lunes, 31 de octubre de 2011

la Patria

La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes,
ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas
ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene."
José de San Martín, Cuartel General de Mendoza, 4 de septiembre de 1816.

viernes, 22 de julio de 2011

la crisis de audacia Cafassi 2011

La crisis de audacia.
Por Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.ar
No será necesario volver sobre la idea de que las crisis políticas, tanto si se restringen al interior de partidos o instituciones cuanto al conjunto del sistema político de un estado-nación, erigen fuertes cuestionamientos a la legitimidad del sistema, al liderazgo de las direcciones o representantes y reclaman, con mayor o menor claridad y alternativa programática, transformaciones organizativas y político-institucionales. Es algo relativamente independiente de la magnitud de las propias crisis, que en todas sus variantes y especificidades, tienden a converger en reclamos de protagonismo directo de los actores. Y con ello a generar la resistencia conservadora de la arquitectura institucional por parte de los cuestionados, con el argumento de la imposibilidad práctica de ejercicios de toma de decisiones colectivas, inclusive en el acervo del progresismo militante o en las izquierdas. La aseveración es aplicable a una infinidad de experiencias históricas, no todas necesariamente radicales o insurreccionales, incluyendo la actual crisis política del Frente Amplio uruguayo.
Esto no tiene que llevar a una negación de las políticas sociales que intervengan activamente en el rescate de los más sumergidos y excluidos, ni mucho menos a minimizar los resultados alcanzados en materia de crecimiento del gasto social, como recientemente expuso en este diario el Ministro Olesker. La búsqueda de la máxima igualdad, debe seguir siendo un objetivo impostergable de los progresismos. No obstante, se pueden y deben llevar adelante las políticas económicas y sociales, formulando simultáneamente el interrogante sobre cuál es el tipo de ciudadanía por la que luchamos y la estructura partidaria que haga posible tanto la máxima nivelación social, cuanto la mayor democraticidad en su interior.
Subyace la idea de que “teóricamente”, la democracia directa es la forma superior de organización política, pero debido a problemas empíricos inherentes a la implementación, a la celeridad y a la efectividad en la toma de decisiones, cuando no entra en juego la manipulada acepción de cuneo leninista del “centralismo democrático”, su ejecución como forma práctica de gobierno es imposible, salvo en ámbitos minúsculos y restringidos, asociados normalmente a la realización asamblearia. Por lo tanto, funcionalmente, la democracia representativa a secas, o el centralismo democrático sin más aditamentos en lo partidario, resultaría el único camino, la “natural” forma de organización democrática. Intento contribuir a la desmitificación de esta falsa dicotomía, contraponiendo argumentos de dos órdenes disímiles. Por un lado, la redefinición de los alcances de la llamada democracia directa. Por otro, la relación entre tecnología, política y sociedad, aunque trataré hoy aquí sólo el primero.
Norberto Bobbio sostiene en su libro Estado, Gobierno y Sociedad que “bajo el nombre genérico de democracia directa se encuentran todas las formas de participación en el poder que no se resuelven en una u otra forma de representación (ni en la representación de los intereses generales o política, ni en la representación de los intereses particulares u orgánica): a) el gobierno del pueblo a través de delegados investidos de mandato imperativo y por tanto revocables; b) el gobierno de asamblea; es decir, el gobierno no sólo sin representantes irrevocables y fiduciarios sino también sin delegados; c) el referéndum”.
Creo, sin embargo, que por un lado esos institutos son más amplios y diversificados pero a la vez, que lo significativo es el nivel de democraticidad alcanzado por la sociedad y las instituciones. De forma tal que es concebible una vasta batería de variantes mixtas basadas en el realismo y la eficacia, que permitan extender el nivel de participación de los involucrados en las decisiones que los afectan o, en términos más amplios, la distribución práctica del poder de decisión. Algunas de ellas, que omitiremos en beneficio de la concisión, tuvieron algún tipo efímero de concreción a lo largo de la historia.
En el modelo republicano-representativo, sustentado en un teórico equilibrio de tres instancias de poder independientes, al modo de contrapoderes y contralores, hay un sólo espacio donde se pueden encarnar seriamente la participación, el debate y la deliberación: el parlamento. Es allí donde se encuentra la única diversidad posibilitada, a través de los partidos políticos, en esta forma moderna de democracia a secas. Pero allí también encontramos dificultades de dos órdenes: por un lado en la calidad del debate, ya que los representantes profesionalizados y corporativizados tienen improntas ideológicas predeterminadas por sus pertenencias partidarias y una escasa predisposición a interpenetrarlas con otras. Es, antes bien, un escenario en el que las direcciones partidarias dirimen fuerzas a través de la disciplina de los representantes partidizados. Por otro, por la escasa publicidad de los debates mismos, salvo en ocasiones de alto contenido polémico o trascendencia de las decisiones que se adopten. En consecuencia, el diseño institucional de la democracia representativa, basado en el principio territorial del ciudadano y el mandato no imperativo, obstruye al ciudadano el acceso a la participación política. Pero otro tanto sucede a nivel de los partidos y me reiteraré advirtiendo que si las izquierdas no logran diferenciarse en su arquitectura institucional, particularmente en lo que hace a la socialización de las decisiones y a la reducción de la brecha entre dirigentes y dirigidos, muy probablemente se debilite el atractivo electoral para ejercer el gobierno, ya que las políticas quedarían reducidas a simples aciertos en la eficacia gerencial y tecnocrática.
El sistema representativo presupone el dualismo entre sociedad civil (representados) y sociedad política (representantes). La participación del ciudadano se reduce al momento electoral, prescindiendo del conjunto de los demás momentos e instancias en que se despliega y concreta la vida de los sujetos. El ciudadano es activo sólo cuando vota, por lo tanto, es pasivo en el momento decisional que delega a los elegidos que actuarán en su nombre. Los ciudadanos con su voto, entonces, se limitan a designar a los representantes que ejercerán el poder, esto es, a los sujetos que en adelante tomarán las decisiones políticas. A lo sumo, además de designar a los dirigentes, con el voto pueden consentir una gestión del poder en vez de otra, al modo de consumidores en un supermercado según la oferta que encuentren en los anaqueles. Una vez transferido el poder por delegación se produce la escisión entre representantes y representados: ya no existirá vínculo, garantías o controles, porque el propio sistema escinde la relación. En definitiva, autonomiza a los representantes, ya que una vez designados, desaparece el vínculo jurídico con sus representados. Por lo tanto, no hay posibilidad de control del representante. Pensar en sistemas alternativos como la propia democracia directa, regímenes participativos, o cualquier otra denominación de alguna forma institucional superadora, no implica renunciar al mecanismo de la representación, sino otorgarle a ésta y al mandato conferido al representante, características radicalmente distintas. No es casual que ante la ausencia de mandato imperativo se presenten, por caso, discusiones actuales como la propia banca del senador Saravia o la tensión con el PCU a propósito de un proyecto de ley.
Pero no sólo inscribiría la temática del mandato imperativo bajo el régimen delegativo y la revocabilidad ante los electores como parte de la doctrina de la democracia directa, además de los otros institutos subrayados por Bobbio, sino también la elegibilidad de los jueces, la rotación en los cargos, la abreviación de los tiempos de los mandatos, entre tantos otros. La democracia indirecta es fruto de una construcción teórico–institucional. Para enfrentar este modelo, también se requiere de otra construcción, cuyo debate intento alentar con estas líneas. O inclusive antes de crearlo, poner en ejercicio práctico y concreto institutos que están previstos y que no han sido utilizados (algunos también en el FA, además del país) como el plebiscito, el referéndum o la iniciativa popular. O también dotar de verdadera encarnadura esqueletos institucionales, como los de la reciente creación de los municipios, el presupuesto participativo, etc.
Toda crisis requiere, además de imaginación, audacia para su superación. Y lo más audaz para los dirigentes del FA en esta coyuntura, parece ser la consulta directa a los afectados por las decisiones y verdaderos sostenes del poder: la totalidad de sus integrantes.

jueves, 21 de julio de 2011

CHOMSKY Y LA MANIPULACIÓN

CHOMSKY Y LA MANIPULACIÓN (Refllexión inteligente).

El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios:

1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

lunes, 11 de julio de 2011

CAFASSI 10-07-11La. R.

La crisis de audacia.
Por Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.ar
No será necesario volver sobre la idea de que las crisis políticas, tanto si se restringen al interior de partidos o instituciones cuanto al conjunto del sistema político de un estado-nación, erigen fuertes cuestionamientos a la legitimidad del sistema, al liderazgo de las direcciones o representantes y reclaman, con mayor o menor claridad y alternativa programática, transformaciones organizativas y político-institucionales. Es algo relativamente independiente de la magnitud de las propias crisis, que en todas sus variantes y especificidades, tienden a converger en reclamos de protagonismo directo de los actores. Y con ello a generar la resistencia conservadora de la arquitectura institucional por parte de los cuestionados, con el argumento de la imposibilidad práctica de ejercicios de toma de decisiones colectivas, inclusive en el acervo del progresismo militante o en las izquierdas. La aseveración es aplicable a una infinidad de experiencias históricas, no todas necesariamente radicales o insurreccionales, incluyendo la actual crisis política del Frente Amplio uruguayo.
Esto no tiene que llevar a una negación de las políticas sociales que intervengan activamente en el rescate de los más sumergidos y excluidos, ni mucho menos a minimizar los resultados alcanzados en materia de crecimiento del gasto social, como recientemente expuso en este diario el Ministro Olesker. La búsqueda de la máxima igualdad, debe seguir siendo un objetivo impostergable de los progresismos. No obstante, se pueden y deben llevar adelante las políticas económicas y sociales, formulando simultáneamente el interrogante sobre cuál es el tipo de ciudadanía por la que luchamos y la estructura partidaria que haga posible tanto la máxima nivelación social, cuanto la mayor democraticidad en su interior.
Subyace la idea de que “teóricamente”, la democracia directa es la forma superior de organización política, pero debido a problemas empíricos inherentes a la implementación, a la celeridad y a la efectividad en la toma de decisiones, cuando no entra en juego la manipulada acepción de cuneo leninista del “centralismo democrático”, su ejecución como forma práctica de gobierno es imposible, salvo en ámbitos minúsculos y restringidos, asociados normalmente a la realización asamblearia. Por lo tanto, funcionalmente, la democracia representativa a secas, o el centralismo democrático sin más aditamentos en lo partidario, resultaría el único camino, la “natural” forma de organización democrática. Intento contribuir a la desmitificación de esta falsa dicotomía, contraponiendo argumentos de dos órdenes disímiles. Por un lado, la redefinición de los alcances de la llamada democracia directa. Por otro, la relación entre tecnología, política y sociedad, aunque trataré hoy aquí sólo el primero.
Norberto Bobbio sostiene en su libro Estado, Gobierno y Sociedad que “bajo el nombre genérico de democracia directa se encuentran todas las formas de participación en el poder que no se resuelven en una u otra forma de representación (ni en la representación de los intereses generales o política, ni en la representación de los intereses particulares u orgánica): a) el gobierno del pueblo a través de delegados investidos de mandato imperativo y por tanto revocables; b) el gobierno de asamblea; es decir, el gobierno no sólo sin representantes irrevocables y fiduciarios sino también sin delegados; c) el referéndum”.
Creo, sin embargo, que por un lado esos institutos son más amplios y diversificados pero a la vez, que lo significativo es el nivel de democraticidad alcanzado por la sociedad y las instituciones. De forma tal que es concebible una vasta batería de variantes mixtas basadas en el realismo y la eficacia, que permitan extender el nivel de participación de los involucrados en las decisiones que los afectan o, en términos más amplios, la distribución práctica del poder de decisión. Algunas de ellas, que omitiremos en beneficio de la concisión, tuvieron algún tipo efímero de concreción a lo largo de la historia.
En el modelo republicano-representativo, sustentado en un teórico equilibrio de tres instancias de poder independientes, al modo de contrapoderes y contralores, hay un sólo espacio donde se pueden encarnar seriamente la participación, el debate y la deliberación: el parlamento. Es allí donde se encuentra la única diversidad posibilitada, a través de los partidos políticos, en esta forma moderna de democracia a secas. Pero allí también encontramos dificultades de dos órdenes: por un lado en la calidad del debate, ya que los representantes profesionalizados y corporativizados tienen improntas ideológicas predeterminadas por sus pertenencias partidarias y una escasa predisposición a interpenetrarlas con otras. Es, antes bien, un escenario en el que las direcciones partidarias dirimen fuerzas a través de la disciplina de los representantes partidizados. Por otro, por la escasa publicidad de los debates mismos, salvo en ocasiones de alto contenido polémico o trascendencia de las decisiones que se adopten. En consecuencia, el diseño institucional de la democracia representativa, basado en el principio territorial del ciudadano y el mandato no imperativo, obstruye al ciudadano el acceso a la participación política. Pero otro tanto sucede a nivel de los partidos y me reiteraré advirtiendo que si las izquierdas no logran diferenciarse en su arquitectura institucional, particularmente en lo que hace a la socialización de las decisiones y a la reducción de la brecha entre dirigentes y dirigidos, muy probablemente se debilite el atractivo electoral para ejercer el gobierno, ya que las políticas quedarían reducidas a simples aciertos en la eficacia gerencial y tecnocrática.
El sistema representativo presupone el dualismo entre sociedad civil (representados) y sociedad política (representantes). La participación del ciudadano se reduce al momento electoral, prescindiendo del conjunto de los demás momentos e instancias en que se despliega y concreta la vida de los sujetos. El ciudadano es activo sólo cuando vota, por lo tanto, es pasivo en el momento decisional que delega a los elegidos que actuarán en su nombre. Los ciudadanos con su voto, entonces, se limitan a designar a los representantes que ejercerán el poder, esto es, a los sujetos que en adelante tomarán las decisiones políticas. A lo sumo, además de designar a los dirigentes, con el voto pueden consentir una gestión del poder en vez de otra, al modo de consumidores en un supermercado según la oferta que encuentren en los anaqueles. Una vez transferido el poder por delegación se produce la escisión entre representantes y representados: ya no existirá vínculo, garantías o controles, porque el propio sistema escinde la relación. En definitiva, autonomiza a los representantes, ya que una vez designados, desaparece el vínculo jurídico con sus representados. Por lo tanto, no hay posibilidad de control del representante. Pensar en sistemas alternativos como la propia democracia directa, regímenes participativos, o cualquier otra denominación de alguna forma institucional superadora, no implica renunciar al mecanismo de la representación, sino otorgarle a ésta y al mandato conferido al representante, características radicalmente distintas. No es casual que ante la ausencia de mandato imperativo se presenten, por caso, discusiones actuales como la propia banca del senador Saravia o la tensión con el PCU a propósito de un proyecto de ley.
Pero no sólo inscribiría la temática del mandato imperativo bajo el régimen delegativo y la revocabilidad ante los electores como parte de la doctrina de la democracia directa, además de los otros institutos subrayados por Bobbio, sino también la elegibilidad de los jueces, la rotación en los cargos, la abreviación de los tiempos de los mandatos, entre tantos otros. La democracia indirecta es fruto de una construcción teórico–institucional. Para enfrentar este modelo, también se requiere de otra construcción, cuyo debate intento alentar con estas líneas. O inclusive antes de crearlo, poner en ejercicio práctico y concreto institutos que están previstos y que no han sido utilizados (algunos también en el FA, además del país) como el plebiscito, el referéndum o la iniciativa popular. O también dotar de verdadera encarnadura esqueletos institucionales, como los de la reciente creación de los municipios, el presupuesto participativo, etc.
Toda crisis requiere, además de imaginación, audacia para su superación. Y lo más audaz para los dirigentes del FA en esta coyuntura, parece ser la consulta directa a los afectados por las decisiones y verdaderos sostenes del poder: la totalidad de sus integrantes.
¿Crisis terminal del capitalismo?

Leonardo Boff
Alai-amlatina


Vengo sosteniendo que la crisis actual del capitalismo es más que coyuntural y estructural, es terminal. ¿Ha llegado el final del genio del capitalismo para adaptarse siempre a cualquier circunstancia? Soy consciente de que pocas personas sostienen esta tesis. Dos razones, sin embargo, me llevan a esta interpretación.

La primera es la siguiente: la crisis es terminal porque todos nosotros, pero particularmente el capitalismo, nos hemos saltado los límites de la Tierra. Hemos ocupado, depredando, todo el planeta, deshaciendo su sutil equilibrio y agotando sus bienes y servicios hasta el punto de que no consigue reponer por su cuenta lo que le han secuestrado. Ya a mediados del siglo XIX Karl Marx escribía proféticamente que la tendencia del capital iba en dirección a destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza y el trabajo. Es lo que está ocurriendo.

La naturaleza efectivamente se encuentra sometida a un gran estrés, como nunca antes lo estuvo, por lo menos en el último siglo, sin contar las 15 grandes diezmaciones que conoció a lo largo de su historia de más de cuatro mil millones de años. Los fenómenos extremos verificables en todas las regiones y los cambios climáticos, que tienden a un calentamiento global creciente, hablan a favor de la tesis de Marx. ¿Sin naturaleza cómo va a reproducirse el capitalismo? Ha dado con un límite insuperable.

Él capitalismo precariza o prescinde del trabajo. Existe gran desarrollo sin trabajo. El aparato productivo informatizado y robotizado produce más y mejor, con casi ningún trabajo. La consecuencia directa es el desempleo estructural.

Millones de personas no van a ingresar nunca jamás en el mundo del trabajo, ni siquiera como ejército de reserva. El trabajo, de depender del capital, ha pasado a prescindir de él. En España el desempleo alcanza al 20% de la población general, y al 40% de los jóvenes. En Portugal al 12% del país, y al 30% entre los jóvenes. Esto significa una grave crisis social, como la que asola en este momento a Grecia. Se sacrifica a toda la sociedad en nombre de una economía, hecha no para atender las demandas humanas sino para pagar la deuda con los bancos y con el sistema financiero. Marx tiene razón: el trabajo explotado ya no es fuente de riqueza. Lo es la máquina.

La segunda razón está ligada a la crisis humanitaria que el capitalismo está generando. Antes estaba limitada a los países periféricos. Hoy es global y ha alcanzado a los países centrales. No se puede resolver la cuestión económica desmontando la sociedad. Las víctimas, entrelazas por nuevas avenidas de comunicación, resisten, se rebelan y amenazan el orden vigente. Cada vez más personas, especialmente jóvenes, no aceptan la lógica perversa de la economía política capitalista: la dictadura de las finanzas que, vía mercado, somete los Estados a sus intereses, y el rentabilismo de los capitales especulativos que circulan de unas bolsas a otras obteniendo ganancias sin producir absolutamente nada a no ser más dinero para sus rentistas.

Fue el capital mismo el que creó el veneno es el que lo puede matar: al exigir a los trabajadores una formación técnica cada vez mejor para estar a la altura del crecimiento acelerado y de la mayor competitividad, creó involuntariamente personas que piensan. Éstas, lentamente van descubriendo la perversidad del sistema que despelleja a las personas en nombre de una acumulación meramente material, que se muestra sin corazón al exigir más y más eficiencia, hasta el punto de llevar a los trabajadores a un estrés profundo, a la desesperación, y en algunos casos, al suicidio, como ocurre en varios países, y también en Brasil.

Las calles de varios países europeos y árabes, los “indignados” que llenan las plazas de España y de Grecia son expresión de una rebelión contra el sistema político vigente a remolque del mercado y de la lógica del capital. Los jóvenes españoles gritan: «no es una crisis, es un robo». Los ladrones están afincados en Wall Street, en el FMI y en el Banco Central Europeo, es decir, son los sumos sacerdotes del capital globalizado y explotador.

Al agravarse la crisis crecerán en todo el mundo las multitudes que no aguanten más las consecuencias de la superexplotación de sus vidas y de la vida de la Tierra y se rebelen contra este sistema económico que ahora agoniza, no por envejecimiento, sino por la fuerza del veneno y de las contradicciones que ha creado, castigando a la Madre Tierra y afligiendo la vida de sus hijos e hijas.

Leonardo Boff es Teólogo / Filósofo y autor de "Proteger a Terra-cuidar da vida: como evitar o fim do mund", Record 2010.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.o rg/boff/articulo.php?num=441

jueves, 2 de junio de 2011

VALENTI "¿¿ AUTOCRITICA VALIOSA!!!!!!de BItácora 5-2011

HACE MUCHOS AÑOS QUE ESPERABA ESTE DOCU DE VALENTI- UNA AUTOCRÍTICA PISITIVA.
QUE COMPARTO 100%.- ARQ.G.G.

¿La teoría y la práctica de la dictadura del proletariado como actúa en el mundo y en nuestro país?
El marxismo leninismo grave enfermedad del socialismo
Por Esteban Valenti (*)

El libro que más daño le hizo al socialismo, como teoría y como practica de la emancipación de los trabajadores y de las sociedades en su conjunto fue El Estado y la Revolución, de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).
Esto no es arqueología teórica, es profundamente actual, tiene que ver con el voluntarismo para cambiar la historia y con los errores que tumbaron al socialismo real y efectivamente cambiaron la historia.

Escrito en realidad como una especie de folleto, en medio de la profunda crisis rusa entre la caída del zar en febrero y la revolución de octubre, impreso en agosto de 1917 se transformó - mas allá de las intenciones de su autor - en el libro de cabecera de todo el movimiento comunista internacional durante décadas. Discrepar con partes o con todo El Estado y la Revolución era un imperdonable pecado de revisionismo y merecía la más profunda condena por desviarse de las ideas revolucionarias y de la pureza del marxismo leninismo. Una creación con la que no tienen nada que ver Marx y dudo bastante que fuera el objetivo de Lenin.

Es la lectura más forzada y parcial de las ideas de Carlos Marx, transformadas por las circunstancias y por sus cultores me conté entre ellos en la guía más importante para la acción política. Es sobre ese libro que se construyó una especifica y concreta teoría del estado y como consecuencia directa sobre la Dictadura del Proletariado..

El concepto teórico original de la Dictadura del Proletariado sufrió a partir de ese libro una transformación profunda y despiadada, que cambió su esencia.

Unas docenas de jefes del Partido, de inagotable energía y de un idealismo ilimitado, dirigen y gobiernan. Entre ellos, la dirección se halla en realidad en manos de una minoría de hombres de cerebro eminente, que de vez en cuando convocan a una elite de la clase obrera para reunirse y aplaudir los discursos de los jefes y votar por unanimidad las resoluciones que se les presenta. Es, pues, en el fondo, un gobierno de camarilla, una dictadura, es cierto, mas no la dictadura del proletariado... Esto no lo escribió ningún contrarrevolucionario, sino Rosa Luxemburgo.

El estilo de la polémica de Lénin que acusa a diestra y siniestra a todos los que pueden pensar diferente de filisteos pequeñoburgueses y oportunistas, contribuyó a crear una cultura de la exclusión de los matices y del debate. El que cruzaba la delgada línea de la pureza comenzaba la travesía del desierto, con Lenin en el plano político, con Stalin era el inicio de la travesía hacia Siberia.

Tenían razón los que criticaron a Jaime Pérez y a otros comunistas que pretendieron discutir ese concepto, sin esa teoría del Estado, no se sostiene el andamiaje teórico y político de los Partidos Comunistas. Es el primer peldaño inevitable y fundamental, del centralismo democrático y de una visión sobre las relaciones entre la sociedad y el proletariado, entre el proletariado y el partido y entre el partido y su líder. Esa es la concepción que se derrumbó con el muro de Berlín.

Esa visión no tenía que ver con el carácter y la propia actitud de Lenin y su relación con los soviet o con el propio PSDOR (b) Partido Socialdemócrata Obrero Ruso (bolchevique). La historia está llena de ejemplos y de instantes de intenso debate, incluso de situaciones en las que Lenin quedó en minoría en su propio partido. Pero fue la plataforma sobre la cual Stalin pudo construir su práctica y sus crímenes.

Leer el Estado y la Revolución, es un ejercicio fascinante, es la expresión de la teoría más voluntarista de la historia, del uso de la fuerza como el instrumento principal y casi único para cambiar la sociedad y la negación de algunos de los conceptos esenciales de la teoría de Marx sobre la relación entre la estructura económica y las superestructuras jurídicas y culturales.

Dos citas del Estado y la Revolución: El Estado es una organización especial de la fuerza, es una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta.

La segunda: Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas

La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un Poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas.

El proletariado necesita el Poder del Estado, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de "poner en marcha" la economía socialista

Decía Rosa Luxemburgo La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente"

Aún a partir de estos elementos y estas contradicciones la revolución rusa no fue un accidente, ni una aventura conspirativa de un puñado de iluminados. Se mantuvo y derrotó a sus enemigos porque contó con la participación de millones de obreros, de soldados y de hombres y mujeres del pueblo ruso. Sus objetivos eran - en la Europa de 1917 - los más radicales y revolucionarios, pues se proponían nada menos que terminar una guerra feroz e imperialista, mejorar radicalmente las condiciones de vida del pueblo, pan, techo, mínimas condiciones de salud, de vivienda y educación para millones de seres explotados vergonzosamente por el zarismo. No se proponía una utopía sino un cambio revolucionario en las relaciones sociales.

Pero nadie dijo que ese proceso debía darse en un país atrasado, desangrado por las guerras con Alemania e interna con los guardias blancos y las potencias que los apoyaban y con un atraso milenario, mediante la estatización de todo, de los medios de producción, de la tierra, de la sociedad en su conjunto.

El Estado y la Revolución que en realidad era básicamente una respuesta táctica a un momento particular de la revolución, se devoró todo el programa, y fue el corazón de la teoría y la práctica del PSDOR y de la Tercera Internacional. No sin debates y contradicciones.

Un gobierno absoluto, manejado con mano de hierro por un partido actuando a nombre del proletariado debía proponerse objetivos a la altura de su omnipotencia, de su voluntarismo político y ello sólo podía expresarse en la propiedad total del Estado. Y no era sólo la propiedad de la tierra y el fin de la servidumbre, fue la propiedad total, de los medios de producción, de cambio, de los medios culturales y políticos.

Esa teoría del Estado contenida en el libro era absolutamente funcional a la teoría del Partido como el único sujeto de la revolución y del fin de la historia y, de su jefe como el guía de ese proceso. Una cosa era con Lenin vivo, un intelectual y un luchador decidido y totalmente comprometido con el partido, pero con una experiencia política y humana determinada y otro muy diferente con Stalin, un oscuro seminarista georgiano, responsable de aparatos de expropiación del partido, inculto y primitivo. Era la Rusia zarista asiática y su brutalidad en el centro del poder.

Esos objetivos de la teoría del Estado eran la plataforma, Stalin le dio la táctica y la metodología. Su brutalidad, sus crímenes no son el resultado de un arrebato de locura, son una visión llevada al extremo de esa misma teoría, que no podía detenerse ni siquiera antes los propios integrantes de la dirección del partido que se oponían al diseño stalinista. Opositores desde diversas posiciones como Trosky, Zinoviev, Kamenev, Kirov o le mariscal Tujachevski, para citar solo algunos. La mayoría de los dirigentes de la época leninista fueron exterminados por Stalin en muy pocos años.

Lenin en vida trató a Stalin de grosero con los compañeros. Pero además de resultar algo pobre la crítica, en realidad, lo que no hicimos es preguntarnos como había sido posible el fenómeno terrible del culto a la personalidad.

Cuestiones del leninismo escrito o firmado por Stalin es un escalón más abajo, más burdo en el proceso de corrupción de las ideas de Marx, sobre casi todas las cosas, en particular en su visión del papel de la estructura económica y los procesos materiales en los cambios y en la evolución histórica. Es el voluntarismo autoritario llevado a su máxima expresión, utilizando las banderas del socialismo y citando a Lenin.

¿Hubo momentos en que la situación pudo corregirse?. Pocos y muy complejos. El debate entre Lenin y Rosa Luxemburgo sobre la pluralidad en el socialismo y otros temas democráticos, fue uno de ellos. La historia ha demostrado que era un debate mucho más profundo, más de fondo, sobre la propia esencia del socialismo. Perdió Luxemburgo y perdió el socialismo.

La Nueva Política Económica (NEP) que últimamente ha sido redescubierta por algunos compañeros fue otro de esos raros momentos, pero para aplicarla había que desandar un complejo proceso estatal y partidario y entregar porciones de poder muy importantes, invertir la marcha. Ya no había fuerzas ni espacio. Y además no tuvo una base teórica sólida, que revisara profundamente las bases sobre las que ya funcionaba el estado soviético y el partido, único e indiscutible.

Stalin fue elegido para un cargo aparentemente administrativo, como secretario general con el apoyo de Lénin, en el XI Congreso del Partido Bolchevique. Un solo dato de la estructura y de lo que estaba en juego: en 1913 durante el régimen zarista había 800.000 funcionarios en los tiempos de la NEP en 1921 los funcionarios ascendían a 7.300.000. Y Lenin vivía y luchaba.

La burocracia se había transformado en una nueva categoría social y fue la base fundamental del stalinismo y nunca, luego de la caída del propio Stalin, fue afectada en su poder y su enorme tamaño.

¿Qué tiene que ver ese proceso como lo preveía Federico Engels en el Anti-Dühring? "El proletariado toma en sus manos el Poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como tal. ...El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será 'abolido'; se extingue. Pues en la URSS el estado lejos de extinguirse se había multiplicado por 5 veces..(Esta cita de Engels mucho más amplia está precisamente en El Estado y la Revolución)

El partido y la dictadura del proletariado.

Cuando el partido es único e indiscutible desarrolla en su seno naturalmente las condiciones de una estructura piramidal, indiscutible y con liderazgos únicos e indiscutibles. Así funcionó en los partidos comunistas durante muchas décadas, con matices y diferencias.

Era otra época, donde del lado de los enemigos y adversarios la fractura con el socialismo real en el poder o que aspiraba a él fueron tan totales y absolutas que contribuyeron a reforzar el clima de aislamiento, de ciudadela sitiada y de respuestas totales en todos los terrenos.

Si los primeros pensadores socialistas como ellos mismos lo reconocieron desde el principio se inspiraron en la economía inglesa, en el socialismo francés (la política) y la filosofía alemana, luego del surgimiento del leninismo, las referencias eran todas dentro de las propias ideas del leninismo y se construyo una cultura del manual que todo lo interpreta y resuelve. Desde la política, la economía, la filosofía, la antropología, la cultura, el arte, la genética, las ciencias naturales y su relación con las ciencias sociales. Un círculo de hierro. ¿Eso era una guía para la acción?

No creo que Lenin se haya propuesto esa barbaridad, pero el leninismo lo logró y nos dejó atrapados a todos en una comodidad intelectual innegable: una teoría acabada capaz de explicar y de guiarnos hacia la acción sobre los principales temas de la historia. No nos lavemos las manos con el stalinismo, del proceso formamos parte todos aunque no hayamos mandado a nadie a los Gulag o a ningún compañero lo hayamos fusilado. Al menos con un pelotón armado...

Fue una gran aventura colectiva e individual y no sólo un error. En todo caso el error fue haber aceptado que era posible por encima de Marx y de todos los grandes pensadores socialistas encorsetar la aventura de la revolución social, en una teoría y una practica tan cerradas y paralizadas.

¿No hubo desarrollo de la teoría, de la praxis? Sobre la base del aporte de Marx uno de los más formidables pensadores de la humanidad y del éxito político militar innegable de la revolución rusa, hubo desarrollos importantes. Intelectuales de primer nivel que hicieron su contribución, Luckás, Gramsci, Mariategui, Althouser, Arismendi,
pero no tocaron la base del leninismo de manera directa, sino en forma indirecta. Y en ningún caso cuestionaron a fondo El Estado y la Revolución. Ahora es tarde. La más audaz y que fue más a fondo en la crítica fue Rosa Luxemburgo, con una limitación importante murió en 1919.

Ahora hay que volver a leer a Marx, no porque nos vaya a explicar los procesos actuales, nadie que tenga una mínima sensibilidad marxiana (para no utilizar otra deformación, el marxismo) puede creer que libros escritos hace 170 años lograrán explicar los ciclópeos cambios operados en todos los aspectos de la vida de los seres humanos. Pero hay algo que sigue teniendo un enorme valor, la actitud, el rigor, la investigación, la audacia en la formulación de sus hipótesis de trabajo y su método de probanza. Y su gran proyecto de cambiar el mundo, de hacerlo progresar, en el sentido más profundo y justo del término.

Vale la pena volver a encontrar la despiadada crítica al capitalismo y simultáneamente su valoración como momento de transición revolucionaria en la historia de la humanidad. Sirve para comprender las bases materiales de los posibles cambios que cuestionan el capitalismo y para comprender que esa relación entra la estructura y la superestructura, en Marx correspondía a un siglo y medio atrás y ya en el siglo pasado no lograron dar cuenta de un proceso mucho más complejo y contradictorio.

Quedan pendientes cuestiones muy importantes, como experiencias de los procesos políticos vividos en muchos países.

¿Por qué la planificación centralizada funcionó perfectamente durante los periodos de guerra y fracasó lenta pero inexorablemente en la paz?

¿Cómo se generó una clase, un sector social y cultural, la burocracia que se adueñó del Estado, del partido y luego incluso fue actor principal de la reconversión capitalista?

¿Cómo la política fue capaz en algunos países de superar incluso el derrumbe económico del socialismo real y cual fue el papel de la política o su ausencia en la caída del muro y de la URSS?

¿Lo que nos queda en el futuro es mejorar la distribución de la riqueza en el capitalismo o podemos proponernos, y en que momentos y procesos, cambios en la forma de propiedad social de los medios para generar riqueza?

¿La sociedad del conocimiento y la información como están impactando y es previsible que impacten en las ideas del socialismo, es decir de la liberación de la explotación humana y de las oprobiosas diferencias sociales?

Y una última pregunta muy actual ¿La teoría y la práctica de la dictadura del proletariado como actúa en estos momentos, en el mundo y en nuestro país? ¿Desapareció?

martes, 31 de mayo de 2011

lLA PUERTA DEL SOL CAFASSI 29-5-11

El tibio sol de la indignación
Por Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.ar
España le debía a la historia de las rebeliones humanas, algo un poco más politizable que su destape de los ´70 y sus sueños europeístas reducidos a una simplista traducción del consumismo, aprovechando una suerte de Plan Marshall tardío, a la moda europea. Porque como dirían en aquella cuna de nuestra lengua, “tiene pasta” para eso. España era mucho más rica en su vivacidad y sus perspectivas, tanto durante la segunda república hasta el final de la guerra civil y el inicio de la dictadura franquista, cuanto durante los años ´60 e inicio de los ´70, por la movilización y convergencia de la oposición antifranquista. Sin tantas ofertas del Corte Inglés, ni financiación en cómodas cuotas, como ahora. Una vitalidad, no obstante, dramática y desgarradora, al costo de miles de vida humanas, de represión y sufrimientos, de desapariciones y ejecuciones, soterradas hoy bajo las góndolas exultantes de las tiendas y la complicidad político-mediática, que comienza a resquebrajarse.
No le faltaron entonces caminos arduos pero transitados, de compleja reapropiación de sus propias contribuciones culturales, generalmente editadas en Buenos Aires para eludir la censura, o momentos de destello crítico transicional como las revistas “Ajoblanco”, “Viejo Topo”, o “Transición”. Tampoco fue menor el crecimiento del movimiento obrero y el consecuente protagonismo de Comisiones Obreras. Los versos de los poetas comprometidos lograron sobrevivir a la masacre de sus autores pero las ilusiones políticas y la memoria quedaron secuestradas en el pacto elitista que erigió una institucionalidad tecno-burocrática gerenciadora y desmovilizadora de la ciudadanía. No es tarea sencilla derrotar la impunidad, como vemos elocuentemente en varios de nuestros países arrasados por el terrorismo de estado, ni tampoco superar siquiera parcialmente la naturaleza fiduciaria de la representación delegativa, sin entrar a considerar la formalización de esa ridícula monarquía francófila (que, se comprende, en este caso no designa a ningún interés por la lengua gala).
La transición tutelada española quedó presa de la incapacidad, la impunidad y la mordaza, en parte gracias al chantaje económico de la prosperidad que le promete un bipartidismo que se diferencia sólo en matices y recetas acotadas a la esfera mercantil. No es que en el resto de Europa o inclusive en los Estados Unidos el paisaje sea muy diferente: el régimen político sigue gozando de impunidad politológica. Por eso resulta alentador que los indignados de la Puerta del Sol, aprovechen los rayos solares para disolver la bruma ideológica que encubre la diversidad y la extensión del paisaje social, y sobre todo, reclamen la recuperación de la memoria histórica y conocer “los principios fundadores de la lucha por la democracia”, en el punto 15 de la proclama. La sorpresa y desorientación de las oligarquías bipartidarias no se hacen esperar, porque consideran “la democracia” como una cuestión saldada, como única, inmodificable e inadjetivable. Consideran, en tres palabras, absurdo pedir democracia, cuando “ya la hay”. ¿Por qué no quedarse en casa y enterarse de las novedades y de las ofertas electorales por TV, según la queja de los políticos profesionales? También de los comerciantes ya que los turistas siempre compramos algo cuando pasamos por la Puerta del Sol camino a Gran Vía o Cibeles o en el entorno de la Plaza Catalunya en Barcelona, si no la ocupan los hinchas del Barça.

En cualquier caso, no habrá que perder de vista que la insurrección popular y el cuestionamiento del régimen político llega, al igual que una década atrás en la Argentina, por motivos de ineficacia económica y social, es decir, por cuestionamientos al gerenciamiento y no a su legitimidad que no sufrió cuestionamiento masivo alguno desde la propia transición del ´77. Las principales motivaciones son las consecuencias, por ejemplo, de la reforma laboral, que llevaron a cinco millones de españoles a perder sus trabajos o a miles de familias a devolver al banco sus casas aunque tengan que seguir pagando la deuda contraída con el propio banco que a su vez está siendo rescatado con fondos públicos, o el deterioro del sistema de salud mediante la creciente privatización.

No hay recetas ni atajos preestablecidos para superar la losa que aplasta la iniciativa y autodeterminación ciudadana porque éstas aún no han logrado sostenerse en la historia ni institucionalizarse, realimentando de este modo la ideologización naturalizada de “esta” democracia como única. Sin embargo, es probable que resulte más factible lograrlo si alguna opción política real al bipartidismo liberal-fiduciario se lo plantea y logra no sólo desarrollar propuestas de reforma política que corrijan o morigeren el dominio oligárquico de las direcciones partidarias, sino además ganar la confianza de la movilización ciudadana. Hay ciertas analogías con la experiencia argentina, absolutamente provisionales, dado el carácter incipiente de estos hechos, que pueden trazarse sumariamente.

En primer lugar, la ya citada crisis de eficiencia. En segundo, el lugar relativo del rechazo a las opciones electorales por parte de los electores. En Argentina, el nivel de abstencionismo en las elecciones parlamentarias previas a la crisis del 2001 llegó al máximo del 25% (a pesar del carácter obligatorio del voto) y el voto en blanco duplicó sus valores históricos hasta alcanzar el 8 %, mientras el voto anulado pasó de representar el 0,5 % del padrón efectivo a más del 15 %. En las recientes elecciones municipales españolas también percibimos el incremento del abstencionismo. Los votos nulos y blancos, sumados, alcanzaron casi el millón situándose como cuarta “fuerza política” con una diferencia a favor de casi 300.000 votos respecto a 2007. En tercer lugar, la capitalización política de la crisis y la movilización por la derecha con el consecuente peligro de profundización de las causas de la crisis. No debe olvidarse que en Argentina el ganador de las elecciones citadas fue Duhalde (aunque con sólo el 20%, por debajo de la sumatoria de votos en blanco, nulos y abstenciones) y que en las posteriores el ganador fue Menem aunque luego las encuestas le desaconsejaron acudir al balotaje. En España, el ganador fue el Partido Popular de Rajoy, pero dentro de un contexto de caída de los votos del bipartidismo. La sumatoria de los dos partidos (que venía creciendo de manera regular), perdió 6 puntos porcentuales (aunque en Madrid la caída fue del doble) respecto a la elección de 2007. En el caso de España, a diferencia de Argentina, las acampadas de los indignados precedieron a las elecciones logrando consenso en un punto preciso: ir a votar pero no hacerlo por los dos grandes, aunque esto luego abría el abanico de posibilidades en un amplio arco. Algunos se inclinaban por hacerlo por los partidos pequeños (Izquierda Unida y UPyD lograron algún crecimiento) y otros por votar en blanco o nulo.
La inexistencia de una izquierda real en Argentina (cosa que continúa hasta nuestros días), sumado al carácter cooptativo y autoritario de los aparatos de la izquierda orgánica testimoniales, ahuyentaron a todos los ciudadanos que participaron en asambleas durante la rebelión de diciembre. Produjo en la práctica el efecto inverso al deseado por los insurrectos. Mientras se pedía que se vayan todos, todos se quedaron, salvo los ciudadanos movilizados que se refugiaron nuevamente en sus casas a mirar el mundo por rayos catódicos de sus pantallas. Es aventurado poder establecer ahora si los indignados españoles sufrirán la asfixia de las izquierdas dogmáticas o, por el contrario, las oxigenarán para lograr convergencias y el inicio de una alternativa consistente a la debacle de la socialdemocracia, ya entregada plenamente a satisfacer las demandas del capital.
Entretanto, el sol asoma indignado; que no es poco.