas y administrativas” (como se expresa
Martínov en la página siguiente de su artículo). Y eso
es precisamente lo que hacen y han hecho siempre todos
los sindicatos obreros.
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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las reformas fabriles). Ignoramos por qué lo ha hecho. ¿Quizá
por descuido? Pero si hubiera tenido en cuenta no sólo las
reformas “fabriles”, perdería todo sentido la tesis entera suya
que acabamos de exponer. ¿Tal vez porque estima posible y
probable que el gobierno haga “concesiones” únicamente
en el terreno económico?118 De ser así, resultaría un error
extraño. Las concesiones son posibles, y se hacen a veces también
en el ámbito de la legislación sobre castigos corporales,
pasaportes, pagos de rescate,119 sectas religiosas, censura, etc.,
etc. Las concesiones “económicas” (o seudoconcesiones) son
sin duda las más baratas y las más ventajosas para el gobierno,
pues espera ganarse con ellas la confianza de las masas
obreras. Mas por eso mismo, nosotros, los socialdemócratas,
en modo alguno debemos dar lugar, ni absolutamente con
nada, a la opinión (o a la equivocación) de que apreciamos
más las reformas económicas, de que les concedemos una
importancia singular, etc. “Estas reivindicaciones —dice
Martínov, refiriéndose a las reivindicaciones concretas de
medidas legislativas y administrativas formuladas por él antes—
no serían palabras vanas, puesto que, al prometer ciertos
resultados palpables, podrían ser apoyadas activamente por la
masa obrera”. No somos “economistas”, ¡oh, no! ¡Únicamente
nos humillamos a los pies de la “palpabilidad” de resultados
concretos con tanto servilismo como lo hacen los señores
Bernstein, Prokopóvich, Struve, R. M. y tutti quanti! ¡Únicamente
damos a entender (con Narciso Tuporílov) que cuanto
no “promete resultados palpables” son “palabras vanas”! ¡No
hacemos sino expresarnos como si la masa obrera fuera incapaz
(y no hubiese demostrado su capacidad, pese a los que le
¿no es, acaso, reclamar reformas sociales? Y preguntamos
una vez más a los lectores imparciales: ¿calumniamos a los
rabochediélentsi117 (¡que me perdonen esta palabreja poco
feliz hoy en boga!) al calificarlos de bernsteinianos velados
cuando presentan, como discrepancia suya con Iskra, la tesis
de que es necesaria la lucha por reformas económicas?
La socialdemocracia revolucionaria siempre ha incluido
e incluye en sus actividades la lucha por las reformas. Pero
no utiliza la agitación “económica” exclusivamente para
reclamar del gobierno toda clase de medidas: la utiliza
también (y en primer término) para exigir que deje de ser
un gobierno autocrático. Además, considera su deber presentar
al gobierno esta exigencia no sólo en el terreno de la
lucha económica, sino asimismo en el terreno de todas las
manifestaciones en general de la vida sociopolítica. En una
palabra, subordina la lucha por las reformas como la parte
al todo, a la lucha revolucionaria por la libertad y el socialismo.
En cambio, Martínov resucita en una forma distinta
la teoría de las fases, tratando de prescribir infaliblemente
la vía económica, por decirlo así, del desarrollo de la lucha
política. Al propugnar en un momento de efervescencia
revolucionaria que la lucha por reformas es una “tarea”
especial, arrastra al partido hacia atrás y hace el juego al
oportunismo “economista” y liberal.
Prosigamos. Después de ocultar púdicamente la lucha por
las reformas tras la pomposa tesis de “dar a la lucha económica
misma un carácter político”, Martínov presenta como algo
especial únicamente las reformas económicas (e incluso sólo
Vladimir Ilich Lenin
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“La lucha económica de los obreros contra los patronos
y el gobierno (“¡lucha económica contra el gobierno!”),
además de su significado revolucionario directo, tiene también
otro: incita constantemente a los obreros a pensar en
su falta de derechos políticos”.121 Si hemos reproducido este
pasaje, no es para repetir por centésima o milésima vez lo
que hemos dicho ya antes, sino para agradecer de manera
especial a Martínov esta nueva y excelente fórmula “La lucha
económica de los obreros contra los patronos y el gobierno”.
¡Qué maravilla! Con qué inimitable talento, con qué
magistral eliminación de todas las discrepancias parciales
y diferencia de matices entre los “economistas” tenemos
expresada aquí, en su postulado conciso y claro, toda la
esencia del “economismo”, comenzando por el llamamiento
a los obreros a sostener “la lucha política en aras del interés
general, para mejorar la situación de todos los obreros”,122
siguiendo luego con la teoría de las fases y terminando con
la resolución del congreso sobre el medio “aplicable con la
mayor amplitud”, etc. “La lucha económica contra el gobierno”
es precisamente política tradeunionista, que está muy
lejos, lejísimo, de la política socialdemócrata.
2. De cómo Martínov ha profundizado
a Plejánov
“¡Cuántos sénecas socialdemócratas han aparecido últimamente
en nuestro país!”, observó cierto día un camarada,
refiriéndose a la asombrosa inclinación de mucha gente
propensa al “economismo” a alcanzar indefectiblemente
imputan su propio filisteísmo) de apoyar activamente toda
protesta contra la autocracia, incluso la que no le promete
absolutamente ningún resultado palpable!
Tomemos aunque sólo sean los mismos ejemplos
citados por el propio Martínov acerca de las “medidas”
contra el desempleo y el hambre. Mientras Rabóchei Dielo
se ocupa, según promete, de estudiar y elabora “reivindicaciones
concretas (¿en forma de proyectos de ley?) de
medidas legislativas y administrativas” que “prometan
resultados palpables”, Iskra, “que considera siempre más
importante revolucionar el dogma que revolucionar la
vida”, ha tratado de explicar el nexo indisoluble que une
el desempleo con todo el régimen capitalista, advirtiendo
que “el hambre es inminente”, denunciando “la lucha de
la policía contra los hambrientos”, así como el indignante
Reglamento provisional de trabajos forzados, y Zariá ha
publicado en separata, como folleto de agitación, la parte
de su Crónica de la vida interior120 dedicada al hambre.
Pero, Dios mío, ¡qué “unilaterales” han sido esos ortodoxos
de incorregible estrechez, esos dogmáticos sordos
a los imperativos de la “vida misma”! ¡Ni uno solo de sus
artículos ha contenido —¡qué horror!— ni una sola,
¡imagínense ustedes!, ni siquiera una sola “reivindicación
concreta” que “prometa resultados palpables”! ¡Desgraciados
dogmáticos! ¡Hay que llevarlos a aprender de los
Krichevski y los Martínov para que se convenzan de que
la táctica es el proceso del crecimiento, de lo que crece,
etc., de que es necesario dar a la lucha económica misma
un carácter político!
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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?
Desde que Plejánov escribió el folleto citado (Las
tareas de los socialistas en la lucha contra el hambre
en Rusia), ha corrido mucha agua bajo los puentes
—cuenta Séneca-Martínov—. Los socialdemócratas,
que en el transcurso de diez años han dirigido
la lucha económica de la clase obrera…, no han
tenido aún tiempo de ofrecer una amplia argumentación
teórica de la táctica del partido. Hoy esta
cuestión ha madurado, y si quisiéramos ofrecer
esa argumentación teórica, tendríamos, sin duda,
que profundizar considerablemente los principios
tácticos desarrollados en su tiempo por Plejánov…
Ahora tendríamos que definir la diferencia entre la
propaganda y la agitación de una manera distinta a
como lo hizo Plejánov” (Martínov acaba de citar
las palabras de Plejánov: “El propagandista comunica
muchas ideas a una sola o a varias personas,
mientras que el agitador comunica una sola idea
o un pequeño número de ideas, pero, en cambio,
a toda una multitud”). Nosotros entenderíamos
por propaganda la explicación revolucionaria de
todo el régimen actual o de sus manifestaciones
parciales, indiferentemente de que se haga en una
forma accesible sólo para algunas personas o para
la multitud. Por agitación, en el sentido estricto
de la palabra (sic), entenderíamos el llamamiento
dirigido a las masas para ciertas acciones concretas,
la ayuda a la intervención revolucionaria directa
del proletariado en la vida social.
con “su propia inteligencia” las grandes verdades (por
ejemplo, que la lucha económica incita a los obreros a
pensar en su falta de derechos), desconociendo con magnífico
desdén de genios innatos cuánto ha proporcionado
ya el desarrollo anterior del pensamiento revolucionario
y del movimiento revolucionario. Un genio innato de esta
índole es precisamente Séneca-Martínov. Den un vistazo
a su artículo “Problemas inmediatos” y verán cómo llega
con “su propio entendimiento” a cosas dichas hace ya mucho
por Axelrod (al que nuestro Séneca, como es natural,
silencia por completo); cómo empieza, por ejemplo, a
comprender que no podemos pasar por alto la oposición
de tales o cuales sectores de la burguesía (Rabócheie Dielo,
Núm. 9, pág. 61, 62, 71; compárese con la Respuesta de
la redacción de Rabóchei Dielo a Axelrod, pág. 22, 23-24),
etc., pero, ¡ay! —sólo “llega” y no pasa de “empezar”, ya
que, a pesar de todo, no ha comprendido aún las ideas de
Axelrod hasta el punto de que habla de “lucha económica
contra los patronos y el gobierno”. Rabóchei Dielo ha
venido acumulando fuerzas durante tres años (de 1898 a
1901) para comprender a Axelrod y, pese a ello, ¡no lo ha
comprendido! ¿Quizás también se deba esto a que la socialdemocracia,
“a semejanza de la humanidad”, se plantea
siempre únicamente tareas realizables?
Pero los sénecas no se distinguen sólo porque ignoran
muchas cosas (¡eso sería una desgracia a medias!), sino
también porque no ven su ignorancia. Eso es ya una verdadera
desgracia, y esta desgracia los mueve a emprender
en el acto la labor de “profundizar” a Plejánov.
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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masas para ciertas acciones concretas”, constituye el mayor
desatino, pues el “llamamiento”, como acto aislado, o es un
complemento natural e inevitable del tratado teórico, del
folleto de propaganda y del discurso de agitación, o es una
función netamente ejecutiva.
En efecto, tomemos por ejemplo la lucha actual de los
socialdemócratas alemanes contra los aranceles cerealistas.
Los teóricos escriben estudios sobre la política aduanera
y “llaman”, supongamos, a luchar por la conclusión de
tratados comerciales y por libertad de comercio; el propagandista
hace lo mismo en una revista, y el agitador, en
discursos públicos. Las “acciones concretas” de las masas
consisten en este caso en firmar peticiones dirigidas al
Reichstag,123 reclamando que no se eleven los aranceles
cerealistas. El llamamiento a esta acción parte indirectamente
de los teóricos, los propagandistas y los agitadores,
y directamente, de los obreros que recorren las fábricas y
las viviendas particulares recogiendo firmas. Según la “terminología
de Martínov”, resulta que Kautsky y Bebel son
propagandistas, y los portadores de las listas de adhesión,
agitadores. ¿No es así?
El ejemplo de los alemanes me ha hecho recordar la
palabra alemana Verballhornung, que traducida literalmente
significa “ballhornización”. Juan Ballhorn fue un editor de
Leipzig del siglo XVI; publicó un cantón en el que, siguiendo
la costumbre, incluyó un dibujo que representaba un
gallo, pero, en lugar de la estampa habitual del gallo con
espolones, figuraba uno sin espolones y con dos huevos
Felicitamos a la socialdemocracia rusa —e internacional—
por esta nueva terminología martinoviana, más estricta
y más profunda. Hasta ahora creíamos (con Plejánov
y con todos los líderes del movimiento obrero internacional)
que si un propagandista trata, por ejemplo, el problema
del desempleo, debe explicar la naturaleza capitalista de las
crisis, mostrar la causa que las hace inevitables en la sociedad
actual, exponer la necesidad de transformar la sociedad
capitalista en socialista, etc., en una palabra, debe comunicar
“muchas ideas”, tantas, que todas ellas en conjunto
podrán ser asimiladas en el acto sólo por pocas (relativamente)
personas. En cambio, el agitador, al hablar de este
mismo problema, tomará un ejemplo, el más destacado y
más conocido de su auditorio —pongamos por caso el de
una familia de parados muerta de inanición, el aumento de
la miseria, etc.— y, aprovechando ese hecho conocido por
todos y cada uno, orientará todos sus esfuerzos a inculcar en
la “masa” una sola idea: la idea de cuán absurda es la contradicción
entre el incremento de la riqueza y el aumento de la
miseria; tratará de despertar en la masa el descontento y la
indignación contra esta flagrante injusticia, dejando al propagandista
la explicación completa de esta contradicción.
Por eso, el propagandista actúa principalmente por medio
de la palabra impresa, mientras que el agitador lo hace de
viva voz. Al propagandista se le exigen cualidades distintas
que al agitador. Así, llamaremos propagandistas a Kautsky
y a Lafargue; agitadores a Bebel y Guesde. Pero segregar
un tercer terreno o tercera función de actividad práctica,
incluyendo en esta función “el llamamiento dirigido a las
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QUE HACER?
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de los obreros en las asambleas legislativas de los
fabricantes, asambleas que sí existen en nuestro
país, para discutir asuntos de las fábricas… o aunque
sólo sea, de la participación de los obreros en
la autogestión urbana.
El autor de esta retahíla expresa de una manera algo más
directa, clara y franca la idea a que ha llegado con su propio
entendimiento Séneca-Martínov. El autor es R. M., en el
Suplemento especial de Rabóchaya Mysl.125
3. Las denuncias políticas y la necesidad
de “infundir actividad revolucionaria”
Al lanzar contra Iskra su “teoría” de “elevar la actividad
de la masa obrera”, Martínov ha puesto al descubierto ¡de
hecho! su tendencia a rebajar esta actividad, pues ha declarado
que el medio preferible, de importancia singular,
“aplicable con la mayor amplitud” para promoverla y su
campo de operaciones es la misma lucha económica, ante
la cual se han postrado todos los “economistas”. Este error
es característico precisamente porque no es propio sólo de
Martínov, ni mucho menos. En realidad, se puede “elevar
la actividad de la masa obrera” únicamente a condición de
que no nos limitemos a hacer “agitación política sobre el
terreno económico”. Y una de las condiciones esenciales
para esa extensión indispensable de la agitación política
consiste en organizar denuncias políticas omnímodas.
Sólo con esas denuncias pueden infundirse conciencia
al lado. Y en la portada del cantón agregó: “Edición corregida
de Juan Ballhorn”. Desde entonces, los alemanes
dicen Verballhornung al referirse a una “enmienda” que, de
hecho, empeora el original. Y no puede menos que recordarse
a Ballhorn al ver cómo los Martínov “profundizan”
a Plejánov…
¿Para qué ha “inventado” nuestro Séneca este embrollo?
Para demostrar que Iskra, “lo mismo que Plejánov hace ya
unos quince años, presta atención a un solo aspecto del
asunto”.124 Si traducimos esta última frase del lenguaje de
Martínov a un lenguaje corriente (pues la humanidad no
ha tenido aún tiempo de adoptar esta terminología recién
descubierta), resultará lo siguiente: en Iskra, las tareas de
propaganda y agitación políticas relegan a segundo plano la
tarea de “presentar al gobierno reivindicaciones concretas
de medidas legislativas y administrativas” que “prometen
ciertos resultados palpables” (O, en otros términos, reivindicaciones
de reformas sociales, si se nos permite emplear
una vez más la vieja terminología de la vieja humanidad,
que no ha llegado aún al nivel de Martínov). Proponemos
al lector que compare con esta tesis la retahíla siguiente:
En estos programas (los programas de los socialdemócratas
revolucionarios) nos asombrará
también que coloquen eternamente en primer
plano las ventajas de la actividad de los obreros en
el Parlamento (que no existe en nuestro país) dando
de lado por completo (a causa de su nihilismo
revolucionario) la importancia de la participación
Vladimir Ilich Lenin
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los conceptos teóricos como de las ideas, basadas en la
experiencia de la vida política, sobre las relaciones entre
todas las clases de la sociedad actual.
Por eso es tan nociva y tan reaccionaria, dada su significación
práctica, la prédica de nuestros “economistas” de que la
lucha económica es el medio que se puede aplicar con más
amplitud para incorporar a las masas al movimiento político.
Para llegar a ser un socialdemócrata, el obrero debe formarse
una idea clara de la naturaleza económica y de la fisonomía
social y política del terrateniente y del cura, del dignatario
y del campesino, del estudiante y del desclasado, conocer
sus lados fuertes y sus puntos flacos; saber orientarse entre
los múltiples sofismas y frases en boga, con los que cada
clase y cada sector social encubre sus apetitos egoístas y su
verdadera “entraña”; saber distinguir qué instituciones y
leyes reflejan tales o cuales intereses y cómo lo hacen.
Mas esa “idea clara” no se puede encontrar en ningún
libro, pueden proporcionarla únicamente las escenas de la
vida y las denuncias, mientras los hechos están recientes,
de cuanto sucede alrededor nuestro en un momento dado;
de lo que todos y cada uno hablan —o, por lo menos, cuchichean—
a su manera; de lo que revelan determinados
acontecimientos, cifras, sentencias judiciales, etc., etc.,
etc. Estas denuncias políticas omnímodas son condición
indispensable y fundamental para infundir actividad revolucionaria
a las masas.
¿Por qué el obrero ruso muestra todavía poca actividad
revolucionaria frente al salvajismo con que la policía trata
política y actividad revolucionaria a las masas. De ahí que
esta actividad sea una de las funciones más importantes de
toda la socialdemocracia internacional, pues ni siquiera la
libertad política suprime en lo más mínimo esas denuncias:
lo único que hace es modificar un tanto su orientación. Por
ejemplo, el partido alemán afianza sus posiciones y extiende
su influencia, sobre todo, gracias a la persistente energía
de sus campañas de denuncias políticas. La conciencia
de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia
política si los obreros no están acostumbrados a hacerse
eco de todos los casos de arbitrariedad y de opresión, de
todos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las
clases afectadas; a hacerse eco, además, desde el punto de
vista socialdemócrata, y no desde algún otro…
La conciencia de las masas obreras no puede ser una
verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden
—basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos
y, además, actuales sin falta— a observar a cada una
de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de
su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a hacer
un análisis materialista y una apreciación materialista
de todos los aspectos de la actividad y la vida de todas las
clases, sectores y grupos de la población. Quien orienta la
atención, la capacidad de observación y la conciencia de la
clase obrera de manera exclusiva —o, aunque sólo sea con
preferencia— hacia ella misma, no es un socialdemócrata,
pues el conocimiento de la clase obrera por sí misma está
ligado de modo indisoluble a la completa claridad no sólo
de los conceptos teóricos…, o mejor dicho: no tanto de
Vladimir Ilich Lenin
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“monótona lucha cotidiana” en el estrecho marco de la
vida fabril. En tales condiciones, decir que “Iskra tiene la
tendencia a rebajar la importancia de la marcha ascendente
de la monótona lucha cotidiana, en comparación con la
propaganda de ideas brillantes y acabadas”,127 significa
arrastrar al partido hacia atrás, defender y ensalzar nuestra
falta de preparación, nuestro atraso.
En lo que respecta al llamamiento a las masas para la
acción, éste surgirá por sí mismo siempre que haya enérgica
agitación política y denuncias vivas y aleccionadoras.
Pillar a alguien en flagrante delito y estigmatizarlo en el
acto ante todo el mundo y en todas partes es más eficaz
que cualquier “llamamiento” e influye a veces de tal modo
que después es incluso imposible decir con exactitud quién
“llamó” a la muchedumbre y quién propuso tal o cual
plan de manifestación, etc. Se puede llamar a una acción
—en el sentido concreto de la palabra, y no en el sentido
general— sólo en el lugar mismo donde la acción se lleve
a cabo; y puede hacerlo únicamente quien va a obrar en
el acto. Y nuestra misión de publicistas socialdemócratas
consiste en ahondar, extender e intensificar las denuncias
políticas y la agitación política.
A propósito de los “llamamientos”, Iskra fue el único
órgano que, antes de los sucesos de la primavera, llamó a
los obreros a intervenir de modo activo en una cuestión
—el aislamiento forzoso de estudiantes— que no prometía
absolutamente ningún resultado palpable al obrero. Nada
más publicarse la disposición del 11 de enero sobre “el
al pueblo, frente a las persecuciones de las sectas, los castigos
corporales impuestos a los campesinos, los abusos
de la censura, las torturas de los soldados, la persecución
de las iniciativas culturales más inofensivas, etc.? ¿No será
porque la “lucha económica” no le “incita a pensar” en ello,
porque le “promete” pocos “resultados palpables”, porque le
ofrece pocos elementos “positivos”? No; semejante juicio,
repetimos, no es sino una tentativa de achacar las culpas
propias a otros, imputar el filisteísmo propio (y también
el bernsteinianismo) a la masa obrera. Debemos culparnos
a nosotros mismos, a nuestro atraso con respecto al movimiento
de las masas, de no haber sabido aún organizar
denuncias lo suficientemente amplias, brillantes y rápidas
contra todas esas ignominias. Si lo hacemos (y debemos
y podemos hacerlo), el obrero más atrasado comprenderá
o sentirá que el estudiante y el miembro de una secta religiosa,
el mujik126 y el escritor son vejados y atropellados
por esa misma fuerza tenebrosa que tanto le oprime y le
sojuzga a él en cada paso de su vida. Al sentirlo, él mismo
querrá reaccionar, sentirá un deseo incontenible de hacerlo;
y entonces sabrá armar hoy un escándalo a los censores,
manifestarse mañana ante la casa del gobernador que haya
sofocado un levantamiento campesino, dar pasado mañana
una lección a los gendarmes con sotana que desempeñan
la función del Santo Oficio, etc.
Hemos hecho todavía muy poco, casi nada, para lanzar
entre las masas obreras denuncias omnímodas y actuales.
Muchos de nosotros ni siquiera comprendemos aún
esta obligación suya y seguimos espontáneamente tras la
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carácter político; eso es sólo el comienzo, y no radica en
ello la tarea principal de los socialdemócratas, pues en el
mundo entero, sin exceptuar a Rusia, es la policía misma la
que comienza muchas veces a dar a la lucha económica un
carácter político, y los propios obreros aprenden a darse
cuenta de con quién está el gobierno.129
En efecto, esa “lucha económica de los obreros contra
los patronos y el gobierno”, con que ustedes presumen
como si hubieran descubierto América, la sostienen en
numerosos lugares perdidos de Rusia los propios obreros,
que han oído hablar de huelgas, pero que quizá nada sepan
de socialismo. Esa “actividad” nuestra, de los obreros, que
todos ustedes quieren apoyar presentando reivindicaciones
concretas que prometen resultados palpables, existe ya
entre nosotros; y en nuestra minúscula labor cotidiana, sindical,
nosotros mismos presentamos esas reivindicaciones
concretas, a menudo sin ayuda alguna de los intelectuales.
Pero esa actividad no nos basta; no somos niños a los que
se pueda alimentar sólo con la papilla de la política “económica”;
queremos saber todo lo que saben los demás,
queremos conocer detalladamente todos los aspectos de
la vida política y tomar parte activa en todos y cada uno de
los acontecimientos políticos.
Para ello es necesario que los intelectuales repitan menos
lo que ya sabemos nosotros mismos130 y nos den más de
lo que todavía no sabemos, de lo que jamás podremos saber
por nosotros mismos a través de nuestra experiencia fabril
y “económica”, o sea: conocimientos políticos. Ustedes, los
aislamiento forzoso de ciento ochenta y tres estudiantes
para hacer el servicio”, Iskra insertó un artículo sobre este
hecho128 y, antes de que comenzara toda manifestación,
llamó con claridad “a los obreros a acudir en ayuda de los
estudiantes”, llamó al “pueblo” a contestar públicamente
el insolente desafío del gobierno. Preguntamos a todos
y cada uno: ¿cómo explicar la notable circunstancia de
que, hablando tanto de “llamamientos” y destacando
los “llamamientos” incluso como una forma especial de
actividad, Martínov no haya mencionado para nada este
llamamiento? ¿No será filisteísmo, después de todo, la
declaración de Martínov de que Iskra es unilateral porque
no “llama” suficientemente a la lucha por reivindicaciones
que “prometen resultados palpables”?
Nuestros “economistas”, entre ellos Rabócheie Dielo,
tenían éxito porque se adaptaban a la mentalidad de los
obreros atrasados. Pero el obrero socialdemócrata, el obrero
revolucionario (y el número de estos obreros aumenta
día en día) rechazará con indignación todos esos razonamientos
sobre la lucha por reivindicaciones que “prometan
resultados palpables”, etc., pues comprenderá que no son
sino variantes de la vieja cantilena del aumento de un kopek
por rublo. Este obrero dirá a sus consejeros de Rabóchaya
Mysl y de Rabóchei Dielo: en vano se afanan, señores, interviniendo
con demasiado celo en asuntos que nosotros
mismos resolvemos y esquivando el cumplimiento de sus
verdaderas obligaciones. Porque no es nada inteligente
decir, como lo hacen ustedes, que la tarea de los socialdemócratas
consiste en dar a la lucha económica misma un
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raíz común: el culto a la espontaneidad, del que hemos
hablado en el capítulo precedente como de un fenómeno
general y que ahora examinamos desde el punto de vista de
su influencia en la actividad política y la lucha política. A
primera vista, nuestra afirmación puede parecer paradójica:
tan grande es, aparentemente, la diferencia entre quienes
hacen hincapié en la “monótona lucha cotidiana” y quienes
preconizan la lucha más abnegada del individuo aislado.
Pero no es una paradoja. Los “economistas” y los terroristas
rinden culto a dos polos diferentes de la corriente
espontánea: los “economistas”, a la espontaneidad del
“movimiento puramente obrero”; los terroristas, a la espontaneidad
de la indignación más ardiente de los intelectuales
que no saben o no tienen la posibilidad de vincular la labor
revolucionaria al movimiento obrero para formar un todo.
Quienes hayan perdido la fe en esta posibilidad, o jamás
la hayan tenido, difícilmente encontrarán, en efecto, otra
manera de manifestar su sentimiento de indignación y su
energía revolucionaria que no sea el terrorismo. Así pues, el
culto a la espontaneidad en las dos direcciones indicadas no
es sino el comienzo de la aplicación del famoso programa
del Credo: los obreros sostienen su “lucha económica contra
los patronos y el gobierno” (¡que nos perdone el autor
del Credo porque expresemos sus ideas con palabras de
Martínov! Creemos tener derecho a hacerlo, pues también
en el Credo se habla de que los obreros, en la lucha económica,
“chocan con el régimen político”), ¡y los intelectuales,
con sus propias fuerzas, despliegan su lucha política, como
es natural, por medio del terrorismo!
intelectuales, pueden adquirir estos conocimientos y tienen
el deber de proporcionárnoslos cien y mil veces más que
hasta ahora; además, deben proporcionárnoslos no sólo en
forma de razonamientos, folletos y artículos (que a menudo
—¡disculpen la franqueza!— suelen ser algo aburridos),
sino indispensablemente en forma de denuncias vivas de
cuanto hacen nuestro gobierno y nuestras clases dominantes
en estos momentos en todos los aspectos de la vida.
Cumplan con mayor celo esta obligación suya y hablen
menos de “elevar la actividad de la masa obrera”. ¡Nuestra
actividad es mucho de lo que ustedes suponen y sabemos
sostener, por medio de la lucha abierta en la calle, incluso
las reivindicaciones que no prometen ningún “resultado
palpable”! Y no son ustedes los llamados a “elevar” nuestra
actividad, pues ustedes mismos carecen precisamente de
esa actividad. ¡Póstrense menos ante la espontaneidad y
piensen más en elevar su propia actividad, señores!
4. ¿Qué hay de común entre el economismo
y el terrorismo?
Hemos confrontado, en una nota a pie de página, a un
“economista” y a un terrorista no socialdemócrata, que
por casualidad han resultado solidarios. Pero, hablando en
general, entre los unos y los otros existe un nexo no casual,
sino interno y necesario, del cual tendremos que hablar
aún más adelante y al que es preciso referirse precisamente
cuando se trata de inculcar la actividad revolucionaria. Los
“economistas” y los terroristas de nuestros días tienen una
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Desde el punto de vista indicado, se comprende también
que Rabóchei Dielo, que no ha podido resistir a la espontaneidad
del “economismo”, tampoco haya podido resistir
a la espontaneidad del terrorismo. Tiene sumo interés
señalar aquí la argumentación especial que ha esgrimido
Svoboda en defensa del terrorismo. “Niega por completo”
el papel intimidador del terrorismo (Renacimiento del
revolucionarismo, pág. 64), pero, en cambio, destaca su
“importancia excitadora”. Esto es característico, en primer
lugar, como una de las fases de la descomposición y decadencia
del conjunto tradicional (presocialdemócrata) de
ideas que obligaba a asirse al terrorismo. Reconocer que
en la actualidad es imposible “intimidar” al gobierno —y,
por consiguiente, desorganizarlo— por medio del terrorismo
equivale, en el fondo, a condenar rotundamente este
último como sistema de lucha, como campo de actividad
consagrado por su programa. En segundo lugar, esto es aún
más característico como ejemplo de la incomprensión de
nuestras tareas urgentes de “infundir actividad revolucionaria
a las masas”.
Svoboda hace propaganda del terrorismo como medio
de “excitar” el movimiento obrero y darle un “fuerte impulso”.
¡Es difícil imaginarse una argumentación que se
refute a sí misma con mayor evidencia! Cabe preguntar:
¿es que existen en la vida rusa tan pocos abusos que sea
preciso aún inventar “excitantes” especiales? Y, por otra
parte, si hay alguien que no se excita ni es excitable siquiera
por la arbitrariedad rusa, ¿no es evidente que seguirá
contemplando también con indiferencia el duelo entre el
Esta conclusión es completamente lógica e inevitable,
y es forzoso insistir sobre ella, aunque quienes comienzan
a realizar dicho programa no han comprendido que tal
conclusión es inevitable. La actividad política tiene su lógica,
que no depende de la conciencia de quienes con las
mejores intenciones exhortan o al terrorismo o a imprimir
un carácter político a la lucha económica misma. De buenas
intenciones está empedrado el camino del infierno, y en el
caso presente las buenas intenciones no salvan aún de la
inclinación espontánea a “la línea del menor esfuerzo”, a la
línea del programa netamente burgués del Credo. Porque
tampoco tiene nada de casual que muchos liberales rusos
—tanto los liberales declarados como los que se cubren
con una careta marxista— simpaticen de todo corazón con
el terrorismo y traten de mantener la intensificación de las
tendencias terroristas en el momento actual.
Pues bien, al surgir el “Grupo Revolucionario-Socialista
Svoboda”, que se había señalado precisamente la tarea de
ayudar por todos los medios al movimiento obrero, pero
incluyendo en el programa el terrorismo y emancipándose,
por decirlo así, de la socialdemocracia, este hecho vino
a confirmar una vez más la admirable perspicacia de PB
Axelrod, quien predijo con toda exactitud estos resultados
de las vacilaciones socialdemócratas ya a fines de 1897 (en
su trabajo A propósito de las tareas y de la táctica actuales) y
trazó sus famosas “dos perspectivas”. Todas las discusiones
y discrepancias posteriores entre los socialdemócratas
rusos están ya, como la planta en la semilla, en esas dos
perspectivas.131
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5. La clase obrera como combatiente
de vanguardia por la democracia
Hemos visto ya que la agitación política más amplia y,
por consiguiente, la organización de denuncias políticas de
todo género es una tarea necesaria en absoluto, la tarea más
imperiosamente necesaria de la actividad, siempre que esta
actividad sea de veras socialdemócrata. Pero hemos llegado
a esta conclusión partiendo sólo de la necesidad apremiante
que la clase obrera tiene de conocimientos políticos y de
educación política. Sin embargo, esta manera de plantear la
cuestión sería demasiado estrecha y daría de lado las tareas
democráticas universales de toda la socialdemocracia, en
general, y de la socialdemocracia rusa actual, en particular.
Para explicar esta tesis del modo más concreto posible,
intentaremos enfocar el problema desde el punto de vista
más “familiar” al “economista”, o sea, desde el punto de
vista práctico. “Todos están de acuerdo” con que es preciso
desarrollar la conciencia política de la clase obrera. Pero,
¿cómo hacerlo y qué es necesario para hacerlo?
La lucha económica “hace pensar” a los obreros sólo
en las cuestiones concernientes a la actitud del gobierno
ante la clase obrera; por eso, por más que nos esforcemos
en “dar a la lucha económica misma un carácter político”,
jamás podremos, en los límites de esta tarea, desarrollar
la conciencia política de los obreros (hasta el grado de
conciencia política socialdemócrata), pues los propios
límites son estrechos. La formula de Martínov es valiosa
para nosotros, pero en modo alguno porque ilustre la
capacidad del autor para embrollar las cosas. Es valiosa
gobierno y un puñado de terroristas? La realidad es que las
masas obreras se excitan mucho por las infamias de la vida
rusa, pero nosotros no sabemos reunir, si puede decirse así,
y concentrar todas las gotas y chorrillos de la excitación
popular que la vida rusa rezuma en cantidad inconmensurablemente
mayor de lo que todos nosotros nos figuramos
y pensamos, y que es preciso fusionar en un solo torrente
gigantesco. Que esto es factible lo demuestran de manera
irrefutable la colosal propagación del movimiento obrero y
la avidez, ya señalada, de publicaciones políticas, así como
los llamamientos a dar a la lucha económica misma un
carácter político; son formas distintas de esquivar el deber
más imperioso de los revolucionarios rusos: organizar la
agitación política en todos sus aspectos.
Svoboda quiere sustituir la agitación con el terrorismo,
confesando sin rodeos que “en cuanto empiece una agitación
intensa y enérgica entre las masas, el papel excitador de
éste desaparecerá”.132 Esto justamente muestra que tanto los
terroristas como los “economistas” subestiman la actividad
revolucionaria de las masas, pese al testimonio evidente de
los sucesos de la primavera;133 además, unos se precipitan
en busca de “excitantes” artificiales y otros hablan de “reivindicaciones
concretas”. Ni los unos ni los otros prestan
suficiente atención al desarrollo de su propia actividad de
agitación política y de organización de denuncias políticas.
Y ni ahora ni en ningún otro momento se puede sustituir
con nada esta labor.
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modo alguno por el deseo de decir paradojas, sino para
“incitar” a los “economistas” a pensar en las tareas que
desdeñan de manera tan imperdonable y en la diferencia
—que ellos no quieren comprender— entre la política
tradeunionista y la política socialdemócrata. Por eso rogamos
al lector que no se impaciente y nos escuche con
atención hasta el final.
Tomemos el tipo del círculo socialdemócrata más difundido
en los últimos años y examinemos su actividad.
“Está en contacto con los obreros” y se conforma con eso,
editando hojas que fustigan los abusos cometidos en las
fábricas, la parcialidad del gobierno con los capitalistas y
las violencias de la policía; en las reuniones con los obreros,
los límites de estos mismos temas; sólo muy de tarde
en tarde se pronuncian conferencias y charlas acerca de la
historia del movimiento revolucionario, la política interior
y exterior de nuestro gobierno, la evolución económica de
Rusia y de Europa, la situación de las distintas clases en la
sociedad contemporánea, etc.; nadie piensa en establecer
y desenvolver de manera sistemática relaciones con otras
clases de la sociedad. En el fondo, los componentes de un
círculo de este tipo conciben al militante ideal, en la mayoría
de los casos, mucho más parecido a un secretario de
tradeunión que a un jefe político socialista.
Porque el secretario de cualquier tradeunión inglesa,
por ejemplo, ayuda siempre a los obreros a sostener la
lucha económica, organiza la denuncia de los abusos en
las fábricas, explica la injusticia de las leyes y disposicioporque
pone de relieve el error fundamental de todos
los “economistas”: el convencimiento de que ése puede
desarrollar la conciencia política de clase de los obreros
desde dentro, por decirlo así, de su lucha económica, o sea,
partiendo sólo (o, al menos, principalmente) de esta lucha,
basándose sólo (o, al menos, principalmente) en esta lucha.
Semejante opinión es errónea de raíz; y precisamente porque
los “economistas”, enojados por nuestra polémica con
ellos, no quieren reflexionar, como es debido, en el origen
de nuestras discrepancias, acabamos literalmente por no
comprendernos, por hablar lenguas diferentes.
Al obrero se le puede dotar de conciencia política de
clase sólo desde fuera, es decir, desde fuera de la lucha
económica, desde fuera del campo de las relaciones entre
obreros y patronos. La única esfera de que se pueden extraer
esos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas
las clases y sectores sociales con el Estado y el gobierno, la
esfera de las relaciones de todas las clases entre sí. Por eso,
a la pregunta de qué hacen para dotar de conocimientos
políticos a los obreros, no se puede dar únicamente la respuesta
con que se contentan, en la mayoría de los casos,
los militantes dedicados a la labor práctica, sin hablar ya
de quienes, entre ellos, son propensos al “economismo”, a
saber: “Hay que ir a los obreros”. Para aportar a los obreros
conocimientos políticos, los socialdemócratas deben ir a
todas las clases de la población, deben enviar a todas partes
destacamentos de su ejército.
Si empleamos adrede esta fórmula tosca y nos expresamos
adrede de una forma simplificada y tajante, no es en
Vladimir Ilich Lenin
118
QUE HACER?
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?
festaciones parciales”;135 que R. Knight “ha formulado las
reivindicaciones inmediatas del proletariado e indicado los
medios de satisfacerlas”;136 mientras que G. Liebknecht,
sin dejar de hacer eso, no ha renunciado a “dirigir al mismo
tiempo la intensa actividad de los diferentes sectores oposicionistas”
y “dictarles un programa positivo de acción”;137
que R. Knight ha procurado precisamente “imprimir, en
la medida de lo posible, a la lucha económica misma un
carácter político”138 y ha sabido muy bien “presentar al
gobierno reivindicaciones concretas que prometen ciertos
resultados palpables”;139 en tanto que G. Liebknecht se ha
ocupado mucho más de las “denuncias unilaterales”;140 que
R. Knight ha concedido más importancia al “desarrollo
progresivo de la monótona lucha cotidiana”,141 y G. Liebknecht,
“a la propaganda de ideas brillantes y acabadas”;142
que G. Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por él
precisamente “un órgano de oposición revolucionaria que
denuncia nuestro régimen, y sobre todo nuestro régimen
político, por cuanto choca con los intereses de los más diversos
sectores de la población”;143 mientras que R. Knight
“ha trabajado por la causa obrera en estrecho contacto
orgánico con la lucha proletaria”144 —si se entiende por
“estrecho contacto orgánico” ese culto a la espontaneidad
que hemos analizado más arriba en los ejemplos de Krichevski
y de Martínov— y “ha restringido la esfera de su
influencia”, convencido, sin duda como Martínov, de que
“con ello se hacía más compleja esta influencia”.145 En una
palabra, verán que Martínov rebaja de facto la socialdemocracia
al nivel del tradeunionismo, aunque, claro está,
nes que restringen la libertad de huelga y la libertad de
colocar piquetes cerca de las fábricas (para avisar a todos
que en la fábrica dada se han declarado en huelga), explica
la parcialidad de los árbitros pertenecientes a las clases
burguesas del pueblo, etc., etc. En una palabra, todo secretario
de tradeunión sostiene y ayuda a sostener “la lucha
económica contra los patrones y el gobierno”. Y jamás se
insistirá bastante en que esto no es aún socialdemocracia,
que el ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario
de tradeunión, sino el tribuno popular, que sabe reaccionar
ante toda manifestación de arbitrariedad de opresión,
dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector
o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas
manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca
y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar
el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones
socialistas y sus reivindicaciones democráticas,
para explicar a todos y cada uno la importancia histórica
universal de la lucha emancipadora del proletariado.
Comparen, por ejemplo, a hombres como Roberto
Knight (conocido secretario y líder de la Sociedad de
Obreros Caldereros, uno de los sindicatos más poderosos
de Inglaterra) y Guillermo Liebknecht e intenten aplicarles
las contradicciones en que basa Martínov sus discrepancias
con Iskra. Verán que R. Knight —empiezo a hojear
el artículo de Martínov— “ha exhortado” mucho más “a
las masas a ciertas acciones concretas”,134 mientras que G.
Liebknecht se ha dedicado más a “explicar desde un punto
de vista revolucionario todo el régimen actual o sus maniVladimir
Ilich Lenin
120
QUE HACER?
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?
tica que pueda servir de motivo para desplegar una labor
socialdemócrata entre todos sectores de la población.
Cuando se habla de la poca preparación de la mayoría
de los actuales dirigentes del movimiento obrero, es forzoso
recordar asimismo la preparación en este aspecto,
pues está ligada también a la concepción “economista” del
“estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria”. Pero
lo principal, por supuesto, es la propaganda y la agitación
entre todos los sectores de la población. El socialdemócrata
de Europa occidental ve facilitada esta labor por las
reuniones y asambleas populares, a las que asisten cuantos
lo deseen, y por la existencia del Parlamento, en el cual el
representante socialdemócrata habla ante los diputados
de todas las clases. En nuestro país no tenemos ni Parlamento
ni libertad de reunión; pero sabemos, sin embargo,
organizar reuniones con los obreros que quieren escuchar
a un socialdemócrata.
Debemos saber también organizar reuniones con los
componentes de todas las clases de la población que deseen
escuchar a un demócrata. Porque no es socialdemócrata
quien olvida en la práctica que “los comunistas apoyan
por doquier todo movimiento revolucionario”;146 que,
por ello, debemos exponer y recalcar ante todo el pueblo
los objetivos democráticos generales, sin ocultar en ningún
momento nuestras convicciones socialistas. No es
socialdemócrata quien olvida en la práctica que su deber
consiste en ser el primero en plantear, acentuar y resolver
todo problema democrático general.
en modo alguno lo hace porque no quiere el bien de la socialdemocracia,
sino simplemente porque se ha apresurado
un poco a profundizar a Plejánov, en lugar de tomarse la
molestia de comprenderlo.
Pero volvamos a nuestra exposición. Hemos dicho que
el socialdemócrata, si es partidario, no sólo de palabra,
del desarrollo polifacético de la conciencia política del
proletariado, debe “ir a todas las clases de la población”.
Surgen varias preguntas: ¿cómo hacerlo?, ¿tenemos fuerzas
suficientes para ello?, ¿existe una base que permita realizar
esta labor entre todas las demás clases?, ¿no implicará eso
abandonar, o conducirá a abandonar, el punto de vista de
clase? Examinemos estas cuestiones.
Debemos “ir a todas las clases de la población” como
teóricos, como propagandistas, como agitadores y como
organizadores. Nadie pone en duda que la labor teórica
de los socialdemócratas debe orientarse a estudiar todas
las peculiaridades de la situación social y política de las
diversas clases. Pero se hace muy poco, poquísimo, en este
sentido, desproporcionadamente poco si se compara con
la labor tendiente a estudiar las peculiaridades de la vida
fabril. En los comités y en los círculos podemos encontrar
personas que incluso estudian a fondo especialmente algún
ramo de la siderurgia; pero apenas encontrarán ejemplos
de miembros de las organizaciones que (obligados por una
u otra razón, como sucede a menudo, a retirarse de la labor
práctica) se dediquen de manera especial a reunir datos
sobre algún problema actual de nuestra vida social y políVladimir
Ilich Lenin
122
QUE HACER?
123
?
nizar la lucha política, bajo la dirección de nuestro partido,
en forma tan múltiple que todos los sectores de oposición
puedan prestar, y presten de verdad, a esta lucha y a este
partido la ayuda que puedan. Nosotros debemos hacer de
los militantes socialdemócratas dedicados a la labor práctica
líderes políticos que sepan dirigir todas las manifestaciones
de esta lucha múltiple, que sepan, en el momento necesario,
“dictar un programa positivo de acción” a los estudiantes
en efervescencia, a los descontentos de los zemstvos, a los
miembros indignados de las sectas religiosas, a los maestros
nacionales lesionados en sus intereses, etc., etc.
Por eso es completamente falsa la afirmación de Martínov
de que “con respecto a ellos sólo podemos desempeñar
el papel negativo de denunciadores del régimen… Sólo
podemos disipar sus esperanzas en las distintas comisiones
gubernamentales”.148 Al decir esto, Martínov demuestra que
no comprende nada en absoluto del verdadero papel de
la “vanguardia” revolucionaria. Y si el lector tiene esto en
cuenta, comprenderá el verdadero sentido de las siguientes
palabras de conclusión de Martínov:
Iskra es un órgano de oposición revolucionaria que
denuncia nuestro régimen, sobre todo el político,
por cuanto choca con los intereses de los más diversos
sectores de la población. Nosotros, en cambio,
trabajamos y trabajaremos por la causa obrera en
estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria.
Al restringir la esfera de nuestra influencia, hacemos
más compleja esta influencia.149
“¡Pero si no hay nadie que no esté de acuerdo con eso!”
—nos interrumpirá el lector impaciente—, y las nuevas
instrucciones a la redacción de Rabóchei Dielo, aprobadas
en el último Congreso de la Unión, dicen con claridad:
Deben servir de motivos para la propaganda y la
agitación políticas todos los fenómenos y acontecimientos
de la vida social y política que afecten
al proletariado, bien directamente, como clase
especial, bien como vanguardia de todas las fuerzas
revolucionarias en la lucha por la libertad.147
En efecto, son palabras muy justas y muy buenas, y nos
consideraríamos satisfechos por ejemplo si Rabócheie Dielo
las comprendiese, si no dijese, al mismo tiempo, otras que
las contradicen. Pues no basta con titularse “vanguardia”,
destacamento avanzado: es preciso, además, actuar de tal
modo que todos los otros destacamentos vean y estén obligados
a reconocer que marchamos a la cabeza. Y preguntamos
al lector: ¿es que los componentes de los demás “destacamentos”
son tan estúpidos que van a creernos como
artículo de fe cuando hablamos de la “vanguardia”?
Imagínense de manera concreta el siguiente cuadro. En el
“destacamento” de radicales o de constitucionalistas liberios
del gobierno autocrático. Pero “nosotros”, si queremos ser
demócratas avanzados, debemos preocuparnos de incitar
a quienes están descontentos únicamente del régimen universitario
o del zemstvo, etc., a pensar que es malo todo el
régimen político. Nosotros debemos asumir la tarea de orgaVladimir
Ilich Lenin
124
QUE HACER?
125
?
la socialdemocracia (mientras que en 1894 los socialdemócratas
rusos podían contarse con los dedos).
Uno de los defectos fundamentales de nuestro movimiento,
tanto desde el punto de vista político como de
organización, consiste en que no sabemos emplear todas
estas fuerzas ni asignarles el trabajo adecuado (en el capítulo
siguiente, hablaremos con más detalle de esta cuestión).
La inmensa mayoría de dichas fuerzas carece en absoluto
de la posibilidad de “ir a los obreros”; por consiguiente, no
puede ni hablarse del peligro de distraer fuerzas de nuestra
labor fundamental. Y para proporcionar a los obreros conocimientos
políticos auténticos, vivos y que abarquen todos
los dominios, es necesario que tengamos “gente nuestra”,
socialdemócratas, en todas partes, en todos los sectores
sociales, en todas las posiciones que permiten conocer los
resortes internos de nuestro mecanismo estatal. Y nos hace
falta esa gente, no sólo para la propaganda y la agitación,
sino más aún para la organización.
¿Existe una base que permita actuar entre todas las clases
de la población? Quienes no ven que existe, prueban una
vez más que su conciencia se rezaga del movimiento ascensional
espontáneo de las masas. El movimiento obrero ha
suscitado y suscita entre unos el descontento; entre otros
despierta la esperanza de lograr el apoyo de la posición;
a otros les hace comprender que el régimen autocrático
no tiene razón de ser, y que su hundimiento es ineludible.
Sólo de palabra seríamos “políticos” y socialdemócratas
(como ocurre, en efecto, muy a menudo) si no tuviéramos
El verdadero sentido de semejante conclusión es: Iskra
quiere elevar la política tradeunionista de la clase obrera (a
la que se limitan con tanta frecuencia nuestros militantes
prácticos, ya sea por equivocación, por falta de preparación
o por convicción) al nivel de política socialdemócrata. En
cambio, Rabóchei Dielo quiere rebajar la política socialdemócrata
al nivel de política tradeunionista. Y, por si eso
fuera poco, asegura a todo el mundo que “estas posiciones
son perfectamente compatibles en la obra común”.150 O,
sancta simplicitas!
Prosigamos. ¿Tenemos bastantes fuerzas para llevar
nuestra propaganda y nuestra agitación a todas las clases
de la población? Pues claro que sí. Nuestros “economistas”,
que a menudo son propensos a negarlo, olvidan el
gigantesco paso adelante que ha dado nuestro movimiento
de 1894 (más o menos) a 1901. Como “seguidistas”
auténticos que son, viven con frecuencia aferrados a
ideas del período inicial, pasado hace ya mucho, del movimiento.
Entonces, en efecto, nuestras fuerzas eran tan
pocas que asombraban, entonces era natural y legítima
la decisión de consagrarnos por entero a la labor entre
los obreros y condenar con severidad toda desviación de
esta línea, entonces la tarea estribaba en afianzarse entre
la clase obrera. Ahora ha sido incorporada al movimiento
una masa gigantesca de fuerzas; vienen a nosotros los mejores
representantes de la joven generación de las clases
instruidas; por todas partes, en todas las provincias se ven
condenadas a la inactividad personas que ya han tomado o
desean tomar parte en el movimiento y que tienden hacia
Vladimir Ilich Lenin
126
QUE HACER?
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ciar y dispuestas a hacerlo no tienen una tribuna
desde la que puedan hablar, no tienen un auditorio
que escuche ávidamente y anime a los oradores,
no ven por parte alguna en el pueblo una fuerza a
la que merezca la pena dirigir una queja contra el
“todopoderoso” gobierno ruso… Ahora podemos
y debemos crear una tribuna para denunciar ante
todo el pueblo al gobierno zarista: esa tribuna tiene
que ser un periódico socialdemócrata.152
Ese auditorio ideal para las denuncias políticas es
precisamente la clase obrera, que necesita, primero y
principalmente, amplios y vivos conocimientos políticos
y que es la más capaz de transformar estos conocimientos
en lucha activa, aunque no prometa ningún “resultado
palpable”. Ahora bien, la tribuna para estas denuncias ante
todo el pueblo sólo puede ser un periódico central para toda
Rusia. “Sin un órgano político es inconcebible en la Europa
contemporánea un movimiento que merezca el nombre de
movimiento político”; y en este sentido, por Europa contemporánea
hay que entender también, sin duda alguna, a
Rusia. La prensa se ha convertido, en nuestro país, desde
hace ya mucho, en una fuerza; de lo contrario, el gobierno
no gastaría decenas de miles de rublos en sobornarla y en
subvencionar a los Katkov y los Mescherski de toda laya.
Y en la Rusia autocrática no es una novedad que la
prensa clandestina rompa los candados de la censura y
obligue a hablar públicamente de ella a los órganos legales
y conservadores. Así ocurrió en los años 70 e incluso
conciencia de que nuestro deber consiste en aprovechar
todas las manifestaciones de descontento, en reunir y elaborar
todos los elementos de protesta, por embrionaria
que sea. Y no hablemos ya de que la masa de millones de
campesinos trabajadores, artesanos, pequeños productores,
etc., escuchará siempre con avidez la propaganda de
un socialdemócrata algo hábil.
Pero, ¿acaso existe una sola clase de la población en la
que no haya individuos, grupos y círculos descontentos por
la falta de derechos y la arbitrariedad, y, en consecuencia,
capaces de comprender la propaganda del socialdemócrata
como portavoz que es de las demandas democráticas
generales más candentes? A quienes deseen formarse una
idea concreta de esta agitación política del socialdemócrata
entre todas las clases y sectores de la población les
indicaremos las denuncias políticas, en el sentido amplio
de la palabra, como el medio principal (pero, claro está, no
único) de esta agitación.
Debemos —escribía yo en el artículo “¿Por dónde
empezar?”,151 del que tendremos que hablar detenidamente
más adelante— despertar en todos los
sectores del pueblo con un mínimo de conciencia
la pasión por las denuncias políticas. No debe desconcertarnos
que las voces que hacen denuncias
políticas sean ahora tan débiles, escasas y tímidas.
La causa de ello no es, ni mucho menos, una resignación
general con la arbitrariedad policíaca. La
razón está en que las personas capaces de denunVladimir
Ilich Lenin
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lograr que las personas ajenas nos consideren una fuerza
política debemos trabajar mucho y con tenacidad a fin
de elevar nuestro grado de conciencia, nuestra iniciativa
y nuestra energía, pues no basta con pegar el marbete de
“vanguardia” a una teoría y una práctica de retaguardia.
Pero los admiradores demasiado celosos del “estrecho
contacto orgánico con la lucha proletaria” nos preguntarán,
y nos preguntan ya, si debemos encargarnos de organizar
denuncias verdaderamente ante todo el pueblo sobre los
abusos cometidos por el gobierno, ¿en qué se manifestará
entonces el carácter de clase de nuestro movimiento? ¡Pues,
precisamente, en que seremos nosotros, los socialdemócratas,
quienes organizaremos esas campañas de denuncias
ante todo el pueblo; en que todos los problemas planteados
en nuestra agitación serán esclarecidos desde un punto de
vista socialdemócrata firme, sin ninguna indulgencia para
las deformaciones, intencionadas o no, del marxismo; en
que esta polifacética agitación política será realizada por un
partido que une en un todo indivisible la ofensiva contra
el gobierno en nombre del pueblo entero, la educación
revolucionaria del proletariado —salvaguardando al mismo
tiempo su independencia política—, la dirección de la
lucha económica de la clase obrera y la utilización de sus
conflictos espontáneos con sus explotadores, conflictos que
ponen en pie y atraen sin cesar a nuestro campo a nuevos
sectores proletarios!
Pero uno de los rasgos más característicos del “economismo”
consiste precisamente en que no comprende esta
conexión; es más, no comprende que la necesidad más
a mediados de siglo. ¡Y cuánto más extensos y profundos
son ahora los sectores populares dispuestos a leer la prensa
clandestina y a aprender en ella “a vivir y a morir”, como
se expresaba el obrero autor de una carta publicada en el
Núm. 7 de Iskra!.153 Las denuncias políticas son precisamente
una declaración de guerra al gobierno, de la misma
manera que las denuncias de tipo económico son una
declaración de guerra al fabricante. Y la importancia moral
de esta declaración de guerra es tanto mayor cuanto más
amplia y vigorosa es la campaña de denuncias, cuanto más
numerosa y decidida es la clase social que declara la guerra
para empezarla. En consecuencia, las denuncias políticas
son, ya de por sí, uno de los medios más potentes para
disgregar las filas enemigas, para apartar del adversario a
sus aliados fortuitos o temporales y sembrar la hostilidad
y desconfianza entre quienes participan de continuo en el
poder autocrático.
En nuestros días podrá convertirse en vanguardia de
las fuerzas revolucionarias sólo el partido que organice
campañas de denuncias de verdad ante todo el pueblo. Las
palabras “todo el pueblo” encierran un gran contenido. La
inmensa mayoría de los denunciadores que no pertenecen
a la clase obrera (y para ser vanguardia es necesario precisamente
atraer a todas las clases) son políticos realistas
y hombres serenos y prácticos. Saben muy bien que si es
peligroso “quejarse” incluso de un modesto funcionario, lo
es todavía más quejarse del “todopoderoso” gobierno ruso.
Y se quejarán a nosotros sólo cuando vean que sus quejas
pueden surtir efecto, que somos una fuerza política. Para
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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?
vindicaciones que, dicho sea con palabras del inolvidable
Martínov, no prometen ningún “resultado palpable”)…,
“pero no teniendo la paciencia de esperar que los obreros
acumulen fuerzas para esta lucha, Iskra empieza a buscar
aliados entre los liberales y los intelectuales…”.
Sí, sí, se nos ha acabado, en efecto, toda la “paciencia”
para “esperar” los días felices que nos prometen desde hace
mucho los “conciliadores” de toda clase, en los cuales nuestros
“economistas” dejarán de imputar su propio atraso a
los obreros y de justificar su insuficiente energía con una
pretendida insuficiencia de fuerzas de los obreros. Preguntamos
a nuestros “economistas”: ¿en qué debe consistir la
“acumulación de fuerzas por los obreros para esta lucha”?
¿No es evidente que consiste en dar educación política a
los obreros, en denunciar ante ellos todos los aspectos de
nuestra abyecta autocracia? ¿Y no está claro que justamente
para esta labor necesitamos tener “aliados entre los liberales
y los intelectuales” dispuestos a compartir con nosotros
sus denuncias de la campaña política contra la gente de los
zemstvos, los maestros, estadísticos, estudiantes, etc.? ¿Será,
en realidad, tan difícil de comprender esta asombrosa “treta”?
¿No les viene repitiendo PB Axelrod, ya desde 1897, que
“el problema de que los socialdemócratas rusos conquisten
adictos y aliados directos o indirectos entre las clases no
proletarias se resuelve, ante todo y sobre todo, por el carácter
de la propaganda que se hace en el seno del proletariado mismo”?
¡Pero no obstante, los Martínov y demás “economistas”
siguen creyendo que los obreros deben primero, por medio
de “la lucha económica contra los patronos y el gobierno”,
urgente del proletariado (educación política en todos los
aspectos por medio de la agitación política y de las denuncias
políticas) coincide con la necesidad del movimiento
democrático general. Esa incomprensión se manifiesta
tanto en las frases martinovianas como en diferentes alusiones
del mismo sentido a un supuesto punto de vista de
clase. He aquí, por ejemplo, cómo se expresan al respecto
los autores de la carta “economista”, publicada en el Núm.
12 de Iskra:154
Este mismo defecto fundamental de Iskra (la
sobrestimación de la ideología) es la causa de su
inconsecuencia en los problemas referentes a la actitud
de la socialdemocracia ante las diversas clases
y tendencias sociales. Resolviendo por medio de
deducciones teóricas…
… y no mediante
… el crecimiento de las tareas del partido, las cuales
crecen junto con éste… la tarea de pasar sin demora
a la lucha contra el absolutismo y sintiendo,
por lo visto, toda la dificultad de esta tarea para los
obreros, dado el actual estado de cosas…
… y no sólo sintiendo, sino sabiendo muy bien que esta
tarea le parece menos difícil a los obreros que a los intelectuales
“economistas” que los tratan como a niños pequeños,
pues los obreros están dispuestos a batirse incluso por reiVladimir
Ilich Lenin
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QUE HACER?
133
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¿Piensan que el obrero “no comprenderá” las palabras
“clases poseedoras” y “zemstvo burocrático estamental”?
¿Creen que incitar a la gente de los zemstvos a pasar de los
discursos blandengues a las palabras tajantes es “sobrestimar
la ideología”? ¿Se imaginan que los obreros pueden “acumular
fuerzas” para luchar contra el absolutismo si no saben cómo
trata éste también a los zemstvos? Nadie lo sabe tampoco. Lo
único claro es que los autores tienen una idea muy vaga de las
tareas políticas de la socialdemocracia. Que esto es así nos lo
dice con mayor claridad aún esta frase suya: “Idéntica es la
actitud de Iskra”, es decir, de nuevo “vela las contradicciones
entre las clases”, “ante, el movimiento estudiantil”. En lugar de
exhortar a los obreros a afirmar, por medio de una manifestación
pública, que el verdadero origen de la violencia, de la
arbitrariedad y del desenfreno se halla en el gobierno ruso, y
no en la juventud universitaria,157 ¡deberíamos haber publicado,
por lo visto, razonamientos en el espíritu de R. Mysl! Y
semejantes ideas son expresadas por socialdemócratas en el
otoño de 1901, después de los sucesos de febrero y marzo,
en vísperas de un nuevo crecer del movimiento estudiantil,
revelador de que, incluso en este terreno, la “espontaneidad”
de la protesta contra la autocracia adelanta a la dirección
consciente del movimiento por la socialdemocracia. ¡El deseo
espontáneo de los obreros de intervenir en defensa de los
estudiantes apaleados por la policía y los cosacos adelanta a
la actividad consciente de la organización socialdemócrata!
“Sin embargo, en otros artículos —continúan los autores
de la carta—, Iskra condena duramente todo compromiso y
defiende, por ejemplo, la posición intransigente de los guesacumular
fuerzas (para la política tradeunionista) y sólo
después “pasar”, según parece, del tradeunionista “infundir
actividad” a la actividad socialdemócrata!
En sus búsquedas —continúan los “economistas”—,
Iskra se desvía con frecuencia del punto de
vista de clase, velando las contradicciones entre las
clases y colocando en primer plano la comunidad
del descontento con el gobierno, aunque las causas
y el grado de este descontento entre los “aliados”
son muy diferentes. Tal es, por ejemplo, la actitud
de Iskra ante los zemstvos.
Iskra, según dicen los “economistas”, “promete la ayuda
de la clase obrera a los nobles insatisfechos de las limosnas
gubernamentales, sin decir una sola palabra del antagonismo
de clase que separa a estos dos sectores de la población”.
Si el lector se remite al artículo “La autocracia y los
zemstvos”,155 al que probablemente aluden los autores de la
carta, verá que están consagrados156 a la actitud del gobierno
frente a la “agitación blandengue del zemstvo burocrático y
estamental” y frente a la “iniciativa que parte hasta de las
clases poseedoras”. El artículo dice que el obrero no puede
contemplar con indiferencia la lucha del gobierno contra el
zemstvo; invita a la gente de los zemstvos a abandonar sus
discursos blandengues y pronunciarse con palabras firmes
y tajantes cuando la socialdemocracia revolucionaria se alce
con toda su fuerza ante el gobierno. ¿Qué hay en esto de
inaceptable para los autores de la carta? Nadie lo sabe.
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denunciado los “sueños absurdos” y la “hipocresía falaz”
de los astutos liberales del periódico Rossía161 (Núm. 5)
y, a la vez, hemos destacado la furiosa represión del gobierno
carcelero “contra pacíficos literatos, contra viejos
catedráticos y científicos, contra conocidos liberales de
los zemstvos”;162 hemos revelado el verdadero sentido del
programa “de patronato del Estado para mejorar las condiciones
de vida de los obreros” y celebrado la “preciosa
confesión” de que “más vale prevenir con reformas desde
arriba las demandas de reformas desde abajo que esperar
a esto último” (Núm. 6);163 hemos animado (Núm. 7)
a los funcionarios de Estadística que protestan y hemos
condenado a los funcionarios esquiroles (Núm. 9).
¡Quienes ven en esta táctica una ofuscación de la conciencia
de clase del proletariado y un compromiso con el
liberalismo prueban que no comprenden en absoluto el verdadero
sentido del programa del Credo y, de facto, aplican
precisamente este programa, por mucho que lo repudien!
Porque, por eso mismo, arrastran a la socialdemocracia a
“la lucha económica contra los patronos y el gobierno” y
se rinden ante el liberalismo, renunciando a intervenir de
manera activa en cada problema “liberal” y a fijar frente a
él su propia actitud, su actitud socialdemócrata.
6. Una vez más “calumniadores”, una vez
más “embaucadores”
Como recordará el lector, estas amables palabras son
de Rabóchei Dielo, que replica así a nuestra acusación de
distas”. Aconsejamos que mediten bien sobre estas palabras
quienes suelen afirmar con tanta presunción y ligereza que
las discrepancias entre los socialdemócratas de nuestros días
no son esenciales ni justifican una escisión. ¿Pueden actuar
con éxito en una misma organización quienes afirman que
hemos hecho todavía muy poco para denunciar la hostilidad
de la autocracia a las clases más diversas y para dar a conocer
a los obreros la oposición de los sectores más diversos de la
población a la autocracia, y quienes ven en esta actividad un
“compromiso”, evidentemente un compromiso con la teoría
de la “lucha económica contra los patronos y el gobierno”?
Hemos hablado, al recordar el cuadragésimo aniversario
de la liberación de los campesinos (Núm. 3),158 de que es
necesario llevar la lucha de clases al campo; hemos mostrado,
a propósito del informe secreto de Witte (Núm. 4),
que la administración autónoma local y la autocracia son
inconciliables; hemos atacado el feudalismo de los terratenientes
del gobierno, al comentar la nueva ley (Núm. 8),159
y hemos aplaudido el congreso ilegal de los zemstvos,160
alentando a los miembros y defensores de estos últimos
a abandonar las peticiones humillantes y pasar a la lucha;
hemos estimulado a los estudiantes, que empezaban a
comprender la necesidad de la lucha política y pasaban a
ella (Núm. 3) y, al mismo tiempo, hemos fustigado la “bárbara
incomprensión” de quienes propugnan el movimiento
“exclusivamente universitario” y exhortan a los estudiantes
a no participar en las manifestaciones callejeras (Núm. 3,
con motivo del llamamiento del Comité Ejecutivo de los
Estudiantes de Moscú, fechado el 25 de febrero); hemos
Vladimir Ilich Lenin
136
QUE HACER?
137
?
ante todo el mundo, sin ambages ni rodeos, el concepto que
tiene de los problemas candentes de la socialdemocracia
internacional y rusa? ¡Oh, no! Jamás se le ocurrirá nada
semejante, pues se aferra al recurso de “hacerse el ausente”:
Ni soy quien soy; ni sé, ni quiero saber nada del asunto.
Nosotros no somos “economistas”, Rabóchaya Mysl no es
“economismo”, en general, en Rusia no hay “economismo”.
Es un recurso muy hábil y “político”, pero tiene un pequeño
inconveniente: a los órganos de prensa que lo practican se
les suele poner el mote de “¿En qué puedo servirle?”.
Rabóchei Dielo cree que, en general, la democracia
burguesa en Rusia es una “quimera”.167 ¡Qué felices son!
Como el avestruz, esconden la cabeza bajo el ala y se
imaginan que con ello han hecho desaparecer todo lo que
les rodea. La serie de publicistas liberales que anuncian
triunfalmente cada mes el desmoronamiento e incluso la
desaparición del marxismo, la serie de periódicos liberales
(Sankt-Petersburgskie Viédomosti, Russkie Viédomosti y otros
muchos) dedicados a estimular a los liberales que llevan
a los obreros una concepción brentaniana de la lucha de
clases168 y una concepción tradeunionista de la política;
la pléyade de críticos del marxismo, cuyas verdaderas
tendencias han puesto tan bien al descubierto el Credo y
cuya mercancía literaria es la única que circula por Rusia
sin impuestos ni aranceles; la reanimación de las tendencias
revolucionarias no socialdemócratas, sobre todo después
de los sucesos de febrero y marzo; ¡todo eso, por lo visto,
es una quimera! ¡Todo eso no tiene en absoluto nada que
ver con la democracia burguesa!
“haber preparado indirectamente el terreno para convertir
el movimiento obrero en un instrumento de la democracia
burguesa”. En su simplicidad, Rabóchei Dielo ha decidido
que esta acusación no es otra cosa que una argucia polémica.
Como si dijera: estos malignos dogmáticos han
resuelto decirnos toda clase de cosas desagradables, ¿y qué
pude haber más desagradable que ser instrumento de la
democracia burguesa? Y se publica en negrilla un “mentís”:
“una calumnia patente”,164 “un embaucamiento”,165
“una mascarada”.166
Como Júpiter, Rabóchei Dielo (aunque se parece poco a
Júpiter) se enfada precisamente porque no tiene razón, demostrando
con sus insultos precipitados que es incapaz de
seguir el hilo de los pensamientos de sus adversarios. Y sin
embargo, no hace falta reflexionar mucho para comprender
por qué todo culto a la espontaneidad del movimiento de
masas, todo rebajamiento de la política socialdemócrata al
nivel de la política tradeunionista significa precisamente
preparar el terreno para convertir el movimiento obrero
en un instrumento de la democracia burguesa.
El movimiento obrero espontáneo sólo puede crear
por sí mismo el tradeunionismo (y lo crea de manera inevitable),
y la política tradeunionista de la clase obrera no
es otra cosa que la política burguesa de la clase obrera. La
participación de la clase obrera en la lucha política, e incluso
en la revolución política, en modo alguno convierte aún
su política en una política socialdemócrata. ¿Se le ocurrirá
a Rabóchei Dielo negar esto? ¿Se le ocurrirá, al fin, exponer
Vladimir Ilich Lenin
138
QUE HACER?
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?
de toda protesta contra la arbitrariedad. No se adormece
con la consideración de que la lucha económica incitará
a los obreros a pensar en su falta de derechos y de que las
condiciones empujan fatalmente el movimiento obrero al
camino revolucionario.
Interviene en todos los aspectos y en todos los problemas
de la vida social y política: cuando Guillermo se
niega a ratificar el nombramiento de un alcalde progresista
burgués, ¡nuestros “economistas” no han tenido tiempo
aún de explicar a los alemanes que esto es, en el fondo,
un compromiso con el liberalismo!; cuando se dicta una
ley contra las obras y estampas “inmorales”; cuando el
gobierno influye para que sean elegidos determinados
profesores, etc., etc. La socialdemocracia está siempre en
primera línea, excitando el descontento político en todas
las clases, despertando a los dormidos, espoleando a los
rezagados y proporcionando hechos y datos de todo género
para desarrollar la conciencia política y la actividad política
del proletariado. Y el resultado de todo eso es que hasta
los enemigos conscientes del socialismo sienten respeto
por el luchador político de vanguardia, y no es raro que un
documento importante, no sólo de los medios burgueses,
sino incluso de las esferas burocráticas y palaciegas, vaya
a parar, por una especie de milagro, al despacho de la redacción
de Vorwärts.
Ahí está la clave de la aparente “contradicción”, la cual
rebasa tanto la capacidad de comprensión de Rabóchei
Dielo, que la revista se limita a levantar las manos al cielo
Rabóchei Dielo y los autores de la carta “economista”,
aparecida en el Núm. 12 de Iskra, deberían “pensar en cuál
es la causa de que estos sucesos de la primavera hayan suscitado
una reanimación tan considerable de las tendencias
revolucionarias no socialdemócratas, en lugar de fortalecer
la autoridad y el prestigio de la socialdemocracia”. La causa
es que no hemos estado a la altura de nuestra misión, que la
actividad de las masas obreras ha sido superior a la nuestra,
que no hemos tenido dirigentes y organizadores revolucionarios
preparados en grado suficiente, que conocieran
a la perfección el estado de ánimo de todos sectores oposicionistas
y supieran ponerse a la cabeza del movimiento,
transformar una manifestación espontánea en una manifestación
política, ampliar su carácter político, etc.; en estas
condiciones, nuestro atraso seguirá siendo aprovechado de
manera inevitable por los revolucionarios no socialdemócratas
más dinámicos y más enérgicos; y los obreros, por
grandes que sean su abnegación y su energía en la lucha
con la policía y con las tropas, por muy revolucionaria que
sea su actuación, no pasarán de ser una fuerza que apoye a
esos revolucionarios, serán la retaguardia de la democracia
burguesa y no la vanguardia socialdemócrata.
Tomemos el caso de la socialdemocracia alemana, de la
que nuestros “economistas” quieren imitar sólo los lados
débiles. ¿Por qué no se produce en Alemania ni un solo
suceso político sin que contribuya aumentar más y más la
autoridad y el prestigio de la socialdemocracia? Pues porque
la socialdemocracia es siempre la primera en la apreciación
más revolucionaria de cada suceso, en la defensa
Vladimir Ilich Lenin
140
Capítulo IV
El primitivismo en el
trabajo de los economistas
y la organización de los
revolucionarios
clamando: “¡Mascarada!”. En efecto, ¡figúrense ustedes:
nosotros, Rabóchei Dielo, colocamos en primer plano el movimiento
obrero de masas (¡y lo imprimimos en negrilla!),
prevenimos a todos y a cada uno contra el peligro de disminuir
la importancia del elemento espontáneo, queremos
dar un carácter político a la misma, a la mismísima lucha
económica, queremos mantener un contacto estrecho y orgánico
con la lucha proletaria! Y después de eso se nos dice
que preparamos el terreno para convertir el movimiento
obrero en un instrumento de la democracia burguesa. ¿Y
quién nos lo dice? ¡Hombres que llegan a un “compromiso”
con el liberalismo, interviniendo en todos los problemas
“liberales” (¡qué incomprensión del “contacto orgánico
con la lucha proletaria”!) y dedicando tanto atención a
los estudiantes e incluso (¡qué horror!) a la gente de los
zemstvos! ¡Hombres que, en general, quieren consagrar
una parte mayor de sus fuerzas (en comparación con los
“economistas”) a la actividad entre las clases no proletarias
de la población! ¿No es eso, acaso, una “mascarada”?
¡Pobre Rabóchei Dielo! ¿Llegará alguna vez a desentrañar
el secreto de esta treta?
QUE HACER?
143
?
Las afirmaciones de Rabóchei Dielo, antes analizadas,
de que la lucha económica es el medio de agitación
política más ampliamente aplicable, de que nuestra tarea
consiste ahora en dar a la lucha económica misma un carácter
político, etc., demuestran que se tiene una noción
estrecha no sólo de nuestras tareas políticas, sino también
de las de organización. Para sostener la “lucha económica
contra los patronos y el gobierno”, es innecesaria en
absoluto una organización centralizada de toda Rusia
—que, por ello mismo, no puede formarse en el curso
de semejante lucha— que agrupe en un solo impulso común
todas las manifestaciones de oposición política, de
protesta y de indignación; una organización formada por
revolucionarios profesionales y dirigida por verdaderos
líderes políticos de todo el pueblo.
Y se comprende. La estructura de cualquier organismo
está determinada, de modo natural e inevitable, por el
contenido de la actividad de dicho organismo. De ahí que
Rabóchei Dielo, con las afirmaciones que hemos examinado
anteriormente, consagre y legitime, no sólo la estrechez de
la actividad política, sino también la estrechez de la labor de
organización. Y en este caso, como siempre, es un órgano
de prensa cuya conciencia cede ante la espontaneidad.
Sin embargo, el culto a las formas de organización esponVladimir
Ilich Lenin
144
QUE HACER?
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a la campaña con un equipo y una preparación primitivos
en extremo. En muchísimos casos carecían casi por completo
hasta de equipo y no tenían absolutamente ninguna
preparación. Iban a la guerra como verdaderos labradores,
sin más pertrecho que un garrote en la mano. Falto de
todo contacto con los viejos dirigentes del movimiento,
falto de toda ligazón con los círculos de otros lugares o
hasta de otros puntos de la ciudad (o de otros centros de
enseñanza), sin organización alguna de las diferentes partes
de la labor revolucionaria, sin ningún plan sistematizado
de acción para un período más o menos prolongado, un
círculo de estudiantes se pone en contacto con obreros y
empieza a trabajar. Despliega paso a paso una agitación y
una propaganda cada vez más vastas, y con su actuación
se gana las simpatías de sectores obreros bastante amplios,
así como de una parte de la sociedad instruida, que proporciona
dinero y pone a disposición del “comité” nuevos
y nuevos grupos de jóvenes.
Crece el prestigio del comité (o unión de lucha) y aumenta
su actividad, que se amplía de un modo espontáneo por completo:
las mismas personas que hace un año, o unos cuantos
meses, intervenían en círculos de estudiantes y resolvían el
problema de “¿a dónde ir?”, que entablaban y mantenían relaciones
con los obreros, redactaban e imprimían octavillas,
se ponen en contacto con otros grupos de revolucionarios,
consiguen publicaciones, emprenden la edición de un periódico
local, empiezan a hablar de organizar una manifestación
y, por fin, pasan a operaciones militares abiertas (que pueden
ser, según las circunstancias, la primera hoja de agitación, el
táneas, la incomprensión de cuán estrecha y primitiva es
nuestra labor de organización, de hasta qué punto somos
todavía unos “artesanos” en un terreno tan importante, esta
incomprensión, digo yo, es una verdadera enfermedad de
nuestro movimiento. No es, por supuesto, una enfermedad
propia de la decadencia, sino una enfermedad debida al
crecimiento.
Pero precisamente ahora, cuando la ola de la indignación
espontánea nos azota, por decirlo así, a nosotros como
dirigentes y organizadores del movimiento, es necesaria en
grado sumo la lucha más intransigente contra toda defensa
del atraso, contra toda legitimación de la estrechez de miras
en este sentido; es necesario en grado sumo despertar,
en cuantos toman parte o se proponen tomar parte en la
labor práctica, el descontento por los métodos primitivos
de trabajo que predominan entre nosotros y la decisión
inquebrantable de desembarazarnos de ellos.
1. ¿Qué es el primitivismo en el trabajo?
Intentemos responder a esta pregunta trazando un
pequeño cuadro de la actividad de un círculo socialdemócrata
típico de los años comprendidos entre 1894 y 1901.
Hemos aludido ya a la propensión general de la juventud
estudiantil de aquel período hacia el marxismo. Claro que
esta propensión no era sólo, e incluso no tanto, hacia el marxismo
en calidad de teoría como en calidad de respuesta
a la pregunta “¿Qué hacer?”, de llamamiento a emprender
la campaña contra el enemigo. Y los nuevos guerreros iban
Vladimir Ilich Lenin
146
QUE HACER?
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realidad, con las huelgas del verano de 1896), las deficiencias
de nuestra organización de combate se hicieron sentir cada
vez más. El gobierno se desconcertó al principio y cometió
una serie de errores (por ejemplo, contar a la opinión pública
monstruosidades de los socialistas o deportar a obreros de
las capitales a centros industriales de provincias), pero no
tardó en adaptarse a las nuevas condiciones de la lucha y
supo colocar en los lugares adecuados sus destacamentos de
provocadores, espías y gendarmes, pertrechados con todos
los medios modernos.
Las redadas se hicieron tan frecuentes, abarcaron a un
número tan grande de personas y barrieron los círculos
locales hasta el punto de que la masa obrera quedó lo que
se dice sin dirigentes, y el movimiento adquirió un carácter
esporádico increíble, siendo imposible en absoluto establecer
continuidad ni conexión alguna en el trabajo. El pasmoso
fraccionamiento de los militantes locales, la composición fortuita
de los círculos, la falta de preparación y la estrechez de
horizontes en el terreno de los problemas teóricos, políticos
y orgánicos eran consecuencia inevitable de las condiciones
descritas. Las cosas han llegado al extremo de que, en algunos
lugares, los obreros, a causa de nuestra falta de firmeza y de
hábitos de lucha clandestina, desconfían de los intelectuales y
se apartan de ellos: ¡los intelectuales, dicen, originan fracasos
por su acción demasiado irreflexiva!
Cuantos conozcan, por poco que sea, el movimiento
saben que todos los socialdemócratas reflexivos perciben,
al fin, que el primitivismo en el trabajo es una enfermedad.
primer número del periódico o la primera manifestación). Y
por lo general, en cuanto se inician estas operaciones, se produce
un fracaso inmediato y completo. Inmediato y completo,
precisamente, porque dichas operaciones militares no son el
resultado de un plan sistemático, bien meditado y preparado
poco a poco, de una lucha larga y tenaz, sino sencillamente
el crecimiento espontáneo de una labor de círculo efectuada
de acuerdo con la tradición.
Porque la policía, como es natural, conoce casi siempre
a todos los dirigentes principales del movimiento local,
que se han “acreditado” ya en las aulas universitarias, y
sólo espera el momento más propicio para hacer la redada,
consintiendo adrede que el círculo se extienda y se
desarrolle en grado suficiente para contar con un corpus
delicti palpable, y dejando cada vez intencionadamente
unas cuantas personas, de ella conocidas, “como semilla”
(expresión técnica que emplean, según mis noticias, tanto
los nuestros como los gendarmes). Es forzoso comparar semejante
guerra con una campaña de bandas de campesinos
armados de garrotes contra un ejército moderno. Y es de
admirar la vitalidad de un movimiento que se ha extendido,
crecido y conquistado victorias pese a la completa falta de
preparación de los combatientes.
Es cierto que, desde el punto de vista histórico, el carácter
primitivo del equipo era al principio no sólo inevitable, sino
incluso legítimo, como una de las condiciones que permitía
atraer a gran número de combatientes. Pero en cuanto empezaron
las operaciones militares serias (y empezaron ya, en
Vladimir Ilich Lenin
148
QUE HACER?
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?
deja notar la falta constante de dinero. En una
palabra, el crecimiento del movimiento obrero rebasa
al crecimiento y al desarrollo de las organizaciones
revolucionarias. Los efectivos de revolucionarios
activos resultan demasiado insignificantes para
concentrar en sus manos la influencia sobre toda la
masa obrera en efervescencia y para dar a todos los
disturbios aunque sea un asomo de armonía y organización…
Los círculos y los revolucionarios no
están unidos, no están agrupados, no constituyen
una organización única, fuerte y disciplinada, con
partes metódicamente desarrolladas… Y después
de hacer constar que el surgimiento inmediato de
nuevos círculos en lugar de los aniquilados “demuestra
tan sólo la vitalidad del movimiento…,
pero no prueba que exista una cantidad suficiente
de militantes revolucionarios plenamente aptos”,
el autor concluye: “La falta de preparación
práctica de los revolucionarios petersburgueses
se refleja también en los resultados de su labor.
Los últimos procesos, y en particular los de los
grupos Autoemancipación y Lucha del Trabajo
contra el Capital,171 han demostrado claramente
que un agitador joven que no conozca al detalle las
condiciones del trabajo y, por consiguiente, de la
agitación en una fábrica determinada, que no conozca
los principios de la clandestinidad y que sólo
haya asimilado” (¿asimilado?) “las ideas generales
de la socialdemocracia, puede trabajar unos cuatro,
cinco o seis meses. Luego viene la detención, que
muchas veces acarrea el aniquilamiento de toda la
Mas para que no crea el lector no iniciado que “construimos”
con artificio una fase especial o una enfermedad
peculiar del movimiento, nos remitiremos al testigo ya
citado. Que se nos disculpe la extensión de la cita:
Si el paso gradual a una actividad práctica más
amplia —escribe B-v169 en el número 6 de Rabóchei
Dielo—, paso que depende directamente del
período general de transición por que atraviesa
el movimiento obrero ruso, es un rasgo característico…,
existe otro rasgo no menos interesante
en el mecanismo general de la revolución obrera
rusa. Nos referimos a la escasez general de fuerzas
revolucionarias aptas para la acción,170 que se deja
sentir no sólo en San Petersburgo, sino en toda
Rusia. A la par con la intensificación general del
movimiento obrero, con el desarrollo general de
la masa obrera, con la creciente frecuencia de las
huelgas y con la lucha de masas de los obreros,
cada día más abierta —lo que recrudece las persecuciones
gubernamentales, las detenciones, los
destierros y las deportaciones—, se hace más y más
patente esta escasez de fuerzas revolucionarias de alta
calidad y, sin duda, no deja de influir en la profundidad
y el carácter general del movimiento. Muchas
huelgas transcurren sin una influencia enérgica y
directa de las organizaciones revolucionarias…,
se deja sentir la escasez de hojas de agitación y de
publicaciones clandestinas… los círculos obreros
se quedan sin agitadores… Al mismo tiempo se
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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toda la actividad revolucionaria en general, la incomprensión
de que con esta labor estrecha es imposible constituir
una buena organización de revolucionarios y, por último
—y eso es lo principal—, las tentativas de justificar esta
estrechez y erigirla en una “teoría” particular, es decir, el
culto a la espontaneidad también en este terreno.
En cuanto se manifestaron tales tentativas, se manifestaron
en dos direcciones. Unos empezaron a decir: la
propia masa obrera no ha planteado aún tareas políticas tan
amplias y combativas como las que quieren “imponerle” los
revolucionarios, debe luchar todavía por reivindicaciones
políticas inmediatas, sostener “la lucha económica contra
los patronos y el gobierno”172 (y a esta lucha “accesible” al
movimiento de masas corresponde, como es natural, una
organización “accesible” incluso a la juventud menos preparada).
Otros, alejados de toda “gradación”, comenzaron
a decir: se puede y se debe “hacer la revolución política”,
mas para eso no hay necesidad alguna de crear una fuerte
organización de revolucionarios que eduque al proletariado
en una lucha firme y tenaz; para eso basta con que empuñemos
todos el garrote ya conocido y “asequible”.
Hablando sin alegorías: que organicemos la huelga
general,173 o que estimulemos el “indolente” desarrollo del
movimiento obrero por medio del “terrorismo excitante”.174
Ambas tendencias, los oportunistas y los “revolucionistas”,
capitulan ante el primitivismo imperante en el trabajo, no
confían en que sea posible desembarazarse de él, no comprenden
nuestra primera y más urgente tarea práctica: crear
organización o, por lo menos de una parte de ella.
Cabe preguntar: ¿puede un grupo actuar con éxito,
con fruto, cuando su existencia está limitada a unos
cuantos meses? Es evidente que los defectos de las
organizaciones existentes no pueden atribuirse por
entero al período de transición; es evidente que
la cantidad y, sobre todo, la calidad de los componentes
de las organizaciones activas desempeñan
aquí un papel de no escasa importancia, y la tarea
primordial de nuestros socialdemócratas… debe
consistir en unificar realmente las organizaciones con
una selección rigurosa de sus miembros”.
2. El primitivismo en el trabajo
y el economismo
Debemos analizar ahora una cuestión que, sin duda, se
plantean ya los lectores: ¿puede establecerse una relación
entre el primitivismo en el trabajo, como enfermedad de
crecimiento que afecta a todo el movimiento, y el “economismo”,
como una tendencia de la socialdemocracia rusa?
Creemos que sí. La falta de preparación práctica y la falta
de habilidad en la labor de organización son, en efecto,
cosas comunes a todos nosotros, incluso a quienes desde el
primer momento han sustentado con firmeza el punto de
vista del marxismo revolucionario. Y es cierto que nadie
podría culpar de esta falta de preparación, por sí sola, a
los militantes dedicados a la labor práctica. Pero, además
de la falta de preparación, el concepto “primitivismo en el
trabajo” implica también otra cosa: el reducido alcance de
Vladimir Ilich Lenin
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Nuestro pecado capital consiste en rebajar nuestras tareas
políticas y orgánicas al nivel de los intereses inmediatos,
“palpables”, “concretos” de la lucha económica cotidiana,
pero siguen cantándonos; ¡hay que imprimir a la lucha
económica misma un carácter político!
Repetimos: eso es literalmente la misma “intuición de
la vida” que demostraba poseer el personaje de la épica
popular que gritaba al paso de un entierro: “¡Ojalá tengáis
siempre uno que llevar!”.
Recuerden la incomparable presunción, verdaderamente
digna de Narciso, con que esos sabios aleccionaban a Plejánov:
“A los círculos obreros les son inaccesibles en general
(sic) las tareas políticas en el sentido real, práctico, de esa
palabra, es decir, en el sentido de una lucha práctica, conveniente
y eficaz, por reivindicaciones políticas” (Respuesta
de la redacción de Rabóchei Dielo, pág. 24). ¡Hay círculos y
círculos, señores! Desde luego, a un círculo de “artesanos”
le son inaccesibles las tareas políticas, mientras esos artesanos
no comprendan el primitivismo de su trabajo y no se
desembaracen de él. Pero si, además, esos artesanos tienen
apego a sus métodos, si escriben siempre en cursiva la palabra
“práctico” y se imaginan que el practicismo exige de
ellos que rebajen sus tareas al nivel de la comprensión de los
sectores más atrasados de las masas, entonces, por supuesto,
serán incorregibles y, en efecto, las tareas políticas les serán
inaccesibles en general. Pero a un círculo de adalides como
Alexéiev y Myshkin, Jaulturin y Zheliábov les son accesibles
las tareas políticas en el sentido más real, más práctico, de
una organización de revolucionarios capaz de asegurar a la
lucha política energía, firmeza y continuidad.
Acabamos de citar las palabras de B-v: “El crecimiento
del movimiento obrero rebasa el crecimiento y el desarrollo
de las organizaciones revolucionarias”. Esta “valiosa noticia
de un observador directo” (comentario de la redacción de
Rabócheie Dielo al artículo de B-v) tiene para nosotros un
doble valor. Demuestra que teníamos razón al considerar
que la causa fundamental de la crisis por que atraviesa en
la actualidad la socialdemocracia rusa está en el atraso de
los dirigentes (“ideólogos”, revolucionarios, socialdemócratas)
respecto al movimiento ascensional espontáneo de
las masas. Demuestra que todas esas disquisiciones de los
autores de la carta “economista” (en el Núm. 12 de Iskra),
de B. Krichevski y Martínov, sobre el peligro de disminuir la
importancia del elemento espontáneo, la monótona lucha
cotidiana, la táctica-proceso, etc., son precisamente una
defensa y una exaltación del primitivismo en el trabajo.
Esos hombres, que no pueden pronunciar la palabra
“teórico” sin una mueca de desprecio y que llaman
“intuición de la vida” a su prosternación ante la falta de
preparación para la vida y ante el desarrollo insuficiente,
demuestran de hecho que no comprenden nuestras tareas
prácticas más imperiosas. Gritan a quienes se han rezagado:
“¡Seguid el paso! ¡No os adelantéis!”. Y a quienes
adolecen de falta de energía y de iniciativa en la labor de
organización, de falta de “planes” para organizar las cosas
con amplitud y valentía ¡les hablan de la “táctica-proceso”!
Vladimir Ilich Lenin
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guiándose por una teoría verdaderamente revolucionaria
y apoyándose en una clase verdaderamente revolucionaria
que despierta de manera espontánea, puede al fin —¡al
fin!— alzarse cuan alto es y desplegar todas sus fuerzas de
gigante. Para ello sólo hace falta que entre la masa de militantes
dedicados a la actividad práctica —y entre la masa,
mayor aún, de quienes sueñan con la práctica ya desde el
banco de la escuela— sea acogido con burla y desprecio
todo intento de rebajar nuestras tareas políticas y el alcance
de nuestra labor de organización. ¡Y lo conseguiremos,
señores, pueden estar seguros de ello!
En el artículo ¿Por dónde empezar? he escrito contra
Rabócheie Dielo:
En veinticuatro horas se puede cambiar de táctica
en la agitación respecto a algún problema especial,
se puede cambiar de táctica en la realización de
algún detalle de organización del partido; pero
cambiar, no digamos en veinticuatro horas, sino
incluso en veinticuatro meses de criterio acerca
de si hace falta en general, siempre y en absoluto,
una organización combativa y una agitación política
entre las masas es cosa que sólo pueden hacer
personas sin principios.175
Rabócheie Dielo contesta:
Esta acusación de Iskra, la única que pretende estar
basada en hechos, carece de todo fundamento.
Los lectores de Rabóchei Dielo saben muy bien
que nosotros, desde el comienzo mismo, no sólo
la palabra. Y les son accesibles precisamente por cuanto sus
fogosos discursos encuentran eco en la masa que se despierta
espontáneamente; por cuanto su impetuosa energía es
secundada y apoyada por la energía de la clase revolucionaria.
Plejánov tenía mil veces razón no sólo cuando indicó
cuál era esta clase revolucionaria, no sólo cuando demostró
que su despertar espontáneo era inevitable e ineludible, sino
también cuando incluso señaló a los “círculos obreros” una
tarea política grande y sublime.
Y ustedes invocan el movimiento de masas, surgido desde
entonces, para rebajar esa tarea, para reducir la energía y
el alcance de la actividad de los “círculos obreros”. ¿Qué es
esto sino apego del artesano a sus métodos? Se vanaglorian
de su espíritu práctico y no ven el hecho conocido de todo
militante ruso entregado a la labor práctica: que milagros
puede hacer en la obra revolucionaria la energía no sólo
de un círculo, sino incluso de un individuo. ¿O creen que
en nuestro movimiento no pueden existir adalides como
los que existieron en los años 70? ¿Por qué razón? ¿Por
qué estamos poco preparados? ¡Pero nos preparamos, nos
seguiremos preparando y llegaremos a estar preparados!
Es cierto que, por desgracia, en agua estancada de la
“lucha económica contra los patronos y el gobierno” se
ha criado entre nosotros verdín: han aparecido personas
que se postran ante la espontaneidad y contemplan con
unción (como dice Plejánov) “la parte trasera” del proletariado
ruso. Sin embargo, sabremos limpiarnos ese verdín.
Es ahora precisamente cuando el revolucionario ruso,
Vladimir Ilich Lenin
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la Unión todo lo que está al alcance de una organización
residente en el extranjero”.176 ¡Vano intento de salir del
paso! Jamás se me ha ocurrido negar que hicieron ustedes
todo lo que estaba a su alcance. Lo que yo he afirmado y
afirmo es que los límites de lo “accesible” para ustedes se
restringen por la miopía de sus concepciones. Es ridículo
hablar de “organizaciones de combate” para luchar por
“reivindicaciones políticas inmediatas” o para “la lucha
económica contra los patronos y el gobierno”.
Pero si el lector quiere ver perlas de enamoramiento
“económico” de los métodos primitivos, tendrá que pasar,
como es lógico, del ecléctico y vacilante Rabóchei Dielo al
consecuente y decidido Rab. Mysl. “Dos palabras ahora
sobre la llamada intelectualidad revolucionaria —escribía
R. M. en el Suplemento especial, pág. 13—: es cierto que
más de una vez ha demostrado en la práctica que está totalmente
dispuesta a “entablar el combate decisivo contra
el zarismo”. Pero lo malo es que, perseguida de manera
implacable por la policía política, nuestra intelectualidad
revolucionaria tomaba esta lucha contra la policía política
por una lucha política contra la autocracia. Por eso sigue
aún sin encontrar respuesta a la pregunta de “dónde sacar
fuerzas para luchar contra la autocracia”.
¿Verdad que es incomparable este olímpico desprecio
que siente por la lucha contra la policía un admirador (en
el peor sentido de la palabra) del movimiento espontáneo?
¡Está dispuesto a justificar nuestra inepcia para la
actividad clandestina diciendo que, con el movimiento
hemos exhortado a la agitación política, sin esperar
a que apareciera Iskra… —diciendo al paso que,
no ya a los círculos obreros— ni aun siquiera al
movimiento obrero de masas se le puede plantear
como primera tarea política la de derribar el absolutismo,
Sino únicamente la lucha por reivindicaciones políticas
inmediatas, y que “las reivindicaciones políticas inmediatas
se hacen accesibles a las masas después de una o, en todo
caso, de varias huelgas”), “sino que, con nuestras publicaciones
hemos proporcionado desde el extranjero a los
camaradas que actúan en Rusia los únicos materiales de
agitación política socialdemócrata” (y en estos materiales
no sólo han practicado con la mayor amplitud la agitación
política exclusivamente en el terreno de la lucha económica,
sino que han llegado, por fin, a la conclusión de que
esta agitación limitada es “la que se puede aplicar con la
mayor amplitud”.
¿Y no advierten ustedes, señores, que su argumentación
demuestra precisamente la necesidad de que apareciera
Iskra —en vista del carácter de esos materiales únicos— y
la necesidad de la lucha de Iskra contra Rabócheie Dielo?
“Por otra parte, nuestra actividad editorial preparaba en
la práctica la unidad táctica del partido” (¿la unidad de
convicción de que la táctica es un proceso de crecimiento
de las tareas del partido, las cuales crecen junto con éste?
¡Valiente unidad!) “… y, con ello, la posibilidad de crear una
“organización de combate” para cuya formación ha hecho
Vladimir Ilich Lenin
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revolucionarios profesionales.
Llegamos así al problema de las relaciones entre la organización
de revolucionarios profesionales y el movimiento
puramente obrero. Este problema, poco reflejado en las
publicaciones, nos ha ocupado a nosotros, los “políticos”,
mucho tiempo en pláticas y discusiones con camaradas
más o menos inclinados al “economismo”. Merece la pena
que nos detengamos en él especialmente. Pero terminemos
antes de ilustrar con otra cita nuestra tesis sobre la relación
entre el primitivismo en el trabajo y el “economismo”.
“El grupo Emancipación del Trabajo —decía el señor
NN en su Respuesta177—exige que se luche directamente
contra el gobierno, sin pensar dónde está la fuerza material
necesaria para esa lucha ni indicar qué caminos ha de
seguir ésta”. Y subrayando estas últimas palabras, el autor
hace a propósito del término “caminos” la observación
siguiente:
Esta circunstancia no puede explicarse por fines
conspirativos, ya que en el programa no se trata
de una conjura, sino de un movimiento de masas. Y
las masas no pueden avanzar por caminos secretos.
¿Es posible, acaso, una huelga secreta? ¿Es posible
celebrar en secreto una manifestación o presentar
en secreto una petición?178
El autor ha abordado de lleno tanto la “fuerza material”
(los organizadores de las huelgas y manifestaciones) como
los “caminos” que debe seguir esta lucha; pero se ha quedado,
espontáneo de masas, no tiene importancia, en el fondo,
la lucha contra la policía política! Muy pocos, poquísimos,
suscribirán esta monstruosa conclusión: con tanto dolor
siente todo el mundo las deficiencias de nuestras organizaciones
revolucionarias.
Pero si no la suscribe, por ejemplo, Martínov, es sólo
porque no sabe o no tiene la valentía de reflexionar hasta el
fin en sus propias tesis. En efecto, ¿acaso una “tarea” como
la de que las masas planteen reivindicaciones concretas
que prometan resultados palpables exige preocuparse de
manera especial por crear una organización de revolucionarios
sólida, centralizada y combativa? ¿No cumple también
esta “tarea” una masa que en modo alguno “lucha contra
la policía política”? Más aún: ¿sería realizable esta tarea,
si, además de un reducido número de dirigentes, no se
encargaran de cumplirla también (en su inmensa mayoría)
obreros que son incapaces en absoluto de “luchar contra
la policía política”?
Estos obreros, los hombres de medios de la masa,
pueden dar pruebas de energía y abnegación gigantescas
en una huelga, en la lucha contra la policía y las tropas en
la calle, pueden decidir (y son los únicos que pueden),
el desenlace de todo nuestro movimiento; pero precisamente
la lucha contra la policía política exige cualidades
especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosotros
debemos preocuparnos no sólo de que las masas “planteen”
reivindicaciones concretas, sino también de que la masa
de obreros “destaque”, en número cada vez mayor, a estos
Vladimir Ilich Lenin
160
QUE HACER?
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?
3. La organización de los obreros
y la organización de los revolucionarios
Si el concepto de “lucha económica contra los patronos
y el gobierno” corresponde para un socialdemócrata al de
lucha política, es natural esperar que el concepto de “organización
de revolucionarios” corresponda más o menos
al de “organización de obreros”. Y así ocurre, en efecto; de
suerte que, al hablar de organización, resulta que hablamos
literalmente en lenguas diferentes. Por ejemplo, recuerdo
como si hubiera ocurrido hoy la conversación que sostuve
en cierta ocasión con un “economista” bastante consecuente
al que antes no conocía.179
La conversación giraba en torno al folleto ¿Quién hará
la revolución política? Pronto convinimos en que el defecto
principal de este folleto consistía en dar de lado el problema
de la organización. Nos figurábamos estar ya de acuerdo,
pero…, al seguir la conversación, resultó que hablábamos
de cosas distintas. Mi interlocutor acusaba al autor de no
tener en cuenta las cajas de resistencia, las sociedades de
socorros mutuos, etc.; yo, en cambio, pensaba en la organización
de revolucionarios indispensable para “hacer” la
revolución política. ¡Y en cuanto se reveló esta discrepancia,
no recuerdo haber coincidido jamás con este “economista”
sobre ninguna cuestión de principio!
¿En qué consistía, pues, el origen de nuestras discrepancias?
Precisamente en que los “economistas” se apartan a
cada paso de las concepciones socialdemócratas para caer
en el tradeunionismo, tanto en las tareas de organización
sin embargo, confuso y perplejo, pues se “prosterna” ante el
movimiento de masas, es decir, lo considera algo que nos
exime de nuestra actividad revolucionaria, y no algo que
debe alentar e impulsar nuestra actividad revolucionaria.
Una huelga secreta es imposible para quienes participen en
ella o tengan relación inmediata con ella. Pero para las masas
de obreros rusos, esa huelga puede ser (y lo es en la mayoría
de los casos) “secreta”, porque el gobierno se preocupará de
cortar toda relación con los huelguistas, se preocupará de
hacer imposible toda difusión de noticias sobre la huelga.
Y aquí es necesaria la “lucha contra la policía política”,
una lucha especial, una lucha que jamás podrá sostener
activamente una masa tan amplia como la que participa
en las huelgas. Esta lucha deben organizarla, “según todas
las reglas del arte”, personas cuya profesión sea la actividad
revolucionaria. La organización de esta lucha no se ha
hecho menos necesaria porque las masas se incorporen
espontáneamente al movimiento.
Al contrario: la organización se hace, por eso, más necesaria,
pues nosotros, los socialistas, faltaríamos a nuestras
obligaciones directas ante las masas si no supiéramos impedir
que la policía haga secreta (y si a veces no preparásemos
nosotros mismos en secreto) cualquier huelga o manifestación.
Y sabremos hacerlo precisamente porque las masas
que despiertan espontáneamente destacarán también de su
seno a más y más “revolucionarios profesionales” (siempre
que no se nos ocurra invitar a los obreros, de diferentes
maneras, al inmovilismo).
Vladimir Ilich Lenin
162
QUE HACER?
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?
las condiciones históricas, jurídicas, etc., pudiendo ser más
o menos estrechas, complejas, etc. (desde nuestro punto
de vista, deben ser lo más estrechas y lo menos complejas
posibles); pero no puede ni hablarse de identificar en los
países libres la organización de los sindicatos con la organización
del partido socialdemócrata.
En Rusia, en cambio, el yugo de la autocracia borra a
primera vista toda diferencia entre la organización socialdemócrata
y el sindicato obrero, pues todo sindicato obrero,
todo círculo están prohibidos, y la huelga, principal manifestación
y arma de la lucha económica de los obreros, se
considera en general un delito común (¡y a veces incluso
un delito político!). Por consiguiente, las condiciones de
Rusia, de una parte, “incitan” con gran fuerza a los obreros
que sostienen la lucha económica a pensar en las cuestiones
políticas, y, de otra, “incitan” a los socialdemócratas
a confundir el tradeunionismo con la socialdemocracia
(nuestros Krichevski, Martínov y Cía., que hablan sin cesar
de la “incitación” del primer tipo, no ven la “incitación” del
segundo tipo).
En efecto, imaginémonos a personas absorbidas en
el 99 % por “la lucha económica contra los patronos y el
gobierno”. Unas jamás pensarán durante todo el período
de su actuación (de cuatro a seis meses) en la necesidad de
una organización más compleja de revolucionarios. Otras
“tropezarán” tal vez con publicaciones bernsteinianas,
bastante difundidas, y extraerán de ellas la convicción de
que lo importante de verdad es “el desarrollo progresivo
como en las políticas. La lucha política de la socialdemocracia
es mucho más amplia y compleja que la lucha económica
de los obreros contra los patronos y el gobierno. Del mismo
modo (y como consecuencia de ello), la organización
de un partido socialdemócrata revolucionario ha de ser
inevitablemente de un género distinto que la organización
de los obreros para la lucha económica. La organización
de los obreros deber ser, primero, profesional; segundo, lo
más amplia posible; tercero, lo menos clandestina posible
(aquí más adelante me refiero, claro está, sólo a la Rusia
autocrática).
Por el contrario, la organización de los revolucionarios
debe agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya profesión
sea la actividad revolucionaria (por eso hablo de una
organización de revolucionarios, teniendo en cuenta a los
revolucionarios socialdemócratas). Ante este rasgo común
de los miembros de semejante organización, debe desaparecer
en absoluto toda diferencia entre obreros e intelectuales, sin
hablar ya de la diferencia entre las diversas profesiones de
unos y otros. Esta organización debe ser necesariamente no
muy amplia y lo más clandestina posible. Detengámonos
en estos tres puntos distintos.
En los países que gozan de libertad política, la diferencia
entre la organización sindical y la organización política es
completamente clara, como lo es también la diferencia
entre las tradeuniones y la socialdemocracia. Por supuesto,
las relaciones de esta última con las primeras varían de manera
inevitable en los distintos países, en dependencia de
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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de comprender, por lo menos, esta noción elemental; si
dichas organizaciones gremiales no fuesen muy amplias.
Y cuanto más amplias sean estas organizaciones, tanto más
amplia será nuestra influencia en ellas, ejercida no sólo por
el desarrollo “espontáneo” de la lucha económica, sino
también por el influjo directo y consciente de los miembros
socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas. Pero en
una organización amplia, es imposible la clandestinidad
rigurosa (pues exige mucha más preparación que para
participar en la lucha económica).
¿Cómo conciliar esta contradicción entre la necesidad
de una organización amplia y de una clandestinidad rigurosa?
¿Cómo conseguir que las organizaciones gremiales
sean lo menos clandestinas posible? En general, no puede
haber más que dos caminos: o bien la legalización de las
asociaciones gremiales (que en algunos países ha precedido
a la legalización de las organizaciones socialistas y políticas),
o bien el mantenimiento de la organización secreta,
pero tan “libre”, tan poco reglamentaria, tan lose,180 como
dicen los alemanes, que la clandestinidad quede reducida
casi a cero para la masa de afiliados.
La legalización de asociaciones obreras no socialistas
y no políticas ha comenzado ya en Rusia, y está fuera de
toda duda que cada paso de nuestro movimiento obrero
socialdemócrata, que crece con rapidez, estimulará y
multiplicará las tentativas de esta legalización, efectuadas
principalmente por los adictos al régimen vigente, pero
también, en parte, por los propios obreros y los intelectuales
liberales. Los Vasíliev y los Zubátov han izado ya la
de la monótona lucha cotidiana”. Otras, en fin, se dejarán
quizá seducir por la tentadora idea de dar al mundo un
nuevo ejemplo de “estrecho contacto orgánico con la lucha
proletaria”, de contacto del movimiento sindical con el
movimiento socialdemócrata. Cuanto más tarde entra un
país en la palestra del capitalismo y, en consecuencia, del
movimiento obrero —razonarán esas personas—, tanto
más pueden participar los socialistas en el movimiento
sindical y apoyarlo, y tanto menos puede y debe haber sindicatos
no socialdemócratas. Hasta ahora, tal razonamiento
es completamente justo; pero la desgracia consiste en que
van más lejos y sueñan con una fusión total de la socialdemocracia
y el tradeunionismo. En seguida veremos, por
el ejemplo, de los estatutos de la Unión de Lucha de San
Petersburgo, el nocivo reflejo de esos sueños en nuestros
planes de organización.
Las organizaciones obreras para la lucha económica han
de ser organizaciones sindicales. Todo obrero socialdemócrata
debe, dentro de lo posible, apoyar estas organizaciones
y actuar intensamente en ellas. De acuerdo. Pero es
contrario en absoluto a nuestros intereses exigir que sólo
los socialdemócratas puedan ser miembros de las organizaciones
“gremiales”, pues eso reduciría el alcance de nuestra
influencia entre las masas. Que participe en la organización
gremial todo obrero que comprenda la necesidad de la
unión para luchar contra los patronos y el gobierno.
El fin mismo de las organizaciones gremiales sería
inaccesible si no agrupasen a todos los obreros capaces
Vladimir Ilich Lenin
166
QUE HACER?
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amplios, a los sectores más atrasados; en liberarnos nosotros,
los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales
(difusión de libros legales, socorros mutuos, etc.) y cuyo
desarrollo nos proporcionará, de manera ineluctable y en
cantidad creciente, hechos y datos para la agitación.
En este sentido, podemos y debemos decir a los Zubátov
y a los Ozerov: “¡Esfuércense, señores, esfuércense!”. Por
cuanto tienden ustedes una celada a los obreros, mediante
la provocación directa o la corrupción “honrada” de los
obreros con ayuda del “struvismo”,181 nosotros ya nos encargaremos
de desenmascararlos. Por cuanto dan ustedes
un verdadero paso adelante —aunque sea en forma del más
“tímido zigzag”, pero un paso adelante—, les diremos: “¡Sigan,
sigan!”. Un verdadero paso adelante no puede ser sino
una ampliación efectiva, aunque minúscula, del campo de
acción de los obreros. Y toda ampliación semejante ha de
beneficiarnos y acelerar la aparición de sociedades legales
en las que no sean los provocadores quienes pesquen a los
socialistas, sino los socialistas quienes pesquen adeptos.
En una palabra, nuestra tarea consiste ahora en combatir
la cizaña. No es cosa nuestra cultivar el trigo en pequeños
tiestos. Al arrancar la cizaña, desbrozamos el terreno para
que pueda crecer el trigo. Y mientras los Afanasi Ivánovich y
las Puljeria Ivánovna182 se dedican al cultivo doméstico, nosotros
debemos preparar segadores que sepan arrancar hoy
la cizaña y recoger mañana el trigo.183 Así pues, nosotros no
podemos resolver por medio de la legalización el problema
de crear una organización sindical lo menos clandestina y
bandera de la legalización; los señores Ozerov y Worms le
han prometido y dado ya su concurso, y la nueva corriente
ha encontrado ya adeptos entre los obreros. Y nosotros no
podemos dejar ya de tener en cuenta esta corriente. Es poco
probable que entre los socialdemócratas pueda existir más
de una opinión acerca de cómo hay que tenerla en cuenta.
Nuestro deber consiste en denunciar sin desmayo toda
participación de los Zubátov y los Vasíliev, de los gendarmes
y los curas en esta corriente, y explicar a los obreros
los verdaderos propósitos de estos elementos.
Nuestro deber consiste en denunciar asimismo toda
nota conciliadora, de “armonía”, que se deslice en los discursos
de los liberales en las reuniones obreras públicas,
independientemente de que dichas notas sean debidas al
sincero convencimiento de que es deseable la colaboración
pacífica de las clases, al afán de congraciarse con las autoridades
o a simple falta de habilidad. Tenemos, en fin, el deber
de poner en guardia a los obreros contra las celadas que
les tiende con frecuencia la policía, que en estas reuniones
públicas y en las sociedades autorizadas observa a los “más
fogosos” e intenta aprovechar las organizaciones legales
para introducir provocadores también en las ilegales.
Pero hacer todo eso no significa en absoluto olvidar que,
en fin de cuentas, la legalización del movimiento obrero
nos beneficiará a nosotros, y no, en modo alguno, a los Zubátov.
Al contrario: precisamente con nuestra campaña de
denuncias, separamos la cizaña. El trigo está en interesar en
los problemas sociales y políticos a sectores obreros aún más
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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fábrica y lleva la crónica de lo que sucede en ella”. “El grupo
central da cuenta cada mes a todos los cotizantes del estado
de la caja” (Art. 17), etc.
Diez artículos están consagrados a la “organización distrital”,
y 19, a la complejísima relación entre el Comité de
la Organización Obrera y el Comité de la Unión de Lucha
de San Petersburgo (delegados de cada distrito y de los
“grupos ejecutivos”: “grupos de propagandistas, para las
relaciones con las provincias, para las relaciones con el
extranjero, para la administración de los depósitos, de las
ediciones y de la caja”).
¡La socialdemocracia equivale a “grupos ejecutivos” en
lo que concierne a la lucha económica de los obreros! Sería
difícil demostrar con mayor relieve cómo el pensamiento
del “economista” se desvía de la socialdemocracia hacia el
tradeunionismo; hasta qué punto le es extraña toda noción
de que el socialdemócrata debe pensar, ante todo, en una
organización de revolucionarios capaces de dirigir toda la
lucha emancipadora del proletariado. Hablar de “la emancipación
política de la clase obrera”, de la lucha contra “la
arbitrariedad zarista” y escribir semejante reglamento de
una organización significa no tener la menor idea de cuáles
son las verdaderas tareas políticas de la socialdemocracia.
Ni uno solo del medio centenar de artículos revela la mínima
comprensión de que es necesario hacer la más amplia
agitación política entre las masas, una agitación que ponga
en claro todos los aspectos del absolutismo ruso y toda la
fisonomía de las diferentes clases sociales de Rusia. Es más,
con un reglamento así, son inalcanzables no sólo los fines
lo más amplia posible (pero nos alegraría mucho que los
Zubátov y los Ozerov nos ofreciesen la posibilidad, aunque
fuese parcial, de resolverlo de este modo, ¡para lo cual tenemos
que combatirlos con la mayor energía posible!). Nos
queda el recurso de las organizaciones sindicales secretas, y
debemos prestar toda ayuda a los obreros que emprenden
ya (como sabemos de buena tinta) este camino.
Las organizaciones sindicales pueden ser utilísimas para
desarrollar y reforzar la lucha económica y, además, convertirse
en un auxiliar de gran importancia para la agitación
política y la organización revolucionaria. Para llegar a este
resultado y orientar el naciente movimiento sindical hacia
el cauce deseable para la socialdemocracia, es preciso, ante
todo, comprender bien lo absurdo del plan de organización
que preconizan los “economistas” petersburgueses desde
hace ya cerca de cinco años.
Este plan ha sido expuesto en el Reglamento de la Caja
Obrera del mes de julio de 1897184 y en el Reglamento de
la Organización Sindical Obrera de octubre de 1900.185 El
defecto de ambos reglamentos consiste en que estructuran
con todo detalle una vasta organización obrera y la confunden
con la organización de los revolucionarios. Tomemos
el segundo reglamento por ser el más acabado. Consta de
52 artículos: 23 exponen la estructura, el funcionamiento
y las atribuciones de los “círculos obreros”, que serán organizados
en cada fábrica (“diez hombres como máximo”)
y elegirán los “grupos centrales” (de fábrica). “El grupo
central —dice el Art. 2— observa todo lo que pasa en su
Vladimir Ilich Lenin
170
QUE HACER?
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la prensa clandestina, sin crear para ello grupos especiales?
“Dirigir la lucha de los obreros por el mejoramiento de su
situación en la fábrica” (Art. 3). Para esto tampoco hace
falta reglamentación. Todo agitador, por poco inteligente
que sea, sabrá averiguar a fondo, por una simple conversación,
qué reivindicaciones quieren presentar los obreros y,
después, hacerlas llegar a una organización estrecha, y no
amplia, de revolucionarios, para que les envíe la octavilla
apropiada. “Crear una caja… con cotización de dos kopeks
por rublo” (Art. 9) y dar cuenta cada mes a todos de las
entradas y salidas (Art. 17); excluir a los miembros que no
paguen las cuotas (Art. 10), etc.
Eso es un verdadero paraíso para la policía, pues nada
hay más fácil que penetrar en el secreto de la “caja central
fabril”, confiscar el dinero y encarcelar a todos los militantes
mejores. ¿No sería más sencillo emitir cupones de uno o
dos kopeks con el sello de una organización determinada
(muy reducida y muy clandestina), o incluso, sin sello
alguno, hacer colectas cuyo resultado se daría a conocer
en un periódico ilegal con un lenguaje convencional? De
este modo se alcanzaría el mismo fin, y a los gendarmes
les sería cien veces más difícil descubrir los hilos de la
organización.
Podría continuar este análisis del reglamento, pero creo
que con lo dicho basta. Un pequeño núcleo bien unido,
compuesto por los obreros más seguros, más experimentados
y mejor templados, con delegados en los distritos
principales, y ligado a la organización de revolucionarios
políticos, sino incluso los fines tradeunionistas, pues estos
últimos requieren una organización por profesiones que ni
siquiera se menciona en el reglamento.
Pero lo más característico es, quizá, la pesadez asombrosa
de todo este “sistema” que trata de ligar cada fábrica
al “comité” mediante una cadena ininterrumpida de reglas
uniformes, minuciosas hasta lo ridículo y con un sistema
electoral indirecto de tres grados. Encerrado en el estrecho
horizonte del “economismo”, el pensamiento cae en
detalles que despiden un tufillo a papeleo y burocracia. En
realidad, claro está, las tres cuartas partes de estos artículos
jamás son aplicados; pero, en cambio, una organización tan
“clandestina”, con un grupo central en cada fábrica, facilita
a los gendarmes la realización de redadas increíblemente
vastas. Los camaradas polacos han pasado ya por esta fase
del movimiento, en la que todos ellos se dejaron llevar por
idea de fundar cajas obreras a vasta escala, pero renunciaron
muy pronto a ella, al persuadirse de que sólo facilitaban
presa abundante a los gendarmes.
Si queremos amplias organizaciones obreras y no amplios
descalabros, si no queremos dar gusto a los gendarmes,
debemos tender a que estas organizaciones no estén
reglamentadas en absoluto. ¿Podrán entonces funcionar?
Veamos cuáles son sus funciones: “Observar todo lo que
pasa en la fábrica y llevar la crónica de lo que sucede en
ella” (Art. 2 del reglamento).
¿Existe una necesidad absoluta de reglamentar esto?
¿No podría conseguirse mejor por medio de crónicas en
Vladimir Ilich Lenin
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nuestro fraccionamiento y nuestros fracasos continuos,
no logramos más que hacer más accesibles a la masa las
tradeuniones del tipo de las de Zubátov u Ozerov.
¿En qué deben consistir, en suma, las funciones de esta
organización de revolucionarios? Vamos a decirlo con todo
detalle. Pero examinemos antes otro razonamiento muy
típico de nuestro terrorista, el cual (¡triste destino!) vuelve
a marchar al lado del “economista”. La revista para obreros
Svoboda (Núm. 1) contiene un artículo titulado “La organización”,
cuyo autor procura defender a sus amigos los
“economistas” obreros de Ivánovo-Voznesensk.
Mala cosa es —dice— una muchedumbre silenciosa,
inconsciente; mala cosa es un movimiento que
no viene de la base. Vean lo que sucede: cuando los
estudiantes de una ciudad universitaria retornan
a sus hogares durante unas fiestas en el verano, el
movimiento obrero se paraliza. ¿Puede ser una
verdadera fuerza un movimiento obrero así, estimulado
desde fuera? En modo alguno… todavía no ha
aprendido a andar solo y lo llevan con andaderas. Y
así en todo: los estudiantes se van y el movimiento
cesa; se encarcela a los elementos más capaces, a
la crema, y la leche se agria; se detiene al “comité”
y, hasta que se forma otro nuevo, vuelve la calma.
Además, no se sabe qué otro se formará, quizá no se
parezca en nada al antiguo; aquél decía una cosa, éste
dirá lo contrario. El nexo entre el ayer y el mañana
está roto, la experiencia del pasado no alecciona al
porvenir. Y todo porque el movimiento no tiene
de acuerdo con las reglas de la más rigurosa clandestinidad,
podrá realizar perfectamente, con el más amplio concurso
de las masas y sin reglamentación alguna, todas las funciones
que competen a una organización sindical, y realizarlas,
además, de la manera deseable para la socialdemocracia.
Sólo así se podrá consolidar y desarrollar, a pesar de todos
los gendarmes, el movimiento sindical socialdemócrata.
Se me objetará que una organización tan lose, sin ninguna
reglamentación, sin ningún afiliado conocido y registrado,
no puede ser calificada de organización. Es posible.
Para mí la denominación no tiene importancia. Pero esta
“organización sin afiliados” hará todo lo necesario y asegurará
desde el primer momento un contacto sólido entre
nuestras futuras tradeuniones y el socialismo. Y quienes
deseen bajo el absolutismo una amplia organización de
obreros, con elecciones, informes, sufragio universal, etc.,
son unos utopistas incurables.
La moraleja es simple: si comenzamos por crear firmemente
una fuerte organización de revolucionarios,
podremos asegurar la estabilidad del movimiento en su
conjunto y alcanzar, al mismo tiempo, los objetivos socialdemócratas
y los objetivos netamente tradeunionistas.
Pero si comenzamos a constituir una amplia organización
obrera con el pretexto de que es la más “accesible” a la masa
(aunque, en realidad, será más accesible a los gendarmes y
pondrá a los revolucionarios más al alcance de la policía),
no conseguiremos ninguno de estos objetivos, no nos
desembarazaremos de nuestros métodos primitivos y, con
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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embargo, ¡cómo aprecia esta multitud de varios millones
de hombres a su “docena” de jefes políticos probados, con
qué firmeza los sigue! Más de una vez, los diputados de los
partidos adversos han tratado de irritar en el Parlamento a
los socialistas, diciéndoles:
¡Vaya unos demócratas! El movimiento de la clase
obrera no existe entre ustedes más que de palabra;
en realidad, es siempre el mismo grupo de jefes el
que interviene. Año tras año, decenio tras decenio,
siempre el mismo Bebel, siempre el mismo
Liebknecht. ¡Vuestros delegados, supuestamente
elegidos por los obreros, son más inamovibles que
los funcionarios nombrados por el emperador!.
Pero los alemanes han acogido con una sonrisa de desprecio
estas tentativas demagógicas de oponer la “multitud”
a los “jefes”, de atizar en ella malos instintos de vanidad, de
privar al movimiento de solidez y estabilidad, minando la
confianza de las masas en la “docena de inteligentes”. Los
alemanes han alcanzado ya suficiente desarrollo del pensamiento
político, tienen suficiente experiencia política
para comprender que, sin “una docena” de jefes de talento
(los talentos no surgen por centenares), de jefes probados,
preparados profesionalmente, instruidos por una larga
práctica y bien compenetrados, ninguna clase de la sociedad
contemporánea puede luchar con firmeza.
También los alemanes han tenido a sus demagogos, que
adulaban a los “centenares de bobos”, colocándolos por
raíces profundas en la multitud; porque no son un
centenar de bobos, sino una docena de inteligentes
quienes actúan. Siempre es fácil que una docena de
hombres caiga en la boca del lobo; pero cuando la
organización engloba a la multitud, cuando todo
viene de la multitud, ningún esfuerzo, sea de quien
sea, podrá destruir la obra (pág. 63).
La descripción es justa. Ofrece un buen cuadro de
nuestro primitivismo. Pero las conclusiones son dignas de
Rabóchaya Mysl por su falta de lógica y de tacto político. Son
el colmo de la insensatez, pues el autor confunde la cuestión
filosófica e histórica social de las “raíces profundas” del
movimiento con una cuestión técnica y de organización:
cómo luchar mejor contra los gendarmes. Son el colmo
de la falta de tacto político, porque, en lugar de apelar a
los buenos dirigentes contra los malos, el autor apela a la
“multitud” contra los dirigentes en general. Son un intento
de hacernos retroceder en el terreno de la organización,
de la misma manera que la idea de sustituir la agitación
política con el terrorismo excitante nos hace retroceder
en el sentido político.
A decir verdad, me veo en un auténtico embarras de
richesses,186 sin saber por dónde empezar el análisis del
galimatías con que nos obsequia Svoboda. Para mayor claridad,
comenzaré por un ejemplo: el de los alemanes. Nos
negarán ustedes, me imagino, que su organización engloba
a la multitud, que entre ellos todo viene de la multitud y
que el movimiento obrero ha aprendido a andar solo. Sin
Vladimir Ilich Lenin
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encima de las “docenas de inteligentes”; que glorificaban
el “puño musculoso” de la masa, incitaban (como Most o
Hasselmann) a esta masa a acometer acciones “revolucionarias”
irreflexivas y sembraban la desconfianza respecto a los
jefes probados y firmes. Y el socialismo alemán ha crecido
y se ha fortalecido gracias únicamente a una lucha tenaz e
intransigente contra toda clase de elementos demagógicos
en su seno. Pero en el período en que toda la crisis de la socialdemocracia
rusa se explica por el hecho de que las masas
que despiertan de un modo espontáneo carecen de jefes suficientemente
preparados, desarrollados y expertos, nuestros
sabihondos nos dicen con la perspicacia de Ivánushka:187
“¡Mala cosa es un movimiento que no viene de la base!”.
“Un comité compuesto de estudiantes no nos conviene
porque es inestable”. ¡Completamente justo! Pero la conclusión
que se deduce de ahí es que hace falta un comité
de revolucionarios profesionales, sin que importe si son
estudiantes u obreros las personas capaces de forjarse como
tales revolucionarios profesionales. ¡Ustedes, en cambio,
sacan la conclusión de que no se debe estimular desde
fuera el movimiento obrero! En su ingenuidad política,
no se dan cuenta siquiera de que hacen el juego a nuestros
“economistas” y a nuestros métodos primitivos.
Permítanme una pregunta: ¿Cómo han “estimulado”
nuestros estudiantes a nuestros obreros? Únicamente
transmitiéndoles los retazos de conocimientos políticos
que ellos tenían, las migajas de ideas socialistas que habían
podido adquirir (pues el principal alimento espiritual del
estudiante de nuestros días, el marxismo legal, no podía
darle más que el abecé, no puede darle más que migajas).
Ahora bien, tal “estímulo desde fuera” no ha sido demasiado
grande, sino, al contrario, demasiado pequeño, escandalosamente
pequeño en nuestro movimiento, pues no hemos
hecho más que cocernos con excesivo celo en nuestra
propia salsa, prosternarnos con excesivo servilismo ante
la elemental “lucha económica de los obreros contra los
patronos y el gobierno”.
Nosotros, los revolucionarios de profesión, debemos
dedicarnos, y nos dedicaremos, a ese “estímulo” cien veces
más. Pero precisamente porque eligen esta abyecta expresión
de “estímulo desde fuera”, inspira de modo inevitable al
obrero (por lo menos al obrero tan poco desarrollado como
ustedes) la desconfianza hacia todos los que les proporcionan
desde fuera conocimientos políticos y experiencia
revolucionaria, y que despierta el deseo instintivo de rechazarlos
a todos, proceden ustedes como demagogos, y los
demagogos son los peores enemigos de la clase obrera.
¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a
propósito de mis “métodos” polémicos “exentos de camaradería”!
Ni siquiera se me ocurre poner en tela de juicio la
pureza de sus intenciones; he dicho ya que la ingenuidad
política también basta para hacer de una persona un demagogo.
Pero he demostrado que han caído en la demagogia,
y jamás me cansaré de repetir que los demagogos son los
peores enemigos de la clase obrera. Son los perores, porque
excitan los malos instintos de la multitud y porque a
Vladimir Ilich Lenin
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los obreros atrasados les es imposible reconocer a estos
enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente,
como amigos. Son los peores, porque en este período de
dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro
movimiento está aún formándose, nada hay más fácil que
arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán
convencer después de su error sólo las más amargas pruebas.
De ahí que la consigna del momento de los socialdemócratas
rusos deba ser combatir con decisión tanto a Svoboda
como a Rabócheie Dielo, que caen en la demagogia. (Más
adelante hablaremos detenidamente de este punto).188
“Es más fácil cazar a una docena de inteligentes que a un
centenar de bobos”. Este magnífico axioma (que les valdrá
siempre los aplausos del centenar de bobos) parece evidente
sólo porque, en el curso de su razonamiento, han saltado
de una cuestión a otra. Comenzaron por hablar, y siguen
hablando, de la captura del “comité”, de la captura de la “organización”,
y ahora saltan a otra cuestión, a la captura de las
“raíces profundas” del movimiento. Está claro que nuestro
movimiento es indestructible sólo porque tiene centenares
y centenares de miles de raíces profundas, pero no se trata
de eso, ni mucho menos. En lo que se refiere a las “raíces
profundas”, tampoco ahora se nos puede “cazar”, a pesar
de todo el primitivismo de nuestro trabajo; y, sin embargo,
todos deploramos, y no podemos menos que deplorar, la
caza de “organizaciones”, que rompe toda continuidad del
movimiento. Y puesto que plantean la cuestión de la caza
de organizaciones e insisten en tratar de ella, les diré que
es mucho más difícil cazar a una docena de inteligentes
que a un centenar de bobos; y seguiré sosteniéndolo sin
hacer ningún caso de sus esfuerzos para azuzar a la multitud
contra mi “espíritu antidemocrático”, etc. Como he
señalado más de una vez, debe entenderse por “inteligentes”
en materia de organización sólo a los revolucionarios
profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros
quienes se forjen como tales revolucionarios profesionales.
Pues bien, yo afirmo:
Que no puede haber 1) un movimiento revolucionario
sólido sin una organización de dirigentes estable que
guarde la continuidad.
2) Que cuanto más vasta sea la masa que se incorpore
espontáneamente a la lucha —y que constituye la
base del movimiento y participa en él—, tanto más
imperiosa será la necesidad de semejante organización,
y tanto más sólida deberá ser ésta, pues con
tanta mayor facilidad podrán los demagogos de toda
laya arrastrar a los sectores atrasados de la masa.
3) Que dicha organización debe estar formada, en lo
fundamental, por hombres que hagan de las actividades
revolucionarias su profesión.
4) Que en un país autocrático, cuanto más restrinjamos
el contingente de miembros de dicha organización,
incluyendo en ella sólo a los que hacen de las actividades
revolucionarias su profesión y que tengan una
preparación profesional en el arte de luchar contra la
policía política, tanto más difícil será “cazar” a esta
organización.
Vladimir Ilich Lenin
180
QUE HACER?
181
?
5) Tanto mayor será el número de personas de la clase
obrera y de las otras clases de la sociedad que podrán
participar en el movimiento y colaborar en él de un
modo activo.
Invito a nuestros “economistas”, terroristas y “economistas-
terroristas”189 a que refuten estas tesis, las dos últimas
de las cuales voy a desarrollar ahora. Lo de si es más fácil
cazar a “una docena de inteligentes” que a “un centenar de
bobos” se reduce al problema que he analizado antes: si es
compatible una organización de masas con la necesidad de
observar la clandestinidad más rigurosa. Jamás podremos
dar a una organización amplia el carácter clandestino indispensable
para una lucha firme y tenaz contra el gobierno.
La concentración de todas las funciones clandestinas
en manos del menor número posible de revolucionarios
profesionales no significa, ni mucho menos, que estos
últimos “pensarán por todos”, que la multitud no tomará
parte activa en el movimiento.
Al contrario: la multitud promoverá de su seno a un
número cada vez mayor de revolucionarios profesionales,
pues sabrá entonces que no basta con que unos estudiantes
y algunos obreros que luchan en el terreno económico se
reúnan para constituir un “comité”, sino que es necesario
formarse durante años como revolucionarios profesionales,
y “pensará” no sólo en los métodos primitivos de trabajo,
sino precisamente en esta formación.
La centralización de las funciones clandestinas de la organización
no implica en modo alguno la centralización de
todas las funciones del movimiento. La colaboración activa
de las más amplias masas en las publicaciones clandestinas,
lejos de disminuir, se decuplicará cuando una “docena” de
revolucionarios profesionales centralicen las funciones
clandestinas de esta labor. Así, y sólo así, conseguiremos
que la lectura de las publicaciones clandestinas, la colaboración
en ellas y, en parte, hasta su difusión dejen casi
de ser una obra clandestina, pues la policía comprenderá
pronto cuán absurdas e imposibles son las persecuciones
judiciales y administrativas con motivo de cada uno de los
miles de ejemplares de publicaciones distribuidas.
Lo mismo cabe decir no sólo de la prensa, sino de todas
las funciones del movimiento, incluso de las manifestaciones.
La participación más activa y más amplia de las masas
en una manifestación, lejos de salir perjudicada, tendrá, por
el contrario, muchas más probabilidades de éxito si una
“docena” de revolucionarios probados, no menos adiestrados
profesionalmente que nuestra policía, centraliza todos
los aspectos de la labor clandestina: edición de octavillas,
confección de un plan aproximado, nombramiento de un
grupo de dirigentes para cada distrito de la ciudad, para
cada barriada fabril, cada establecimiento de enseñanza,
etc., (se dirá, ya lo sé, que mis concepciones “no son democráticas”,
pero más adelante refutaré de manera detallada
esta objeción nada inteligente).
La centralización de las funciones más clandestinas por
la organización de revolucionarios no debilitará, sino que
reforzará la amplitud y el contenido de la actividad de un
Vladimir Ilich Lenin
182
QUE HACER?
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?
gran número de otras organizaciones destinadas a las vastas
masas y, por ello, lo menos reglamentadas y lo menos
clandestinas posible: sindicatos obreros, círculos obreros
culturales y de lectura de publicaciones clandestinas,
círculos socialistas, y democráticos también, para todos
los demás sectores de la población, etc. Tales círculos y
organizaciones son necesarios en todas partes, en el mayor
número y con las funciones más diversas; pero es absurdo
y perjudicial confundir estas organizaciones con las de los
revolucionarios, borrar las fronteras entre ellas, apagar en
la masa la conciencia, ya de por sí increíblemente oscurecida,
de que para “servir” al movimiento de masas, hacen
falta hombres dedicados de manera especial y por entero
a la acción socialdemócrata, y que estos hombres deben
forjarse con paciencia y tenacidad como revolucionarios
profesionales.
Sí, esta conciencia se halla oscurecida hasta lo increíble.
Con nuestro primitivismo en el trabajo hemos puesto en
entredicho el prestigio de los revolucionarios en Rusia:
en esto radica nuestro pecado capital en materia de organización.
Un revolucionario blandengue, vacilante en los
problemas teóricos y de estrechos horizontes, que justifica
su inercia con la espontaneidad del movimiento de masas
y se asemeja más a un secretario de tradeunión que a un
tribuno popular, carente de un plan amplio y audaz que
imponga respeto incluso a sus adversarios, inexperto e
inhábil en su arte profesional (la lucha contra la policía
política), ¡no es, con perdón sea dicho, un revolucionario,
sino un mísero artesano!
Que ningún militante dedicado a la labor práctica se
ofenda por este duro epíteto, pues en lo que concierne a
la falta de preparación, me lo aplico a mí mismo en primer
término. He actuado en un círculo190 que se asignaba tareas
vastas y omnímodas, y todos nosotros, sus componentes,
sufríamos lo indecible al comprender que no éramos más
que unos artesanos en un momento histórico en que, modificando
ligeramente la antigua máxima, podría decirse:
¡Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos
a Rusia de sus cimientos! Y cuanto más a menudo he
tenido que recordar la bochornosa sensación de vergüenza
que me daba entonces, tanto mayor ha sido mi amargura
contra los seudosocialdemócratas que “deshonran el nombre
de revolucionario” con su propaganda y no comprenden
que nuestra misión no consiste en propugnar que se
rebaje al revolucionario al nivel del militante primitivo, sino
en elevar a este último al nivel del revolucionario.
4. Amplitud de la labor de organización
Como hemos visto, B-v habla de “la escasez de fuerzas
revolucionarias aptas para la acción, que se deja sentir no
sólo en San Petersburgo, sino en toda Rusia”. Y es poco
probable que alguien ponga en duda este hecho. Pero el
quid está en cómo explicarlo. B-v escribe:
No nos proponemos esclarecer las causas históricas
de este fenómeno; sólo diremos que la sociedad,
desmoralizada por una larga reacción política y
disgregada por los cambios económicos que se han
Vladimir Ilich Lenin
184
QUE HACER?
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producido y se producen, promueve un número
extremadamente reducido de personas aptas para
la labor revolucionaria; que la clase obrera, al promover
a revolucionarios obreros, completa en parte
las filas de las organizaciones clandestinas; pero el
número de estos revolucionarios no corresponde
a las demandas de la época. Tanto más que la situación
del ocupado en la fábrica once horas y media
al día, sólo le permite desempeñar principalmente
funciones de agitador; en cambio, la propaganda y
la organización, la reproducción y distribución de
publicaciones clandestinas, la edición de proclamas,
etc., recaen ante todo, quiérase o no, sobre un
número reducidísimo de intelectuales.191
Discrepamos en muchos puntos de esta opinión de
B-v; no estamos de acuerdo, en particular, con las palabras
subrayadas por nosotros, las cuales muestran con singular
relieve que, después de haber sufrido mucho (como todo
militante práctico que piense algo) a causa de nuestros métodos
primitivos, B-v no puede, agobiado por el “economismo”,
encontrar una salida de esta situación insoportable.
No, la sociedad promueve un número extremadamente
grande de personas aptas para la “causa”, pero no sabemos
utilizarlas a todas.
En este sentido, el estado crítico, el estado de transición
de nuestro movimiento puede formularse del modo
siguiente: nos falta gente, y gente hay muchísima. Hay
infinidad de hombres, porque tanto la clase obrera como
sectores cada vez más diversos de la sociedad proporcionan,
año tras año, y en cantidad creciente, descontentos que
desean protestar y que están dispuestos a contribuir cuanto
puedan a la lucha contra el absolutismo, cuyo carácter
insoportable no comprende aún todo el mundo, aunque
masas cada día más vastas lo perciben más y más. Pero, al
mismo tiempo, no hay hombres, porque no hay dirigentes,
no hay jefes políticos, no hay talentos organizadores
capaces de realizar una labor amplia y, a la vez, indivisible
y armónica, que permita emplear todas las fuerzas, hasta
las más insignificantes.
“El crecimiento y el desarrollo de las organizaciones
revolucionarias” se rezagan no sólo del crecimiento del
movimiento obrero, cosa que reconoce incluso B-v, sino
también del crecimiento del movimiento democrático
general en todos los sectores del pueblo (por lo demás, es
probable que B-v consideraría hoy esto un complemento
a su conclusión). El alcance de la labor revolucionaria es
demasiado reducido en comparación con la amplia base
espontánea del movimiento, está demasiado ahogado por
la mezquina teoría de “la lucha económica contra los patronos
y el gobierno”. Pero hoy deben “ir a todas las clases de
la población”, no sólo los agitadores políticos, sino también
los organizadores socialdemócratas.192
No creo que un solo militante dedicado a la actividad
práctica dude que los socialdemócratas puedan repartir mil
funciones fragmentarias de su trabajo de organización entre
personas de las clases más diversas. La falta de especialiVladimir
Ilich Lenin
186
QUE HACER?
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?
zación es uno de los mayores defectos de nuestra técnica,
que B-v deplora con tanta amargura y tanta razón. Cuanto
más menudas sean las distintas “operaciones” de la labor
general, tantas más personas capaces de llevarlas a cabo podrán
encontrarse (y, en la mayoría de los casos, totalmente
incapaces de ser revolucionarios profesionales), y tanto más
difícil será que la policía “cace” a todos esos “militantes que
desempeñan funciones fragmentarias”, tanto más difícil
será que pueda montar con el delito insignificante de un
individuo un “asunto” que compense los gastos del Estado
en el mantenimiento de la policía política.
Y en lo que respecta al número de personas dispuestas
a prestarnos su concurso, hemos señalado ya en el capítulo
precedente el cambio gigantesco que se ha operado en este
aspecto durante los cinco años últimos. Pero, por otra parte,
para agrupar en un todo único esas pequeñas fracciones,
para no fragmentar junto con las funciones del movimiento
el propio movimiento y para infundir al ejecutor de las
funciones menudas la fe en la necesidad y la importancia
de su trabajo, sin la cual nunca trabajará,193 para todo esto
hace falta precisamente una fuerte organización de revolucionarios
probados.
Con una organización así, la fe en la fuerza del partido
se hará tanto más firme y tanto más extensa cuanto más
clandestina sea esta organización; y en la guerra, como es
sabido, lo más importante es no sólo infundir confianza en
sus fuerzas al ejército propio, sino hacer que crean en ello
el enemigo y todos lo elementos neutrales; una neutralidad
amistosa puede, a veces, decidir la contienda. Con semejante
organización, erigida sobre una firme base teórica,
y disponiendo de un órgano de prensa socialdemócrata,
no habrá que temer que el movimiento sea desviado de
su camino por los numerosos elementos “extraños” que
se hayan adherido a él (al contrario, precisamente ahora,
cuando predominan los métodos primitivos, vemos que
muchos socialdemócratas lo llevan a la trayectoria del Credo,
imaginándose que sólo ellos son socialdemócratas). En
una palabra, la especialización presupone necesariamente
la centralización y, a su vez, la exige en forma absoluta.
Pero el mismo B-v, que ha mostrado tan bien toda la
necesidad de la especialización, no la aprecia bastante, a
nuestro parecer, en la segunda parte del razonamiento citado.
Dice que el número de revolucionarios procedentes de
los medios obreros es insuficiente. Esta observación es del
todo justa, y volvemos a subrayar que la “valiosa noticia de
un observador directo” confirma por entero nuestra opinión
sobre las causas de la crisis actual de la socialdemocracia y,
por tanto, sobre los medios de remediarla. No sólo los revolucionarios
en general se rezagan del ascenso espontáneo
de las masas obreras. Y este hecho confirma del modo más
evidente, incluso desde el punto de vista “práctico”, que la
“pedagogía” con que nos obsequia tan a menudo, al discutirse
el problema de nuestros deberes para con los obreros,
es absurda y reaccionaria en el aspecto político.
Este hecho testimonia que nuestra obligación primordial
y más imperiosa consiste en ayudar a formar obreros
Vladimir Ilich Lenin
188
QUE HACER?
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?
revolucionarios que, desde el punto de vista de su actividad
en el partido, estén al mismo nivel que los intelectuales
revolucionarios (subrayamos “desde el punto de vista de
su actividad en el partido”, pues en otros sentidos, aunque
sea necesario, está lejos de ser tan fácil y tan urgente que los
obreros lleguen al mismo nivel). Por eso debemos orientar
nuestra atención principal a elevar a los obreros al nivel de
los revolucionarios y no a descender indefectiblemente
nosotros mismos al nivel de la “masa obrera”, como quieren
los “economistas”, e indefectiblemente al nivel del “obrero
medio”, como quiere Svoboda (que, en este sentido, se eleva
al segundo grado de la “pedagogía” economista).
Nada más lejos de mí que el propósito de negar la necesidad
de publicaciones de divulgación para los obreros y
de otras publicaciones de más divulgación aún (pero, claro
está, no vulgares) para los obreros muy atrasados. Pero lo
que me indigna es ese constante meter sin venir a cuento
la pedagogía en los problemas políticos, en las cuestiones
de organización. Pues ustedes, señores, que se desvelan
por el “obrero medio”, en el fondo más bien ofenden a los
obreros con el deseo de hacerles sin falta una reverencia
antes de hablar de política obrera o de organización obrera.
¡Yérganse para hablar de cosas serias y dejen la pedagogía
a quienes ejercen el magisterio, pues no es ocupación de
políticos ni de organizadores! ¿Es que entre los intelectuales
no hay también hombres avanzados, elementos
“medios” y “masas”? ¿Es que no reconoce todo el mundo
que los intelectuales también necesitan publicaciones de
divulgación? ¿No se escribe esa literatura?
Pero imagínense que, en un artículo sobre la organización
de los estudiantes universitarios o de bachillerato, el
autor se pusiera a repetir con machaconería, como quien
hace un descubrimiento, que se precisa, ante todo, una
organización de “estudiantes medios”. Por seguro que semejante
autor sería puesto en ridículo, y le estaría muy bien
empleado. Le dirían: usted, dénos unas cuantas ideíllas de
organización, si las tiene, y ya veremos nosotros mismos
quién es “medio”, superior o inferior. Y si las que tiene
sobre organización no son propias, todas sus disquisiciones
sobre las “masas” y los “elementos medios” hastiarán
simplemente. Comprendan de una vez que los problemas
de “política” y “organización” son ya de por sí tan serios
que no se puede hablar de ellos sino con toda seriedad. Se
puede y se debe preparar a los obreros (lo mismo que a
los estudiantes universitarios y de bachillerato) para poder
abordar ante ellos esos problemas; pero una vez los han
abordado, den verdaderas respuestas, no se vuelvan atrás,
hacia los “elementos medios” o hacia las “masas”, no salgan
del paso con retruécanos o frases.194
Si el obrero revolucionario quiere prepararse por
entero para su trabajo, debe convertirse también en un
revolucionario profesional. Por esto no tiene razón B-v
cuando dice que, por estar el obrero ocupado en la fábrica
once horas y media, las demás funciones revolucionarias
(salvo la agitación) “recaen ante todo, quiérase o no, sobre
un número reducidísimo de intelectuales”. No sucede esto
“quiérase o no”, sino debido a nuestro atraso, porque no
comprendemos que tenemos el deber de ayudar a todo
Vladimir Ilich Lenin
190
QUE HACER?
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obrero que se distinga por su capacidad para convertirse
en un agitador, organizador, propagandista, distribuidor,
etc., profesional.
En este sentido, dilapidamos vergonzosamente nuestras
fuerzas, no sabemos cuidar lo que tiene que ser cultivado
y desarrollado con particular solicitud. Fíjense en los
alemanes: tienen cien veces más fuerzas que nosotros,
pero comprenden perfectamente que los agitadores, etc.,
capaces de verdad, no descuellan con excesiva frecuencia
de entre los obreros “medios”. Por eso procuran colocar enseguida
a todo obrero capaz en condiciones que le permitan
desarrollar plenamente y aplicar plenamente sus aptitudes:
hacen de él un agitador profesional, lo animan a ensanchar
su campo de acción, a extender ésta de una fábrica a todo
un oficio, de una localidad a todo el país.
De este modo, el obrero adquiere experiencia y habilidad
profesional, amplía su horizonte y su saber, observa de cerca
de los jefes políticos destacados de otros lugares y de otros
partidos, procura ponerse a la misma altura que ellos y unir
en su persona el conocimiento del medio obrero y la lozanía
de las convicciones socialistas a la maestría profesional, sin
la que no puede el proletariado desplegar su tenaz lucha
contra sus enemigos perfectamente instruidos. Así, sólo así,
surgen de la masa obrera los Bebel y los Auer. Pero lo que en
un país libre en el aspecto político se hace en gran parte por
sí solo, en Rusia deben hacerlo sistemáticamente nuestras
organizaciones. Un agitador obrero que tenga algún talento
y “prometa” no debe trabajar once horas en la fábrica.
Debemos arreglarlo de manera que viva de los fondos
del partido, que pueda pasar a la clandestinidad en el momento
preciso, que cambie de lugar de acción, pues de
otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su
horizonte, no podrá sostenerse siquiera varios años en la
lucha contra los gendarmes. Cuanto más amplio y profundo
es el movimiento espontáneo de las masas obreras, tantos
más agitadores de talento descuellan, y no sólo agitadores,
sino organizadores, propagandistas y militantes “prácticos”
de talento, “prácticos” en el buen sentido de la palabra (que
son tan escasos entre nuestros intelectuales, en su mayor
parte un tanto desidiosos y tardos a la rusa)
Cuando tengamos destacamentos de obreros revolucionarios
(y bien entendido que de “todas las armas” de la
acción revolucionaria) especialmente preparados y con un
largo aprendizaje, ninguna policía política del mundo podrá
con ellos, porque esos destacamentos de hombres consagrados
en cuerpo y alma a la revolución gozarán igualmente
de la confianza ilimitada de las más amplias masas obreras.
Y somos los culpables directos de no “empujar” bastante a
los obreros a este camino, que es el mismo para ellos y para
los “intelectuales”, al camino del aprendizaje revolucionario
profesional, tirando demasiado a menudo de ellos hacia atrás
con nuestros discursos necios sobre lo que es “accesible” para
la masa obrera, para los “obreros medios”, etc.
En este sentido, igual que en los otros, el reducido alcance
del trabajo de organización está en relación indudable e
íntima (aunque no se dé cuenta de ello la inmensa mayoría
Vladimir Ilich Lenin
192
QUE HACER?
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de los “economistas” y de los militantes prácticos noveles)
con la reducción del alcance de nuestra teoría y de nuestras
tareas políticas. El culto a la espontaneidad origina una
especie de temor de apartarnos un poquitín de lo que sea
“accesible” a las masas, un temor de subir demasiado por
encima de la simple satisfacción de sus necesidades directas
e inmediatas. ¡No tengan miedo, señores! ¡Recuerden
ustedes que en materia de organización estamos a un nivel
tan bajo que es absurda hasta la propia idea de que podamos
subir demasiado alto!
5. La organización “de conspiradores”
y la “democracia”
Entre nosotros hay mucha gente tan sensible a “la voz
de la vida” que nada temen tanto como eso precisamente,
acusando de ser adeptos del grupo Libertad del Pueblo, de
no comprender la “democracia”, etc., a los que comparten
las opiniones expuestas más arriba. Nos vemos precisados a
detenernos en estas acusaciones, que apoya también, como
es natural, Rabócheie Dielo.
Quien escribe estas líneas sabe muy bien que los “economistas”
petersburgueses acusaban ya a Rabóchaya Gazeta
de seguir a Libertad del Pueblo (cosa comprensible
si se la compara con Rabóchaya Mysl). Por eso, cuando,
después de aparecer Iskra, un camarada nos refirió que
los socialdemócratas de la ciudad X califican a Iskra de
órgano de Libertad del Pueblo, no nos sentimos nada
sorprendidos. Naturalmente, esa acusación era para todos
nosotros un elogio, pues, ¿a qué socialdemócrata decente
no habrán acusado de lo mismo los “economistas”?
Estas acusaciones son debidas a malentendidos de dos
géneros. En primer lugar, en nuestro país se conoce tan
poco la historia del movimiento revolucionario que toda
idea de formar una organización combativa centralizada
que declare una guerra sin cuartel al zarismo es calificada
de adicta a Libertad del Pueblo. Pero lo magnífica organización
que tenían los revolucionarios de la década del 70
y que debiera servirnos a todos de modelo no la crearon,
ni mucho menos, los adeptos de Libertad del Pueblo, sino
los partidarios de Tierra y Libertad,195 que luego se dividió
en Reparto Negro y Libertad del Pueblo. Por eso es absurdo,
tanto desde el punto de vista histórico como desde el
lógico, ver en una organización revolucionaria de combate
algo específico de Libertad del Pueblo, porque ninguna tendencia
revolucionaria que piense realmente en una lucha
seria puede prescindir de semejante organización.
El error de los adeptos de Libertad del Pueblo no consistió
en procurar que se incorporaran a su organización
todos los descontentos ni orientar esa organización hacia
una lucha resuelta contra la autocracia. En eso, por el contrario,
estriba su gran mérito ante la historia. Y su error
consintió en haberse apoyado en una teoría que no tenía
en realidad nada de revolucionaria y en no haber sabido,
o en no haber podido, establecer un nexo firme entre su
movimiento y la lucha de clases en la sociedad capitalista
en desarrollo. Y sólo la más burda incomprensión del
Vladimir Ilich Lenin
194
QUE HACER?
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marxismo (o su “comprensión” en sentido “struvista”) ha
podido dar lugar a la opinión de que la aparición de un
movimiento obrero espontáneo de masas nos exime de la
obligación de fundar una organización de revolucionarios
tan buena como la de los partidarios de Tierra y Libertad
o de crear otra incomparablemente mejor.
Por el contrario, ese movimiento nos impone precisamente
dicha obligación, ya que la lucha espontánea del
proletariado no se convertirá en su verdadera “lucha de
clase” mientras no esté dirigida por una fuerte organización
de revolucionarios.
En segundo lugar, muchos —y entre ellos, por lo visto,
B. Krichevski196— no comprenden bien la polémica que
siempre han sostenido los socialdemócratas contra la
concepción de la lucha política como una lucha “de conspiradores”.
Hemos protestado y protestaremos siempre,
desde luego, contra la reducción de la lucha política a las
proporciones de una conjuración,197 pero eso, claro está,
en modo alguno significaba que negásemos la necesidad
de una fuerte organización revolucionaria. Y, por ejemplo,
en el folleto citado en la nota, junto a la polémica contra
quienes quieren reducir la lucha política a una conjuración
se encuentra el esquema de una organización (como ideal
de los socialdemócratas) lo bastante fuerte para poder
recurrir tanto a la “insurrección” como a cualquier “otra
forma de ataque” “con objeto de asestar el golpe decisivo al
absolutismo”.198 Por su forma, una organización revolucionaria
de esa fuerza en un país autocrático puede llamarse
también organización “de conspiradores” porque la palabra
francesa “conspiration” equivale a “conjuración”, y el carácter
conspirativo es imprescindible en el grado máximo para
semejante organización.
El carácter conspirativo es condición tan imprescindible
de tal organización que las demás condiciones (número,
selección, funciones, etc., de los miembros) tienen que concertarse
con ella. Sería, por tanto, extrema candidez temer
que nos acusen a los socialdemócratas de querer crear una
organización de conspiradores. Todo enemigo del “economismo”
debe enorgullecerse de esa acusación, así como de
la acusación de ser partidario de Libertad del Pueblo.
Se nos objetará que una organización tan poderosa y tan
rigurosamente secreta, que concentra en sus manos todos
los hilos de la actividad conspirativa, organización necesariamente
centralista, puede lanzarse con excesiva ligereza
a un ataque prematuro, puede enconar irreflexivamente el
movimiento antes de que lo hagan posible y necesario la
extensión del descontento político, la fuerza de la efervescencia
y de la exasperación de la clase obrera, etc. Nosotros
contestaremos que, hablando en términos abstractos, no
es posible negar, desde luego, que una organización de
combate puede abocar en una batalla impremeditada, la
cual puede acabar en una derrota que en modo alguno
sería inevitable en otras condiciones.
Pero, en semejante problema, es imposible limitarse a consideraciones
abstractas, porque todo combate entraña la posibilidad
abstracta de la derrota, y no hay otro medio de disminuir
Vladimir Ilich Lenin
196
QUE HACER?
197
?
esta posibilidad que preparar organizadamente el combate. Y
si planteamos el problema en el terreno concreto de las condiciones
actuales de Rusia, habremos de llegar a esta conclusión
positiva: una fuerte organización revolucionaria es sin duda
necesaria para dar precisamente estabilidad al movimiento y
preservarlo de la posibilidad de los ataques irreflexivos.
Justamente ahora, cuando carecemos de semejante organización
y cuando el movimiento revolucionario crece
espontánea y rápidamente, se observan ya dos extremos
opuestos, que, como es lógico, “se tocan”, o un “economismo”
sin el menor fundamento, acompañado de prédicas de
moderación, o un “terrorismo excitante”, con tan poco fundamento,
que tiende “a producir artificiosamente, en el movimiento
que se desarrolla y se consolida, pero que todavía
está más cerca de su principio que de su fin, síntomas de su
fin”.199 Y el ejemplo de Rabóchei Dielo demuestra que existen
ya socialdemócratas que capitulan ante ambos extremos. Y
no es de extrañar, porque, amén de otras razones, la “lucha
económica contra los patronos y el gobierno” jamás satisfará
a un revolucionario, y extremos opuestos siempre surgirán
aquí o allá. Sólo una organización combativa centralizada que
aplique firmemente la política socialdemócrata y satisfaga,
por decirlo así, todos los instintos y aspiraciones revolucionarios
puede preservar de un ataque irreflexivo al movimiento
y preparar un ataque con perspectivas de éxito.
Se nos objetará también que el punto de vista expuesto
sobre la organización contradice el “principio democrático”.
La acusación anterior tiene un origen ruso tan específico
como específico carácter extranjero tiene esta otra. Sólo
una organización con sede en el extranjero (la Unión de
Socialdemócratas Rusos) ha podido dar a su redacción,
entre otras instrucciones, la siguiente:
Principio de organización. Para favorecer el desarrollo
y la unificación de la socialdemocracia
es preciso subrayar, desarrollar, luchar por un
amplio principio democrático de su organización
de partido, cosa que han hecho especialmente
imprescindible las tendencias antidemocráticas
aparecidas en las filas de nuestro partido.200
En el capítulo siguiente, veremos cómo lucha precisamente
Rabóchei Dielo contra las “tendencias antidemocráticas”
de Iskra. Veamos ahora más de cerca el “principio”
que proponen los “economistas”. Es probable que todo el
mundo esté de acuerdo en que el “amplio principio democrático”
presupone las dos condiciones imprescindibles
que siguen: primero, publicidad completa, y, segundo,
carácter electivo de todos los cargos.
Sin publicidad, más aún, sin una publicidad que no
quede reducida a los miembros de la organización, sería
ridículo hablar de espíritu democrático. Llamaremos democrática
a la organización del partido socialista alemán ya
que en él todo es público, incluso las sesiones de sus congresos;
pero nadie llamará democrática a una organización
que se oculte de todos los que no sean miembros suyos con
el manto del secreto. Cabe preguntar: ¿qué sentido tiene
Vladimir Ilich Lenin
198
QUE HACER?
199
?
proponer un “amplio principio democrático”, cuando la
condición fundamental de ese principio es irrealizable para
una organización secreta?
El “amplio principio” resulta ser una mera frase que
suena mucho, pero que está vacía. Más aún. Esta frase
demuestra una incomprensión completa de las tareas
urgentes del momento en materia de organización. Todo
el mundo sabe hasta qué punto está extendida entre nosotros
la falta de discreción, conspirativa que predomina
en la “gran” masa de revolucionarios. Ya hemos visto con
cuánta amargura se queja de ello B-v, exigiendo, lleno de
razón, “una severa selección de los afiliados”.201 ¡Y de pronto
aparecen gentes que se ufanan de su “sentido de la vida” y,
en semejante situación, no subrayan la necesidad de la más
severa discreción conspirativa y de la más rigurosa (y, por
consiguiente, más estrecha) selección de los afiliados, sino
un “amplio principio democrático”! Esto se llama tomar el
rábano por las hojas.
No queda mejor parado el segundo rasgo de la democracia:
el carácter electivo. En los países que gozan de libertad
política, esta condición se sobreentiende por sí misma.
“Se considera miembro del partido todo el que acepta los
principios de su programa y ayuda al partido en la medida
de sus fuerzas”, dice el artículo primero de los estatutos
orgánicos del Partido Socialdemócrata Alemán. Y como
toda la liza política está abierta para todos, igual que la
rampa del escenario para el público de un teatro, el que se
acepte o se rechace, se apoye o se impugne son cosas que
todos saben por los periódicos y por las reuniones públicas.
Todo el mundo sabe que determinado dirigente político ha
comenzado de tal manera, ha pasado por tal y tal evolución,
se ha portado de tal y tal modo en un momento difícil de
su vida, se distingue en general por tales y tales cualidades:
por tanto, es natural que a este dirigente lo puedan elegir
o no elegir, con conocimiento de causa, para determinado
cargo en el partido, todos los miembros del mismo.
El control general (en el sentido literal de la palabra) de
cada uno de los pasos del afiliado al partido, a lo largo de su
carrera política, crea un mecanismo de acción automática
que tiene por resultado lo que en Biología se llama “supervivencia
de los mejor adaptados”. La “selección natural”,
producto de la completa publicidad del carácter electivo
y del control general, asegura que cada dirigente esté a fin
de cuentas “en su sitio”, se encargue de la labor que mejor
concuerde con sus fuerzas y aptitudes, sufra en su carne
todas las consecuencias de sus errores y demuestre a la vista
de todos su capacidad para reconocer sus faltas y evitarlas.
¡Pero prueben ustedes a encajar este cuadro en el
marco de nuestra autocracia! ¿Es acaso concebible entre
nosotros que “todo el que acepte los principios del
programa del partido y ayude al partido en la medida
de sus fuerzas” controle cada paso del revolucionario
clandestino? ¿Qué todos elijan a uno o a otro entre estos
últimos, cuando, en bien de su trabajo, el revolucionario
está obligado a ocultar su verdadera personalidad a las
nueve décimas partes de esos “todos”?
Vladimir Ilich Lenin
200
QUE HACER?
201
?
Reflexionen, aunque sólo sea un momento, en el verdadero
sentido de las sonoras palabras de Rabóchei Dielo
y verán que la “amplia democracia” de una organización
de partido en las tinieblas de la autocracia, cuando son los
gendarmes quienes seleccionan, no es más que un juguete
inútil y perjudicial. Inútil porque, en la práctica, jamás ha
podido organización revolucionaria alguna aplicar una
amplia democracia, ni puede aplicarla, por mucho que
lo desee. Perjudicial porque los intentos de aplicar en la
práctica un “amplio principio democrático” sólo facilitan
a la policía las grandes redadas y perpetúan los métodos
primitivos de trabajo dominantes, desviando el pensamiento
de los militantes dedicados a la labor práctica de
la seria e imperiosa tarea de forjarse como revolucionarios
profesionales hacia la redacción de prolijos reglamentos
“burocráticos” sobre sistemas de votación. Sólo en el
extranjero, donde no pocas veces se juntan gentes que no
pueden encontrar una labor verdadera y real, ha podido
desarrollarse en algún sitio, sobre todo en diversos grupos
pequeños, ese “juego a la democracia”.
Para demostrar al lector cuán indecoroso es el procedimiento
predilecto de Rabóchei Dielo para preconizar un
“principio” tan decoroso como la democracia en la labor
revolucionaria, apelaremos de nuevo a un testigo. Se trata
de E. Serebriakov, director de la revista londinense Nakanunie,
que siente gran debilidad por Rabóchei Dielo y profundo
odio a Plejánov y los “plejanovistas”; en los artículos
referentes a la escisión de la Unión de Socialdemócratas
Rusos en el Extranjero, Nakanunie se puso resueltamente al
lado de Rabóchei Dielo y descargó un nubarrón de palabras
detestables sobre Plejánov.
Tanto más valor tiene para nosotros el testigo en este
punto. En el artículo “Con motivo del llamamiento del
Grupo de Autoemancipación de los Obreros”,202 E. Serebriakov
decía que era “indecoroso” plantear cuestiones “de
obcecación, de primacía, de lo que se llama el areópago, en
un movimiento revolucionario serio”, y decía, entre otras
cosas, lo siguiente:
Myshkin, Rogachov, Zheliábov, Mijáilov, Peróvskaya,
Figner y otros nunca se consideraron dirigentes
y nadie los había elegido ni nombrado, aunque en
realidad sí lo eran, porque tanto en el período de
propaganda como en la lucha contra el gobierno
cargaron con el mayor peso del trabajo, fueron a
los sitios más peligrosos y su actividad fue la más
fructífera. Y la primacía no resultaba de que la desearan,
sino de que los camaradas que los rodeaban
confiaban en su inteligencia, en su energía y en su
lealtad. Temer a un areógrafo (y si no se le teme
no hay por qué mencionarlo) que puede dirigir
autoritariamente el movimiento es ya demasiada
candidez. ¿Quién lo obedecería?
Preguntamos al lector: ¿en qué se diferencia el “areópago”
de las “tendencias antidemocráticas”? ¿No es evidente
que el “decoroso” principio de organización de Rabócheie
Dielo es tan cándido como indecoroso? Cándido porque
Vladimir Ilich Lenin
202
QUE HACER?
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?
sencillamente nadie obedecerá a un “areópago” o a gentes
con “tendencias antidemocráticas”, toda vez que “los camaradas
que los rodean no confiarán en su inteligencia, en su
energía ni en su lealtad”. E indecoroso como demagógica
salida de tono que especula con la presunción de unos,
con el desconocimiento que otros tienen del estado en que
realmente se encuentra nuestro movimiento y con la falta
de preparación de los terceros y su desconocimiento de la
historia del movimiento revolucionario.
El único principio de organización serio a que deben
atenerse los dirigentes de nuestro movimiento ha de
ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la
más rigurosa selección de los afiliados y la preparación
de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas
cualidades, está asegurado algo mucho más importante
que el “ambiente democrático”, a saber: la plena confianza
mutua, propia de camaradas, entre los revolucionarios. Y
es indiscutible que necesitamos más esta confianza porque
en Rusia no se puede ni hablar de sustituirla por un control
democrático general.
Cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser
imposible un control verdaderamente “democrático”, los
afiliados a una organización revolucionaria se convierten
en incontrolados: no tienen tiempo de pensar en las formas
de juguete de democracia (democracia en el seno de un
apretado núcleo de camaradas entre los que reina confianza
mutua), pero sienten muy en lo vivo su responsabilidad,
pues saben además, por experiencia, que una organización
de verdaderos revolucionarios no se detendrá en medios
para deshacerse de un miembro indigno.
Además, en el país hay una opinión pública bastante
desarrollada de los medios revolucionarios rusos (e
internacionales) que tiene mucha historia y castiga con
implacable severidad todo incumplimiento del deber de la
camaradería (¡y la “democracia”, la verdadera democracia,
no la de juguete, va implícita, como la parte en el todo,
en este concepto de camaradería!). ¡Tomen todo esto en
consideración y comprenderán qué nauseabundo tufillo
a juego con los generales en el extranjero trasciende de
todas esas habladurías y resoluciones sobre las “tendencias
antidemocráticas”!
Hay que observar, además, que la otra fuente de tales
habladurías, es decir, la candidez, se alimenta asimismo
de una confusión de ideas acerca de la democracia. En el
libro de los esposos Webb sobre las tradeuniones inglesas,
hay un capítulo curioso: “La democracia primitiva”. Los
autores refieren en él que los obreros ingleses tenían por
señal imprescindible de democracia en el primer período
de existencia de sus sindicatos que todos hicieran de todo
en la dirección de los mismos: no sólo se decidían todas las
cuestiones por votación de todos los miembros, sino que
los cargos también eran desempeñados sucesivamente por
todos los afiliados.
Fue necesaria una larga experiencia histórica para
que los obreros comprendieran lo absurdo de semejante
concepto de la democracia y la necesidad, por una parte,
Vladimir Ilich Lenin
204
QUE HACER?
205
?
de que existieran instituciones representativas y, por otra,
funcionarios profesionales. Fueron necesarios unos cuantos
casos de quiebra de cajas de los sindicatos para que los
obreros comprendieran que la proporción entre las cuotas
que pagaban y los subsidios que recibían no podía decidirse
sólo por votación democrática, sino que exigía, además, el
consejo de un perito en seguros.
Lean también el libro de Kautsky sobre el parlamentarismo
y la legislación popular y verán que las deducciones del
teórico marxista coinciden con las enseñanzas de prolongados
años de práctica de los obreros unidos “espontáneamente”.
Kautsky rebate con denuedo la forma primitiva que
Rittinghausen tiene de concebir la democracia, se burla de
la gente dispuesta a exigir en nombre de la democracia que
“los periódicos del pueblo sean redactados directamente
por el pueblo”, demuestra la necesidad de que existan periodistas,
parlamentarios, etc., profesionales, para dirigir de un
modo socialdemócrata la lucha de clase del proletariado;
ataca el “socialismo de anarquistas y literatos” que exaltan
“por afán efectista” la legislación que emana directamente
del pueblo y no comprenden que su aplicación es muy
convencional en la sociedad contemporánea.
Todo el que haya desplegado una labor práctica en
nuestro movimiento sabe cuán extendido está entre la
masa de la juventud estudiantil y de los obreros el concepto
“primitivo” de la democracia. No es de extrañar que este
concepto penetre tanto en estatutos como en publicaciones.
Los “economistas” de tipo bernsteiniano decían en
sus estatutos: “Artículo 10. Todos los asuntos que atañen a
los intereses de toda la organización sindical se resolverán
por mayoría de votos de todos sus miembros”. Los “economistas”
de tipo terrorista los secundan: “Es preciso que
los acuerdos del comité pasen por todos los círculos y sólo
entonces sean efectivos”.203
Observen que esta reclamación de aplicar ampliamente
el referéndum se plantea ¡después de exigir que toda la
organización se base en el principio electivo! Nada más
lejos de nosotros, claro está, que censurar por eso a los
militantes dedicados al trabajo práctico, que han tenido
muy poca posibilidad de conocer la teoría y la práctica de
las organizaciones democráticas de verdad. Pero cuando
Rabóchei Dielo, que pretende ejercer una función dirigente,
se limita en tales circunstancias a insertar una resolución
sobre el amplio principio democrático, ¿cómo no llamar a
esto sino puro “afán efectista”?
6. El trabajo a escala local y a escala nacional
Si las objeciones que se hacen al plan de organización
que aquí exponemos, reprochándole su falta de democracia
y su carácter conspirativo, carecen totalmente de
fundamento, queda todavía pendiente una cuestión que
se plantea muchas veces y merece detenido examen: se
trata de la relación existente entre el trabajo local y el
trabajo a escala nacional. Se expresa el temor de que, al
crearse una organización centralista, el centro de gravedad
pase del primer trabajo, al segundo, el temor de que
Vladimir Ilich Lenin
206
QUE HACER?
207
?
esto perjudique al movimiento, debilite la solidez de los
vínculos que nos unen con la masa obrera, y, en general,
la estabilidad de la agitación local.
Contestaremos que nuestro movimiento se resiente durante
estos últimos años precisamente de que los militantes
locales estén demasiado absorbidos por el trabajo local;
que por esta razón es necesario desplazar algo, sin el menor
género de dudas, el centro de la gravedad hacia el trabajo en
plano nacional; que, lejos de debilitar este desplazamiento,
dará, por el contrario, mayor solidez a nuestros vínculos y
mayor estabilidad a nuestra agitación local.
Examinemos la cuestión del órgano central y de los
órganos locales, rogando al lector que no olvide que la
prensa no es para nosotros sino un ejemplo ilustrativo de
la labor revolucionaria y que, en general, es infinitamente
más amplia y más variada.
En el primer período del movimiento de masas (1896-
1898), los militantes locales intentan publicar un órgano
destinado a toda Rusia: Rabóchaya Gazeta; en el período
siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco
paso adelante, pero los órganos locales absorben totalmente
la atención de los dirigentes. Si se hace un recuento
de todos esos órganos locales, resultará,204 por término
medio, un número al mes. ¿No es esto una prueba evidente
del primitivismo de nuestros métodos de trabajo? ¿No
demuestra eso de manera fehaciente el atraso que nuestra
organización revolucionaria lleva del avance espontáneo
del movimiento?
Si se hubiera publicado la misma cantidad de números
de periódicos por una organización única, y no por grupos
locales dispersos, no sólo habríamos ahorrado una
inmensidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo
infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con
demasiada frecuencia este sencillo razonamiento tanto los
militantes dedicados a las labores prácticas, que trabajan
activamente de manera casi exclusiva en los órganos locales
(por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la situación
no ha cambiado), como los publicistas que muestran
en esta cuestión asombroso quijotismo.
El militante dedicado al trabajo práctico suele darse
por satisfecho con el razonamiento de que a los militantes
locales “les es difícil”205 ocuparse de la publicación de un
periódico central para toda Rusia y que mejor es tener
periódicos locales que no tener ninguno. Esto último es,
desde luego, muy cierto, y ningún militante dedicado al
trabajo práctico reconocerá antes que nosotros la gran
importancia y la gran utilidad de los periódicos locales en
general. Pero no se trata de esto, sino de ver si es posible
librarse del fraccionamiento y del primitivismo en el trabajo
tan palmariamente reflejados en los treinta números
de periódicos locales publicados por toda Rusia en dos
años y medio.
No se constriñan al principio indiscutible, pero demasiado
abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en
general; tengan, además, el valor de reconocer francamente
sus lados negativos, puestos de manifiesto en dos años y
Vladimir Ilich Lenin
208
QUE HACER?
209
?
medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que,
en nuestras condiciones, los periódicos locales resultan
en la mayoría de los casos vacilantes en los principios y
faltos de importancia política; en cuanto al consumo de
energías revolucionarias, resultan demasiado costosos,
e insatisfactorios por completo, desde el punto de vista
técnico (me refiero, claro está, no a la técnica tipográfica,
sino a la frecuencia y regularidad de la publicación).
Y todos los defectos indicados no son obra de la casualidad,
sino consecuencia inevitable del fraccionamiento que,
por una parte, explica el predominio de los periódicos locales
en el período que examinamos, y, por otra parte, encuentra
un apoyo en ese predominio. Una organización local, por sí
sola, no está realmente en condiciones de asegurar la firmeza de
principios de su periódico ni de colocarlo a la altura de órgano
político; no está en condiciones de reunir y utilizar datos
suficientes para escribir de toda nuestra vida política.
Y, en cuanto al argumento que ordinariamente se esgrime
en los países libres para justificar la necesidad de
numerosos periódicos locales —que son baratos, porque
los confeccionan obreros locales, y pueden ofrecer una
información mejor y más rápida a la población local—,
la experiencia ha demostrado que, en nuestro país, se
vuelve contra dichos periódicos. Estos resultan demasiado
costosos en lo que al consumo de energías revolucionarias
se refiere; y son publicados muy de tarde en tarde por la
sencilla razón de que un periódico ilegal, por pequeño
que sea, precisa un inmenso mecanismo clandestino de
imprenta, que requiere la existencia de una gran industria
fabril, pues en un taller de artesanos no es posible montar
semejante mecanismo. Mas cuando éste es primitivo, la
policía aprovecha muchas veces (todo militante dedicado
al trabajo práctico conoce numerosos ejemplos de este
género) la aparición y difusión de uno o dos números para
hacer una redada masiva, que lo barre todo tan bien que es
preciso volver a empezar de nuevo.
Un buen mecanismo clandestino de imprenta exige una
buena preparación profesional de los revolucionarios y la
más consecuente división del trabajo, y estas dos condiciones
son desde todo punto irrealizables en una organización local
aislada, por mucha fuerza que reúna en un momento dado.
No hablemos ya de los intereses generales de todo nuestro
movimiento (una educación socialista y política de los obreros
basada en principios firmes); también los intereses locales
específicos quedan mejor atendidos por órganos no locales.
Sólo a primera vista puede parecer esto una paradoja;
en realidad, la experiencia de los dos años y medio de que
hemos hablado lo demuestra de manera irrefutable. Todo
el mundo convendrá en que si las fuerzas locales que han
publicado 30 números de periódicos hubieran trabajado
para un solo periódico, habrían publicado sin dificultad
60 números, si no 100, y, por consiguiente, se habrían
reflejado de un modo más completo las particularidades
del movimiento puramente local.
No cabe duda de que no es fácil conseguir esta coordinación;
pero hace falta que, al fin, reconozcamos su necesidad;
Vladimir Ilich Lenin
210
QUE HACER?
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?
que cada círculo local piense y trabaje activamente en ese
sentido sin esperar el empujón de fuera, sin dejarse seducir
por la accesibilidad y la proximidad de un órgano local,
proximidad que —según lo prueba nuestra experiencia
revolucionaria— es, en buena parte, ilusoria. Y prestan
un flaco servicio al trabajo práctico los publicistas que,
considerándose muy próximos a los militantes prácticos,
no se dan cuenta de este carácter ilusorio y salen del paso
con un razonamiento de simpleza tan extraordinaria como
de vacuidad tan asombrosa: hacen falta periódicos locales,
hacen falta periódicos comarcales, hacen falta periódicos
centrales para toda Rusia.
Es natural que, hablando en términos generales, todo
esto haga falta, pero también hace falta, cuando se aborda
un problema concreto de organización, pensar en las condiciones
de medio y tiempo. ¿No es, en efecto, un caso de
quijotismo cuando Svoboda,206 “deteniéndose” específicamente
“en el problema del periódico”, escribe: “Nosotros
creemos que en todo lugar algo considerable de concentración
de obreros debe haber periódico obrero propio.
No traído de fuera, sino justamente propio”.
Si este publicista no quiere pensar en el sentido de sus
palabras, piense usted al menos por él, lector: ¡cuántas
decenas, si no centenares de “lugares algo considerables de
concentración de obreros” hay en Rusia, y qué perpetuación
de nuestro primitivismo en el trabajo resultará si cada
organización local se pusiera efectivamente a publicar su
propio periódico! ¡Cómo facilitaría este fraccionamiento
a nuestros gendarmes la tarea de capturar —y además sin
hacer esfuerzos “algo considerables”— a los militantes locales,
desde el comienzo mismo de su actuación, antes de
haber podido llegar a ser verdaderos revolucionarios!
En un periódico central para toda Rusia —continúa
el autor— no interesarían mucho las narraciones de los
manejos de los fabricantes “y de los pormenores de poca
monta de la vida fabril en diversas ciudades que no son la
suya”, pero “al orlense no le aburrirá leer lo que sucede en
Oriol. Sabe siempre con quién se han ‘metido’, a quién ‘se
le da para el pelo’ y a él ‘le baila el ojo’ ”.207 Sí, sí, al orlense
le baila el ojo, pero a nuestro publicista también “le baila”
demasiado la imaginación. En lo que éste debiera pensar
es en si se muestra tacto al defender la mezquindad de
esfuerzos. No cederemos a nadie la palma en reconocer
cuán necesario e importante es denunciar los abusos que
se cometen en las fábricas, pero hay que recordar que hemos
llegado ya a un momento en que a los vecinos de San
Petersburgo les aburre leer las cartas petersburguesas del
periódico petersburgués Rabóchaya Mysl.
Para denunciar los abusos que se cometen en las fábricas
locales, hemos tenido siempre, y debemos seguir teniendo
siempre, las hojas volantes; pero el periódico hay que elevarlo,
y no rebajarlo al nivel de hojas volantes de fábrica.
Para un “periódico” necesitamos denuncias no tanto de
“pequeñeces”, como de los grandes defectos típicos de
la vida fabril, denuncias hechas con ejemplos de singular
realce y, por lo mismo, capaces de interesar a todos los
Vladimir Ilich Lenin
212
QUE HACER?
213
?
obreros y a todos los dirigentes del movimiento, capaces
de enriquecer efectivamente sus conocimientos, ensanchar
su horizonte, dar comienzo al despertar de un distrito más,
de un nuevo sector profesional de obreros.
Además, en un periódico local, los manejos de la
administración de la fábrica o de otras autoridades
pueden recogerse en seguida, aún recientes.
Y mientras la noticia llega a un periódico central,
lejano, en el punto de origen ya se habrá olvidado
lo sucedido: “¿Cuándo habrá ocurrido eso?; ¡cualquiera
lo recuerda!” (loc. cit.).
En efecto, ¡cualquiera lo recuerda! Los 30 números publicados
en dos años y medio corresponden, según hemos
visto en la misma fuente, a seis ciudades. De modo que a
cada ciudad corresponde, por término medio, ¡un número
de periódico por medio año! E incluso si nuestro insubstancial
publicista triplica en su hipótesis el rendimiento del
trabajo local (cosa que sería indudablemente inexacta con
relación a una ciudad media, porque es imposible aumentar
considerablemente el rendimiento sin salir del primitivismo
en el trabajo), no recibiríamos, sin embargo, más de un
número cada dos meses, es decir, una situación que en nada
se parece a “recoger las noticias aún recientes”.
Pero bastaría con que se unieran diez organizaciones
locales e invistieran de funciones activas a sus delgados
con el fin de montar un periódico central, que entonces
pudieran “recogerse” por toda Rusia no pequeñeces, sino
escándalos notables y típicos en realidad, y esto cada dos
semanas. Nadie que sepa en qué situación se encuentran
nuestras organizaciones lo dudará. Y en cuanto a lo de
pillar al enemigo con las manos en la masa, si se toma esto
en serio y no se habla por hablar, un periódico clandestino
no puede, en general, ni pensar en ello: esto puede hacerlo
sólo una hoja volante, porque el plazo máximo para
sorprender así al enemigo no pasa, en la mayoría de los
casos, de uno o dos días (tomen, por ejemplo, el caso de
una huelga breve corriente, de atropellos en una fábrica o
de una manifestación etc.).
“El obrero no sólo vive en la fábrica, sino en la ciudad
también”, continúa nuestro autor, pasando de lo particular a
lo general con una consecuencia tan rigurosa que honraría
al mismo Boris Krichevski. Y señala los problemas de las
dumas, hospitales y escuelas de las ciudades, exigiendo
que el periódico obrero no calle los asuntos urbanos en
general. La exigencia es de por sí magnífica, pero ilustra
con particular evidencia la abstracta vacuidad a que se
limitan con demasiada frecuencia las disquisiciones sobre
los periódicos locales.
Primero, si en “todo lugar algo considerable de concentración
de obreros” se publicaran en efecto periódicos con
una sección urbana tan detallada como quiere Svoboda,
dadas nuestras condiciones rusas, la cosa degeneraría
inevitablemente en verdadera cicatería, conduciría a debilitar
la conciencia de lo importante, que es un empuje
Vladimir Ilich Lenin
214
QUE HACER?
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revolucionario general en toda Rusia contra la autocracia
zarista, y reforzaría los brotes, muy vivaces y más bien ocultos
o reprimidos que arrancados de raíz, de una tendencia
que ya ha adquirido fama por la célebre máxima sobre los
revolucionarios que hablan demasiado del parlamento
inexistente y muy poco de las dumas urbanas existentes. Y
hemos dicho “inevitablemente”, subrayando así que no es
esto, sino lo contrario, lo que Svoboda quiere a sabiendas.
Pero no basta con las buenas intenciones.
Para que la labor de esclarecimiento de los asuntos
urbanos quede organizada con la orientación debida respecto
a todo nuestro trabajo, hay que empezar por elaborar
totalmente y dejar sentada con firmeza esa orientación, y
no sólo mediante razonamientos, sino mediante una inmensidad
de ejemplos, para que adquiera ya la solidez de
tradición. Esto es lo que estamos muy lejos de tener y por
esto precisamente hay que empezar antes de que se pueda
pensar en una vasta prensa local y hablar de ella.
Segundo, para escribir bien y de un modo interesante
de verdad sobre asuntos locales, hay que conocerlos bien,
y no sólo por los libros. Pero en toda Rusia apenas hay
socialdemócratas que posean este conocimiento. Para
escribir en un periódico (y no en folletos de divulgación)
sobre asuntos locales y estatales, hay que disponer de datos
frescos, variados, recogidos y elaborados por una persona
entendida. Y para recoger y elaborar tales datos, no basta
la “democracia primitiva” de un círculo primitivo, en el que
todos hacen de todo y se divierten jugando al referéndum.
Para eso hace falta una plana mayor de autores especializados,
de corresponsales especializados, un ejército de
reporteros socialdemócratas, que entablen relaciones en
todas partes, que sepan penetrar en todos los “secretos
de Estado” (con los que tanto presume y que con tanta
facilidad revela el funcionario ruso) y meterse entre todos
los “bastidores”; un ejército de hombres obligados “por su
cargo” a ser ubicuos y omniscios.
Y nosotros, partido de lucha contra toda opresión económica,
política, social y nacional, podemos y debemos
encontrar, reunir, formar, movilizar y poner en campaña un
ejército así de hombres omnisapientes, ¡pero eso está todavía
por hacer! Ahora bien, nosotros no sólo no hemos dado aún,
en la inmensa mayoría de los lugares, ni un paso en esa dirección,
sino que a menudo ni siquiera existe la conciencia de la
necesidad de hacerlo. Búsquense en nuestra prensa socialdemócrata
artículos vivos e interesantes, crónicas y denuncias
sobre nuestros asuntos y asuntillos diplomáticos, militares,
eclesiásticos, urbanos, financieros, etc., etc., se encontrará
muy poco o casi nada.208 ¡Por eso “me enfado terriblemente
siempre que viene alguien y me ensarta una retahíla de lindezas
y preciosidades” sobre la necesidad de periódicos “en
todo lugar algo considerable de concentración de obreros”
que denuncien las arbitrariedades tanto en la administración
fabril como en la pública local y nacional!
El predomino de la prensa local sobre la central es síntoma
de penuria o de lujo. De penuria, cuando el movimiento
no ha cobrado todavía fuerzas para un trabajo a gran escala,
Vladimir Ilich Lenin
216
QUE HACER?
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cuando aún vegeta en medio del primitivismo y casi se
ahoga “en las pequeñeces de la vida fabril”. De lujo, cuando
el movimiento ha podido ya plenamente con la tarea de las
denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos
los sentidos, de modo que, además del órgano central, se
hacen necesarios numerosos órganos locales. Decida cada
cual por sí mismo qué es lo que prueba el predominio que
hoy tienen los periódicos locales entre nosotros. Por mi
parte, me limitaré a formular con exactitud mi conclusión
para no dar pie a malentendidos.
Hasta ahora, la mayoría de nuestras organizaciones
locales piensan casi exclusivamente en órganos locales
y trabajan de un modo activo casi exclusivamente para
ellos. Esto no es normal. Debe suceder lo contrario, que la
mayoría de las organizaciones locales piense sobre todo en
un órgano central para toda Rusia y trabaje principalmente
para él. Mientras no ocurra así, no podremos publicar ni un
solo periódico que sea por lo menos capaz de proporcionar
realmente al movimiento una agitación en todos los sentidos
en la prensa. Y cuando esto sea así, se entablarán por
sí solas unas relaciones normales entre el órgano central
necesario y los órganos locales necesarios.
A primera vista, la conclusión de que se precisa desplazar
el centro de gravedad del trabajo local al trabajo a escala de
toda Rusia puede parecer inaplicable al terreno de la lucha
económica especial: el enemigo directo de los obreros es en
este caso un patrono determinado o un grupo de patronos
no ligados entre sí por una organización que recuerde, aunque
sea remotamente, una organización puramente militar,
rigurosamente centralista, dirigida hasta en los detalles más
pequeños por una voluntad única, como es la organización del
gobierno ruso, nuestro enemigo directo en la lucha política.
Pero no es así. La lucha económica —lo hemos dicho
ya muchas veces— es una lucha sindical, y por ello exige
que los obreros se unan por oficios, y no sólo por el lugar
de trabajo. Y la necesidad de esta unión profesional se
hace tanto más imperiosa cuanto mayor es la rapidez con
que avanza la unión de nuestros patronos en toda clase de
sociedades y corporaciones. Nuestra dispersión y nuestros
métodos primitivos de trabajo obstaculizan directamente
esta unión, que exige una organización de revolucionarios
única para toda Rusia y capaz de encargarse de dirigir sindicatos
obreros a escala de todo el país. Ya hemos hablado
antes del tipo de organización deseable con este objeto,
y ahora añadiremos sólo unas palabras en relación con el
problema de nuestra prensa.
No creo que nadie dude de que todo periódico socialdemócrata
deba tener una sección dedicada a la lucha sindical
(económica). Pero el crecimiento del movimiento sindical
nos obliga a pensar también en una prensa sindical. Creemos,
sin embargo, que en Rusia todavía no se puede ni hablar, salvo
raras excepciones, de periódicos sindicales: son un lujo, y nosotros
carecemos muchas veces hasta del pan de cada día.
La forma de prensa sindical adecuada a las condiciones
de trabajo clandestino, y ya ahora imprescindible,
tendría que ser entre nosotros la de folletos sindicales.
Vladimir Ilich Lenin
218
QUE HACER?
219
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En ellos deberían recogerse y agruparse sistemáticamente
datos legales209 e ilegales las condiciones de trabajo
en cada oficio, sobre las diferencias que en este sentido
existen entre los diversos puntos de Rusia, sobre las
principales reivindicaciones de los obreros de una profesión
determinada, sobre las deficiencias de la legislación
concerniente a ella, sobre los casos notables de la
lucha económica de los obreros de este gremio, sobre
los gérmenes, la situación actual y las necesidades de su
organización sindical, etc.
Estos folletos, primero, librarían a nuestra prensa socialdemócrata
de una inmensidad de pormenores sindicales que
sólo interesan especialmente a los obreros de este oficio.
Segundo, fijarían los resultados de nuestra experiencia
en la lucha sindical, conservarían los datos recogidos, que
ahora se pierden literalmente en el cúmulo de hojas y crónicas
sueltas, y los sintetizarían.
Tercero, podrían servir de algo así como una guía para
los agitadores, ya que las condiciones de trabajo varían
con relativa lentitud, las reivindicaciones fundamentales
de los obreros de un oficio determinado son extraordinariamente
estables (compárense las reivindicaciones de
los tejedores de la región de Moscú, en 1885,210 y de la
región de San Petersburgo, en 1896)211 y un resumen de
estas reivindicaciones y necesidades podría servir durante
años enteros de manual excelente para la agitación económica
en localidades atrasadas o entre capas atrasadas
de obreros; ejemplos de huelgas que hayan tenido éxito
en una región, datos sobre un nivel de vida más elevado
y sobre mejores condiciones de trabajo en una localidad
estimularían también a los obreros de otros lugares a
nuevas y nuevas luchas.
Cuarto, tomando la iniciativa de sintetizar la lucha sindical
y reforzando de este modo los vínculos del movimiento
sindical ruso con el socialismo, la socialdemocracia se
preocuparía al mismo tiempo de que nuestro trabajo tradeunionista
no ocupara un puesto ni demasiado reducido
ni demasiado grande en el conjunto de nuestro trabajo
socialdemócrata.
A una organización local que esté apartada de las organizaciones
de otras ciudades le es muy difícil, a veces
casi imposible, mantener en este sentido una proporción
adecuada (y el ejemplo de Rabocháya Mysl demuestra a qué
punto de monstruosa exageración de carácter tradeunionista
puede llegarse en tal caso). Pero a una organización
de revolucionarios a escala de toda Rusia que sustente con
firmeza el punto de vista del marxismo, que dirija toda la
lucha política y disponga de una plana mayor de agitadores
profesionales jamás le será difícil determinar acertadamente
esa proporción.
Capítulo V
“Plan” de un periódico
político central
para toda Rusia
QUE HACER?
223
?
“El error más grande de Iskra en este sentido —escribe
B. Krichevski,212 imputándonos la tendencia a “convertir
la teoría en doctrina muerta, aislándola de la práctica”—
es un “plan” de una organización de todo el partido” (es
decir, el artículo “¿Por dónde empezar?”). Y Martínov lo
secunda, declarando:
… la tendencia de Iskra de aminorar la importancia
de la marcha progresiva de la monótona lucha
cotidiana en comparación con la propaganda de
ideas brillantes y acabadas… ha sido coronada
por el plan de organización del partido, plan que
se nos ofrece en el artículo “¿Por dónde empezar?”,
publicado en el número 4.213
Finalmente, hace poco, se ha sumado a los indignados
con este “plan” (las comillas deben expresar la ironía con
que lo acoge) L. Nadiezhdin, que en su folleto En vísperas de
la revolución, que acabamos de recibir (edición del “Grupo
Revolucionario-Socialista” Svoboda, que ya conocemos),
declara que “al hablar ahora de una organización cuyos
hilos arranquen de un periódico central para toda Rusia
es dar ideas y hacer trabajo de gabinete”,214 dar pruebas de
“literaturismo”, etc.
Vladimir Ilich Lenin
224
QUE HACER?
225
?
No puede sorprendernos que nuestro terrorista coincida
con los defensores de la “marcha progresiva de la
monótona lucha cotidiana”, pues ya hemos visto las raíces
de esta afinidad en los capítulos sobre política y organización.
Pero debemos observar en el acto que L. Nadiezhdin,
y sólo él, ha tratado honradamente de penetrar en el curso
del pensamiento del artículo que le ha disgustado; ha tratado
de responder yendo al grano, mientras que Rabóchei
Dielo no ha dicho en esencia nada y ha tratado tan sólo de
embrollar la cuestión, mediante una sarta de indecorosas y
demagógicas salidas de tono. Y, por desagradable que ello
sea, hay que perder tiempo en limpiar antes los establos
de Augías.
1. A quién ha ofendido el artículo
“¿Por dónde empezar?”215
Vamos a citar un ramillete de las expresiones y exclamaciones
con que ha arremetido contra nosotros Rabócheie
Dielo. “No es un periódico el que puede crear la organización
del partido, sino a la inversa”… “Un periódico
que se encuentre por encima del partido, esté fuera de
su control y no dependa de él por tener su propia red de
agentes”… “¿Por obra de qué milagro ha olvidado Iskra las
organizaciones socialdemócratas, ya existentes de hecho,
del partido a que ella misma pertenece?”… “Personas poseedoras
de principios firmes y del plan correspondiente
son también los reguladores supremos de la lucha real
del partido, al que dictan el cumplimiento de su plan”…
“El plan relega a nuestras organizaciones, reales y vitales,
al reino de las sombras y quiere dar vida a una red fantástica
de agentes”… “Si el plan de Iskra fuese llevado a
la práctica, borraría por completo las huellas del Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia que se viene formando
en nuestro país”… “Un órgano de propaganda se sustrae
al control y se convierte en legislador absoluto de toda
la lucha revolucionaria práctica”… “¿Qué actitud debe
asumir nuestro partido al verse totalmente sometido a
una redacción autónoma?”, etc., etc.
Como ve el lector, por el contenido y el tono de estas
citas, Rabócheie Dielo se ha ofendido. Pero no por lo que
a él le toca, sino por lo que toca a las organizaciones y comités
de nuestro partido, a los que Iskra, según pretende
dicho órgano, quiere relegar al reino de las sombras y hasta
borrar sus huellas. ¡Que todos los horrores fueran así! Pero
hay una cosa extraña. El artículo “¿Por dónde empezar?”
apareció en mayo de 1901, y los artículos de Rabócheie
Dielo, en septiembre de 1901; ahora estamos ya a mediados
de enero de 1902. ¡En estos cinco meses (tanto antes
como después de septiembre), ni un solo comité, ni una
sola organización del partido ha protestado formalmente
contra ese monstruo que quiere desterrar a los comités y
organizaciones al reino de las sombras! Y hay que hacer
constar que, durante este período, han aparecido, tanto
en Iskra como en numerosas otras publicaciones, locales
y no locales, decenas y centenares de comunicaciones de
todos los confines de Rusia. ¿Cómo ha podido suceder que
las organizaciones a las que se quiere desterrar al reino de
Vladimir Ilich Lenin
226
QUE HACER?
227
?
las sombras no se hayan dado cuenta de ello ni se hayan
sentido ofendidas, y que, en cambio, se haya ofendido a
una tercera persona?
Ha sucedido esto porque los comités y las demás organizaciones
están ocupados en trabajar de verdad, y no en
jugar a la “democracia”. Los comités han leído el artículo
“¿Por dónde empezar?”, han visto en él una tentativa “de
trazar un plan concreto de esta organización a fin de que se
pueda emprender su creación desde todas partes”, y, habiéndose
percatado perfectamente de que ni una sola de “todas
esas partes” pensará en “emprender su creación” antes
de estar convencida de que es necesaria y de que el plan
arquitectónico es certero, no han pensado, naturalmente,
en “ofenderse” por la osadía de los que han dicho en Iskra:
“Dada la urgencia e importancia del asunto, nos decidimos,
por nuestra parte, a someter a la consideración de los camaradas
el bosquejo de un plan que desarrollaremos con
más detalle en un folleto en preparación”.
Parece mentira que no se comprenda, de enfocar este
problema con honestidad, que si los camaradas aceptan
el plan sometido a su consideración, no lo ejecutarán por
“subordinación”, sino por el convencimiento de que es
necesario para nuestra obra común, y que, en el caso de no
aceptarlo, el “bosquejo” (¡qué palabra más presuntuosa!,
¿verdad?) no pasará de ser un simple bosquejo.
¿No es demagogia arremeter contra el bosquejo de un plan
no sólo “demoliéndolo” y aconsejando a los camaradas que lo
rechacen, sino previniendo a gentes poco expertas en la labor
revolucionaria contra los autores del bosquejo por el mero hecho
de que estos se atreven a “legislar”, a actuar de “reguladores
supremos”, es decir, que se atreven a proponer un bosquejo de
plan? ¿Puede nuestro partido desarrollarse y marchar adelante
si la tentativa de elevar a los dirigentes locales a ideas, tareas,
planes, etc., más amplios tropieza no sólo con la objeción
de que estas ideas son erróneas, sino con una sensación de
“agravio” por el hecho de que se les “quiera elevar”?
Porque también L. Nadiezhdin ha “demolido” nuestro
plan, pero no se ha rebajado a semejante demagogia, que
ya no puede explicarse simplemente por candor o por
ideas políticas de un carácter primitivo; ha rechazado resueltamente
y desde el primer momento la acusación de
“fiscalizar al partido”. Por esta razón podemos y debemos
responder con argumentos a la crítica que Nadiezhdin hace
del plan, mientras que a Rabócheie Dielo sólo cabe contestar
con el desprecio.
Pero el despreciar a un autor que se rebaja hasta el punto
de gritar sobre “absolutismo” y “subordinación” no nos
exime del deber de deshacer el lío en el que estas gentes
meten al lector. Y aquí podemos demostrar palmariamente
a todo el mundo de qué jaez son las frases en boga sobre
la “amplia democracia”. Se nos acusa de haber olvidado
los comités, de querer o de intentar desterrarlos al reino
de las sombras, etc. ¿Cómo contestar a estas acusaciones,
cuando, por razones de discreción conspirativa, no podemos
decir al lector casi nada en realidad de nuestras verdaderas
relaciones con los comités?
Vladimir Ilich Lenin
228
QUE HACER?
229
?
Quienes lanzan una acusación zahiriente que irrita a
la multitud nos llevan ventaja por su desfachatez y por su
desdén a los deberes del revolucionario que oculta cuidadosamente
de los ojos del mundo las relaciones y los
vínculos que tiene, establece o trata de entablar. Desde
luego, nos negamos de una vez para siempre a competir
con gente de esa calaña en el terreno de la “democracia”.
En cuanto al lector no iniciado en los asuntos del partido,
el único medio de cumplir nuestro deber con él consiste en
hablarle no de lo que es o están im Werden,216 sino de una
pequeña parte de lo que ha sido, ya que se puede hablar de
ello porque pertenece al pasado.
El Bund nos acusa de “impostores” con una alusión;217 la
Unión en el extranjero nos acusa de que tratamos de borrar
las huellas del partido. ¡Un momento, señores! Recibirán
ustedes plena satisfacción en el momento que expongamos
al público cuatro hechos del pasado.
Primer218 hecho. Los miembros de una de las uniones
de lucha que participaron directamente en la formación de
nuestro partido y en el envío de un delegado al congreso
que lo fundó se ponen de acuerdo con uno de los miembros
del grupo Iskra para establecer una biblioteca obrera
especial con objeto de atender las necesidades de todo el
movimiento. No se consigue abrir la biblioteca obrera; y los
folletos Las tareas de los socialdemócratas rusos y La nueva ley
de fábricas,219 escritos para ella, van a parar indirectamente
y por mediación de terceras personas al extranjero, donde
son publicados.220
Segundo hecho. Los miembros del Comité Central del
Bund proponen a uno de los miembros del grupo Iskra
organizar conjuntamente lo que entonces el Bund llamaba
“un laboratorio literario”, indicando que si no se lograba
realizar el proyecto, nuestro movimiento podía retroceder
mucho. Resultado de aquellas negociaciones fue el folleto
La causa obrera en Rusia.221
Tercer hecho. El Comité Central del Bund, por intermedio
de una pequeña ciudad provinciana, se dirige
a uno de los miembros del grupo Iskra, proponiéndole
que se encargue de redactar Rabóchaya Gazeta, que ha
de reanudar su publicación y obtiene, desde luego, su
conformidad. Más tarde cambia la propuesta: se trata solamente
de colaborar, debido a una nueva composición
de la redacción. Claro que también se da la conformidad.
Se envían los artículos (que se ha logrado conservar):
Nuestro programa, protestando enérgicamente contra la
campaña bernsteiniana y contra el viraje de las publicaciones
legales y Rabóchaya Mysl; Nuestra tarea urgente
(“la organización de un órgano del partido que aparezca
regularmente y esté ligado estrechamente a todos
los grupos locales”; los defectos del “primitivismo en
el trabajo” imperante); Un problema vital (analizando
la objeción de que primero habría que desarrollar la
actividad de los grupos locales y luego emprender la
organización de un órgano central; insistiendo en la
importancia primordial de “la organización revolucionaria”,
en la necesidad de “elevar la organización,
la disciplina y la técnica de la conspiración al más alto
Vladimir Ilich Lenin
230
QUE HACER?
231
?
grado de perfección”).222 La propuesta de reanudar la
publicación de Rabóchaya Gazeta no llega a ponerse en
práctica, y los artículos quedan sin publicar.223
Cuarto hecho. Un miembro del comité organizador
del II Congreso ordinario de nuestro partido comunica
a un miembro del grupo Iskra el programa del congreso y
presenta la candidatura de este grupo para redactar Rabóchaya
Gazeta, que reanudaba su publicación. Esta gestión,
por decirlo así, preliminar, es sancionada luego por el
comité al que pertenecía dicha persona, así como por el
Comité Central del Bund; al grupo Iskra se indica el lugar
y la fecha de celebración del congreso, pero el grupo (que
por ciertos motivos no estaba seguro de poder enviar un
delegado a este congreso) redacta asimismo un informe
escrito para éste.
En dicho informe se sostiene la idea de que eligiéndose
sólo el Comité Central, lejos de resolverse el problema del
agrupamiento en un momento de completa dispersión
como el actual, se corre, además, el riesgo de poner en tela
de juicio la gran idea de la creación del partido, caso de caer
nuevamente en una rápida y completa redada, cosa más
que probable cuando impera la falta de discreción conspirativa;
que, por ello, debía empezarse por invitar a todos
los comités y a todas las demás organizaciones a sostener
el órgano central cuando reanudara su aparición, órgano
que realmente vincularía a todos los comités con lazos
efectivos y prepararía realmente un grupo de dirigentes de
todo el movimiento; que los comités y el partido podrían
ya fácilmente transformar en Comité Central este grupo,
creado por los primeros, cuando dicho grupo se hubiera
desarrollado y fortalecido. Pero debido a una serie de detenciones
el congreso no pudo celebrarse; y por motivos
de conspiración se destruyó el informe que sólo algunos
camaradas, entre ellos los delegados de un comité, habían
podido leer.224
Juzgue ahora el lector por sí mismo del carácter de procedimientos
como la alusión del Bund a una impostura o
el argumento de Rabócheie Dielo acerca de que queremos
desterrar a los comités al reino de las sombras, “sustituir” la
organización del partido por una organización que difunda
las ideas de un solo periódico. Pues precisamente ante los
comités, por reiteradas invitaciones de ellos, informamos
sobre la necesidad de adoptar un plan determinado de
trabajo común. Y precisamente para la organización del
partido, elaboramos este plan en nuestros artículos enviados
a Rabóchaya Gazeta y en el informe para el congreso
del partido, y repetimos que los hicimos por invitación
de personas que ocupaban en el partido una posición tan
influyente, que tomaban la iniciativa de reconstruirlo (de
hecho). Y sólo cuando hubieron fracasado las dos tentativas
que la organización del partido hizo con nosotros para
reanudar oficialmente la publicación del órgano central del
partido, creímos que era nuestro deber ineludible presentar
un órgano no oficial, para que, en la tercera tentativa, los
camaradas vieran ya ciertos resultados de la experiencia y
no meras conjeturas. Ahora todo el mundo puede apreciar
ya ciertos resultados de esa experiencia, y todos los camaVladimir
Ilich Lenin
232
QUE HACER?
233
?
radas pueden juzgar si comprendimos bien nuestro deber
y la opinión que merecen las personas que, molestas por el
hecho de que demostremos a unas su falta de consecuencia
en el problema “nacional” y a otras lo inadmisible de sus
vacilaciones sin principios, tratan de equivocar a quienes
desconocen el pasado más reciente.
2. ¿Puede un periódico ser
organización colectiva?
La clave del artículo “¿Por dónde empezar?” está en que
hace precisamente esta pregunta y en que da una respuesta
afirmativa. L. Nadiezhdin es, que sepamos, la única persona
que intenta estudiar esta cuestión a fondo y demostrar la
necesidad de darle respuesta negativa. A continuación,
reproducimos íntegramente sus argumentos:
…Mucho nos place que plantee Iskra (Núm. 4) la
necesidad de un periódico central para toda Rusia,
pero en modo alguno podemos convenir en que
este planteamiento corresponde al título del artículo
“¿Por dónde empezar?”. Es, sin duda, uno de los
asuntos de suma importancia, pero no se pueden
colocar los cimientos de una organización combativa
para un momento revolucionario ni con esa
labor, ni con toda una serie de hojas populares, ni
con una montaña de proclamas. Es indispensable
empezar a formar fuertes organizaciones políticas
locales. Nosotros carecemos de ellas, nuestra labor
se ha desarrollado principalmente entre los obreros
cultos, mientras que las masas desplegaron de
modo casi exclusivo una lucha económica. Si no
se educan fuertes organizaciones políticas locales,
¿qué valor podría tener un periódico central para
toda Rusia, aunque esté excelentemente organizado?
¡Una llama de fuego que sale de en medio de
una zarza, y la zarza está ardiendo y no se consume!
Iskra cree que el pueblo se reunirá y organizará en
torno a ese periódico, en el trabajo para él. ¡Pero
si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en
torno a una labor más concreta! Esta labor puede
y debe consistir en organizar periódicos locales
a vasta escala, en preparar inmediatamente las
fuerzas obreras para manifestaciones, en hacer
que las organizaciones locales trabajen constantemente
entre los parados (difundiendo de un modo
persistente entre ellos hojas volantes y octavillas,
convocándolos a reuniones, llamándolos a oponer
resistencia al gobierno, etc.) ¡Hay que iniciar una
labor política activa en el plano local, y cuando
surja la necesidad de unificarse en este terreno real,
la unión no será artificiosa, no quedará sobre el
papel, porque no es por medio de periódicos como
se conseguirá esta unificación del trabajo local en
una obra común para toda Rusa!225
Hemos subrayado en este elocuente trozo los pasajes
que permiten apreciar con mayor relieve tanto el juicio
equivocado del autor sobre nuestro plan como, en general,
su erróneo punto de vista, que él opone a Iskra. Si no se
Vladimir Ilich Lenin
234
QUE HACER?
235
?
educan fuertes organizaciones políticas locales, de nada
valdrá el mejor periódico central para toda Rusia.
Completamente justo. Pero se trata precisamente de que
no existe otro medio de educar fuertes organizaciones políticas
de un periódico central para toda Rusia. Al autor se le
ha escapado la declaración más importante que Iskra hizo
antes de pasar a exponer su “plan”: la declaración de que era
necesario “exhortar a formar una organización revolucionaria
capaz de unir a todas las fuerzas y de dirigir el movimiento
no sólo nominalmente sino en realidad, es decir, capaz de estar
siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión,
aprovechándolas para multiplicar y reforzar los efectivos que
han de utilizarse en el combate decisivo”. Después de febrero
y marzo, todos están ahora en principio de acuerdo con eso
—continúa Iskra—; pero lo que necesitamos es resolver el
problema de una manera práctica, y no en principio; lo que
necesitamos es trazar inmediatamente un plan concreto de
esta obra para que todos puedan ahora mismo emprender la
construcción desde todas partes. ¡Y he aquí que, de la solución
práctica del problema, nos empujan una vez más hacia atrás,
hacia una verdad justa en principio, incontestable, grande,
pero de todo punto insuficiente, incomprensible por completo
para las grandes masas trabajadoras: hacia la “educación
de fuertes organizaciones políticas”! Pero, ¡si no se trata ya
de eso, respetable autor, sino de cómo precisamente hay que
educar, y educar con éxito!
No es verdad que “nuestra labor se ha desarrollado principalmente
entre los obreros cultos, mientras que las masas
desplegaban de modo casi exclusivo una lucha económica”.
Bajo esta forma, la tesis se desvía hacia la tendencia, habitual
en Svoboda y errónea de raíz, de oponer los obreros cultos
a la “masa”. Pues también los obreros cultos de nuestro país
han desplegado en estos últimos años “de modo casi exclusivo
una lucha económica”. Esto, por una parte. Por otra,
tampoco las masas aprenderán jamás a desplegar la lucha
política mientras no ayudemos a formar a los dirigentes de
esta lucha, procedentes tanto de los obreros cultos como
de los intelectuales; y estos dirigentes pueden formarse
exclusivamente enjuiciando de modo sistemático y cotidiano
todos los aspectos de nuestra vida política, todas las
tentativas de protesta y de lucha de las distintas clases y por
diversos motivos. ¡Por eso es simplemente ridículo hablar
de “educar organizaciones políticas” y, al mismo tiempo,
oponer la “labor sobre el papel” de un periódico político a la
“labor política activa en el plano local”! ¡Pero si Iskra adapta
precisamente su “plan” de un periódico central al “plan” de
crear una “disposición para el combate” que pueda apoyar
tanto un movimiento de obreros parados o un alzamiento
campesino como el descontento de la gente de los zemstvos,
“la indignación de la población contra los ensoberbecidos
bachibozuks zaristas”, etc.!
Por lo demás, toda persona familiarizada con el movimiento
sabe perfectamente que la inmensa mayoría de
las organizaciones locales ni siquiera piensa en ello; que
muchas de las perspectivas aquí esbozadas de “una labor
política viva” no las ha puesto en práctica ni una sola vez
ninguna organización; que, por ejemplo, la tentativa de
Vladimir Ilich Lenin
236
QUE HACER?
237
?
llamar la atención sobre el recrudecimiento del descontento
y de las protestas entre los intelectuales de los zemstvos
lleva el desconcierto y la perplejidad tanto a Nadiezhdin
(“¡Dios mío!, ¿pero será ese órgano para los intelectuales
de los zemstvos?”.226), como a los “economistas” (véase la
carta en el número 12 de Iskra), como a muchos militantes
dedicados al trabajo práctico. En tales condiciones se puede
“empezar” únicamente por hacer pensar a la gente en todo
esto, por hacerla resumir y sintetizar todos y cada uno de los
indicios de efervescencia y de lucha activa. En los momentos
actuales de subestimación de la importancia de las tareas
socialdemócratas, la “labor política activa” puede iniciarse
exclusivamente por una agitación política viva, cosa imposible
sin un periódico central para toda Rusia, que aparezca
con frecuencia y que se difunda con regularidad.
Los que consideran el “plan” de Iskra una manifestación
de “literaturismo” no han comprendido en absoluto el fondo
del plan, tomando como fin lo que se propone como medio
más adecuado para el momento actual. Esta gente no se ha
molestado en meditar sobre dos comparaciones que ilustran
palmariamente el plan propuesto. La organización de un
periódico político central para toda Rusia —se decía en Iskra—
debe ser el hilo fundamental al que podríamos asirnos
para desarrollar, ahondar y ampliar incesantemente esta organización
(es decir, la organización revolucionaria, siempre
dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión).
Hagan ustedes el favor de decirnos: cuando unos albañiles
colocan en diferentes sitios las piedras de una obra
grandiosa y sin precedentes, ¿es una labor “sobre el papel”
tender el cordel que les ayuda a encontrar el lugar preciso
para las piedras, que les indica la meta final de la obra
común, que les permite colocar no sólo cada piedra, sino
cada trozo de piedra, el cual, al sumarse a los precedentes
y a los que sigan, formará la hilada recta y completa? ¿No
vivimos acaso un momento de esta índole en nuestra vida
de partido, cuando tenemos piedras y albañiles, pero nos
falta precisamente el cordel, visible para todos y en el cual
todos puedan atenerse? No importa que griten que, al
tender el cordel, lo que pretendemos es mandar: si fuera
así, señores, pondríamos Rabóchaya Gazeta, Núm. 3, en
lugar de Iskra, Núm. 1, como nos lo habían propuesto algunos
camaradas y como tendríamos pleno derecho a hacer
después de los acontecimientos que hemos referido más
arriba. Pero no lo hemos hecho: queríamos tener las manos
sueltas para desarrollar una lucha inconciliable contra toda
clase de seudosocialdemócratas; queríamos que nuestro
cordel, si está bien derecho, sea respetado por su rectitud
y no porque lo haya tendido un órgano oficial.
La unificación de las actividades locales en órganos
centrales se mueve en un círculo vicioso
—nos alecciona L. Nadiezhdin—. La unificación
requiere homogeneidad de elementos, y esta
homogeneidad no puede ser creada más que por
algún aglutinante, pero este aglutinante sólo puede
aparecer como producto de fuertes organizaciones
locales que, en el momento actual, en modo alguno
se distinguen por su homogeneidad.
Vladimir Ilich Lenin
238
QUE HACER?
239
?
Verdad ésta tan respetable y tan incontestable como la
de que es necesario educar fuertes organizaciones políticas.
Y no menos estéril. Cualquier problema “se mueve en un
círculo vicioso”, pues toda la vida política es una cadena
infinita compuesta de un sinfín de eslabones. Todo el arte
de un político estriba justamente en encontrar y aferrarse
con nervio al preciso eslaboncito que menos pueda ser
arrancado de las manos, que sea el más importante en un
momento determinado y mejor garantice a quien lo sujete
la posesión de toda cadena.227
Si tuviéramos un destacamento de albañiles expertos
que trabajasen de un modo tan acorde que aun sin el cordel
pudieran colocar las piedras precisamente donde hace falta
(hablando en abstracto, esto no es imposible, ni mucho
menos), entonces quizás podríamos aferrarnos también
a otro eslaboncito. Pero la desgracia consiste justamente
en que aún carecemos de albañiles expertos que trabajen
tan bien concertados, en que las piedras se colocan muy a
menudo al azar, sin guiarse por el cordel común, de manera
tan desordenada que el enemigo las dispersa de un soplo,
como si fuesen granos de arena y no piedras.
Otra comparación: “El periódico no es sólo un propagandista
colectivo y un agitador colectivo, sino también
un organizador colectivo. En ese último sentido se le puede
comparar con los andamios que se levantan alrededor de
un edificio en construcción, que señalan sus contornos,
facilitan las relaciones entre los distintos albañiles, les
ayudan a distribuirse la tarea y a observar los resultados
generales alcanzados por el trabajo organizado”.228 ¿Verdad
que esto se parece mucho a la manera como el literato,
hombre de gabinete, exagera la importancia de su función?
El andamiaje no es imprescindible para la vivienda
misma: se hace de materiales de peor calidad, se levanta
por un breve período, y luego, una vez terminado el edificio,
aunque sólo sea en bruto, va a parar a la estufa. En
cuanto a la edificación de organizaciones revolucionarias,
la experiencia demuestra que a veces se pueden construir
sin andamios (recuérdese la década del 70). Pero ahora
no podemos ni imaginarnos la posibilidad de levantar sin
andamiaje el edificio que necesitamos.
Nadiezhdin no está de acuerdo y dice: “Iskra cree que
el pueblo se reunirá y organizará en torno a ese periódico
en el trabajo para él. ¡Pero si le es mucho más fácil reunirse
y organizarse en torno a una labor más concreta!”. Así, así:
“más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más
concreta”… Dice el refrán: “Agua que no has de beber,
déjala correr”. Pero hay gentes que no sienten reparo en
beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infamias
no habrán dicho nuestros excelentes “críticos” legales “del
marxismo” y admiradores ilegales de Rabóchaya Mysl en
nombre de este mayor concretamiento! ¡Hasta qué punto
coartan todo nuestro movimiento nuestra estrechez de
miras, nuestra falta de iniciativa y nuestra timidez, que
se justifican con los argumentos tradicionales de que “¡es
mucho más fácil… en torno a una labor más concreta!”.
¡Y Nadiezhdin, que se considera dotado de un sentido
especial de la “vida”, que condena con singular severidad
Vladimir Ilich Lenin
240
QUE HACER?
241
?
a los hombres de “gabinete”, que imputa (con pretensiones
de agudeza) a Iskra la debilidad de ver en todas partes
“economismo”, que se imagina estar a cien codos por
encima de esta división en ortodoxos y críticos, no se da
cuenta de que, con sus argumentos, favorece la estrechez
de miras que le indigna y bebe precisamente el agua llena
de escupitajos!
No basta, no, la indignación más sincera contra la estrechez
de miras, ni el deseo más ardiente de hacer levantar a
las gentes que se prosternan ante esta estrechez si el que se
indigna va a merced de las olas y del viento y si se aferra con
tanta “espontaneidad”, como los revolucionarios de la década
del 70, al “terror excitante”, al “terror agrario”, al “toque a
rebato” etc. Vean en qué consiste ese “algo más concreto” en
torno al que —cree él— será “mucho más fácil” reunirse y
organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de manifestaciones;
3) trabajo entre los obreros parados. A simple
vista se advierte que todo eso ha sido entresacado totalmente
al azar, por casualidad, por decir algo, porque, comoquiera
que se mire, será un perfecto desatino ver en ello algo de
especial utilidad para “reunir y organizar”.
Y el mismo Nadiezhdin dice unas páginas más adelante:
Ya va siendo hora de hacer constar sencillamente
un hecho: en el plano local se realiza una labor
pequeña en grado sumo, los comités no hacen ni
la décima parte de lo que podrían… los centros
de unificación que tenemos ahora son una ficción,
son burocracia revolucionaria, sus miembros se
dedican a ascenderse mutuamente a generales, y
así seguirán las cosas mientras no se desarrollen
fuertes organizaciones locales.
No cabe duda de que estas palabras encierran, al mismo
tiempo que exageraciones, muchas y amargas verdades.
¿Será posible que Nadiezhdin no vea el nexo existente entre
la pequeña labor realizada en el plano local y el estrecho
horizonte de los dirigentes locales, la escasa amplitud de
sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación
de los mismos, puesto que se encierran en los marcos de
las organizaciones locales? ¿Será posible que Nadiezhdin
haya olvidado, lo mismo que el autor del artículo sobre
organización publicado en Svoboda, que el paso a una
amplia prensa local (desde 1898) fue acompañado de una
intensificación especial del “economismo” y del “primitivismo
en el trabajo”?
Además, aunque se pudiera organizar de manera más
o menos satisfactoria “una abundante prensa local” (ya
hemos demostrado más arriba que es imposible, salvo en
casos muy excepcionales), ni siquiera en ese caso podrían
tampoco los órganos locales “reunir y organizar” todas las
fuerzas de los revolucionarios para una ofensiva general contra
la autocracia, para dirigir la lucha aunada. No se olvide
que aquí sólo se trata del alcance “colectivo”, organizador,
del periódico, y podríamos hacer a Nadiezhdin, defensor
del fraccionamiento, la misma pregunta irónica que él
hace: “¿No habremos heredado de alguna parte 200 mil
organizadores revolucionarios?”. Prosigamos. No se puede
Vladimir Ilich Lenin
242
QUE HACER?
243
?
contraponer la “preparación de manifestaciones” al plan de
Iskra por la sencilla razón de que este plan dice justamente
que las manifestaciones más extensas son uno de sus fines;
pero de lo que se trata es de elegir el medio práctico.
Nadiezhdin se ha vuelto a embrollar al perder de
vista que sólo puede “preparar” manifestaciones (que
hasta ahora han sido espontáneas por completo en la
inmensa mayoría de los casos) un ejército ya “reunido
y organizado”, y lo que nosotros no sabemos precisamente
es reunir y organizar. “Trabajo entre los obreros
parados”. Siempre la misma confusión, ya que esto es
también una de las operaciones bélicas de unos efectivos
movilizados y no un plan para movilizar dichos
efectivos. El caso siguiente demuestra hasta qué punto
subestima Nadiezhdin, también en este sentido, el daño
que produce nuestro fraccionamiento, la falta de los
“200.000 organizadores”.
Muchos (Nadiezhdin entre ellos) han reprochado a
Iskra la parquedad de noticias sobre el paro forzoso y la
accidentalidad de las crónicas sobre los fenómenos más
habituales de la vida rural. El reproche es merecido, pero
Iskra aparece como culpable sin tener culpa alguna. Nosotros
tratamos de “tender un cordelito” también por la aldea,
pero en el campo no hay casi albañiles y se ha de alentar por
fuerza a todo el que comunique aun el hecho más habitual,
abrigando la esperanza de que esto multiplique el número
de colaboradores en este terreno y nos enseñe a todos a
elegir, por fin, los hechos que resaltan de verdad.
Pero es tan escaso el mensaje que, sino lo sintetizamos
a escala nacional, no hay absolutamente nada con qué
aprender. No cabe duda de que un hombre que tenga,
aunque sea aproximadamente, las aptitudes de agitador y
el conocimiento de la vida de los vagabundos que observamos
en Nadiezhdin podría prestar al movimiento servicios
inestimables, haciendo agitación entre los obreros parados;
pero un hombre de esa índole enterraría su talento si no se
preocupara de dar a conocer a todos los camaradas rusos
cada paso de su actuación, para que sirva de enseñanza y
ejemplo a quienes, en su inmensa mayoría, aún no saben
emprender esta nueva labor.
De la importancia de unificar y de la necesidad de
“reunir y organizar” habla ahora todo el mundo sin excepción,
pero en la mayoría de los casos no se tiene la menor
idea concreta de por dónde empezar y cómo llevar a cabo
esa unificación. Todos convendrán, por seguro, en que si
“unificamos”, por ejemplo, los círculos aislados de barrio de
una ciudad, harán falta para ello organismos de barrio de
una ciudad, harán falta para ello organismos comunes, es
decir, no sólo la denominación común de “unión”, sino una
labor realmente común, un intercambio de publicaciones
de experiencia, de fuerzas y distribución de funciones, no
ya sólo por barrios, sino por oficios de todos los trabajos
urbanos. Todo el mundo convendrá en que un sólido mecanismo
conspirativo no cubrirá sus gastos (si es que puede
emplearse una expresión comercial) con los “recursos” (se
sobreentiende que tanto materiales como personales) de
un barrio; que en este reducido campo de acción no pueVladimir
Ilich Lenin
244
QUE HACER?
245
?
da explayarse el talento de un especialista. Pero lo mismo
puede afirmarse de la unión de distintas ciudades, porque
incluso el campo de acción de una comarca aislada resulta,
y ha resultado ya en la historia de nuestro movimiento
socialdemócrata, de una estrechez insuficiente: lo hemos
demostrado cumplidamente antes con el ejemplo de la
agitación política y de la labor de organización.
Es de imperiosa e impostergable necesidad ampliar
ante todo este campo de acción, crear un nexo real entre
las ciudades respaldado en una labor regular y común,
porque el fraccionamiento deprime a la gente que “está en
el hoyo” (expresión del autor de una carta dirigida a Iskra)
sin saber lo que pasa en el mundo, de quién aprender, cómo
conseguir experiencia y de qué manera satisfacer su deseo
de una actividad amplia.
Y yo continúo insistiendo en que este nexo real sólo
puede empezar a establecerse con un periódico central que
sea, para toda Rusia, la única empresa regular que haga el
balance de toda la actividad en sus aspectos más variados,
impulsando con ello a la gente a seguir infatigablemente
hacia adelante, por todos los numerosos caminos llevan
a la revolución, lo mismo que todos los caminos llevan a
Roma. Si deseamos la unificación no sólo de palabra, es
necesario que cada círculo local dedique inmediatamente,
por ejemplo, una cuarta parte de sus fuerzas a un trabajo
activo para la obra común.
Y el periódico le muestra enseguida229 los contornos
generales, las proporciones y el carácter de la obra; le
muestra qué lagunas son las que más se dejan sentir en
toda la actividad general de Rusia; dónde no hay agitación,
dónde son débiles los vínculos, qué ruedecitas del
inmenso mecanismo general podría un círculo determinado
arreglar o sustituir por otras mejores. Un círculo que
aún no haya trabajado y que sólo busque trabajo podría
empezar ya, no con los métodos primitivos del artesano
en su pequeño taller aislado, que no conoce ni el desarrollo
de la “industria” anterior a él ni el estado general
de los métodos vigentes de producción industrial, sino
como colaborador de una vasta empresa que refleja todo
el empuje revolucionario general contra la autocracia. Y
cuanto más perfecta sea la preparación de cada ruedecita,
cuanto mayor cantidad de trabajadores sueltos participen
en la obra común, tanto más tupida será nuestra red y
tanta menos confusión provocarán en las filas comunes
inevitables descalabros.
El vínculo efectivo empezaría ya a establecerlo la mera
difusión del periódico (si es que éste merecería realmente el
nombre del periódico, es decir, si apareciese regularmente
y no una vez al mes, como las revistas voluminosas, sino
unas cuatro veces). Hoy día son muy raras las relaciones
entre las ciudades en cuanto a los asuntos revolucionarios,
en todo caso son una excepción; entonces, estas relaciones
se convertirían en regla, y, naturalmente, no sólo asegurarían
la difusión del periódico, sino también (lo que revista
mayor importancia) el intercambio de experiencia, informaciones,
fuerzas y recursos.
Vladimir Ilich Lenin
246
QUE HACER?
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?
La labor de organización alcanzaría en el acto una amplitud
mucho mayor, y el éxito de una localidad alentaría
constantemente a seguir perfeccionándose, a aprovechar
la experiencia ya adquirida por un camarada que actúa en
otro confín del país. El trabajo local sería mucho más rico
y variado que ahora; las denuncias de los manejos políticos
y económicos que se recogiesen por toda Rusia servirían
para la nutrición intelectual de los obreros de todas las
profesiones y de todos los grados de desarrollo, suministrarían
datos y darían motivos para charlas y lecturas sobre
los problemas más distintos, planteados, además, por las
alusiones de la prensa legal, por lo que se dice en sociedad
y por los “tímidos” comunicados del gobierno.
Cada explosión, cada manifestación, se enjuiciaría y
discutiría en todos sus aspectos y en todos los confines
de Rusia, despertando el deseo de no quedar a la zaga,
de hacer las cosas mejor que nadie (¡nosotros, los socialistas,
no desechamos en absoluto toda emulación, toda
“competencia” en general!), de preparar conscientemente
lo que la primera vez se hizo en cierto modo de manera
espontánea, de aprovechar las condiciones favorables de
una localidad determinada o de un momento determinado
para modificar el plan de ataque, etc. Al mismo tiempo, esta
reanimación de la labor local no acarrearía la desesperada
tensión “agónica” de todas las fuerzas, ni la movilización de
todos los hombres, como sucede a menudo ahora, cuando
hay que organizar una manifestación o publicar un número
de un periódico local: por una parte, la policía tropezaría
con dificultades mucho mayores para llegar hasta la “raíz”,
ya que no se sabría en qué localidad había que buscarla; por
otra, una labor regular y común enseñaría a los hombres
a concordar, en cada caso concreto, la fuerza de un ataque
con el estado de fuerzas de tal o cual destacamento del
ejército común (ahora casi nadie piensa en parte alguna
en esa coordinación, pues los ataques son espontáneos
en sus nueve décimas partes), y facilitaría el “transporte”
no sólo de las publicaciones, sino también de las fuerzas
revolucionarias.
Ahora, en la mayor parte de los casos, estas fuerzas se
desangran en la estrecha labor local; en cambio, entonces,
habría posibilidad y constantes ocasiones para trasladar a
un agitador u organizador más o menos capaz de un extremo
a otro del país. Comenzando por un pequeño viaje
para resolver asuntos del partido y a expensas del mismo,
los militantes se acostumbrarían a vivir enteramente a
costa del partido, a hacerse revolucionarios profesionales,
a formarse como verdaderos guías políticos.
Y si realmente lográsemos que todos o una gran mayoría
de los comités, grupos y círculos locales emprendiesen activamente
la labor común, en un futuro no lejano, estaríamos
en condiciones de publicar un semanario que se difundiese
regularmente en decenas de millares de ejemplares por toda
Rusia. Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle
de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la
indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio.
En torno a esta labor, de por sí muy anodina y muy
pequeña aún, pero regular y común en el pleno sentido
Vladimir Ilich Lenin
248
QUE HACER?
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?
de la palabra, se concentraría sistemáticamente y se instruiría
el ejército permanente de luchadores probados.
No tardaríamos en ver subir por los andamios de este
edificio común de organización y destacarse de entre
nuestros revolucionarios a los zheliábov230 socialdemócratas;
de entre nuestros obreros, a los bebel231 rusos,
que se pondrían a la cabeza del ejército movilizado y
levantarían a todo el pueblo para acabar con la ignominia
y la maldición de Rusia.
¡En esto es en lo que hay que soñar!
“¡Hay que soñar!”. He escrito estas palabras y me he asustado.
Me he imaginado sentado en el “Congreso de unificación”
frente a los redactores y colaboradores de Rabócheie
Dielo. Y he aquí que se pone en pie el camarada Martínov
y se encara a mí con tono amenazador: “Permítame que
les pregunte: ¿tiene aún la redacción autónoma derecho a
soñar sin consultar antes a los comités del partido?”. Tras él
se yergue el camarada Krichevski (profundizando filosóficamente
al camarada Martínov, quien hace mucho tiempo
había profundizado ya al camarada Plejánov) y prosigue en
tono más amenazador aún: “Yo voy más lejos, si no olvida
que, según Marx, la humanidad siempre se plantea tareas
realizables, que la táctica es un proceso de crecimiento de
las tareas, las cuales crecen con el partido”.
Sólo de pensar en estas preguntas amenazadoras me
da escalofríos y miro dónde podría esconderme. Intentaré
hacerlo tras Písarev.
Hay disparidades y disparidades —escribía Písarev
a propósito de la existente entre los sueños y
la realidad—. Mis sueños pueden adelantarse al
curso natural de los acontecimientos, o bien desviarse
hacia donde el curso natural de los acontecimientos
no puede llegar jamás. En el primer
caso, los sueños no producen ningún daño,
incluso pueden sostener y reforzar las energías
del trabajador… En sueños de esta índole no
hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo.
Todo lo contrario. Si el hombre estuviese
privado por completo de la capacidad de soñar
así, si no pudiese adelantarse alguna que otra
vez y contemplar con su imaginación el cuadro
enteramente acabado de la obra que empieza
a perfilarse por su mano, no podría figurarme
de ningún modo qué móviles lo obligarían a
emprender y llevar a cabo vastas y penosas empresas
en el terreno de las artes, de las ciencias
y de la vida práctica… La disparidad entre los
sueños y la realidad no produce daño alguno,
siempre que el soñador crea seriamente en un
sueño, se fije atentamente en la vida, compare
sus observaciones con sus castillos en el aire y, en
general, trabaje a conciencia porque se cumplan
sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre
los sueños y la vida, todo va bien.232
Pues bien, los sueños de esta naturaleza, por desgracia,
son rarísimos en nuestro movimiento. Y la culpa la
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QUE HACER?
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?
tienen, sobre todo, los representantes de la crítica legal y
del “seguidismo” ilegal que presumen de su sensatez, de su
“proximidad” a lo “concreto”.
3. ¿Qué tipo de organización necesitamos?
Por lo que precede, puede ver el lector que nuestra
“táctica-plan” consiste en rechazar el llamamiento inmediato
al asalto, en exigir que se organice “debidamente el
asedio de la fortaleza enemiga” o, dicho en otros términos,
en exigir que todos los esfuerzos se dirijan a reunir, organizar
y movilizar un ejército regular. Cuando pusimos en
ridículo a Rabócheie Dielo por el cambio que dio, pasando
del “economismo” a los gritos sobre la necesidad del asalto
(gritos que dio en el número 6 de Listok Rabóchego Diela233
en abril de 1901), dicho órgano nos atacó, como es
natural, acusándonos de “doctrinarismo”, diciendo que no
comprendemos el deber revolucionario, que exhortamos
a la prudencia, etc., desde luego, en modo alguno nos ha
extrañado esta acusación en boca de gentes que carecen
de todo principio y que salen del paso con la sabihonda
“táctica-proceso”; como tampoco nos ha extrañado que
esta acusación la haya repetido Nadiezhdin, que en general
tiene el desprecio más olímpico por la firmeza de los
principios programáticos y tácticos.
Dicen que la historia no se repite. Pero Nadiezhdin hace
los imposibles por repetirla e imita con tesón a Tkachov,
denigrando el “culturalismo revolucionario”, vociferando
sobre “las campanas al vuelo del Veche”,234 pregonando un
“punto de vista” especial “de vísperas de la revolución”, etc.
Por lo visto, olvida la conocida sentencia de que si el original
de un acontecimiento histórico es una tragedia, su copia
no es más que una farsa.235 La tentativa de adueñarse del
poder —tentativa preparada por la prédica de Tkachov y
realizada por el terrorismo “horripilante” y que en realidad
horripilaba entonces— era majestuosa, y, en cambio, el terrorismo
“excitante” del pequeño Tkachov es simplemente
ridículo; sobre todo, es ridículo cuando se complementa
con la idea de organizar a los obreros medios.
Si Iskra —escribe Nadiezhdin— saliese de su esfera
del literaturismo, vería que estos (hechos como
la Carta de un obrero, en el número 7 de Iskra, etc.)
son síntomas demostrativos de que pronto, muy
pronto, comenzará el “asalto”, y hablar ahora (sic)
de una organización cuyos hilos arranquen de un
periódico central para toda Rusia es fomentar ideas
y labor de gabinete.
Fíjense en esta confusión inimaginable: por una parte,
terrorismo excitante y “organización de los obreros medios”
a la par con la idea de que es “más fácil” reunirse en
torno a algo “más concreto”, por ejemplo, de periódicos
locales, y, por otra parte, hablar “ahora” de una organización
para toda Rusia significa dar ideas de gabinete, es decir
(empleando un lenguaje más franco y sencillo), ¡“ahora” ya
es tarde! Y para “fundar a vasta escala periódicos locales”,
¿no es tarde, respetabilísimo L. Nadiezhdin? Comparen
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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con eso el punto de vista y la táctica de Iskra: el terrorismo
excitante es una tontería; hablar de organizar precisamente
a los obreros medios y de fundar a vasta escala periódicos
locales significa abrir de par en par las puertas al “economismo”.
Es preciso hablar de una organización de revolucionarios
única para toda Rusia, y no será tarde hablar de
ella hasta el momento en que empiece el asalto de verdad,
y no sobre el papel.
Sí —continúa Nadiezhdin—, en cuanto a la organización,
nuestra situación está muy lejos de ser
brillante: sí, Iskra tiene completa razón cuando
dice que el grueso de nuestras fuerzas militares
está constituido por voluntarios e insurrectos…
Está bien que tengáis una idea lúcida del estado de
nuestras fuerzas; pero, ¿por qué olvidáis que la multitud
no es en absoluto nuestra y que por eso no nos
preguntará cuándo hay que romper las hostilidades
y se lanzará al “motín”?… Cuando la multitud empiece
a actuar ella misma con su devastadora fuerza
espontánea, puede arrollar y desalojar al “ejército
regular”, al que siempre se pensaba organizar en
forma extraordinariamente sistemática, pero no
hubo tiempo de hacerlo.236
¡Extraña lógica! Precisamente porque “la multitud no
es nuestra”, es insensato e indecoroso dar gritos de “asalto”
inmediato, ya que el asalto es un ataque de un ejército regular
y no una explosión espontánea de la multitud. Precisamente
porque la multitud puede arrollar y desalojar al ejército regular,
necesitamos sin falta que toda nuestra labor de “organización
extraordinariamente sistemática” del ejército regular
marche a la par con el auge espontáneo, porque cuanto mejor
consigamos esta organización, tanto más probable será que
el ejército regular no sea arrollado por la multitud, sino que
se ponga a su frente y la encabece.
Nadiezhdin se confunde porque se imagina que este
ejército sistemáticamente organizado se ocupa de algo que
lo aparta de la multitud, mientras que, en realidad, éste se
ocupa exclusivamente de una agitación política múltiple
y general, es decir, justamente de la labor que aproxima y
funde en un todo la fuerza destructora espontánea de la
multitud y la fuerza destructora consciente de la organización
de revolucionarios. La verdad es que ustedes, señores,
inculpan al prójimo las faltas propias, pues precisamente el
grupo Svoboda, al introducir en el programa el terrorismo,
exhorta con ello a crear una organización de terroristas, y
una organización así desviaría realmente a nuestro ejército
de su aproximación a la multitud que, por desgracia, ni es
aún nuestra ni nos pregunta, o nos pregunta poco, cuándo
y cómo hay que romper las hostilidades.
“Nos pillará desprevenidos la propia revolución —continúa
Nadiezhdin, asustando a Iskra—, como nos ha ocurrido
con los acontecimientos actuales, que nos han caído
encima como un alud”. Esta frase, relacionada con las que
hemos citado antes, nos demuestra palmariamente que
es absurdo el “punto de vista” especial “de vísperas de la
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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revolución” ideado por Svoboda.237 Hablando sin ambages,
el “punto de vista” especial se reduce a que “ahora” ya es
tarde para deliberar y prepararse. Pero en este caso, ¡oh,
respetabilísimo enemigo del “literaturismo”!, ¿para qué
escribir 132 páginas impresas “sobre cuestiones de teoría238
y táctica”? ¿No le parece que “al punto de vista de En vísperas
de la revolución” le iría mejor publicar 132 mil octavillas con
un breve llamamiento: “¡Por ellos!”?
Precisamente, corre menor riesgo de que lo pille desprevenido
la revolución quien coloca en el ángulo principal
de todo su programa, de toda su táctica, de toda su labor de
organización la agitación política entre todo el pueblo, como
hace Iskra. Los que se dedican en toda Rusia a trenzar los
hilos de la organización que arranque de un periódico central
para todo el país, lejos de que los pillen desprevenidos
los sucesos de la primavera, nos han ofrecido la posibilidad
de pronosticarlos. Tampoco los han pillado desprevenidos
las manifestaciones descritas en los números 13 y 14 de
Iskra; por el contrario, han tomado parte en ellas, con viva
conciencia de que su deber era acudir en ayuda del ascenso
espontáneo de la multitud, contribuyendo al mismo tiempo,
por medio de su periódico, a que todos los camaradas rusos
conozcan estas manifestaciones y utilicen su experiencia.
¡Y si conservan la vida, tampoco dejarán que los pille
desprevenidos la revolución, que reclama de nosotros, ante
todo y por encima de todo, que saquemos experiencia en la
agitación, sepamos apoyar (apoyar a la manera socialdemócrata)
toda protesta y acertemos a orientar el movimiento
espontáneo, salvaguardándolo de los errores de los amigos
y de las celadas de los enemigos!
Hemos llegado, pues, a la última razón que nos obliga
a hacer particular hincapié en el plan de una organización
formada en torno a un periódico central para toda Rusia,
mediante la labor conjunta en este periódico común. Sólo
una organización semejante aseguraría la flexibilidad indispensable
a la organización socialdemócrata combativa, es
decir, la capacidad de adaptarse en el acto a las condiciones
de lucha más variadas y cambiantes con rapidez; saber, “de
un lado, rehuir las batallas en campo abierto contra un enemigo
que tiene superioridad aplastante de fuerzas, cuando
concentra estas en un punto, y para saber, de otro lado,
aprovechar la torpeza de movimientos de este enemigo y
lanzarse sobre él en el sitio y en el momento en que menos
espere ser atacado”.239
Sería un gravísimo error montar la organización del
partido cifrando las esperanzas sólo en las explosiones y
luchas de las calles o sólo en la “marcha progresiva de la
lucha cotidiana y monótona”. Debemos desplegar siempre
nuestra labor cotidiana dispuestos a todo, porque muchas
veces es casi imposible prever por anticipado cómo alternarán
los períodos de explosiones con los de calma y, aun
cuando fuera posible preverlo, no se podría aprovechar la
previsión para reconstruir la organización, porque en un
país autocrático estos cambios se producen con asombrosa
rapidez, a veces como consecuencia de una incursión
nocturna de los genízaros zaristas.240
Vladimir Ilich Lenin
256
QUE HACER?
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?
De la revolución misma no debe uno forjarse la idea de
que sea un acto único (como, por lo visto, se la imaginan
los nadiezhdin), sino de que es una sucesión rápida de explosiones
más o menos violentas, alternando con períodos
de calma más o menos profunda. Por tanto, el contenido
fundamental de las actividades de la organización de nuestro
partido, el centro de gravedad de estas actividades debe consistir
en una labor que es posible y necesaria tanto durante
el período de la explosión más violenta como durante el de
la calma más completa, a saber: en una labor de agitación
política unificada en toda Rusia que arroje luz sobre todos
los aspectos de la vida y que dirija a las más grandes masas. Y
esta labor es inconcebible en la Rusia actual sin un periódico
central para toda Rusia, que aparezca muy a menudo. La
organización que se forme por sí misma en torno a este periódico,
la organización de sus colaboradores (en la acepción
más amplia del término, es decir, de todos los que trabajan
en torno a él) estará precisamente dispuesta a todo, desde
salvar el honor, el prestigio y la continuidad del partido en
los momentos de mayor “depresión” revolucionaria, hasta
preparar la insurrección armada de todo el pueblo, fijar fecha
para su comienzo y llevarla a la práctica.
En efecto, figurémonos una redada completa, muy corriente
entre nosotros, en una o varias localidades. Al no
haber en todas las organizaciones locales una labor común
llevada en forma regular, estos descalabros van acompañados
a menudo de la interrupción del trabajo por largos
meses. En cambio, si todas tuvieran una labor común,
bastarían, en el caso de la mayor redada, unas cuantas
semanas de trabajo de dos o tres personas enérgicas para
poner en contacto con el organismo central común a los
nuevos círculos de la juventud que, como es sabido, incluso
ahora brotan con suma rapidez; y cuando la labor común
que sufre los descalabros está a la vista de todo el mundo,
los nuevos círculos pueden surgir y ponerse en contacto
con dicho organismo central más pronto aún.
Por otra parte, imagínense una insurrección popular.
Ahora es probable que todo el mundo esté de acuerdo en
que debemos pensar en ella y prepararnos para ella. Pero,
¿cómo prepararnos? ¡No se querrá que el Comité Central
nombre agentes en todas las localidades para preparar la
insurrección! Aunque tuviésemos un Comité Central, éste
no lograría absolutamente nada con designarlos, dadas
las actuales condiciones rusas. Por el contrario, una red
de agentes241 que se forme por sí misma en el trabajo de
organización y difusión de un periódico central no tendría
que “aguardar con los brazos cruzados” la consigna de la
insurrección, sino que desplegaría justamente esa labor
regular que le garantizase, en caso de insurrección, las
mayores probabilidades de éxito.
Esa misma labor es la que reforzaría los lazos de unión
tanto con las más grandes masas obreras como con todos
los sectores descontentos de la autocracia, lo cual tiene
suma importancia para la insurrección. En esa labor precisamente
se formaría la capacidad de enjuiciar con tino la
situación política general y, por tanto, la capacidad de elegir
el momento adecuado para la insurrección.
Vladimir Ilich Lenin
258
Esa misma labor es la que acostumbraría a todas las organizaciones
locales a hacerse unísono eco de los problemas,
casos y sucesos políticos que agitan a toda Rusia, responder
a estos “sucesos” con la mayor energía posible, de la manera
más uniforme y conveniente posible; y la insurrección es,
en el fondo, la “respuesta” más enérgica, más uniforme y
más conveniente de todo el pueblo al gobierno.
Esa misma labor es la que acostumbraría, por último, a
todas las organizaciones revolucionarias, en todos los confines
de Rusia, a mantener las relaciones más constantes,
y conspirativas a la vez, que crearían la unidad efectiva del
partido; sin estas relaciones es imposible discutir colectivamente
un plan de insurrección ni adoptar las medidas
preparatorias indispensables en vísperas de ésta, medidas
que deben guardarse en el secreto más riguroso.
En pocas palabras, “el plan de un periódico político
central para toda Rusia”, lejos de ser el fruto de un trabajo
de gabinete de personas contaminadas de doctrinarismo
y literaturismo (como les ha parecido a gentes que han
meditado poco en él), es, por el contrario, el plan más
práctico de empezar a prepararse en el acto y por doquier
para la insurrección, sin olvidar al mismo tiempo ni por un
instante la labor corriente de cada día.
Conclusión
QUE HACER?
261
?
La historia de la socialdemocracia rusa se divide manifiestamente
en tres períodos.
El primer período comprende cerca de un decenio, de
1884 a 1894, poco más o menos. Fue el período en que
brotaron y se afianzaron la teoría y el programa de la socialdemocracia.
El número de adeptos de la nueva tendencia
en Rusia se podía contar con los dedos de las manos. La
socialdemocracia existía sin movimiento obrero y pasaba,
como partido político, por el proceso de desarrollo
intrauterino.
El segundo período abarca tres o cuatro años, de 1894
a 1898. La socialdemocracia aparece como movimiento
social, como impulso de las masas populares, como partido
político. Fue el período de infancia y adolescencia. Con la
rapidez de una epidemia, se propaga el apasionamiento
general de los intelectuales por la lucha contra el populismo
y por la corriente de ir hacia los obreros, el apasionamiento
general de los obreros por las huelgas. El movimiento hace
grandes progresos. La mayoría de los dirigentes eran hombres
muy jóvenes que estaban lejos de haber alcanzado la
“edad de treinta y cinco años”, que el señor N. Mijailovski
tenía por algo así como frontera natural.
Por su juventud, no estaban preparados para la labor
práctica y desaparecían de la escena con asombrosa raVladimir
Ilich Lenin
262
QUE HACER?
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?
pidez. Pero la magnitud de su trabajo, en la mayoría de
los casos, era muy grande. Muchos de ellos comenzaron
a pensar de un modo revolucionario, como adeptos del
grupo Libertad del Pueblo. Casi todos rendían en sus
mocedades pleitesía a los héroes del terrorismo, y les
costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora
de esta tradición heroica; hubo que romper con personas
que a toda costa querían seguir siendo fieles a Libertad
del Pueblo y gozaban de gran respeto entre los jóvenes socialdemócratas.
La lucha obligaba a estudiar, a leer obras
ilegales de todas las tendencias, a ocuparse intensamente
de los problemas del populismo legal. Formados en esta
lucha, los socialdemócratas acudían al movimiento obrero
sin olvidar “un instante” ni la teoría del marxismo que
les alumbró con luz meridiana ni la tarea de derrocar a la
autocracia. La formación del partido, en la primavera de
1898, fue el acto de mayor relieve, y último a la vez, de
los socialdemócratas de aquel período.
El tercer período despunta, como acabamos de ver, en
1897, y viene a sustituir definitivamente al segundo en 1898
(1898-?). Es el período de dispersión, de disgregación,
de vacilación. Igual que mudan la voz los adolescentes, la
socialdemocracia rusa de aquel período también la mudó y
empezó a dar notas falsas, por una parte, en las obras de los
señores Struve, Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev, y, por
otra, en las de VI-n, RM., B. Krichevski y Martínov. Pero
iban cada uno por su lado y retrocedían los dirigentes nada
más: el propio movimiento seguía creciendo y haciendo
progresos gigantescos.
La lucha proletaria englobaba nuevos sectores de obreros
y se propagaba por toda Rusia, contribuyendo a la vez
indirectamente a avivar el espíritu democrático entre los
estudiantes y entre los otros sectores de la población. Pero
la conciencia de los dirigentes cedió ante la magnitud y el
vigor del crecimiento espontáneo. Entre los socialdemócratas
predominaba ya otra clase de gente: los militantes
formados casi exclusivamente en el espíritu de la literatura
marxista “legal”, cosa tanto más insuficiente cuanto más
alto era el nivel de conciencia que reclamaba de ellos la
espontaneidad de las masas.
Los dirigentes no sólo quedaban rezagados tanto en el
sentido teórico (“libertad de crítica”) como en el terreno
práctico (“métodos primitivos de trabajo”), sino que intentaban
defender su atraso recurriendo a toda clase de
argumentos rimbombantes. El movimiento socialdemócrata
era rebajado al nivel del tradeunionismo tanto por los
brentanistas242 de la literatura legal como por los seguidistas
de la ilegal. El programa del Credo comienza a llevarse a la
práctica, sobre todo cuando los “métodos primitivos de
trabajo” de los socialdemócratas reavivan las tendencias
revolucionarias no socialdemócratas.
Y si el lector me reprocha que me haya explayado con
exceso de pormenores en un periódico como Rabócheie
Dielo, le contestaré: Rabóchei Dielo ha adquirido una importancia
“histórica” por haber reflejado con el mayor relieve
el “espíritu” de este tercer período.243 No era el consecuente
R. M., sino precisamente los Krichevski y Martínov, que
Vladimir Ilich Lenin
264
QUE HACER?
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cambian de dirección como las veletas a los cuatro vientos,
quienes podían expresar de verdad la dispersión, las vacilaciones
y la disposición a hacer concesiones a la “crítica”,
al “economismo” y al terrorismo. Lo que caracteriza a este
período no es el desprecio olímpico de algún admirador
de “lo absoluto” por la labor práctica, sino precisamente la
unión de un practicismo mezquino con la más completa
despreocupación por la teoría.
Más que negar abiertamente las “grandes palabras”, lo
que hacían los héroes de este período era envilecerlas: el
socialismo científico dejó de ser una teoría revolucionaria
integral, convirtiéndose en una mezcolanza a la que se
añadían “libremente” líquidos procedentes de cualquier
manual alemán nuevo; la consigna de “lucha de clases” no
impulsaba a una actividad cada vez más amplia, cada vez
más enérgica, sino que servía de amortiguador, ya que “la
lucha económica está íntimamente ligada a la lucha política”;
la idea del partido no exhortaba a crear una organización
combativa de revolucionarios, sino que justificaba una
especie de “burocracia revolucionaria” y el juego infantil a
formas “democráticas”.
Ignoramos cuándo acabará el tercer período y empezará
el cuarto (en todo caso anunciado ya por muchos síntomas).
Del campo de la historia pasamos aquí al terreno de lo
presente y, en parte, de lo futuro. Pero creemos con firmeza
que el cuarto período ha de conducir al afianzamiento del
marxismo militante, que la socialdemocracia rusa saldrá
fortalecida y arreciada de la crisis, que la retaguardia oportunista
será “relevada” por un verdadero destacamento de
vanguardia de la clase más revolucionaria.
A guisa de exhortación a este “relevo”, y resumiendo
lo que acabamos de exponer, podemos dar esta escueta
respuesta a la pregunta: ¿qué hacer?:
Acabar con el tercer período.
Anexo244
QUE HACER?
269
?
Intento de fusionar Iskra con Rabócheie Dielo
Nos resta esbozar la táctica adoptada y consecuentemente
aplicada por Iskra en las relaciones orgánicas con
Rabócheie Dielo. Esta táctica ha sido expuesta ya por completo
en el número 1 de Iskra, en el artículo “La escisión de
la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero”.245
Admitimos en seguida el punto de vista de que la verdadera
Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero,
reconocida por el I Congreso de nuestro partido como
su representante fuera del país, se había escindido en dos
organizaciones; que seguía pendiente el problema de la
representación del partido, puesto que lo había resuelto
sólo con carácter provisional y convencional, en el Congreso
internacional celebrado en París; la elección de dos
miembros procedentes de Rusia, uno por cada parte de
la Unión escindida, para el Buró Socialista Internacional
permanente.246
Hemos declarado que, en fondo, Rabócheie Dielo no tenía
razón; en cuanto a los principios, nos colocamos resueltamente
al lado del grupo Emancipación del Trabajo, pero
nos negamos, al mismo tiempo, a entrar en detalles de la
escisión y señalamos los méritos de la Unión en el terreno
de la labor puramente práctica.247
Vladimir Ilich Lenin
270
QUE HACER?
271
?
De modo que nos manteníamos, hasta cierto punto, a
la expectativa: hacíamos una concesión al criterio imperante
entre la mayoría de los socialdemócratas rusos, los
cuales sostenían que incluso los enemigos más decididos
del “economismo” podían trabajar codo con codo con la
Unión, porque ésta había declarado más de una vez que
estaba de acuerdo en principio con el grupo Emancipación
del Trabajo y que no pretendía, según afirmaba, tener una
posición independiente en los problemas cardinales de la
teoría y de la táctica.
El acierto de la posición que habíamos adoptado lo corrobora
indirectamente el hecho de que, casi en el momento de
aparecer el primer número de Iskra (diciembre de 1900), se
separaron de la Unión tres miembros, formando el llamado
grupo de iniciadores, los cuales se dirigieron: 1) a la sección
de la organización de Iskra en el extranjero; 2) A la Organización
Revolucionaria Sotsial-Demokrat, y 3) A la Unión,
proponiendo su mediación para entablar negociaciones
conciliadoras. Las dos primeras organizaciones aceptaron
en seguida, la tercera se negó.
Por cierto, cuando en el Congreso de “unificación”,
celebrado el año pasado, uno de los oradores expuso los
hechos citados, un miembro de la administración de la
Unión declaró que su negativa se debía exclusivamente a
que la Unión estaba descontenta de la composición del grupo
de iniciadores. Estimando que es mi deber insertar esta
explicación, no puedo, sin embargo, dejar de observar por
mi parte que no la considero satisfactoria: como la Unión
estaba al tanto de la conformidad de las dos organizaciones
para entablar negociaciones, podía dirigirse a ellas por
conducto de otro mediador o directamente.
En la primavera de 1901, tanto Zariá (Núm. 1, abril)
como Iskra (Núm. 4, mayo) entablaron una polémica directa
contra Rabócheie Dielo.248 Iskra atacó, sobre todo, el
Viraje histórico de Rabócheie Dielo, que en su hoja de abril,
esto es, después de los acontecimientos de primavera, dio
ya muestras de poca firmeza respecto al apasionamiento
por el terrorismo y por los llamamientos “sanguinarios”.
A pesar de esta polémica, la Unión contestó que estaba
dispuesta a reanudar las negociaciones de conciliación
por intermedio de un nuevo grupo de “conciliadores”. La
conferencia preliminar de representantes de las tres organizaciones
citadas se celebró en el mes de junio y elaboró
un proyecto de pacto basado en un detalladísimo “acuerdo
en principio”, publicado por la Unión en el folleto Dos congresos
y por la Liga en el folleto Documentos del Congreso
de “unificación”.
El contenido de este acuerdo (o, como suele llamársele,
resoluciones de la Conferencia de junio) adoptado con
arreglo a los principios demuestra con claridad meridiana
que nosotros exigíamos, como condición indispensable
para la unificación, que se repudiara del modo más decidido
toda manifestación de oportunismo en general y
de oportunismo ruso en particular. “Rechazamos —dice
el primer párrafo— todas las tentativas de introducir el
oportunismo en la lucha de clase del proletariado, tentatiVladimir
Ilich Lenin
272
QUE HACER?
273
?
vas que se han manifestado en el llamado “economismo”,
bernsteinianismo, millerandismo, etc.… La esfera de
actividad de la socialdemocracia comprende… la lucha
ideológica contra todos los adversarios del marxismo
revolucionario” (4, c). “En todas las esferas de la labor de
agitación y de organización, la socialdemocracia no debe
olvidar ni un instante la tarea inmediata del proletariado
ruso: derrocar a la autocracia” (5, a)… “la agitación, no
sólo en el terreno de la lucha diaria del trabajo asalariado
contra el capital” (5,b) … “no reconociendo… la fase de
la lucha puramente económica y de la lucha por reivindicaciones
políticas parciales” (5, c)… “consideramos de
importancia para el movimiento criticar las corrientes que
erigen en principio… lo elemental… y lo estrecho de las
formas inferiores del movimiento” (5, d).
Incluso una persona completamente extraña, después
de leer más o menos atentamente estas resoluciones, ha de
ver por su mismo enunciado que se dirigen contra quienes
eran oportunistas y “economistas” y han olvidado, aunque
sólo sea un instante, la tarea de derribar la autocracia, contra
quienes han aceptado la teoría de las fases, han erigido
en principio la estrechez de miras, etc. Y quien reconozca
más o menos la polémica que el grupo Emancipación del
Trabajo, Zariá e Iskra han tenido con Rabócheie Dielo, no
dudará un instante que estas resoluciones rechazan, punto
por punto, precisamente las aberraciones en que había
caído Rabócheie Dielo. Por eso, cuando en el Congreso de
“unificación” uno de los miembros de la Unión declaró
que los artículos publicados en el número 10 de Rabóchie
Dielo no se debían al nuevo “viraje histórico” de la Unión,
sino al espíritu demasiado “abstracto”249 de las resoluciones,
uno de los oradores lo puso con toda razón en ridículo.
Las resoluciones, contestó, lejos de ser abstractas, son
increíblemente concretas: basta echarles una ojeada para
ver que “se quería cazar a alguien”.
Esta expresión motivó en el congreso un episodio característico.
Por una parte, B. Krichevski se aferró a la palabra
“cazar”, creyendo que era un lapsus delator de mala intención
por nuestra parte (“tener una emboscada”) y exclamó
en tono patético: “¿A quién se iba a cazar?”. “Sí, en efecto,
¿a quién?”, preguntó irónicamente Plejánov. “Yo ayudaré al
camarada Plejánov en su perplejidad —contestó B. Krichevski—,
yo le explicaré que a quien se quería cazar era a la
redacción de Rabóchei Dielo (hilaridad general). “¡Pero no
nos hemos dejado cazar!” (exclamaciones de la izquierda:
“¡Peor para vosotros!”). Por otra parte, un miembro del
grupo Borbá (grupo de conciliadores), pronunciándose
contra las enmiendas de la Unión a las resoluciones, y en
su deseo de defender a nuestro orador, declaró que, evidentemente,
la expresión “se quería cazar” se había escapado
sin querer en el calor de la polémica.
Por lo que a mí se refiere, creo que el orador que ha
empleado la expresión no se sentirá del todo satisfecho con
esta “defensa”. Yo creo que las palabras “se quería cazar a
alguien” fueron “dichas en broma, pero pensadas en serio”:
nosotros hemos acusado siempre a Rabóchei Dielo de falta
de firmeza, de vacilaciones, razón por la cual debíamos,
Vladimir Ilich Lenin
274
QUE HACER?
275
?
naturalmente, tratar de cazarlo para hacer imposibles las
vacilaciones en lo sucesivo. No se podía hablar aquí de
mala intención porque se trataba de falta de firmeza en los
principios. Y hemos sabido “cazar” a la Unión procediendo
lealmente,250 de manera que las resoluciones de junio
fueron firmadas por el propio B. Krichevski y por otro
miembro de la administración de la Unión.
Los artículos publicados en el número 10 de Rabóchei
Dielo (nuestros camaradas vieron este número sólo
cuando hubieron llegado al congreso y unos días antes de
inaugurarse éste) demostraban claramente que del verano
al otoño se había producido otro viraje en la Unión: los
“economistas” obtuvieron una vez más la supremacía, y
la redacción, dúctil a toda nueva “corriente”, volvió a defender
a los “más declarados bernsteinianos”, la “libertad
de crítica” y la “espontaneidad” y a predicar por boca de
Martínov la “teoría de restringir” la esfera de nuestra influencia
política (con el propósito aparente de complicar
esta misma influencia).
Una vez más se ha confirmado la certera observación
de Parvus de que es difícil cazar a un oportunista con una
simple fórmula, porque le cuesta tan poco firmar cualquier
fórmula como renegar de ella, ya que el oportunismo consiste
precisamente en la falta de principios más o menos
definidos y firmes. Hoy, los oportunistas rechazan toda
tentativa de introducir el oportunismo, rechazan toda restricción,
prometen solemnemente “no olvidar un instante
el derrocamiento de la autocracia”, hacer “agitación no sólo
en el terreno de la lucha diaria del trabajo asalariado contra
el capital”, etc. Y mañana cambian de tono y vuelven a las
andadas so pretexto de defender la espontaneidad, de la
marcha progresiva de la lucha cotidiana y monótona, de
ensalzar las reivindicaciones que prometen resultados
palpables, etc.
Al continuar afirmando que en los artículos del número
10 la “Unión no ha visto ni ve ninguna abjuración
herética de los principios generales del proyecto de la
conferencia”,251 la Unión sólo revela con ello que es incapaz
por completo o que no quiere comprender el fondo de las
discrepancias.
Después del número 10 de Rabóchei Dielo nos quedaba
por hacer una sola tentativa: iniciar una discusión general
para convencernos de si toda la Unión se solidarizaba con
estos artículos y con su redacción. La Unión está disgustada
con nosotros, sobre todo, por este hecho y nos acusa de
que intentamos sembrar la discordia en su seno, de que nos
inmiscuimos en cosas ajenas, etc. Acusaciones a todas luces
infundadas, porque, teniendo una redacción compuesta
por elección y dúctil para “girar” al menor soplo del viento,
todo depende precisamente de la dirección del viento, y
éramos nosotros quienes determinábamos esa dirección
en las sesiones a puerta cerrada, a las que sólo asistían los
miembros de las organizaciones venidas para unificarse.
Las enmiendas que se ha introducido en las resoluciones
de junio en nombre de la Unión nos han quitado el último
asomo de esperanza de llegar a un acuerdo. Las enmiendas
Vladimir Ilich Lenin
276
QUE HACER?
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?
son una prueba documental del nuevo viraje hacia el “economismo”
y de la solidaridad de la mayoría de la Unión con
el número 10 de Rabóchei Dielo. Se borraba del número de
manifestaciones del oportunismo el “llamado economismo”
(debido a la supuesta “vaguedad” de estas palabras, si
bien de esta motivación no se deduce sino la necesidad de
definir con mayor exactitud la esencia de una aberración
muy extendida); también se borraba el “millerandismo” (si
bien B. Krichevski lo defendía en Rabóchei Dielo,252 y con
mayor franqueza aún en Vorwärts).253
A pesar de que las resoluciones de junio indicaban de
manera terminante que la tarea de la socialdemocracia
consistía en “dirigir todas las manifestaciones de lucha del
proletariado contra todas las formas de opresión política,
económica y social”, exigiendo con ello que se introdujera
método y unidad en todas estas manifestaciones de lucha,
la Unión añadía palabras superfluas por demás, diciendo
que la “lucha económica es un poderoso estímulo para el
movimiento de masas” (estas palabras, de por sí, son indiscutibles,
pero, existiendo un “economismo” estrecho, no
podían menos que llevar a interpretaciones falsas).
Más aún, se ha llegado hasta a restringir con descaro
en las resoluciones de junio la “política”, ya eliminando
las palabras “ni por un instante” (no olvidar el objetivo del
derrocamiento de la autocracia), ya añadiendo las palabras
“la lucha económica es el medio aplicable con la mayor
amplitud para incorporar a las masas a la lucha política activa”.
Es natural que, una vez introducidas estas enmiendas,
todos los oradores de nuestra parte fueran renunciando
uno tras otro a la palabra, pues veían la completa inutilidad
de seguir negociando con gente que volvía a girar hacia el
“economismo” y se reservaba la libertad de vacilar.
“Precisamente, lo que la Unión ha tenido por condición
sine qua non para la solidez del futuro acuerdo, o sea, el
mantenimiento de la fisonomía de Rabóchei Dielo y de su
autonomía, es lo que Iskra consideraba un obstáculo para el
acuerdo”.254 Esto es muy inexacto. Nunca hemos atentado
contra la autonomía de Rabóchei Dielo.255 Efectivamente,
hemos rechazado en forma categórica su fisonomía propia,
si se entiende por tal la “fisonomía propia” en los problemas
de principio de la teoría y de la táctica: las resoluciones de
junio contienen precisamente la negación categórica de
esta fisonomía propia, porque, en la práctica, esta “fisonomía
propia” ha significado siempre, lo repetimos, vacilaciones
de toda clase y el apoyo que prestaban a la dispersión
imperante en nuestro ambiente, dispersión insoportable
desde el punto de vista del partido.
Con sus artículos del número 10 y con las “enmiendas”,
Rabóchei Dielo ha manifestado claramente su deseo de
mantener precisamente esta fisonomía propia, y semejante
deseo ha conducido de manera natural e inevitable a la
ruptura y a la declaración de guerra. Pero todos nosotros
estábamos dispuestos a reconocer la “fisonomía propia”
de Rabóchei Dielo en el sentido de que debe concentrarse
en determinadas funciones literarias. La distribución
acertada de estas funciones se imponía por sí misma: 1)
Vladimir Ilich Lenin
278
Revista científica; 2) Periódico político; 3) Recopilaciones
y folletos de divulgación.
Sólo la conformidad de Rabóchei Dielo con esta distribución
demostraría su sincero deseo de acabar de una vez
y para siempre con las aberraciones combatidas por las
resoluciones de junio; sólo esta distribución eliminaría
toda posibilidad de rozamientos y aseguraría efectivamente
la firmeza del acuerdo, sirviendo a la vez de base para que
nuestro movimiento crezca más y alcance nuevos éxitos.
Ahora ningún socialdemócrata ruso puede poner ya en
duda que la ruptura definitiva de la tendencia revolucionaria
con la oportunista no ha sido originada por cuestiones
“de organización”, sino precisamente por el deseo de los
oportunistas de afianzar la fisonomía propia del oportunismo
y de seguir ofuscando las mentes con las disquisiciones
de los krichevski y los martínov.
Escrito entre el otoño de 1901 y febrero de 1902.
Publicado por primera vez en marzo de 1902,
en folleto aparte, en Stuttgart.
Enmienda
para
¿Qué hacer?
QUE HACER?
281
?
El “grupo de iniciadores”, al que me he referido en el
folleto ¿Qué hacer?,256 me pide que haga la siguiente
enmienda al pasaje donde se expone su participación en
el intento de conciliar las organizaciones socialdemócratas
en el extranjero:
Sólo uno de los tres miembros de este grupo se
retiró de la Unión a fines de 1900; los restantes
no lo hicieron hasta 1901, cuando se hubieron
convencido de que era imposible conseguir que
la Unión aceptar celebrar una conferencia con
la organización de Iskra en el extranjero y con la
Organización Revolucionaria Sotsial-Demokrat, a
lo que se constreñía la propuesta del grupo de iniciadores.
La administración de la Unión rechazó al
principio esta propuesta, achacando su negativa a
participar en la conferencia a la “incompetencia” de
los integrantes del grupo de iniciadores mediador y
expresando su deseo de entablar relaciones directas
con la organización de Iskra en el extranjero.
Sin embargo, la administración de la Unión no tardó
en poner en conocimiento del grupo de iniciadores
que, después de aparecido el primer número de Iskra,
en el cual se publicaba la nota sobre la escisión de la
Vladimir Ilich Lenin
282
Unión, cambiaba de parecer y no quería ponerse en
contacto con Iskra. ¿Cómo explicar después de eso
la declaración de un miembro de la administración
de la Unión de que la negativa de ésta a participar
en la conferencia se debía exclusivamente a que
estaba descontenta de la composición del grupo de
iniciadores? Por cierto, tampoco se comprende que
la administración de la Unión aceptara participar
en la Conferencia de junio del año pasado: la nota
que apareció en el primer número de Iskra sigue
en vigor, y la repudia de la Unión por Iskra cobró
mayor realce en el primer volumen de Zariá y en el
cuarto número de Iskra, que aparecieron antes de
la Conferencia de junio.257
N. Lenin
Notas
QUE HACER?
285
?
Notas
1. Lenin escribió el libro ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro
movimiento a fines de 1901 y comienzos de 1902. Iskra publicó
en diciembre, en el número 12, el artículo de Lenin “Una conversación
con los defensores del economismo”, al que denominó
posteriormente esbozo de ¿Qué hacer? Lenin escribió en febrero
de 1902 el prefacio del libro y éste vio la luz a comienzos de
marzo, en Stuttgart, publicado por la editorial de Dietz, según
informó Iskra el 10 de marzo de 1902, en su número 18.
El libro ¿Qué hacer? desempeñó un relevante papel en la lucha
por la creación del partido marxista revolucionario de la clase
obrera de Rusia, en el triunfo de la tendencia leninista-iskrista
en los comités y organizaciones del Posdr y, más tarde, en su
Congreso de 1903. El libro adquirió gran difusión en 1902 y
1903 entre las organizaciones socialdemócratas de Rusia.
2. El artículo de Lenin “¿Por dónde empezar?”, publicado como
editorial en el número 4 de Iskra, da respuesta a las cuestiones
más importantes del movimiento socialdemócrata de Rusia en
aquellos tiempos: carácter y contenido principal de la agitación
política, tareas de organización y plan de creación de un
combativo partido marxista de toda Rusia. Lenin denominó al
artículo “¿Por dónde empezar?”. Esbozo del plan desarrollado
más tarde en el libro ¿Qué hacer? El artículo sirvió de documento
programático para la socialdemocracia revolucionaria
y fue muy difundido en Rusia y en el extranjero.
Vladimir Ilich Lenin
286
QUE HACER?
287
?
dolo como su órgano dirigente. El Congreso destacó en una
resolución especial el papel excepcional de Iskra en la lucha por
la creación del partido y proclamó al periódico órgano central
del Posdr. El II Congreso eligió la redacción, compuesta por
Lenin, Plejánov y Mártov. En contra del acuerdo adoptado por
el Congreso, Mártov se negó a formar parte de la Redacción
de Iskra y sus números 46-51 se publicaron bajo la dirección
de Lenin y Plejánov. Con posterioridad, Plejánov adoptó las
posiciones del menchevismo y exigió que fuesen incluidos en
la Redacción de Iskra todos los antiguos redactores mencheviques
repudiados por el Congreso. Lenin no pudo aceptar esto
y abandonó la Redacción del periódico el 19 de octubre (1°
de noviembre) de 1903, siendo cooptado para el CC, desde el
que luchó contra los oportunistas mencheviques. El número
52 apareció bajo la dirección exclusiva de Plejánov, quien el
13 (26) de noviembre de 1903, incumpliendo la voluntad del
Congreso, cooptó por su cuenta para la Redacción de Iskra a
sus antiguos redactores mencheviques. A partir del número 52,
los mencheviques convirtieron Iskra en su propio órgano.
4. Véase V.I. Lenin, Obras completas, 5ª ed. en ruso, T. 5, págs.
1-13. (Nota de los editores)
5. Por iniciativa del grupo Borbá (“La lucha”) y con su mediación,
las organizaciones socialdemócratas en el extranjero (Unión
de Socialdemócratas Rusos, Comité del Bund en el extranjero,
organización revolucionaria Sotsial-Demokrat y organizaciones
extranjeras de Iskra y Zariá) sostuvieron conversaciones
en la primavera y el verano de 1901 para tratar de llegar a un
acuerdo y unificarse. Como preparación del Congreso en que
debía efectuarse la unificación, en junio de 1901, se celebró en
Ginebra una conferencia de representantes de las organizaciones
mencionadas (de ahí su denominación de “Conferencia
de junio” o “Conferencia de Ginebra”. En ella se elaboró una
resolución (acuerdo en principio), en la que se consideraba ne-
3. Iskra (La Chispa): primer periódico marxista clandestino de
toda Rusia, fundado por Lenin en 1900; desempeñó un papel
decisivo en la creación del partido marxista revolucionario de
la clase obrera.
Ante la imposibilidad de editar en Rusia un periódico revolucionario
como consecuencia de las persecuciones policíacas,
Lenin concibió en todos los detalles, todavía desterrado en
Siberia, el plan de su publicación en el extranjero. Y terminada
la deportación (enero de 1900), emprendió inmediatamente
la puesta en práctica de su plan.
El primer número de la Iskra leninista vio la luz en diciembre de
1900, en Leipzig; los siguientes, en Munich; a partir de julio de
1902, en Londres, y desde la primavera de 1903, en Ginebra.
Formaban la Redacción de Iskra V. I. Lenin, J. Plejánov, Y. Martóv,
P. Axelrod, A. Potrésov y V. Zasúlich. Lenin era de hecho el
redactor-jefe y el director del periódico. Publicó en él artículos
sobre todos los problemas fundamentales de la organización
del partido y de la lucha de la clase del proletariado de Rusia
y se hizo eco de los acontecimientos más importantes de la
vida internacional.
Iskra se convirtió en centro unificador de las fuerzas del
partido, en centro que agrupaba y educaba a sus cuadros. En
diversas ciudades de Rusia (Petersburgo, Moscú, Samara, etc.)
se constituyeron grupos y comités del Posdr de orientación
leninista-iskrista, y en enero de 1902 se celebró en Samara
un Congreso de iskristas, en el que se fundó la organización
rusa de Iskra.
Por iniciativa de Lenin y con su participación personal, la Redacción
de Iskra elaboró un proyecto de Programa del partido
(publicado en el número 21 del periódico) y preparó el II Congreso
del Posdr, que se celebró en julio y agosto de 1902. Para
entonces, la mayoría de las organizaciones socialdemócratas
locales de Rusia se habían adherido ya a Iskra, aprobando su
táctica, su programa y su plan de organización y reconociénVladimir
Ilich Lenin
288
QUE HACER?
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?
cesario cohesionar todas las organizaciones socialdemócratas
y se condenaba el oportunismo en todas sus manifestaciones y
matices: “economismo”, bernsteinianismo, millerandismo, etc.
Pero el nuevo viraje de la Unión de Socialdemócratas Rusos
y de su órgano Rabócheie Dielo (La Causa Obrera) hacia el
oportunismo condenó al fracasó los intentos de unificación.
El Congreso de unificación de las organizaciones del Posdr en
el extranjero se celebró en Zurich los días 21 y 22 de septiembre
(4 y 5 de octubre) de 1901. Asistieron a él seis miembros
de las organizaciones de Iskra y Zariá en el extranjero (Lenin,
Krúpskaya, Mártov y otros), ocho de la organización revolucionaria
Sotsial-Demokrat (de ellos, tres militantes del grupo
Emancipación del Trabajo: Plejánov, Axelrod y Zasúlich), 16
de la Unión de Socialdemócratas del Bund en el extranjero
y tres del grupo Borbá. Lenin, que asistió al Congreso con el
seudónimo de “Frei”, pronunció un brillante discurso sobre
el primer punto del orden del día: “Acuerdo en principio e
instrucciones a las redacciones”. Fue éste el primer discurso
público de Lenin ante los socialdemócratas rusos en el
extranjero. En el Congreso se presentaba en junio pro el III
Congreso de la Unión de Socialdemócratas Rusos. En vista
de ello, la parte revolucionaria del Congreso (los miembros
de las organizaciones de Iskra y Zariá, así como los de Sotsial-
Demokrat) dio lectura a una declaración sobre la imposibilidad
de llegar a la unificación y abandonó el Congreso. Por
iniciativa de Lenin, estas organizaciones se unificaron en
octubre de 1901, formando la Liga de la Socialdemocracia
Revolucionaria Rusa en el extranjero.
6. Rabócheie Dielo (La Causa Obrera): revista, órgano de la Unión
de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero. Se publicó en Ginebra,
desde abril de 1899 hasta febrero de 1902, apareciendo
12 números (en nueve volúmenes). La Redacción de Rabócheie
Dielo era el centro de los “economistas” en el extranjero. La
revista apoyaba la consigna bernsteiniana de “libertad de
crítica” del marxismo y sustentaba posiciones oportunistas
en las cuestiones relacionadas con la táctica y las tareas de
organización de la socialdemocracia rusa. Los adeptos de Rabócheie
Dielo propagaban la idea oportunista de subordinación
de la lucha política del proletariado a la lucha económica, se
prosternaban ante la espontaneidad del movimiento obrero y
negaban el papel dirigente del partido. En el II Congreso del
Posdr, los portavoces de Rabócheie Dielo representaban al ala
de extrema derecha, oportunista, del partido.
7. Rabóchaya Gazeta (La Gaceta Obrera): órgano clandestino de
los socialdemócratas de Kíev. En total aparecieron dos números:
el primero, en agosto de 1897; el segundo, en diciembre
(con fecha de noviembre) del mismo año. El I Congreso del
Posdr (marzo de 1898) proclamó a Rabóchaya Gazeta órgano
oficial del partido. Después del Congreso, debido a la detención
de los miembros del Comité Central y de la redacción del
periódico, así como de la destrucción de la imprenta, no pudo
ver la luz el tercer número de Rabóchaya Gazeta, preparado ya
para su impresión. En 1899 se intentó reanudar su publicación.
Lenin habla de este intento en el apartado “a” del capítulo quinto
de ¿Qué hacer? (Véase el presente volumen, págs. 169-176).
8. Véase el Cap. V.
9. Véase V.I. Lenin, Obras completas, 5ª ed. en ruso, T. 5, págs.
360-367. (Nota de los editores)
10. Ab ovo: desde el principio. (Nota de los editores)
11. Lenin también acostumbraba usar el seudónimo de Nicolás,
por eso acá firma N. Lenin.
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QUE HACER?
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12. A propósito. En la historia del socialismo moderno es quizás
un hecho único, y extraordinariamente consolador en su género,
que una disputa entre distintas tendencias en el seno del
socialismo se haya convertido, por vez primera, de nacional
en internacional. En otros tiempos, las discusiones entre lasalleanos
y eisenacheanos,12.1 entre guesdistas y posibilistas,12.2
entre fabianos12.3 y socialdemócratas, entre partidarios de
Libertad del Pueblo12.4 y socialdemócratas12.5 eran discusiones
puramente nacionales, reflejaban peculiaridades netamente
nacionales, se desarrollaba, por decirlo así, en planos distintos.
En la actualidad (ahora se ve esto bien claro), los fabianos
ingleses, los ministerialistas franceses12.6, los bernsteinianos12.7
alemanes y los críticos rusos12.8 son una sola familia; se elogian
mutuamente, aprenden los unos de los otros y cierran filas contra
el marxismo “dogmático”. ¿Será en esta primera contienda,
realmente internacional, con el oportunismo socialista, donde
la socialdemocracia revolucionaria internacional se fortalezca
lo suficiente para acabar con la reacción política que impera
en Europa desde hace ya largo tiempo?
12.1. Lassalleanos y eisenacheanos: dos partidos en el movimiento
obrero alemán de la década del 60 y comienzos de
la del 70 del siglo XIX. Sostuvieron una encarnizada lucha,
principalmente en torno a las cuestiones de táctica y, sobre
todo, en el problema más palpitante de la vida política de
Alemania de aquella época: las vías de su unificación.
-Lassalleanos: partidarios y continuadores del socialista
pequeñoburgués alemán Fernando Lassalle, miembros de
la Unión General Obrera Alemana, fundada en 1863 en el
Congreso de Sociedades Obreras celebrado en Leipzig. Su
primer presidente fue Lassalle, que formuló el programa
y las bases tácticas de la Unión. En su actividad práctica,
Lassalle y sus partidarios apoyaban la política imperialista
de Bismarck. “Objetivamente —escribía Engels a Marx el
27 de enero de 1865—, esto fue una infamia y una traición
a todo el movimiento obrero a favor de los prusianos”. Marx
y Engels criticaron duramente en repetidas ocasiones la
teoría, la táctica y los principios de organización de los
lassalleanos como corriente oportunista en el movimiento
obrero alemán.
-Eisenaccheanos: miembros del Partido Obrero Socialdemócrata
Alemán, fundado en 1869 en el Congreso de
constitución de Eisenach. Encabezaban a los eisenacheanos
Augusto Bebel y Guillermo Liebknecht, que se hallaban
bajo la influencia ideológica de Marx y Engels. En el programa
de Eisenach se proclamaba que el Partido Obrero
Socialdemócrata Alemán se consideraba “una sección de la
Asociación Internacional de los Trabajadores, cuyas aspiraciones
comparte”. En cuanto a la unificación de Alemania,
los eisenacheanos defendían “la vía democrática y proletaria,
oponiéndose a que se hiciera la menor concesión al prusianismo,
al bismarckianismo y al nacionalismo” (V. I. Lenin.
Augusto Bebel. Obras completas, 5ª ed. en ruso. t. 23).
Al formarse en 1871 el Imperio alemán, desapareció la
discrepancia táctica fundamental entre lassalleanos y eisenacheanos,
y en 1875, el ascenso del movimiento obrero y
el recrudecimiento de las persecuciones gubernativas llevó
a ambos partidos a unificarse en el Congreso de Gotha,
formando el Partido Socialista Obrero de Alemania (más
tarde, Partido Socialdemócrata de Alemania).
12.2. Guesdistas y posibilistas: corrientes revolucionaria y
oportunista, respectivamente, del movimiento socialista
francés. En 1882, al escindirse el Partido Obrero de Francia
en el Congreso de Saint-Etienne, formaron dos partidos.
-Guesdistas: partidarios de J. Guesde y P. Lafargue, corriente
marxista de izquierda, defendían la necesidad de
que el proletariado aplicase una política revolucionaria
independiente. Los guesdistas conservaron el nombre
de Partido Obrero de Francia y permanecieron fieles al
Vladimir Ilich Lenin
292
QUE HACER?
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?
programa de El Havre, aprobado por el partido en 1880,
cuya parte teórica había escrito Marx. Gozaban de gran
influencia en los centros industriales de Francia y agrupaban
a los elementos avanzados de la clase obrera. En 1901
formaron el Partido Socialista de Francia.
-Posibilistas (P. Brousse, B. Malon y otros): corriente reformista,
pequeñoburguesa, que apartaba al proletariado
de los métodos revolucionarios de lucha. Los posibilistas
constituyeron el Partido Obrero Social-Revolucionario.
Negaban el programa revolucionario y la táctica revolucionaria
del proletariado, velaban los objetivos socialistas
del movimiento obrero y proponían limitar la lucha de los
obreros en el marco de “lo posible”, por lo que recibieron
la denominación de “posibilistas”. Tenían influencia principalmente
en las regiones de Francia más atrasadas en el
aspecto económico y entre los sectores menos desarrollados
de la clase obrera. En 1902, los posibilistas y otros
grupos reformistas fundaron el Partido Socialista Francés,
con J. Jaurés al frente.
El Partido Socialista de Francia y el Partido Socialista
Francés se fusionaron en 1905, formando un solo partido:
el Partido Socialista Francés. Durante la guerra imperialista
de 1914-1918, sus dirigentes (Guesde, Sembat,
etc.) traicionaron la causa de la clase obrera y se hicieron
socialchovinistas.
12.3. Fabianos: miembros de la Sociedad Fabiana, organización
reformista inglesa fundada en 1884. Recibión este
nombre en memoria del caudillo romano Fabio Máximo
(siglo III a. n. e.), llamado Cunctátor (“El Contemporizador”)
por su táctica expectante, que le hacía rehuir los
combates decisivos en la guerra contra Aníbal. La Sociedad
Fabiana estaba compuesta principalmente de intelectuales
burgueses: científicos, escritores y políticos (como SB
Webb, B Show, R MacDonald y otros). Lenin decía que los
fabianos eran “la expresión más acabada del oportunismo”
(V.I. Lenin. El programa agrario de la socialdemocracia en
la primera revolución rusa de 1905-1907. Obras completas,
5ª ed. en ruso t. 16). En 1900, la Sociedad Fabiana ingresó
en el Partido Laborista. El “socialismo fabiano” es una de
las fuentes de la ideología laborista.
12.4. La Libertad del Pueblo: organización política secreta
de los populistas-terroristas, surgida en agosto de 1897
al escindirse la organización populista Tierra y Libertad.
Aun sustentando las posiciones del socialismo utópico
populista, los miembros de la Libertad del Pueblo emprendieron
el camino de la lucha política considerando
que la tarea más importante consistía en derrocar la
autocracia y conquistar la libertad política.
Sostuvieron una heroica lucha contra la autocracia zarista.
Pero basándose en la errónea teoría de los “héroes”
activos y la “multitud” pasiva, pensaban transformar la
sociedad con sus propias fuerzas, sin la participación del
pueblo, mediante el terror individual, la intimidación y la
desorganización del gobierno. Después del asesinato de
Alejandro II (1° de marzo de 1881), el gobierno aplastó la
organización la Libertad del Pueblo por medio de crueles
represiones, ejecuciones y provocaciones. Los repetidos
intentos hechos en los años 80 para reconstruirlo no
dieron resultado.
12.5. Se alude a los miembros de la Federación Socialdemócrata
de Inglaterra, fundada en 1884. A la par con los
reformistas (Hyndman y otros) y los anarquistas, formaba
parte de ella un grupo de socialdemócratas revolucionarios
partidarios del marxismo (H. Quelch, T. Mann, E.
Aveling, Eleonora Marx y otros), que representaban el ala
izquierda del movimiento socialista inglés. Engels criticó
duramente a la Federación Socialdemócrata de Inglaterra,
acusándola de dogmatismo y sectarismo, de aislarse del
Vladimir Ilich Lenin
294
QUE HACER?
295
?
movimiento obrero de masas e ignorar sus peculiaridades.
La Federación adoptó en 1927 el nombre de Partido Socialdemócrata,
el cual se fusionó en 1911 con los elementos de
izquierda del Partido Obrero Independiente para formar
el Partido Socialista Británico. En 1920, la mayoría de sus
afiliados participó en la fundación del Partido Comunista
de la Gran Bretaña.
12.6. Ministerialistas (millerandistas): adeptos de una corriente
oportunista en los partidos socialistas de Europa Occidental
a fines del siglo XIX y comienzos del XX, deben su nombre
al socialista francés A. Millerand, que en 1899 formó parte
del gobierno burgués reaccionario de Francia y aplicó juntamente
con la burguesía una política imperialista.
12.7. Bernsteinianos: partidarios de una corriente hostil al
marxismo en la socialdemocracia alemana e internacional,
surgida a fines del siglo XIX en Alemania y que debe su
nombre a Eduardo Bernstein, el representante más franco
de las tendencias oportunistas de derecha en el Partido
Socialdemócrata Alemán.
Después de la muerte de Engels, Bernstein propugnó la
revisión más descarada de la doctrina revolucionaria de
Marx, de acuerdo con el espíritu del liberalismo burgués
(en los artículos “Problemas del socialismo” y en el libro
Premisas del socialismo y tareas de la socialdemocracia), pretendiendo
convertir el Partido Socialdemócrata en un partido
pequeñoburgués de reformas sociales. En Rusia fueron
partidarios del bernsteinianismo los “marxistas legales”, los
“economistas”, los bundistas y los mencheviques.
12.8. Los críticos rusos: Lenin alude a los “marxistas legales”
Struve, Bulgákov, Berdiáev y otros, que combatían el marxismo
revolucionario en las publicaciones legales.
13. Júpiter y Minerva: dioses del Panteón de la antigua Roma.
-Júpiter: dios del cielo, la luz, la lluvia y los truenos: más tarde,
divinidad suprema en el Imperio Romano.
-Minerva: diosa de la guerra y protectora de los oficios, las
ciencias y las arte.
Júpiter y Minerva son identificados en la mitología romana
con los dioses griegos Zeus y Atenea, aplicándoseles todos
los mitos de estos dos últimos, incluso el del nacimiento de
Atenea, que salió ya armada de la cabeza de Zeus.
14. Lenin cita un fragmento, traducido por él mismo, del prefacio
de Engels a la tercera edición alemana de la obra de Marx El 18
Brumario de Luis Bonaparte (véase C. Marx y F. Engels. Obras
Escogidas en tres tomos, t. I, pág. 407, ed. en español, Moscú).
15. La Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero fue
fundada en 1894 por iniciativa del grupo Emancipación del
Trabajo sobre la base de la aceptación del programa del grupo
pro todos los miembros de la Unión. Se encomendó al grupo
la dirección de las publicaciones de la Unión, a la que entregó
su imprenta en marzo de 1895. En el verano del mismo año,
durante la estancia de Lenin en el extranjero, se acordó que la
Unión editase las recopilaciones Rabótnik (“El trabajador”).
Publicó seis números de Rabótnik, diez de Listok “Rabótnika”
(“La hoja del trabajador”), el folleto de Lenin Explicación de
la ley de multas (1897), etc.
El I Congreso del Posdr (marzo de 1898) reconoció a la Unión
como representante del partido en el extranjero. Más tarde,
predominaron en la Unión los elementos oportunistas —los
“economistas”, llamados también los “jóvenes”—, los cuales
se negaron a solidarizarse con el Manifiesto del Congreso por
declararse en él que la conquista de la libertad política era el
objetivo inmediato de la socialdemocracia.
Vladimir Ilich Lenin
296
QUE HACER?
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En el I Congreso de la Unión, celebrado en Zurich en noviembre
de 1898, el grupo Emancipación del Trabajo se negó
a dirigir las publicaciones de la misma, excepto el número 5-6
de Rabótnik y los folletos de Lenin. Las tareas de los socialdemócratas
rusos y la nueva ley de fábricas. En abril de 1899, la
Unión empezó a editar la revista de los “economistas”, Rabócheie
Dielo, y publicó declaraciones de simpatía con Bernstein,
los millerandistas, etc.
La lucha en el seno de la Unión prosiguió hasta su II Congreso
(abril de 1900, Ginebra) y en el mismo Congreso. Como
resultado de esta lucha, el grupo Emancipación del Trabajo
y sus adeptos abandonaron el Congreso y constituyeron una
organización independiente, denominada Sotsial-Demokrat.
En el II Congreso del Posdr (1908), los representantes de la
Unión (los adeptos de Rabócheie Dielo) adoptaron posiciones
oportunistas en extremo y lo abandonaron cuando reconoció
a la Liga de la Socialdemocracia Revolucionaria Rusa en el
Extranjero como única organización del partido fuera de Rusia.
El II Congreso del partido declaró disuelta la Unión.
16. Zariá (La Aurora): revista político-científica marxista, editada
en Stuttgart (1901-1902) por la Redacción de Iskra. Sólo se
publicaron cuatro números (en tres volúmenes).
La revista Zariá criticó el revisionismo internacional ruso y
defendió las bases teóricas del marxismo.
17. Montaña y Gironda: denominación de dos grupos políticos de
la burguesía durante la revolución burguesa francesa de fines
del siglo XVIII. Se llamaba Montaña —jacobinos— a los representantes
más decididos de la clase revolucionaria de aquellos
tiempos (la burguesía), que defendían la necesidad de acabar con
el absolutismo y el feudalismo. Los girondinos, a diferencia de los
jacobinos, vacilaban entre la revolución y la contrarrevolución y
seguían la senda de las componendas con la monarquía.
Lenin llamó “Gironda socialista” a la corriente oportunista en
la socialdemocracia, y “Montaña”, jacobinos proletarios, a los
socialdemócratas revolucionarios. Después de la escisión del
Posdr en bolcheviques y mencheviques, Lenin destacó con
frecuencia que los mencheviques representaban la corriente
girondina en el movimiento obrero.
18. La comparación de las dos tendencias existentes en el proletariado
revolucionario (la revolucionaria y la oportunista) con
las dos corrientes de la burguesía revolucionaria del siglo XVIII
(la jacobina —la montaña— y la girondina) fue hecha en el
artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero de 1901) escrito
por Plejánov. A los demócratas- constitucionalistas,18.1 “los
sin título”18.2 y los mencheviques les gusta mucho, hasta ahora,
hablar del “jacobinismo” en la socialdemocracia rusa, pero hoy
prefieren callar u olvidar que Pléjanov lanzó por vez primera
este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia. Nota
de Lenin para la edición de 1907. (Nota de los editores)
18.1. Demócratas-constitucionalistas: miembros del Partido
Demócrata Constitucionalista, principal partido de la burguesía
monárquica liberal de Rusia. Se fundó en octubre de
1905 con elementos de la burguesía, terratenientes de los
zemstvos e intelectuales burgueses, que se encubrían con
falaces frases “democráticas” para ganarse a los campesinos.
Los demócratas-constitucionalistas aspiraban a un entendimiento
con el zarismo; exhortaban a crear una monarquía
constitucional y combatían la consigna de República, defendían
la conservación del régimen de propiedad terrateniente
y aprobaban el aplastamiento del movimiento revolucionario
por el zarismo. Durante la Primera Guerra Mundial actuaron
como ideólogos del imperialismo y partidarios de la política
anexionista del zarismo. Triunfante la Gran Revolución
Socialista de Octubre, los demócratas-constitucionalistas,
enemigos encarnizados del Poder soviético, participaron
Vladimir Ilich Lenin
298
QUE HACER?
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en todas las acciones armadas de la contrarrevolución y
en las campañas de los intervencionistas. Después de ser
derrotados los intervencionistas y guardias blancos, los
demócratas-constitucionalistas prosiguieron su actividad
contrarrevolucionaria antisoviética en la emigración.
18.2. Los sin título: grupo semimenchevique, semidemoconstitucionalista,
de intelectuales burgueses rusos, formado en
el período en que empezó a decrecer la revolución de 1905-
1907. Tomó su nombre del semanario político Bez Zaglavia
(“Sin título”) que se publicó en Petersburgo de enero a mayo
de 1906 bajo la dirección de Prokopóvich. Más tarde, los
“sin título” se agruparon alrededor del periódico demócrataconstitucionalista
de izquierda Továrisch (“El camarada”).
Encubriéndose con su sin partidismo formal, los “sin título”
fueron vehículos de las ideas del liberalismo burgués y del
oportunismo y apoyaron a los revisionistas de la socialdemocracia
rusa e internacional.
19. Ilovaiski, Dimitri (1832-1920): historiador monárquico, autor
de manuales de historia muy difundidos antes de la Revolución
en las escuelas primarias y secundarias de Rusia. En sus
manuales se ensalzaba a la autocracia y se reducía la historia a
la actividad de los zares y caudillos militares.
20. La Ley de excepción contra los socialistas fue promulgada
en Alemania por el Gobierno de Bismarck, en 1878, para
luchar contra el movimiento obrero y socialista. En virtud
de esta ley quedaron prohibidas todas las organizaciones del
Partido Socialdemócrata, las organizaciones obreras de masa
y la prensa obrera. Fueron confiscadas las publicaciones socialistas
y se persiguió y expulsó a los socialdemócratas, pero
las represiones no aplastaron al Partido Socialdemócrata,
que reorganizó su actividad adaptándola a las condiciones de
la clandestinidad. Bajo la presión del creciente movimiento
obrero de masas, la Ley de excepción contra los socialistas
fue derogada en 1890.
21. Cuando Engels arremetió contra Duhring, muchos representantes
de la socialdemocracia alemana se inclinaron por las
concepciones de este último y acusaron a Engels, incluso públicamente,
en un congreso del partido, de brusquedad, intolerancia,
polémica impropia de camaradas, etc. Most y sus compañeros
propusieron (en el congreso de 1877)21.1 retirar de Vorwarts21.2
los artículos de Engels “por no tener interés para la inmensa
mayoría de los lectores” y Vahlteich declaró que la publicación
de esos artículos había perjudicado mucho al partido, que también
Duhring había prestado servicios a la socialdemocracia:
“debemos aprovecharlos a todos en beneficio del partido, y si
los catedráticos discuten, Vorwarts en modo alguno es el lugar
adecuado para sostener tales discusiones” (Vorwarts, 1877, número
65, 6 de junio). ¡Como ven, éste es también un ejemplo de
defensa de la “libertad de crítica”, y no estaría mal que meditaran
en él nuestros críticos legales y oportunistas ilegales, a quienes
tanto place invocar el ejemplo de los alemanes!
21.1. Del 27 al 29 de mayo de 1877 se celebró en la ciudad de Gotha
un Congreso ordinario del Partido Socialista Obrero de Alemania.
Al discutirse en él acerca de la prensa del partido, se rechazaron
los intentos de algunos delegados (Most, Valteich) de censurar
al periódico Vorwärts (Adelante), órgano central del partido, por
haber publicado los artículos de Engels contra Dühring (editados
en 1878 en un libro con el título de Anti-Dühring. La subversión
en la ciencia, producida por el señor Eugenio Dühring, así como
el propio Engels por la brusquedad de la polémica.
21.2. Vorwärts (Adelante): diario, órgano central de la socialdemocracia
alemana; empezó a publicarse en Leipzig en 1876 bajo
Vladimir Ilich Lenin
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QUE HACER?
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la dirección de Guillermo Liebknecht y otros. Fue suspendido
en 1878 al promulgarse la Ley de excepción contra los socialistas,
reapareciendo en Berlín en 1891. Engels luchó desde el
periódico contra todas las manifestaciones de oportunismo,
pero en la segunda mitad de la década del 90, después de la
muerte de Engels, la Redacción de Vorwärts cayó en manos del
ala derecha del partido y publicó sistemáticamente artículos
de oportunistas, que predominaban en la socialdemocracia
alemana y en la II Internacional. Durante la Primera Guerra
Mundial, Vorwärts mantuvo una posición socialchovinista,
después de la Gran Revolución Socialista de Octubre, se convirtió
en un centro de propaganda antisoviética.
22. Socialistas de cátedra: representantes de una corriente de
la Economía Política burguesa en los años 70 y 80 del siglo
XIX, que predicaban el reformismo liberal burgués desde las
cátedras universitarias haciéndolo pasar por socialismo. Los
socialistas de cátedra afirmaban que el Estado burgués está
por encima de las clases, puede conciliar a las clases hostiles
e implantar gradualmente el “socialismo” sin dañar los intereses
de los capitalistas y teniendo en cuenta, en lo posible, las
reivindicaciones de los trabajadores. Marx, Engels y Lenin
denunciaron repetidas veces la esencia reaccionaria del socialismo
de cátedra, cuyas concepciones propagaban en Rusia los
“marxistas legales”.
23. Nozdriov: personaje de la obra del escritor ruso N. Gógol
Las almas muertas, prototipo del terrateniente pendenciero y
estafador. Gógol denominaba a Nozdriov hombre “histórico”
porque dondequiera que aparecía se producían “historias” y
escándalos.
24. Lenin se refiere a la resolución “Ataques a los puntos de vista
fundamentales y a la táctica del partido”, aprobada por el
Congreso de Hannóver del Partido Socialdemócrata Alemán
(9-14 de octubre de 1899). El informe oficial sobre esta
cuestión fue presentado por A. Bebel. La aplastante mayoría
del Congreso aprobó la moción de Bebel, que rechazaba los
intentos de revisar las bases teóricas y tácticas de la socialdemocracia.
Sin embargo, en ella no se criticaba duramente a
los bernsteinianos, por lo que votaron a su favor Bernstein y
sus partidarios.
25. Lenin alude a la resolución del Congreso de Lübeck del Partido
Socialdemócrata Alemán (22-28 de septiembre de 1901)
contra Bernstein, la cual, después del Congreso de Hannóver
de 1899, lejos de cesar sus ataques al programa y la táctica de
la socialdemocracia, los recrudeció e incluso los sacó fuera del
partido. Durante los debates y en la resolución propuesta por
Bebel (que el Congreso aprobó por aplastante mayoría), se
hizo a Bernstein una advertencia expresa. El Congreso rechazó
la contrarresolución del oportunista Heine, que reclamaba
“libertad de crítica” y silenciaba el problema de Bernstein. Sin
embargo, en el Congreso de Lübeck no se planteó como una
cuestión de principio la incompatibilidad de la revisión del
marxismo con la pertenencia al Partido Socialdemócrata.
26. Debe advertirse que, al hablar de bernsteinianismo en el partido
alemán, Rabóchei Dielo se ha limitado siempre a un mero relato
de los hechos, absteniéndose por completo de calificarlos.
Véase, por ejemplo, el Núm. 2-3, pág. 66, acerca del Congreso
de Stuttgart;26.1 todas las discrepancias se reducen a la “táctica”,
sólo se hace constar que la inmensa mayoría es fiel a la anterior
táctica revolucionaria. O el Núm. 4-5, pág. 25 y siguientes,
que es una simple repetición de los discursos pronunciados
en el Congreso de Hannóver, acompañado de la resolución
de Bebel; la exposición de las concepciones de Bernstein y la
crítica de las mismas quedan aplazadas de nuevo (así como en
el número 2-3) hasta la publicación de un “artículo especial”. Lo
curioso del caso es que en la pág. 33 del Núm. 4-5 leemos: “las
Vladimir Ilich Lenin
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concepciones expuestas por Bebel cuentan con una inmensa
mayoría en el congreso”, y un poco más adelante: “David ha
defendido las opiniones de Bernstein… Ante todo, ha tratado
de demostrar que… Bernstein y sus amigos, a pesar de todo
(sic), sustentan la posición de la lucha de clases”… ¡Esto se
escribió en diciembre de 1899; pero en septiembre de 1901
Rabóchei Dielo no cree ya, por lo visto, que Bebel tenga razón
y repite la opinión de David como suya propia!
26.1. El Congreso de Stuttgart del Partido Socialdemócrata Alemán,
celebrado del 3 al 8 de octubre de 1898, discutió por vez primera
el problema del revisionismo en sus filas. En el congreso se dio
lectura a una declaración enviada especialmente por Bernstein,
que se encontraba emigrado, en la que exponía y defendía sus
concepciones oportunistas, manifestadas ya antes en la serie
de artículos “Problemas del socialismo”, aparecida en la revista
Die Neue Zeit (“Tiempos nuevos”). Kautsky y Bebel hicieron
en el Congreso una crítica de principio del bernsteinianismo.
Rosa Luxemburgo mantuvo una posición más intransigente aún
frente al revisionismo. El congreso no adoptó ningún acuerdo
sobre esta cuestión, pero los debates mostraron que su mayoría
permanecía fiel a las ideas del marxismo revolucionario.
27. Starovier: seudónimo de Alexandr Potrésov, miembro de la
Redacción de Iskra y más tarde menchevique.
28. Un escritor envanecido: título de uno de los primeros relatos
de Máximo Gorki.
29. Aludimos al artículo de K. Tulin contra Struve (Véase V.I.
Lenin, Obras completas, 5ta edición en ruso, t- I, págs. 347-534),
basado en un informe que tenía por título “El reflejo del marxismo
en las publicaciones burguesas”. Véase el Prólogo (Nota
de Lenin para la edición de 1907. Nota de los editores)
30. Lenin se refiere a la recopilación Datos sobre el desarrollo económico
de Rusia, publicada con un tiraje de 2 mil ejemplares en
una imprenta legal en abril de 1895. La recopilación contenía
el artículo de Lenin (firmado con el seudónimo de K. Tulin).
El contenido económico del populismo y su crítica en el libro
del señor Struve (El reflejo del marxismo en las publicaciones
burguesas), dirigido contra los “marxistas legales”.
El gobierno zarista prohibió la difusión de la recopilación y, al
cabo de un año, la confiscó y quemó. Sólo se logró salvar unos
cien ejemplares, que fueron repartidos clandestinamente entre
los socialdemócratas de Petersburgo y de otras ciudades.
31. Se alude al libro de Bernstein Premisas del socialismo y tareas
de la socialdemocracia que revisaba el marxismo revolucionario
en un espíritu reformista burgués. Se editó en ruso,
en 1901, con distintos títulos: 1) Materialismo histórico; 2)
Problemas sociales; 3) Problemas del socialismo y tareas de
la socialdemocracia. Eróstrato: pastor de la antigua Efeso, en
Asia Menor, que según la leyenda, incendió en el año 356
a.n.e. el templo de Diana, en Aceso, considerado como una
de las siete maravillas del mundo, con el exclusivo objeto de
inmortalizar su nombre. Se aplica el nombre de Eróstrato a
los ambiciosos que pretenden hacerse célebres aunque sea
cometiendo crímenes.
32. Zubátov: coronel de la gendarmería, que intentó crear el llamado
“socialismo policíaco”. Formaba falsas organizaciones
obreras protegidas por los gendarmes y la policía para apartar
a los obreros del movimiento revolucionario.
33. Se trata de la Protesta de los 17 contra el Credo. El autor de
estas líneas participó en la redacción de la protesta (fines de
1899)33.1. La protesta fue publicada en el extranjero, junto con
el Credo, en la primavera de 1900. Hoy se sabe ya, por el artícuVladimir
Ilich Lenin
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QUE HACER?
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lo de la señora Kuskova (publicado, creo, en la revista Byloe33.2),
que fue ella la autora del Credo y que entre los “economistas”
de entonces que se encontraban en el extranjero desempeñó
un papel prominente el señor Prokopóvich (Nota de Lenin
para la edición de 1907. (Nota de los editores)
33.1. Lenin escribió la Protesta de los socialdemócratas de
Rusia en agosto de 1899, cuando se encontraba desterrado.
Estaba enfilada contra el Credo, manifiesto de un
grupo de “economistas” (S. Prokopóvich, E. Kuskova
y otros, que con posterioridad se hicieron demócratasconstitucionalistas).
La Protesta fue discutida y aprobada
unánimemente en una reunión de 17 marxistas desterrados,
convocada por Lenin en la aldea de Ermakóvskoe
(comarca de Minusinsk). Las colonias de deportados en
Turujansk y Orlovo (provincia de Viatka) se adhirieron a
la Protesta, que Lenin envió después al extranjero, al grupo
Emancipación del Trabajo. A comienzos de 1900 fue
reproducida por Plejánov en la recopilación Vademécum
para la Redacción de Rabócheie Dielo.
33.2. Byloe (El Pasado): revista histórica, dedicada principalmente
a la historia del populismo y de los movimientos sociales
que le precedieron. Se editó en Londres (1900-1904)
y en Petersburgo (1906-1907). En 1907 fue suspendida por
el gobierno zarista, reapareciendo en 1908, en París, donde
se publicó hasta 1912. Su edición en Rusia se reanudó en
1917, durando hasta 1926.
34. Rabóchaya Mysl (El Pensamiento Obrero): periódico, órgano
de los “economistas”; se publicó desde octubre de 1897 hasta
diciembre de 1902. Vieron la luz 16 números: los dos primeros,
en Petersburgo; del número 3 al 11, en Berlín; del 12 al 15, en
Varsovia, y el último, el 16, fuera de Rusia.
Lenin criticó las concepciones de Rabóchaya Mysl como variedad
rusa del oportunismo internacional en una serie de obras,
principalmente en artículos aparecidos en Iskra, y en el libro
¿Qué hacer? (véase el presente volumen).
35. El Vademécum para la Redacción de Rabócheie Dielo. Recopilación
editada por el grupo Emancipación del Trabajo,
con un Prefacio de J. Plejánov (Ginebra, febrero de 1900),
estaba dirigido contra el oportunismo en las filas del Posdr,
principalmente contra el “economismo” de la Unión de Socialdemócratas
Rusos en el Extranjero y su órgano, la revista
Rabócheie Dielo.
36. “Professión de foi” (profesión de fe, programa, exposición de
concepciones): hoja escrita a fines de 1899 para exponer las
concepciones oportunistas del Comité de Kiev del Posdr. Su
contenido coincidía en mucho con el conocido Credo de los
“economistas”. Lenin criticó este documento en su artículo A
propósito de la “Profession de foi”.
37. Por lo que sabemos, la composición del comité de Kiev ha
cambiado desde entonces.
38. Dos congresos, pág. 10.
39. Dos congresos, pág. 8, punto 1.
40. La falta de vínculos claros con el partido y de tradiciones
de partido constituye por sí sola una diferencia tan cardinal
entre Rusia y Alemania, que debería haber puesto en guardia
a todo socialista sensato contra cualquier imitación ciega.
Pero he aquí una muestra de hasta dónde llega la “libertad de
crítica” en Rusia. Un crítico ruso, el señor Bulgákov, hace la
Vladimir Ilich Lenin
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siguiente reprimenda al crítico austríaco Hertz: “Pese a toda la
independencia de sus conclusiones, Hertz sigue en este punto
(acerca de las cooperativas), según parece, demasiado atado
por las opiniones de su partido y, al disentir en los detalles,
no se decide a desprenderse del principio general” (El capitalismo
y la agricultura, t. II, p. 287). ¡Un súbdito de un Estado
esclavizado en el terreno político con una población que el
servilismo político y la absoluta incomprensión del honor
de partido y de los vínculos de partido tienen corrompida en
el 999 por 1000, hace una reprimenda altiva a un ciudadano
de un Estado constitucional porque “lo atan demasiado las
opiniones del partido”! Lo único que les queda a nuestras
organizaciones clandestinas es ponerse a redactar resoluciones
sobre la libertad de crítica…
41. Suplemento especial de Rabóchaya Mysl: folleto editado por la
Redacción del órgano “economista” Rabóchaya Mysl en septiembre
de 1899. El folleto, en particular el artículo “Nuestra
realidad”, firmado por R M, exponía sin ambages las concepciones
oportunistas de los “economistas”. Lenin lo criticó en
su artículo “Una tendencia retrógrada en la socialdemocracia
rusa” y en la presente obra.
42. Del anuncio sobre la publicación de Iskra.42.1
42.1. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ta edición en ruso, t. 4, p.
358 (Nota de los editores)
43. Grupo Emancipación del Trabajo: primer grupo marxista
ruso, fundado por J. Plejánov en Ginebra, en 1883, hizo una
gran labor de difusión del marxismo en Rusia.
En el II Congreso del Posdr, celebrado en agosto de 1903, el
grupo Emancipación del trabajo declaró que dejaba de existir.
44. El III Congreso de la Unión de Socialdemócratas Rusos se celebró
en Zurich, en la segunda quincena de septiembre de 1901.
En él se aprobaron enmiendas y adiciones al proyecto de
acuerdo de unificación de las organizaciones de socialdemócratas
rusos en el extranjero, preparado por la Conferencia de
Ginebra en junio del mismo año. El Congreso aprobó también
las Instrucciones para la redacción de Rabócheie Dielo, que estimulaba
a los revisionistas. Los acuerdos del Congreso pusieron
de manifiesto la preponderancia de las tendencias oportunistas
entre los dirigentes de la Unión y la negativa de estos a cumplir
las resoluciones de la Conferencia de junio.
45. Programa de Gotha: programa aprobado pro el Partido Socialista
Obrero de Alemania en su Congreso de Gotha (1875), en el que
se unificaron los dos partidos socialistas alemanes existentes
hasta entonces: los eisenacheanos (dirigidos por A. Bebel y G.
Liebknecht e influenciados ideológicamente por Marx y Engels)
y los lassallenaos. El programa adolecía de eclecticismo y era
oportunista, ya que los eisenacheanos hicieron concesiones a los
lassalleanos en las cuestiones más importantes y aceptaron sus
fórmulas. Marx y Engels sometieron el proyecto del Programa
de Gotha a una crítica demoledora, viendo en él un considerable
paso atrás en comparación con el programa de Eisenach, aprobado
en 1869. (Véase C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en
tres tomos, t. III, pág. 5-38, ed. en español, Moscú).
46. Dritter Abdruck, Leipzig, 1875. Verlag der Genossenschafts-buchdruckerei
(La guerra campesina en Alemania, tercera edición,
Leipzig, 1875. Editorial Cooperativa. (Nota de los editores)
47. Lenin cita un fragmento, traducido por él mismo, del prefacio
de Engels a su obra La guerra campesina en Alemania (Véase
C. Marx y F. Engels. Obras escogidas en tres tomos, t. II, pág.
179-181, ed. en español, Moscú).
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QUE HACER?
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48. Lenin se refiere a las grandes huelgas declaradas por los obreros
de Petersburgo en 1896. El movimiento huelguístico empezó
el 23 de mayo en la importante empresa textil de Kalinkin.
Se extendió rápidamente a todas las fábricas textiles de Petersburgo
y, luego, a las grandes empresas de construcción de
maquinaria, de goma papelera y azucarera. El proletariado de
Petersburgo se alzó por vez primera en un amplio frente de
lucha contra los explotadores. Más de 30 mil obreros tomaron
parte en estas huelgas, que dirigió la Unión de Lucha por la
Emancipación de la Clase Obrera, de Petersburgo.
Las huelgas de Petersburgo contribuyeron a desarrollar el movimiento
obrero en Moscú y otras ciudades de Rusia y obligaron
al gobierno zarista a acelerar la revisión de las leyes fabriles
y a promulgar la ley del 2 (14) de junio de 1897, reduciendo a
once horas y media la jornada de trabajo en las fábricas.
49. El tradeunionismo en modo alguno descarta toda “política”,
como se cree a veces. Las tradeuniones han realizado siempre
cierta agitación y cierta lucha política (pero no socialdemócrata).
En el capítulo siguiente expondremos la diferencia existente
entre política tradeunionista y política socialdemócrata.
50. La Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, organizada
por Lenin en el otoño de 1895, agrupaba a unos veinte
círculos obreros marxistas de Petersburgo. Toda su labor se basaba
en los principios del centralismo y de una rigurosa disciplina. Al
frente de la Unión figuraba el Grupo Central, dirigido por Lenin.
Por vez primera en Rusia, la Unión de Lucha fusionó el socialismo
con el movimiento obrero. Dirigió el movimiento obrero,
vinculando la lucha de los trabajadores por sus reivindicaciones
económicas con la lucha política contra el zarismo y editó
octavillas y folletos para los obreros. Las publicaciones de la
Unión de Lucha eran redactadas por Lenin, bajo cuya dirección
se preparó la publicación de Rabócheie Dielo, periódico
de Petersburgo. Por iniciativa suya, los círculos obreros se
unificaron en uniones de lucha en Moscú, Kiev, Ekaterinoslav
y otras ciudades y regiones del país.
En la noche del 8 (20) de diciembre de 1895, fueron detenidos
gran parte de los miembros de la Unión, con Lenin al frente,
y confiscado el primer número de Rabócheie Dielo, preparado
ya para la imprenta.
La importancia de la Unión de Lucha por la Emancipación de
la Clase Obrera, de Petersburgo, consiste, según expresión de
Lenin, en que fue el embrión del partido revolucionario que
se apoya en el movimiento obrero y dirige la lucha de clase
del proletariado. En la segunda mitad de 1898, la Unión de
Lucha cayó en manos de los “economistas”, quienes a través del
periódico Rabóchaya Mysl propagaron las ideas del tradeunionismo
y el bernsteinianismo en su variante rusa. Sin embargo,
los antiguos miembros de la Unión que no fueron detenidos
participaron en 1898 en la preparación y celebración del I
Congreso del Posdr y en la redacción del Manifiesto, publicado
más tarde, continuando las traiciones de la Unión de Lucha por
la Emancipación de la Clase Obrera que fundara Lenin.
51. AA Vanéiev falleció en 1899, en Siberia Oriental, a causa de la
tuberculosis que contrajo cuando se hallaba incomunicado en
prisión preventiva. Por eso hemos tenido a bien publicar los
datos que figuran en el texto, cuya autenticidad garantizamos,
pues proceden de gente que conocía personalmente a Vanéiev
y tenía intimidad con él.
52. Rússkaya Stariná (La Antigüedad Rusa): revista de historia que
apreció mensualmente en Petersburgo desde 1870 hasta 1918.
En ella se dedicaba gran espacio a la publicación de memorias,
diarios, apuntes y cartas de estadistas de Rusia y de figuras
destacadas de la cultura, así como de documentos diversos.
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53. Véase V.I. Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. II, pág.
75-80. (Nota de los editores)
54. Se alude a la represión de que fueron víctimas los huelguistas
de la Gran Manufactura de Yaroslavl el 27 de abril (9 de mayo)
de 1895. La huelga, en la que participaron 4 mil obreros, fue
provocada por la decisión de la empresa de establecer nuevas
tarifas que reducían los salarios. La huelga fue aplastada
cruelmente. El artículo sobre la huelga de Yaroslavl de 1895
lo escribió Lenin, no se ha encontrado todavía.
55. S. Petersburgski Rabochi Listok (Boletín Obrero de San Petersburgo:
órgano de la Unión de Lucha por la Emancipación de
la Clase Obrera, de Petersburgo. Se publicaron dos números:
el primero en febrero (con fecha de enero) de 1897, en Rusia,
y el segundo, en septiembre del mismo año, en Ginebra.
El periódico señaló la tarea de fundir la lucha económica de la
clase obrera con las amplias reivindicaciones políticas y destacó
la necesidad de crear el partido obrero.
56. “Al repudiar la actividad de los socialdemócratas de fines
de los años 90, Iskra no tiene en cuenta que entonces faltaban
condiciones para toda labor que no fuera la lucha por
pequeñas reivindicaciones”, dicen los “economistas” en su
Carta a los órganos socialdemócratas rusos (Iskra, Núm. 12).
Los hechos mencionados en el texto demuestran que esta
afirmación sobre la “falta de condiciones” es diametralmente
opuesta a la verdad. No sólo a fines, sino incluso a mediados
de los años 90 existían de sobra todas las condiciones
necesarias para otra labor, además de la lucha por pequeñas
reivindicaciones; todas las condiciones, excepto una preparación
suficiente de los dirigentes. Y en vez de reconocer
con franqueza esta falta de preparación por nuestra parte,
por parte de los ideólogos, de los dirigentes, los “economistas”
quieren achacarlo todo a la “falta de condiciones”, a la
influencia del medio material, el cual determina un camino
del que ningún ideólogo conseguirá apartar el movimiento.
¿Qué es esto sino servilismo ante la espontaneidad, apego
de los “ideólogos” a sus propios defectos?
57. La “reunión privada” a la que alude Lenin se celebró en Petersburgo
entre el 14 y el 17 de febrero (26 de febrero y 1° de
marzo) de 1897. Asistieron a ella los “viejos” —V. Lenin, A.
Vanéiev, G. Krzhizhanovski y otros miembros de la Unión de
Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, de Petersburgo,
puestos en libertad por tres días antes de salir para su lugar de
deportación en Siberia— y los “jóvenes”, que dirigían la Unión
después de haber sido detenido Lenin.
58. Listok Rabótnika (La Hoja de El Trabajador): Publicación
no periódica de la Unión de Socialdemócratas Rusos en el
Extranjero, editada en Ginebra desde 1896 hasta 1898. Vieron
la luz diez números, los ocho primeros dirigidos por el grupo
Emancipación del Trabajo. En vista de que la mayoría de los
miembros de la Unión se pasó al campo de los “economistas”,
el grupo se negó a dirigir la publicación de la Unión, por lo que
los números 9 y 10 de Listok (noviembre de 1898) aparecieron
bajo la dirección de los “economistas”.
59. VI: Vladimir Ivanshin, uno de los líderes del “economismo”.
60. Digamos de paso que este elogio de Rabóchaya Mysl, en noviembre
de 1898, cuando el “economismo” se había definido
por completo, sobre todo en el extranjero, partía del propio
VI, que muy pronto formó parte del cuerpo de redactores de
Rabóchei Dielo. ¡Y Rabóchei Dielo todavía continuó negando
la existencia de dos tendencias en la socialdemocracia rusa,
como la sigue negando hoy!
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61. Los gendarmes zaristas vestían uniforme azul.
62. El siguiente hecho característico prueba que esta comparación
es justa. Después de ser detenidos los “decembristas”, entre los
obreros de la carretera de Shlisselburgo se difundió la noticia
de que había contribuido a ello el provocador NN Mijáilov
(un dentista), vinculado a un grupo que estaba en contacto
con los “decembristas”. Los obreros se indignaron de tal modo
que decidieron matar a Mijáilov.
63. Del mismo editorial del primer número de Rabóchaba Mysl.
Se puede juzgar por esto cuál era la preparación teórica de esos
“VV de la socialdemocracia rusa”, los cuales repetían la burda
vulgarización del “materialismo económico”, en tanto que los
marxistas hacían en sus publicaciones la guerra al auténtico
señor VV, llamado desde hacía tiempo “maestro en asuntos
reaccionarios” por ese mismo modo de concebir la relación
entre la política y la economía.
64. Editorial del Núm. 1 de R. Mysl.
65. Los alemanes incluso tienen una palabra especial, “Nur-
Gewerk-schaftler”, para designar a los partidarios de la lucha
“exclusivamente sindical”.
66. VV: Seudónimo de Vasili Vorontsov, uno de los ideólogos del
populismo liberal de los años 80 y 90 del siglo XIX. Lenin denomina
“V.V de la socialdemocracia rusa” a los representantes
del “economismo”, corriente oportunista en la socialdemocracia
de Rusia.
67. Subrayamos “actuales” para quienes se encojan farisaicamente
de hombros y digan: ¡ahora es fácil denostrar a Rabóchaya
Mysl cuando no es más que un arcaísmo! Mutato nomine de
te fabula narratur (“cambiando el nombre, la fábula habla de
ti”. – Nota de los editores), contestamos nosotros a esos fariseos
contemporáneos cuya completa sumisión servil a las ideas de
Rab. Mysl será demostrada más adelante.
68. Carta de los “economistas” en el Núm. 12 de Iskra.
69. Rabócheie Dielo, Núm. 10.
70. Neue Zeit, 1901-1902, XX, I, Núm. 3, pág. 79. El proyecto
de la comisión a que se refiere C. Kautsky fue aprobado por
el Congreso de Viena70.1 (a fines del año pasado) un tanto
modificado.
70.1. En el Congreso de Viena del Partido Socialdemócrata Austríaco
(2-6 de noviembre de 1901) se aprobó el nuevo programa
del partido, en sustitución del viejo programa de Hainfeld
(1888). En el proyecto del nuevo programa que preparó una
comisión especial por encargo del Congreso de Brünn (1899),
se hicieron serias concesiones al bernsteinianismo.
71. Esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros no participen
en esa elaboración. Pero no participan como obreros,
sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y
los Weitling; dicho con otras palabras, sólo participan en
el momento y en la medida en que logran, en grado mayor
o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar. Y
para que lo logren con mayor frecuencia, es necesario preocuparse
lo más posible de elevar el nivel de conciencia de
los obreros en general; es necesario que estos no se encierren
en el marco, artificialmente restringido, de las “publicaciones
para obreros”, sino que aprendan a asimilar más y más
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las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir,
en vez de “no se encierren”, que “no sean encerrados”, pues
los obreros leen y quieren leer cuanto se escribe también
para los intelectuales, y sólo ciertos intelectuales (de ínfima
categoría) creen que “para los obreros” basta relatar lo que
ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace
ya mucho tiempo.
72. Sindicatos de Hirsch-Duncker: organizaciones sindicales
reformistas fundadas en Alemania en 1868 por M. Hirsch y
F. Duncker, dirigentes del partido progresista burgués. Los
organizadores de los sindicatos de Hirsch-Duncker propugnaban
la “armonía” de intereses del trabajo y del capital, por lo
que consideraban posible que los capitalistas pertenecieran a
los sindicatos junto con los obreros. Negaban la conveniencia
de la lucha huelguística y afirmaban que los obreros podían
emanciparse de la opresión del capital en el marco de la propia
sociedad capitalista mediante la legislación del Estado burgués
y con ayuda de la organización sindical. Consideraban que la
misión principal de los sindicatos era servir de intermediario
entre los obreros y los patronos y acumular recursos pecuniarios.
Su actividad se circunscribía principalmente a las
cajas de ayuda mutua y a la labor cultural. Los sindicatos de
Hirsch-Duncker, que existieron hasta mayo de 1933, jamás
fueron una fuerza seria en el movimiento obrero alemán, pese
a los esfuerzos de la burguesía y al apoyo de los organismos
gubernamentales. En 1933, los dirigentes oportunistas de
los sindicatos de Hirsch-Duncker ingresaron en el Frente de
Trabajo fascista.
73. Se dice a menudo que la clase obrera tiende espontáneamente
al socialismo. Esto es justo por completo en el sentido de que
la teoría socialista determina, con más profundidad y exactitud
que ninguna otra, las causas de las calamidades que padece la
clase obrera, debido a lo cual los obreros la asimilan con tanta
facilidad, siempre que esta teoría no ceda ante la espontaneidad,
siempre que esta teoría supedite a la espontaneidad. Por
lo general, esto se sobreentiende, pero Rabóchei Dielo lo olvida
y lo desfigura. La clase obrera tiende al socialismo de manera
espontánea; pero la ideología burguesa, la más difundida (y resucitada
sin cesar en las formas más diversas), es, sin embargo,
la que más se impone espontáneamente a los obreros.
74. “Grupo de Autoemancipación de la clase obrera”: pequeño
grupo de “economistas”; surgió en Petersburgo en el otoño de
1898 y existió varios meses. Publicó un manifiesto exponiendo
sus objetivos —fechado en marzo de 1899 y aparecido en la
revista Nakanunie (La Víspera) en julio del mismo año—, sus
estatutos y varias proclamas dirigidas a los obreros.
75. En torno a las tareas actuales y la táctica de los socialdemócratas
rusos. Ginebra, 1898, Dos cartas a Rabóchaya Gazeta,
escritas en 1897.
76. La polémica entre el grupo Emancipación del Trabajo y la
Redacción de Rabócheie Dielo se inició en abril de 1899 con la
publicación, en el número 1 de dicho periódico, de una reseña
del folleto de Lenin Las tareas de los socialdemócratas rusos
(Ginebra, 1898). La Redacción de Rabócheie Dielo negaba en la
reseña el carácter oportunista de la Unión de Socialdemócratas
Rusos en el extranjero y la creciente influencia de los “economistas”
en las organizaciones socialdemócratas de Rusia. Al
mismo tiempo, afirmaba que “el contenido del folleto coincide
por completo con el programa de la Redacción de Rabócheie
Dielo” y que la Redacción ignoraba “a qué camaradas ‘jóvenes’
se refiere Axelrod” en el prefacio al folleto.
En la Carta a la Redacción de Rabócheie Dielo, escrita en agosto
de 1889, P. Axelrod demostró la inconsistencia de los intentos
del periódico de identificar la posición de la socialdemocracia
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revolucionaria (expuesta por Lenin en el folleto Las tareas de
los socialdemócratas rusos con la posición de los oportunistas
rusos y extranjeros. La polémica con Rabócheie Dielo continuó
más tarde en las páginas de Iskra y Zariá.
77. Nakanunie (La Víspera): revista mensual de orientación
populista, se editó en Londres, en ruso, desde enero de 1899
hasta febrero de 1902, apareciendo 37 números. La revista
agrupó a su alrededor a representantes de diferentes partidos
y corrientes pequeñoburgueses.
78. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 2, pág. 433-
470. (Nota de los editores)
79. Defendiéndose, Rabócheie Dielo completó su primera falsedad
(“ignoramos a qué camaradas jóvenes se ha referido PB Axelrod”)
con una segunda, al escribir en su Respuesta: “Desde que
apareció la reseña de Las tareas, entre algunos socialdemócratas
rusos han surgido o se han definido con mayor o menor claridad
tendencias hacia la unilateralidad económica, que significan un
paso atrás en comparación con el estado de nuestro movimiento
esbozado en Las tareas” (pág. 9). Esto lo dice la Respuesta publicada
en 1900. Pero el primer número de Rabócheie Dielo (con
la reseña) apareció en abril de 1899. ¿Es que el “economismo”
surgió sólo en 1899? No, en 1899 se oyó por vez primera la voz de
protesta de los socialdemócratas rusos contra el “economismo”
(la protesta contra el Credo). (Véase V.I. Lenin. Obras completas,
5ª ed. en ruso, t. 4, pág. 163-176. –Nota de los editores). El
“economismo” surgió en 1897, como sabe muy bien Rabócheie
Dielo, pues, VI elogiaba a Rabóchaya Mysl ya en noviembre de
1898 (Listok “Rabótnika”, Núm. 9-10).
80. Cursivas de Rabóchei Dielo.
81. Cursivas nuestras.
82. Por ejemplo, en ese artículo se expone con las siguientes palabras
la “teoría de las fases” o teoría de los “tímidos zigzags” en la lucha
política: “Las reivindicaciones políticas que, por su carácter, son
comunes a toda Rusia deben, sin embargo, durante los primeros
tiempos81.1 corresponder a la experiencia adquirida por el
sector dado (¡sic!) de obreros en la lucha económica. Sólo (!)
tomando como base esta experiencia, se puede y se debe iniciar
la agitación política”, etc. (pág. 11). En la pág. 4, indignado el
autor por las acusaciones de herejía economista, carentes de
todo fundamento, según él, exclama con tono patético: “Pero,
¿qué socialdemócrata ignora que, según la doctrina de Marx y
Engels, los intereses económicos de las distintas clases desempeñan
un papel decisivo en la historia y que, por tanto,81.2 en
particular la lucha del proletariado por sus intereses económicos
debe tener una importancia primordial para su desarrollo como
clases y para su lucha emancipadora?”. Este “por tanto” está
completamente fuera de lugar. Del hecho de que los intereses
económicos desempeñan un papel decisivo en modo alguno se
deduce que la lucha económica (sindical) tenga una importancia
primordial, pues los intereses más esenciales y “decisivos” de las
clases pueden satisfacerse en general únicamente por medio de
transformaciones políticas radicales, en particular, el interés económico
fundamental del proletariado sólo puede beneficiarse
por medio de una revolución política que sustituya la dictadura
de la burguesía con la dictadura del proletariado. B. Krichevski
repite el razonamiento de los “VV de la socialdemocracia rusa”
(la política sigue a la economía, etc.) y de los bernsteinianos de
la alemana (por ejemplo, Woltmann alegaba precisamente los
mismos argumentos para tratar de demostrar que los obreros,
antes de pensar de una revolución política, deben adquirir una
“fuerza económica”).
82.1. Esto se escribe en agosto de 1900.
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82.2. Cursivas nuestras.
83. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág. 376.
(Nota de los editores)
84. Núm. 10, pág. 18.
85. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág. 6-7.
(Nota de los editores)
86. Pág. 11; las cursivas son de Rabóchei Dielo.
87. Ein Jahr der Verwirrung (Un Año de Confusión): así ha titulado
Mehring el apartado de su Historia de la socialdemocracia
alemana en que describe los titubeos y la indecisión que manifestaron
los socialistas en un principio, al elegir la “táctica-plan”
que correspondía a las nuevas condiciones.
88. Del editorial del Núm. 1 de Iskra (Véase V.I. Lenin. Tareas
urgentes de nuestro movimiento. (Nota de los editores)
89. Se alude al periódico Der Sozialdemokrat (El Socialdemócrata):
órgano central del Partido Socialdemócrata de Alemania
durante el período de vigencia de la Ley de excepción contra
los socialistas. Se publicó en Zurich desde el 28 de septiembre
de 1879 hasta el 22 de septiembre de 1888, y en Londres
desde el 1° de octubre de 1888 hasta el 27 de septiembre de
1890. En 1879 y 1880 fue dirigido por G. Vollmar, y desde
enero de 1881, por C. Bernstein, sobre el que Engels ejercía
entonces gran influencia. La dirección ideológica de Engels
garantizaba la orientación marxista de Der Sozialdemokrat. Éste
dejó de publicarse al ser derogada la Ley de excepción contra
los socialistas, volviendo a ser órgano central del partido del
periódico Vorwärts (Adelante).
90. Pág. 18.
91. La cursiva es de Rabócheie Dielo.
92. Jorge Plejánov publicó con el seudónimo de N. Béltov su
conocida obra Acerca del desarrollo de la concepción monista
de la historia, editada en Petersburgo en 1895.
93. Pág. 19.
94. Se trata de la poesía satírica Himno del moderno socialista
ruso, publicada en el número 1 de Zariá (abril de 1901) por
Y. Mártov con la firma de “Narciso Tuporílov”. En ella ridiculizaba
a los “economistas” por su adaptación al movimiento
espontáneo.
95. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 23.
96. Dos congresos, pág. 18.
97. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág. 7-8
(Nota de los editores).
98. Pág. 24.
99. Tampoco debe olvidarse que, al resolver “en teoría” el problema
del terrorismo, el grupo Emancipación del Trabajo sintetizó la
experiencia del movimiento revolucionario anterior.
100. Pág. 29.
101. Pág. 63.
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102. Ibíd.
103. Advertimos, para evitar equívocos, que en la exposición
que sigue entendemos por lucha económica (según el uso
arraigado entre nosotros) la “lucha económica práctica” que
Engels denominó, en la cita reproducida antes, “resistencia a
los capitalistas” y que en los países libres se llama lucha gremial,
sindical o tradeunionista.
104. En este capítulo hablamos únicamente de la lucha política, de
su concepción más amplia o más estrecha. Por eso señalaremos
sólo de paso, como un simple hecho curioso, la acusación lanzada
por Rabóchei Dielo contra Iskra de “moderación excesiva”
con respecto a la lucha económica.104.1 Si los señores acusadores
midieran por puds o por pliegos de imprenta (como gustan
de hacerlo) la sección de Iskra dedicada a la lucha económica
durante el año y la compararan con la misma sección de Rabóchei
Dielo y Rabóchaya Mysl juntos, verían fácilmente que,
incluso en este sentido, están atrasados. Es evidente que el conocer
esta sencilla verdad les obliga a recurrir a argumentos que
demuestran con claridad su confusión. “Iskra —escriben—,
quiéralo o no (!), tiene (!) que tomar en consideración las
demandas imperiosas de la vida y publicar, por lo menos (!),
cartas sobre el movimiento obrero”.104.2 ¡Menudo argumento
para hacernos trizas!
104.1. Dos congresos, pág. 27; acusación repetida con machaconería
por Martínov en su folleto “La socialdemocracia y la
clase obrera”.
104.2. Dos congresos, pág. 27.
105. Programa de Rabóchei Dielo, véase su número 1, pág. 3.
106. Martinóv en el Núm. 10, pág. 42.
107. Resolución del Congreso de la Unión107.1 y “enmiendas”: Dos
congresos, pág. 11 y 17.
107.1. Se alude a la Unión de Socialdemócratas Rusos en el
Extranjero.
108. Decimos “en general” porque en Rabóchei Dielo se trata precisamente
de los principios generales y de las tareas generales
de todo el partido. Es indudable que en la práctica se dan casos
en que la política debe, efectivamente, seguir a la economía;
pero sólo “economistas” pueden decir eso en una resolución
para toda Rusia. Porque hay también casos en que “desde el
comienzo mismo” se puede hacer agitación política “únicamente
en el terreno económico”, pese a lo cual Rabóchei Dielo
ha llegado, por fin, a la conclusión de que “no hay ninguna
necesidad” de ello.108.1 En el capítulo siguiente probaremos que
la táctica de los “políticos” y de los revolucionarios, lejos de
desconocer las tareas tradeunionistas de la socialdemocracia,
es, por el contrario, la única que asegura su cumplimiento
consecuente.
108.1. Dos congresos, pág. 11.
109. Jefes de los zemstvos: cargo administrativo instituido por
el gobierno zarista en 1889 con el propósito de afianzar el
poder de los terratenientes sobre los campesinos. Los zémskie
nachálniki (“jefes de los zemstvos”) eran designados entre los
terratenientes nobles de cada lugar y gozaban de inmensas
atribuciones administrativas y judiciales sobre los campesinos,
incluido el derecho a encarcelarlos y someterlos a castigos
corporales.
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110. Núm. 7, pág. 15 de agosto de 1900.
111. Dos congresos, pág. 11.
112. La Unión General Obrera Hebrea de Lituania, Polonia y
Rusia (Bund) fue organizada en 1897 en el congreso de constitución
de los grupos socialdemócratas hebreos, celebrado en
Vilno; agrupaba principalmente a los artesanos semiproletarios
hebreos de las regiones occidentales de Rusia. Los bundistas
seguían una política oportunista, menchevique.
113. Expresiones textuales del folleto Dos congresos, pág. 28, 30,
31 y 32.
114. Dos congresos, pág. 32.
115. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 60. Así aplica Martínov al
estado caótico de nuestro movimiento en la actualidad la tesis
de que “cada paso de movimiento real es más importante que
una docena de programas”, cuya aplicación hemos analizado
ya antes. En el fondo, eso no es sino una traducción al ruso
de la célebre frase de Bernstein: “el movimiento lo es todo; el
objetivo final, nada”.
116. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 42-43.
117. Partidarios de Rabócheie Dielo. (Nota de los editores)
118. Pág. 43: “Desde luego, si recomendamos a los obreros que
presenten determinadas reivindicaciones económicas al
gobierno, lo hacemos porque el gobierno autocrático está
dispuesto, por necesidad, a hacer ciertas concesiones en el
terreno económico”.
119. Pagos de rescate: cantidades que, según el “Reglamento” del
19 de febrero de 1861 aboliendo el régimen de la servidumbre
en Rusia, debían pagar los campesinos a los terratenientes por
los lotes de tierra que recibían. El total de los pagos de rescate
superaba en mucho el verdadero valor de los lotes y ascendía a
unos 2 mil millones de rublos. Al abonar los pagos de rescate, los
campesinos pagaban, en realidad, a los terratenientes no sólo la
tierra que venían usufructuando desde tiempos inmemoriales,
sino también su propia liberación. Los abrumadores y desorbitados
pagos de rescate provocaban la ruina y el empobrecimiento
en masa de los campesinos. El movimiento campesino durante el
período de la primera revolución rusa (1905-1907) obligó al gobierno
zarista a abolir los pagos de rescate en enero de 1907.
120. Véase V. I. Lenin, Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág.
297-319 (Nota de los editores).
121. Martínov, pág. 44.
122. Rabóchaya Mysl, Suplemento especial, pág. 14.
123. Reichstag: Parlamento alemán.
124. Pág. 52.
125. Pág. 15.
126. El término mujik (en ruso), que significa “hombre”, era empleado
para referirse a los campesinos rusos, generalmente
antes del año1917.
127. Martínov, pág. 61.
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128. Núm. 2, febrero (véase V. I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en
ruso, t. 4, pág. 391-396). (Nota de los editores)
129. La exigencia de “dar a la lucha económica misma un carácter
político” es la manifestación más patente del culto a la espontaneidad
en la actividad política. La lucha económica adquiere
a menudo un carácter político de manera espontánea, es decir,
sin la intervención de los “intelectuales”, que son el “bacilo
revolucionario”, sin la intervención de los socialdemócratas
conscientes. Por ejemplo, la lucha económica de los obreros
en Inglaterra adquirió también un carácter político sin participación
alguna de los socialistas. Ahora bien, la tarea de los socialdemócratas
no se limita a la agitación política en el terreno
económico: su tarea es transformar esa política tradeunionista
en lucha política socialdemócrata, aprovechar los destellos
de conciencia política que la lucha económica ha hecho penetrar
en los obreros para elevar a estos al nivel de conciencia
política socialdemócrata. Pero los Martínov, en vez de elevar
e impulsar la conciencia política que se despierta de manera
espontánea, se prosternan ante la espontaneidad y repiten
con machaconería, hasta dar náuseas, que la lucha económica
“incita” a los obreros a pensar en su falta de derechos políticos.
¡Es de lamentar, señores, que este despertar espontáneo de
la conciencia política tradeunionista no les “incite” a ustedes
mismos a pensar en sus tareas socialdemócratas!
130. Para confirmar que todo este discurso de los obreros a los
“economistas” no es una invención gratuita nuestra, nos
remitiremos a dos testigos que, sin duda, conocen el movimiento
obrero directamente y no se inclinan, ni mucho
menos, a ser parciales con nosotros, los “dogmáticos”, pues
uno de ellos es un “economista” (¡que considera incluso a
Rabócheie Dielo un órgano político!) y el otro, un terrorista.
El primer testigo es el autor de un artículo, notable por su
veracidad y viveza, publicado en el Núm. 6 de Rabóchei Dielo
con el título “El movimiento obrero de San Petersburgo y las
tareas prácticas de la socialdemocracia”. Divide a los obreros
en: 1) revolucionarios conscientes; 2) sector intermedio, y
3) el resto de la masa. Y resulta que el sector intermedio “a
menudo se interesa más por los problemas de la vida política
que por sus intereses económicos inmediatos cuya relación
con las condiciones sociales generales ha sido comprendida
hace ya mucho”… Rabóchaya Mysl es “criticado con dureza”:
“siempre lo mismo, hace mucho que lo sabemos, hace mucho
que lo leímos”, “tampoco esta vez hay nada nuevo en la
crónica política” (pág. 30-31). Pero incluso el tercer sector,
“la masa obrera más sensible, más joven, menos corrompida
por la taberna y por la iglesia, que casi nunca tiene posibilidad
de conseguir un libro de contenido político, habla a
diestra y siniestra de los fenómenos de la vida política y reflexiona
sobre las noticias fragmentarias acerca de un motín
de estudiantes”, etc. Y el terrorista escribe: “…Leen un par
de veces unas líneas dedicadas a minucias de la vida de las
fábricas en ciudades que no son las suyas y luego dejan de
leer… Les aburre… No hablar en un periódico obrero sobre
el Estado… significa imaginarse que el obrero es un niño
pequeño… El obrero no es un niño” (Svoboda,130.1 ed. del
Grupo Revolucionario-Socialista, págs. 69-70).
130.1. Svoboda (Libertad): revista editada en Suiza en 1901 y 1902
por el grupo del mismo nombre, fundado en mayo de 1901
y que se denominaba grupo “revolucionario-socialista”. Aparecieron
dos números de la revista: en 1901 y 1902. El grupo
Svoboda no tenía “ideas, programa, táctica ni organización
firmes y serias, ni raíces en las masas” (véase V. I. Lenin. Acerca
del aventurerismo. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 25). En
sus publicaciones, el grupo Svoboda predicaba las ideas del
“economismo” y del terrorismo y apoyaba a las organizaciones
antiiskristas en Rusia. Dejó de existir en 1903.
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131. Martínov “se imagina otro dilema más real (?)” (La socialdemocracia
y la clase obrera, pág. 19): “O la socialdemocracia
asume la dirección inmediata de la lucha económica del proletariado
y, con ello (!), la transforma en lucha revolucionaria
de clase”… “Con ello”, es decir, al parecer, con la dirección
inmediata de la lucha económica. Que nos indique Martínov
dónde se ha visto que, por el único y solo hecho de dirigir la
lucha sindical, se haya logrado transformar el movimiento
tradeunionista en movimiento revolucionario de clase. ¿No
caerá en la cuenta de que, para realizar esta “transformación”,
debemos asumir activamente la “dirección inmediata” de la
agitación política omnímoda?… “O bien otra perspectiva: La
socialdemocracia abandona la dirección de la lucha económica
de los obreros y, con ello…, se corta las alas”… Según el juicio
de Rabóchei Dielo, antes citado, es Iskra la que “abandona”. Pero
hemos visto que Iskra hace para dirigir la lucha económica
mucho más que Rabóchei Dielo y, por añadidura, no se limita
a eso ni restringe, en nombre de eso, sus tareas políticas.
132. Renacimiento del revolucionarismo, pág. 68.
133. Se trata de la primavera de 1901, en la que comenzaron
grandes manifestaciones en las calles (Nota de Lenin para la
edición de 1907. (Nota de los editores)
134. Pág. 39.
135. Pág. 38-39.
136. Pág. 41.
137. Pág. 41. Por ejemplo, durante la guerra franco-prusiana, Liebknecht
dictó un programa de acción para toda la democracia,
cosa que Marx y Engels hicieron en mayor escala en 1848.
138. Pág. 42.
139. Pág. 43.
140. Pág. 40.
141. Pág. 61.
142. Pág. 61.
143. Pág. 63.
144. Pág. 63.
145. Pág. 63.
146. Véase C. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista.
Obras escogidas en tres tomos, t. I, pág. 140, ed. en español,
Moscú.
147. Dos congresos, pág. 17. La cursiva es nuestra.
148. Las cursivas son nuestras.
149. Pág. 63.
150. Pág. 63.
151. Iskra, Núm. 4, mayo de 1901.
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152. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág.
10-11. (Nota de los editores)
153. En el número 7 de Iskra (agosto de 1901), en la sección
“Crónica del movimiento obrero y cartas de fábricas y talleres”,
se publicó una carta de un obrero tejedor de Petersburgo que
testimonia la inmensa influencia de la Iskra leninista sobre los
obreros avanzados.
“… He mostrado Iskra a muchos camaradas y todo el número se
ha deshecho en pedazos, ¡pero es tan valioso!” —escribía el autor
de la carta—. Se habla en él de nuestra causa, de toda la causa
rusa, cuyo valor no se puede medir con kopeks ni determinar
con horas… El domingo pasado reuní a once personas y les leí
“¿Por dónde empezar?”; no nos separamos hasta bien entrada la
noche. ¡Qué verdad es todo lo que dice, cómo se cala en todo!…
Queremos escribir una carta a su Iskra para que no sólo enseñe
cómo hay que empezar, sino cómo hay que vivir y morir”.
154. La falta de espacio nos ha impedido responder circunstancialmente
en Iskra a esta carta, tan típica de los “economistas”. Su
aparición nos causó verdadero júbilo, pues hacía ya mucho que
llegaban hasta nosotros, desde los lados más diversos, dimes
y diretes acerca de que Iskra carecía de un consecuente punto
de vista de clase, y sólo esperábamos una ocasión propicia, o la
expresión cristalizada de esta acusación en boga, para darle una
respuesta. Y tenemos por costumbre contestar a los ataques
no con la defensiva, sino con contraataques.
155. Números 2 y 4 de Iskra.
156. Y durante el período comprendido entre estos artículos, se
ha publicado otro dedicado especialmente a los antagonismos
de clase en el campo.156.1 (Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª
ed. en ruso, t. 4, pág. 429-437. (Nota de los editores)
156.1. Iskra, Núm. 3.
157. Iskra, Núm. 2. —Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en
ruso, t. 4, pág. 391-396. (Nota de los editores)
158. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág.
429-437. (Nota de los editores)
159. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág.
87-92 (Nota de los editores).
160. Idem, pág. 93-94. (Nota de los editores)
161. Rossía (Rusia): diario liberal moderado. Se publicó en Petersburgo
desde 1899 hasta 1902, alcanzando gran difusión
en los medios burgueses de la sociedad rusa.
162. Núm. 5: Correría policíaca contra la literatura.
163. Véase V.I. Lenin. Una preciosa confesión. (Nota de los editores)
164. Dos congresos, pág. 30.
165. Pág. 31.
166. Pág. 33.
167. Dos congresos, pág. 32. Y a renglón seguido, se alude a “las
condiciones concretas rusas, que empujan fatalmente el
movimiento obrero al camino revolucionario”. ¡No se quiere
comprender que el camino revolucionario del movimiento
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obrero puede no ser aún el camino socialdemócrata! Bajo
el absolutismo, toda la burguesía de Europa Occidental
“empujaba”, empujaba conscientemente a los obreros al camino
revolucionario. Pero los socialdemócratas no podemos
contentarnos con eso. Y si rebajamos de una u otra forma la
política socialdemócrata al nivel de la política espontánea, de
la política tradeunionista, con ello, precisamente, haremos el
juego a la democracia burguesa.
168. Brentano, Lujo (1844-1931): economista burgués alemán
partidario del llamado “socialismo estatal”. Afirmaba que
la igualdad social era posible en el marco del capitalismo
por medio de reformas y de la conciliación de los intereses
de los capitalistas y los obreros. Encubriéndose con frases
marxistas, Brentano y sus adeptos intentaban subordinar el
movimiento obrero a los intereses de la burguesía.
169. B-v: Boris Sávinkov, uno de los dirigentes del partido socialrrevolucionario,
de carácter pequeñoburgués.
170. Las cursivas son nuestras. (Nota de los editores)
171. Se alude al grupo Lucha del Trabajo contra el Capital, organizado
en Petersburgo en la primavera de 1899. Estaba formado
por algunos obreros e intelectuales, carecía de estrechos vínculos
con el movimiento obrero de Petersburgo y se disolvió
en el verano de 1899, al ser detenidos casi todos sus componentes.
Por sus opiniones estaba muy cerca del “economismo”.
El grupo editó una hoja, titulada “Nuestro programa”, que no
llegó a difundirse, a causa de las detenciones.
172. Rabóchaya Mysl y Rabóchei Dielo, sobre todo la Respuesta a
Plejánov.
173. ¿Quién hará la revolución política? Es un folleto publicado en
Rusia en la recopilación La lucha proletaria y reeditado por el
comité de Kíev.
174. Renacimiento del revolucionarismo y Svoboda.
175. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág. 6.
(Nota de los editores)
176. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 15.
177. NN: Serguéi Prokopóvich, “economista” activo, más tarde
demócrata-constitucionalista.
178. Vademécum, pág. 59.
179. Se trata, por lo visto, de la primera entrevista de Lenin con
A. Martínov, que tuvo lugar en 1901.
180. Libre, amplia. (Nota de los editores)
181. Struvismo: es decir, marxismo legal (según el nombre de su
representante principal, Piotr Struve).
182. Afanasi Ivánovich y Puljeria Ivánovna: familia patriarcal de
pequeños terratenientes, descrita en la novela Terratenientes de
antaño, del conocido escritor ruso Nicolás Gógol.
183. La lucha de Iskra contra la cizaña ha originado esta airada
salida de tono de Rabóchei Dielo: “Para Iskra, en cambio, estos
importantes acontecimientos (los de la primavera) son rasgos
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menos característicos de la época que las miserables tentativas
de los agentes de Zubátov de “legalizar” el movimiento
obrero. Iskra no ve que estos hechos se vuelven precisamente
contra ella y prueban que el movimiento obrero ha alcanzado,
a juicio del gobierno, proporciones muy amenazadoras” (Dos
congresos, pág. 27). La culpa de todo la tiene el “dogmatismo”
de estos ortodoxos, “sordos a las exigencias imperiosas de la
vida”. ¡Se obstinan en no ver trigo de un metro de alto para
hacer la guerra a cizaña de un centímetro! ¿No es esto un “sentido
deformado de la perspectiva con respecto al movimiento
obrero ruso” (ibíd., pág. 27)?
184. Listok Rabótnika, Núm. 9-10, pág. 46, del Núm. 1 de Rabóchaya
Mysl.
185. Boletín especial, impreso en San Petersburgo y mencionado
en el Núm. 1 de Iskra.
186. Aprieto de abundancia. (Nota de los editores)
187. Ivánushka: personaje de los cuentos populares rusos. (Nota
de los editores)
188. Aquí nos limitaremos a advertir que cuanto hemos dicho
respecto al “estímulo desde fuera” y a los demás razonamientos
de Svoboda sobre organización es aplicable por entero a todos
los “economistas”, comprendidos los adeptos de Rabócheie
Dielo, pues, en parte, han preconizado y sostenido activamente
estos puntos de vista sobre los problemas de organización o,
en parte, han caído en ellos.
189. Este término sería, quizá, más justo que el precedente en
lo que se refiere a Svoboda, pues en “Renacimiento del revolucionarismo”
se defiende del terrorismo; y en el artículo en
cuestión, el “economismo”. “No las quiero, no están maduras”,
puede, en general, decirse de Svoboda. Tiene buenas aptitudes
y las mejores intenciones, pero el único resultado es la
confusión; confusión, principalmente, porque, al defender
la continuidad de la organización, Svoboda no quiere saber
nada de continuidad del pensamiento revolucionario y de la
teoría socialdemócrata. Esforzarse por resucitar al revolucionario
profesional (“Renacimiento del revolucionarismo”) y
proponer para eso, primero, el terrorismo excitante y, segundo,
la “organización de los obreros medios” (Svoboda, Núm.
1, pág. 66 y siguientes), menos “estimulados” desde fuera,
equivale, en verdad, a derribar la casa propia para tener leña
con qué calentarla.
190. Lenin alude al círculo de socialdemócratas petersburgueses
(“los viejos”) encabezado por él. Sobre la base de este círculo
se fundó en 1895 la Unión de Lucha por la Emancipación de
la Clase Obrera.
191. Rabóchei Dielo, Núm. 6, pág. 38-39.
192. Entre los militantes, por ejemplo, se observa en los últimos
tiempos una reanimación indudable del espíritu democrático,
en parte a causa de los combates de calle, cada vez más frecuentes,
contra “enemigos” como los obreros y los estudiantes. Y en
cuanto nos lo permitan nuestras fuerzas, deberemos dedicar
sin falta la mayor atención a la labor de agitación y propaganda
entre los soldados y oficiales, a la creación de “organizaciones
militares” afiliadas a nuestro partido.
193. Recuerdo que un camarada me refirió un día que un inspector
fabril, que había ayudado a la socialdemocracia y estaba dispuesto
a seguir ayudándola, se quejaba amargamente, diciendo
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que no sabía si su “información” llegaba a un verdadero centro
revolucionario, hasta qué punto era necesaria su ayuda ni
hasta qué punto era posible utilizar sus pequeños y menudos
servicios. Todo militante dedicado a la labor práctica podría
citar, sin duda, más de un caso semejante, en que nuestros
métodos primitivos de trabajo nos han privado de aliados.
¡Pero los empleados y los funcionarios podrían prestarnos, y
nos prestarían, “pequeños” servicios, que en conjunto serían de
un valor inapreciable, no sólo en las fábricas, sino en correos,
en ferrocarriles, en aduanas, entre la nobleza, en la iglesia y en
todos los demás sitios, incluso en la policía y hasta en la corte!
Si tuviéramos ya un verdadero partido, una organización verdaderamente
combativa de revolucionarios, no arriesgaríamos a
todos esos “auxiliares”, no nos apresuraríamos a introducirlos
siempre y sin falta en el corazón mismo de las “actividades
clandestinas”; al contrario, los cuidaríamos de un modo singular,
e incluso prepararíamos especialmente a personas para
esas funciones, recordando que muchos estudiantes podrían
sernos más útiles como funcionarios “auxiliares” que como
revolucionarios “a breve plazo”. Pero, vuelvo a repetirlo, sólo
puede aplicar esta táctica una organización completamente
firme y que no tenga escasez de fuerzas activas.
194. Svoboda, Núm. 1, artículo: “La organización”, pág. 66: “La
masa obrera apoyará con todo su peso todas las reivindicaciones
que sean formuladas en nombre del Trabajo de Rusia”
(¡Trabajo con mayúsculas sin falta!). Y el mismo autor exclama:
“Yo no les tengo ninguna rabia a los intelectuales, pero…
“(éste es el pero que Schedrían traducía con las palabras: ¡de
puntillas no se es más alto!) …pero me pongo terriblemente
furioso cuando viene una persona a contarme una retahíla
de cosas muy bonitas y buenas y me hace que las crea por su
(¿de él?) lindeza y demás méritos” (pág. 62). También yo “me
pongo terriblemente furioso”…
195. Tierra y Libertad: organización secreta de populistas revolucionarios,
fundada en Petersburgo en el otoño de 1876.
Sus componentes consideraban a los campesinos como la
fuerza revolucionaria fundamental de Rusia y trataban de
alzarlos a la insurrección contra le zarismo. Efectuaron una
labor revolucionaria en diversas provincias de Rusia: Tambov,
Vorónezh, etc.
El fracaso de la labor revolucionaria entre los campesinos y el
recrudecimiento de la represión gubernamental contribuyeron
a que en 1879 se formase en el seno de Tierra y Libertad
un grupo de terroristas, que renunciaron a la propaganda
revolucionaria entre los campesinos y proclamaron que el
medio principal de lucha revolucionaria con el zarismo era
el terrorismo contra los gobernantes zaristas. En el Congreso
celebrado aquel mismo año en Vorónezh, Tierra y Libertad se
escindió en dos organizaciones: la Voluntad del Pueblo, que
emprendió el camino del terror, y el Reparto Negro, que mantuvo
las posiciones de Tierra y Libertad. Con posterioridad,
una parte de los componentes de el Reparto Negro —Plejánov,
Axelrod, Zasúlich, Deich e Ignátov— abrazaron el marxismo
y en 1883 fundaron en el extranjero la primera organización
marxista rusa: el grupo Emancipación del Trabajo.
196. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 18.
197. Véase Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág. 21, la polémica
contra P. L. Lavrov. (Véase V. I. Lenin. Obras completas,
5ª Edic. en ruso, t. 2, pág. 451. Nota de los editores)
198. Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág. 23 (véase V. I.
Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 2, pág. 451. —Nota de
los editores). Por cierto, he aquí otro ejemplo de cómo Rabóchei
Dielo no comprende lo que dice, o cambia de opinión “según
de donde sople el viento”. En el número 1 de Rabóchei Dielo,
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se dice en cursiva: “El contenido del folleto que acabamos de
exponer coincide plenamente con el programa de la redacción
de Rabóchie Dielo” (pág. 142). ¿Es cierto eso? ¿Coincide con
Las tareas de los socialdemócratas rusos la idea de que no se
puede plantear al movimiento de masas como primera tarea
derrocar la autocracia? ¿Coincide con ellas la teoría de la “lucha
económica contra los patronos y el gobierno”? ¿Coincide
la teoría de las fases? Que el lector juzgue de la firmeza de
principios de un órgano que comprende la “coincidencia” de
manera tan original.
199. VZ, en Zariá, Núm. 2-3, pág. 353.
200. Dos congresos, pág. 18.
201. Rabóchei Dielo, Núm. 6, pág. 42.
202. En: Número 7 de Nakanunie, julio de 1899.
203. Svoboda, Núm. 1, pág. 67.
204. Véase el Informe presentado al Congreso de París,204.1 (pág.
14): “Desde entonces (1897) hasta la primavera de 1900
fueron publicados en diversos puntos 30 números de varios
periódicos… Por término medio, aparecería más de un número
al mes”.
204.1. Se alude el folleto Informe sobre el Movimiento Socialdemócrata
Ruso al Congreso Socialista Internacional, celebrado
en París en 1900 (edición de la Unión de Socialdemócratas
Rusos, Ginebra, 1901). El informe lo escribió la Redacción
de Rabócheie Dielo por encargo de la Unión.
205. Esta dificultad es sólo aparente. En realidad, no hay círculo
local que no pueda asumir con energía una u otra función del
trabajo a escala nacional. “No digas que no puedes, sino que
no quieres”.
206. Núm. 1, pág. 68.
207. Pág. 69.
208. Por esta razón, incluso el ejemplo de los órganos locales de
excepcional valía confirma totalmente nuestro punto de vista.
Por ejemplo, Yuzhni Rabochi208.1 es un excelente periódico, al
que no se puede acusar de falta de firmeza en los principios.
Pero como sale rara vez, y las redadas son muy frecuentes, no
ha podido dar al movimiento local todo lo que pretendía. Lo
más apremiante para el partido en estos momentos —plantear
con firmeza de principios los problemas fundamentales del
movimiento y desplegar una agitación política en todos los
sentidos— ha sido superior a las fuerzas de ese órgano local.
Lo muy bueno que ha dado, como los artículos sobre el congreso
de los industriales mineros, sobre el paro, etc., no era de
carácter estrictamente local, sino necesario para toda Rusia, y
no sólo para el Sur. Artículos como esos no los ha habido en
toda nuestra prensa socialdemócrata.
208.1. Yuzhni Rabochi (El Obrero del Sur): periódico socialdemócrata,
editado clandestinamente por el grupo del mismo
nombre desde enero de 1900 hasta abril de 1902. Aparecieron
12 números, que fueron difundidos sobre todo en las organizaciones
socialdemócratas del sur de Rusia.
209. Los datos legales tienen especial importancia en este sentido,
y estamos particularmente atrasados en lo que se refiere a saber
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QUE HACER?
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recogerlos y utilizarlos sistemáticamente. No será exagerado
decir que sólo con datos legales puede llegar a confeccionarse
más o menos un folleto sindical, mientras que es imposible
hacerlo con datos ilegales nada más. Recogiendo entre los
obreros datos ilegales sobre problemas como los que ha tratado
Rabóchaya Mysl,209.1 derrocharemos en vano una inmensidad
de fuerzas de un revolucionario (al que fácilmente puede
sustituir en este trabajo un militante legal) y, a pesar de todo,
no obtenemos nunca buenos datos, porque los obreros, que
generalmente sólo conocen una sección de una gran fábrica
y que casi siempre sólo conocen los resultados económicos,
pero no las normas ni las condiciones generales de su trabajo,
no pueden adquirir los conocimientos que suelen tener los
empleados, inspectores, médicos fabriles, etc., y que están
profusamente diseminados en crónicas periodísticas y publicaciones
especiales de carácter industrial, sanitario, de los
zemstvos, etc.
Recuerdo como si fuera ahora mismo mi “primer experimento”,
que no me dejó ganas de repetirlo nunca. Me entretuve
durante muchas semanas en interrogar “con apasionamiento” a
un obrero que venía a verme sobre todos los detalles de la vida
en la enorme fábrica donde él trabajaba. Verdad es que, aún
con grandísimas dificultades, conseguí más o menos componer
la descripción (¡sólo de una fábrica!), pero sucedía que el
obrero, limpiándose el sudor, decía con una sonrisa al final de
nuestro trabajo: “¡Me cuesta menos trabajar horas extra que
contestarle a sus preguntas!”.
Cuanto más energía pongamos en la lucha revolucionaria,
tanto más obligado se verá el gobierno a legalizar una parte de
la labor “sindical”, desembarazándonos así de parte de la carga
que pesa sobre nosotros.
209.1. Lenin se refiere a la hoja Cuestionario sobre la situación de
la clase obrera de Rusia (1898) y al folleto Cuestionario para
reunir datos acerca de la situación de la clase obrera en Rusia
(1899), publicados por la Redacción de Rabóchaya Mysl. La
hoja contenía 17 preguntas, y el folleto, 158, acerca de las
condiciones de trabajo y de vida de los obreros.
210. El movimiento huelguístico de 1885 afectó a numerosas
empresas de la industria textil de las provincias de Vladímir,
Moscú, Tver y otras regiones del centro industrial del país. La
más famosa fue la declarada por los obreros de la manufactura
Nikólskoe, de Savva Morózov (huelga de Morózov), en enero
de 1885. Entre las reivindicaciones principales de los obreros
figuraban la disminución de las multas y la reglamentación de
las condiciones de contratación. Las tropas aplastaron la huelga
de Morózov, en la que participaron cerca de 8 mil trabajadores
bajo la dirección de obreros avanzados; 33 huelguistas fueron
entregados a los tribunales, y más de 600, deportados. El
movimiento huelguístico de 1885 y 1886 obligó al gobierno
zarista a promulgar la ley del 3 (15) de junio de 1886 (la llamada
“ley de multas”).
211. Véase la nota Núm. 46.
212. Rabóchei Dielo, Núm. 10, pág. 30.
213. Loc. cit., pág. 61.
214. Pág. 126.
215. En la recopilación En doce años, Lenin suprimió el apartado
“a)” del capítulo quinto, insertando la siguiente nota: “En
la presente edición se suprime el apartado “a)”: “A quién ha
ofendido el artículo “¿Por dónde empezar?”, pues contiene
exclusivamente una polémica con Rabócheie Dielo y el Bund
en torno a los intentos de Iskra de “mandar”, etc. En este
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apartado se decía, entre otras cosas, que el propio Bund había
invitado (en 1898-1899) a los miembros de Iskra a reanudar
la publicación del órgano central del partido y organizar un
“laboratorio literario”. (Nota de los editores)
216. En proceso de gestación, de surgimiento. (Nota de los editores)
217. Iskra, Núm. 8, Respuesta del Comité Central de la Unión
General Obrera Hebrea de Rusia y de Polonia a nuestro artículo
sobre el problema nacional.
218. Enumeramos deliberadamente estos hechos en orden distinto
de cómo ocurrieron.218.1
218.1. Lenin hace esta observación con fines conspirativos. Los
hechos son presentados precisamente en el orden en que
sucedieron.
219. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª Ed. en ruso, t. 2, pág.
433-470 y 263-314 (Nota de los editores).
220. En el verano de 1897, la Unión de Lucha por la Emancipación
de la Clase Obrera, de Petersburgo, propuso a Lenin (desterrado
entonces en Siberia, en el pueblo de Shúshenskoe) que
participase en la creación de una serie especial de libros para
los obreros. Lenin escribió los folletos mencionados en el texto,
que fueron editados en Ginebra: Las tareas de los socialdemócratas
rusos (1898) y La nueva ley de fábricas (1899).
221. Dicho sea de paso, el autor de este folleto me pide que haga
saber que, lo mismo que sus folletos anteriores, el presente
fue enviado a la Unión, suponiendo que el grupo Emancipación
del Trabajo redactaría sus publicaciones (circunstancias
especiales no le permitían conocer entonces, es decir, en
febrero de 1899, el cambio operado en la redacción). Lo
reeditará en breve la Liga.221.1
221.1. La Liga de la Socialdemocracia Revolucionaria Rusa en
el Extranjero se fundó en octubre de 1901, por iniciativa de
Lenin, formando parte de ella la organización de Iskra en el
extranjero y la organización revolucionaria Sotsial-Demokrat
(en la que entraba el grupo Emancipación del Trabajo). La Liga
tenía por misión las ideas de la socialdemocracia revolucionaria
y contribuir a constituir una organización socialdemócrata
combativa. La Liga representaba a la organización de Iskra en
el extranjero. Unía a los socialdemócratas rusos emigrados
partidarios de Iskra, ayudaba económicamente al periódico,
organizaba su envío a Rusia y editaba obras de divulgación
marxista. Publicó también varios boletines y folletos. El II
Congreso del Posdr la confirmó como única organización del
partido en el extranjero, encargándole actuar bajo al dirección
y el control del Comité Central del Posdr.
Después del II Congreso del partido, los mencheviques se
atrincheraron en la Liga y lucharon contra Lenin, contra los
bolcheviques. En el II Congreso de la Liga (octubre de 1903),
calumniaron a los bolcheviques, después de lo cual Lenin y
sus adeptos se retiraron del Congreso. Los mencheviques
adoptaron unos nuevos estatutos de la Liga, opuestos a los
estatutos del partido aprobados en el II Congreso del Posdr.
Desde entonces, la Liga se convirtió en un baluarte del menchevismo.
Existió hasta 1905.
222. Véase V.I. Lenin. Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág.
182-186, 187-192 y 193-198. (Nota de los editores).
223. En 1899, por iniciativa del Comité Central del Bund, se intentó
reanudar la publicación de Rabóchaya Gazeta. Lenin escribió
para el número 3 de este periódico los artículos citados.
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224. A iniciativa del Comité de Ekaterinoslav del Posdr, apoyado
por el Bund y la Unión de Socialdemócratas Rusos
en el Extranjero, a comienzos de 1900 se intentó convocar
el II Congreso del partido, restablecer el Comité Central
y reanudar la publicación del órgano central del partido,
Rabóchaya Gazeta. En febrero de 1900 se trasladó a Moscú
Lalayants, miembro del Comité de Ekaterinoslav, para sostener
conversaciones con Lenin. Lalayants propuso al grupo
de Iskra —Lenin, Mártov y Potrésov— que participase en el
Congreso y se encargase de dirigir Rabóchaya Gazeta. Lenin y
el grupo Emancipación del Trabajo consideraban prematura
la convocatoria del Congreso; sin embargo, el grupo Emancipación
del Trabajo no pudo negarse a participar en él, por
lo que encargó a Lenin de representarle, enviándole desde el
extranjero la correspondiente credencial. Pero las detenciones
en masa efectuadas por la policía en abril y mayo de 1900
impidieron la celebración del Congreso. A Smolensk, donde
debía tener lugar, llegaron únicamente los representantes del
Bund, de la redacción de Yuzhni Rabochi y de la Unión de
Socialdemócratas Rusos en el Extranjero.
225. En vísperas de la revolución, pág. 54.
226. En vísperas, pág. 129.
227. ¡Camarada Krichevski! ¡Camarada Martínov! Llamo la
atención de ustedes sobre esta manifestación escandalosa de
“absolutismo”, de “autoridad sin control”, de “reglamentación
soberana”, etc. Fíjense: ¡quiere poseer toda la cadena! Apresúrense
a presentar querella. Ya tienen tema para dos artículos
de fondo en el número 12 de Rabócheie Dielo.
228. Al insertar en Rabócheie Dielo la primera frase de esta cita
(Núm. 10, pág. 62), Martínov ha omitido precisamente la
segunda frase, como subrayando así que no quiere meterse
en honduras o que es incapaz de comprender el fondo de
la cuestión.
229. Con una salvedad: siempre que simpatice con la orientación
de este periódico y considere útil a la causa ser su colaborador,
entendiendo por ello no solamente la colaboración literaria,
sino toda la colaboración revolucionaria en general. Nota para
Rabócheie Dielo: esta salvedad se sobrentiende para los revolucionarios
que aprecian el trabajo y no el juego a la democracia,
que no hacen distinción entre ser “simpatizante” y participar
de la manera más activa y real.
230. Andrei Zheliabov: fue uno de los participantes en el atentado
contra el emperador de Rusia Alejandro II, fue arrestado a la
víspera, el 27 de febrero. Lo planeado era que si el zar sobrevivía
a la explosión, Zheliabov lo asesinaría con una daga.
231. August Bebel (1840-1913) fue un destacado dirigente socialdemócrata
alemán.
232. Lenin cita el artículo de D. Písarev “Errores de un pensamiento
en agraz”.
233. Listok Rabóchego Diela (La hoja de Rabócheie Dielo): Suplemento
no periódico de la revista Rabócheie Dielo; se editó en
Ginebra desde junio de 1900 hasta julio de 1901, apareciendo
únicamente ocho números.
234. Veche: asamblea popular en la antigua Rusia, para la que se
convocaba al toque de campana. (Nota de los editores)
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235. Lenin alude al siguiente pasaje de la obra de Carlos Marx El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en alguna
parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero
olvidó agregar; una vez como tragedia y otra vez como farsa”
(véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. I,
pág. 408, ed. en español, Moscú).
236. Subrayado del autor — Nota de los editores.
237. En vísperas de la revolución, pág. 62.
238. Dicho sea de paso, L. Nadiezhdin no dice casi nada de los
problemas de teoría en su “revista de cuestiones teóricas”, si
prescindimos del siguiente pasaje, sumamente curioso “desde
el punto de vista de En vísperas de la revolución”: “La bernsteiniada
en su conjunto pierde para nuestro momento su carácter
agudo, como lo mismo nos da que el señor Adamóvich demuestre
que el señor Struve debe presentar la dimisión o que,
por el contrario, el señor Struve desmienta al señor Adamóvich
y no consienta en dimitir. Nos da absolutamente igual, porque
ha sonado la hora decisiva de la revolución” (pág. 110). Sería
difícil describir con mayor relieve la despreocupación infinita
de L. Nadiezhdin por la teoría. ¡Como hemos proclamado que
estamos en “vísperas de la revolución”, “nos da absolutamente
lo mismo” que los ortodoxos logren o no desalojar definitivamente
de sus posiciones a los críticos! ¡Y nuestro sabio no se
percata de que, precisamente durante la revolución, nos harán
falta los resultados de la lucha teórica contra los críticos para
luchar resueltamente contra sus posiciones prácticas!
239. Iskra, Núm. 4: ¿Por dónde empezar? “Un trabajo largo no
asusta a los revolucionarios culturalistas que no comparten
el punto de vista de En vísperas de la revolución”, escribe Nadiezhdin
(pág. 62). Con este motivo, haremos la siguiente
observación: si no sabemos elaborar una táctica política y un
plan de organización orientados sin falta hacia una labor muy
larga y que al mismo tiempo aseguren, por el propio proceso
de este trabajo, la disposición de nuestro partido a ocupar
su puesto y cumplir con su deber en cualquier circunstancia
imprevista, por más que se precipiten los acontecimientos,
seremos simplemente unos deplorables aventureros políticos.
Sólo Nadiezhdin, que ha empezado a llamarse socialdemócrata
desde ayer, puede olvidar que el objetivo de la socialdemocracia
consiste en transformar de raíz las condiciones de vida
de toda la humanidad, por lo cual es imperdonable que un
socialdemócrata se “asuste” por lo largo del trabajo.
240. Genízaros: infantería regular en la Turquía de los sultanes,
creada en el siglo XIV. Era la fuerza policíaca principal y se
distinguía por su crueldad excepcional. Los regimientos de
genízaros fueron disueltos en 1826. Lenin llamaba genízaros
a los policías zaristas.
241. ¡Ay! ¡Se me ha escapado una vez más la truculenta palabra
“agentes” que tanto hiere el democrático oído de los martínov!
Me extraña que esta palabra no haya molestado a los corifeos
de la década del 70 y, en cambio, moleste a los primitivos de la
del 90. Me gusta esta palabra, porque indica de un modo claro
y tajante la causa común a la que todos los agentes subordinan
sus pensamientos y sus actos, y si hubiese que sustituir esta
palabra por otra, yo sólo elegiría el término “colaborador”, si
éste no tuviese cierto dejo de literaturismo y vaguedad. Porque
lo que necesitamos es una organización militar de agentes. A
propósito sea dicho, los numerosos martínov (sobre todo, en
el extranjero), que gustan de “ascenderse recíprocamente a
generales”, podrían decir, en lugar de “agente en asuntos de pasaportes”,
“comandante en jefe de la unidad especial destinada
a proveer de pasaportes a los revolucionarios”, etc.
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242. Brentanistas: adeptos al economista alemán Ludwig Joseph
Brentano (Aschaffenburg, 1844 - Munich, 1931). Economista
alemán, profesor de teoría política en la Universidad de Berlín,
Breslau, Estrasburgo, Viena, Leipzig y Munich. En 1868
escribió su obra más conocida, dedicada al estudio del sindicalismo
inglés Die Arbeitergilden der Gegenwart (Las guildas
de trabajadores del presente) donde Brentano estudia las raíces
del sindicalismo moderno en el sistema de gremios que controlaba
el trabajo artesanal en el medioevo. Esta obra pronto
se convirtió en una referencia en el ámbito de los estudios de
historia del trabajo y del movimiento obrero.
243. Podría contestar también con un refrán alemán: “Den Sack
schlägt man, den Esel meint man”, lo cual quiere decir: “quien
a uno castiga, a ciento hostiga”. No sólo Rabóchei Dielo, sino
la gran masa de los militantes dedicados al trabajo práctico y
de los teóricos sentían entusiasmo por la “crítica” de moda,
se armaban un lío con la espontaneidad, se desviaban de la
concepción socialdemócrata de nuestras tareas políticas y
orgánicas hacia la concepción tradeunionista.
244. Este “Anexo” fue suprimido por Lenin al ser reeditado ¿Qué
hacer? en 1907, en la recopilación Doce años.
245. Véase V. I. Lenin, Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág.
384-385 (Nota de los editores).
246. Buró Socialista Internacional (BSI): Órgano ejecutivo e informativo
permanente de la II Internacional, integrado por representantes
de todos los partidos socialistas adheridos a ella.
Para representar en él a los socialdemócratas rusos, fueron
elegidos J. Plejánov y B. Krichevski. Lenin pasó a formar parte
de BSI en 1905 en nombre de Posdr. El Buró dejó de actuar
en 1914.
247. Este juicio sobre la escisión no sólo se basaba en el conocimiento
de las publicaciones, sino en datos recogidos en el
extranjero por algunos miembros de nuestra organización que
habían estado allí.
248. Véase V. I. Lenin, Obras completas, 5ª ed. en ruso, t. 5, pág.
1-13 (Nota de los editores).
249. Esta afirmación se repite en Dos congresos, pág. 25.
250. A saber: en la introducción a las resoluciones de junio dijimos
que la socialdemocracia rusa mantuvo siempre en conjunto la
posición de fidelidad a los principios del grupo Emancipación
del Trabajo y que el mérito de la Unión estaba sobre todo en
su actividad en el terreno de las publicaciones y de la organización.
En otros términos, dijimos que estábamos completamente
dispuestos a olvidar el pasado y a reconocer que la labor de
nuestros camaradas de la Unión era útil a la causa, a condición
de que acabaran por completo con las vacilaciones, objeto de
nuestra “caza”. Toda persona imparcial que lea las resoluciones
de junio las comprenderá sólo en este sentido. Pero si ahora
la Unión nos acusa solemnemente de faltar a la verdad250.1 por
estas palabras sobre sus méritos, después de haber provocado
ella misma con su nuevo viraje hacia el “economismo”250.2 la
ruptura, esta acusación, como es natural, no puede menos que
provocar una sonrisa.
250.1. Dos congresos, pág. 30.
250.2. En los artículos del número 10 y en las enmiendas.
251. Dos congresos, pág. 26.
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252. Núm. 2-3, pág. 83-84.
253. En Vorwärts se inició una polémica a este respecto entre
su redacción actual, Kautsky y Zariá. No dejaremos de dar a
conocer esta polémica a los lectores rusos.
254. Dos congresos, pág. 25.
255. Si no contamos como restricción de la autonomía las reuniones
de las redacciones, relacionadas con la formación de un
consejo supremo común de las organizaciones unidas, cosa
que Rabóchei Dielo aceptó también en junio.
256. ¿Qué hacer?, pág. 141. Véase el presente volumen, pág. 202.
(Nota de los editores)
257. Iskra, Núm. 19, 1° de abril de 1902.
Índice
Prólogo ........................................................................................... 9
Capítulo I
Dogmatismo y “libertad de crítica” ............................... 15
1. ¿Qué significa la “libertad de crítica”? .................. 16
2. Los nuevos defensores
de la “libertad de crítica” .......................................... 22
3. La crítica en Rusia ...................................................... 28
4. Engels sobre la importancia de la lucha teórica ...... 37
Capítulo II
La espontaneidad de las masas y la conciencia
de la socialdemocracia ....................................................... 47
1. Comienzo del ascenso espontáneo ....................... 50
2. El culto a la espontaneidad. Rabóchaya Mysl ....... 55
3. El Grupo de Autoemancipación
y Rabóchei Dielo ............................................................. 67
Capítulo III
Política tradeunionista y política
social demócrata .................................................................... 81
1. La agitación política y su restricción
por los economistas .................................................... 84
2. De cómo Martínov ha profundizado
a Plejánov ....................................................................... 97
3. Las denuncias políticas y la necesidad
de “infundir actividad revolucionaria” ............... 103
4. ¿Qué hay de común entre el economismo
y el terrorismo? .......................................................... 110
5. La clase obrera como combatiente de vanguardia
por la democracia ...................................................... 115
6. Una vez más “calumniadores”, una vez más
“embaucadores” ......................................................... 135
Capítulo IV
El primitivismo en el trabajo de los economistas
y la organización de los revolucionarios .............. 141
1. ¿Qué es el primitivismo en el trabajo? ............... 144
2. El primitivismo en el trabajo
y el economismo ....................................................... 150
3. La organización de los obreros y la organización
de los revolucionarios .............................................. 161
4. Amplitud de la labor de organización ................ 183
5. La organización “de conspiradores”
y la “democracia” ....................................................... 192
6. El trabajo a escala local y a escala nacional ...... 205
Capítulo V
“Plan” de un periódico político central
para toda Rusia ..................................................................... 221
1. A quién ha ofendido el artículo
“¿Por dónde empezar?” .......................................... 224
2. ¿Puede un periódico ser organización
colectiva? .................................................................... 232
3. ¿Qué tipo de organización necesitamos? .......... 250
Conclusión ............................................................................. 250
Anexo
Intento de fusionar Iskra con Rabócheie Dielo ... 267
Enmienda para ¿Qué hacer? ..................................... 279
Notas .......................................................................................... 283

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